PARTE DE LA ÉLITE [PARTE II] (YoonMin) - Capítulo 6
Capítulo 6
Jimin POV:
Los meses pasaron y en ese mismo año
descubrí que mi especialidad era la fuerza bruta, la lucha cuerpo a cuerpo y lo
descubrimos cuando en un combate no usé más que mi cuerpo para derrotar a dos
rivales. Dos, Namjoon y Jin, contra mí. Debo decir que mi único objetivo era
impresionar a Yoongi pero él ni siquiera miraba, hablando como estaba, con
Hoseok. Comencé a entrenar por mi cuenta en el gimnasio por las tardes y alguna
que otra, me acompañaba Yoongi porque se dedicaba a estudiar por las mañanas y
tan solo un par de horas por las tardes entrenaba. No fue sino años después que
descubrí que entrenaba en el gimnasio solo para verme, ya que tenía a su
alcance todo el pabellón de entrenamientos a su disposición.
Octubre llegó antes de lo esperado y mis
padres, el día diez, pasaron por la agencia y me llevaron con ellos a casa para
festejar mi cumpleaños con mis tíos, mis primos y mis abuelos. Los familiares
cercanos a mi edad como primos me preguntaron durante todo el día sobre mi
ingreso en BTS y aunque sus preguntas eran curiosas e inocentes pude ver en
ellos la envidia creciente y naciente de sus palabras. Celosos, todos ellos, me
admiraban. Si hubiera sabido qué me esperaba jamás habría permitido que se
sintieran menos humanos por su condición. Les habría cedido mi vida, mi
situación. Ahora soy yo quien se siente envidioso de ellos pero no lo
suficiente como para cambiarme por sus vidas. Esta me ha permitido amar
intensamente.
Cuando llegó el día trece fue mi
cumpleaños y nada más despertar y bajar al salón me encontré delante de mí
varios regalos expectantes a que los abriese. El primero fue el de Taehyung, mi
favorito como era, y no me desilusionó su regalo, al contrario. Me regaló una
bolsa de gominolas, una bufanda y unos guantes a juego. Namjoon me compró algo
de ropa elegante, Jin unos zapatos nuevos, y Hoseok una mochila con el logotipo
de la agencia. Me quedé esperando a que Yoongi se levantara de su asiento y me
diese algo pero tras encogerse de hombros reconoció que no me había comprado
nada. Hoseok no pareció molesto y Taehyung no le dio importancia. Yo hinché mis
mejillas y estuve a punto de insultarle pero reprimí mi ira y contuve mi
instinto asesino.
Cuando llegó la tarde me metí en mi cuarto
y comencé a juguetear con los pequeños detalles que me había regalado. Me probé
el traje, los zapatos, incluso añadí la mochila a mi vestuario y tras mirarme
varias veces en el espejo y sonreirme, alguien llamó a mi puerta.
—¿Sí? –Pregunté desde dentro mientras
acomodaba más firmemente la corbata en mi cuello.
—Abre, idiota. –La voz de Yoongi resonó al
otro lado y refunfuñado me acerqué a la puerta para abrirla y encontrarle con
las manos metidas en sus vaqueros negros y con una ceja alzada, esperando algo
de mí.
—¿Qué quieres?
—Cámbiate. –Me ordenó—. Nos vamos a dar
una vuelta.
—¿Hum? –Pregunté confuso y me miró con las
mejillas enrojecidas.
—Este es mi regalo. Te invito a una
heladería a comer lo que quieras. –Dejó de mirarme avergonzado.
—¿Enserio? –Pregunté animado—. ¿Podemos
salir?
—Claro, vamos. Ponte algo cómodo. Te
espero aquí.
—Nada de eso, entra. –Cogí su brazo, que
se sintió tenso a mi contacto y le adentré en el cuarto. Le hice sentarse en la
cama aunque a disgusto por su parte y rápido me dirigí al baño para cambiarme.
Dejé la ropa nueva hecha un barullo en el suelo sin importarme siquiera si se
podía estropear o ensuciar. Ya no parecía tener importancia nada más que Min
Yoongi sentado en mi cama a la espera de que saliese a recibirle.
Tras salir por las puertas del edificio
nos internamos entre las personas y llegamos a la plaza de Los recuerdos.
Paseamos por allí durante minutos y ambos nos quedamos mirando algo que durante
años habíamos contemplado. La fachada del palacio del presidente Kim. Allí,
observamos detenidamente cada pequeño detalle de su arquitectura y cuando nos
cansamos continuamos por otras calles principales hasta que nos detuvimos en
una heladería repleta de niños y adolescentes como nosotros. Yo con diez años y
Yoongi con doce, ambos solos, nos vimos independientes y libres de cualquier
administración que nos gobernase pero una vez que me serví un chocolate
caliente, un pedazo de tarta y unas galletas, nos sentamos a una mesa y Yoongi
señaló fuera.
—¿Ves ese hombre que está ahí parado?
–Señalo disimuladamente a un hombre vestido con traje y fumando un cigarrillo.
Asentí y continuó hablando—. Nos lo ha puesto YongGuk para cuidarnos. Para que
no nos pase nada malo.
—¿En serio? ¡Qué bien!
—De bien nada. Me cae mal. –Dijo y miró
fuera con un mohín en sus labios. Asentí sin querer hablar del tema y
comenzamos una nueva conversación aburrida e inocente que de lo único que
recuerdo era nuestro juego de piernas bajo la mesa. Cuando las palabras
comenzaron a estorbar me vi rozando su pierna con la mía. De repente apareció
la otra para aferrarla y se vio rodeado por mis piernas. Él reía y con su
pierna libre, apresó las dos mías—. Deja de hacer el tonto, Jimin. –Me riñó
pero cuando me detuve, él retomó la batalla.
Cuando ambos terminamos la suculenta
comida ya comenzaba a anochecer y mientras Yoongi miraba afuera susurró unas
palabras casi inaudibles.
—Tengo una idea.
No sabía hasta qué punto las ideas pueden
corromper a una persona pero siempre creí que las ideas se obtenían de la edad.
Pues bien, me equivoqué, ya que desde siempre, Yoongi había estado de ese lado
del muro, y no conmigo. A pesar de todo, en mi inocencia pude creerme libre y
sin prejuicios. Él se creyó que yo era como él. Después de todo, ambos éramos
igual de fanáticos.
Tras pagar la cuenta nos levantamos y
aprovechando que nuestro guardaespaldas estaba distraído encendiéndose otro
cigarro, nos adentramos en el cuarto de baño y una vez allí me dejé guiar por
Yoongi. Mirando a todas partes se percató de una ventana en lo alto de una
pared. Se asomó allí como pudo y tras comprobar que tenía salida me cogió en
brazos y me aupó hasta que logré encaramarme a ella.
—¿Salto? –Pregunté y asintió, con lo que
me dejé caer a un suelo de césped y piedras que amortiguó mi caída. Pocos
segundos después vi a Yoongi seguirme y una vez en el suelo sujetó firmemente
mi mano obligándome a correr detrás de él. No me soltó en ningún momento y yo
tampoco lo habría permitido porque le necesitaba para guiarme entre las calles,
entre los transeúntes.
Mientras corríamos lejos del local nos
golpeó el momento en que las luces de neón se comenzaron a encender una por una
en los edificios. Los colores iluminaron y tornaron de sentido la carrera.
Nuestras risas perdiéndose en el espacio no lo hicieron en el tiempo porque aún
hoy las recuerdo. Sonaban inocentes, puras y cándidas. Golpeábamos a las
personas para que nos dejaran espacio y la ignorancia nos guió de nuevo a casa
pasando por algunas fuentes en medio de parques, por edificios en donde la
música sonaba estridente. Mujeres, hombres, niños como nosotros nos miraban
expectantes. El país entero se mostraba ante nosotros en su máximo apogeo de
belleza.
Nada más entrar en nuestro edificio nos
sostuvimos en nuestras rodillas para recobrar el aire y aparentar normalidad.
Nuestras manos se soltaron y extrañé su contacto por días pero el momento no
había terminado. Tras buscar a YongGuk lo encontramos distraído en el recibidor
con un DC como el de mis padres en su mano hablando por él. Hablaba a gritos y
nervioso, parecía que en cualquier momento desfallecería pero la escena era tan
graciosa que no pude contener una leve sonrisilla.
—¡¿Cómo que los has perdido?! –Gritaba—.
Son dos niños, por el amor de Dios. Solo tenías que seguirlos. ¿Tan inútil
eres? Encuéntralos cuanto antes o…
—¿Ocurre algo? –Preguntó Yoongi sabiendo
que hablaban de nosotros y tras un momento de lapsus, YongGuk percató en
nosotros y nos miró incrédulo.
—¿Cuándo habéis llegado? –Nos preguntó aun
con el teléfono de la mano.
—Hace unos minutos. ¿Ha pasado algo malo?
–La inocente mirada y las tiernas y preocupadas palabras de Yoongi me hicieron
creer a mí incluso que éramos inocentes de la triquiñuela y de que nada malo
habíamos hecho.
—Nada, nada malo. –Comenzó a hablar por el
teléfono mientras nosotros nos alejábamos tras despedirnos con una inclinación—.
Sí. Están aquí, están bien, inútil. ¡Estás despedido!
Yoongi sonreía alegre por la situación, yo
le miraba incrédulo, admirando su poco corazón y deseando ser algún día como
él.
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