PARTE DE LA ÉLITE [PARTE II] (YoonMin) - Capítulo 40
Capítulo 40
Jimin POV:
Las muletas en mis manos se sentían
tremendamente incómodas y pesadas. Demasiado ostentosas para mi poca capacidad
de equilibrio e inservibles pues incluso con ellas me veía con dificultades
para caminar. En el ascensor, como estaba, sentía la tentación de soltarlas y
apoyarme en la pared para una mejor sujeción pero de hacerlo y dejarlas caer al
suelo creo que no podría haberlas recogido de nuevo así que me mantuve inmóvil en
lo que el trayecto terminó. Aquél día me dieron el alta al fin después de comer
y aun con alguna venda en las manos y la pierna escayolada creía que podía
manejármelas fuera del hospital.
Me gustaría decir que mi ánimo había
mejorado por mi salida de la enfermería pero al contrario de sentirme feliz o
desahogado estaba furioso, tremendamente indignado e irritado con la ausencia
de Yoongi en el hospital. Ni un solo día apareció para visitarme, ni un solo
día hizo acto de presencia y menos aun habló con un tercero para saber de mí,
para preguntar sobre mi estado o para yo poder saber de él. La ira me invadía
con el paso de las horas y una vez me dejaron libre me introduje directamente
en el ascensor, cegado como estaba, para bajar al cuarto de Yoongi y allí
aclara el porqué de su poca preocupación por mi persona. Estaba dispuesto a
soportar todo lo que tuviera que decirme incluso que me recriminase que yo
mismo le echase de mi vida pero no era excusa para que al menos se pasase a
saludar. Tal vez mi infantilidad me hizo ir hasta su cuarto pero nada más salir
del ascensor el enfado se tornó miedo y preocupación.
De su cuarto salían gritos y sollozos como
no he escuchado nunca. Apenas di dos pasos con las muletas y me quedé allí
parado frente a la puerta cerrada temblando ante el estruendo del interior. El
sonido de cristales rotos, golpes secos en madera, varios gritos al aire y sin
ninguna otra persona de por medio. Creí que alguien le estaba haciendo daño y
rápido me acerque a la puerta pero nadie se oía más que a él y de haber otra
persona de seguro que pediría auxilio o simplemente intercambiarían palabras.
Nada. Mordí mis labios, lo recuerdo bien porque habría apretado mis puños pero
mis manos estaban preocupadas aferrándome con fuerza a las muletas.
Sin poder soportar durante más tiempo el
dolor que ese momento causaba en mi interior golpeé la puerta con una de mis
muletas intentando hacerlo con fuerza pues el estruendo del interior podía
ahogar el ruido. Lo hice un par de veces y al final grité enfadado por la nula
respuesta que se ofrecía a mi cortesía desmesurada, ya que mi intención de
venir aquí era para golpearle.
—¡Yoongi! ¡Abre! ¿Qué escándalo es este?
–Le reñí casi como una madre pero el alboroto solo se detuvo para escuchar los
pasos de Yoongi acercarse a la puerta y abrir rápido, escabulléndose al baño
seguramente para limpiarse las lágrimas que caían de sus ojos. Cubría su rostro
con su mano ahogando nuevamente un sollozo.
En lo que él estuvo en el baño yo pude
observar como todo en su cuarto se veía no solo desordenado sino que en cada
pequeño objeto se apreciaba la ira en el carácter oculto de Yoongi. Los
cristales que escuché seguramente serían los del cuarto de baño pero cerca de
la cama se podía ver una pequeña lámpara de porcelana rota o con la bombilla
hecha pedazos. El cable arrancado, totalmente destrozada. Varios libros por el
suelo con páginas arrancadas y su escritorio volcado y con todo lo que
estuviese encima ahora acompañándolo en el suelo. Yo cerré la puerta y con
dificultad entré con paso torpe ayudándome de las muletas. Yoongi reapareció
con el rostro enrojecido y sus ojos hinchados. Había llorado por horas, por no
decir que por días. Su estado era deplorable casi tanto como el de su propio
cuarto.
—¿Qué haces aquí? –Me preguntó enfadado y
me confundió su tono pues era yo el que debía estarlo, no él.
—¿Cómo que qué hago? ¿Y tú? ¿Qué diablos
ha pasado aquí?
—¡Contéstame! –Me gritó con toda su fuerza
y yo perdí mi valor para arremeter contra él. Creí seriamente que me golpearía
y rápido abrí mis ojos como platos quedándome sin habla. Palidecí.
—No… no has venido a verme… —Ya incluso
creí que me veía como un niño reclamando por su atención.
—¡Tu culpa! ¡Es tu culpa! –Cogió un
pequeño objeto que no llegué a identificar del suelo a su lado e hizo el amago
de lanzármelo pero se corrigió a tiempo lanzándolo a cualquier otra parte. Yo
estaba seriamente asustado.
—¿Qué he hecho…? –Pregunté confuso pero él
ya no aguantó más el llanto y varias lágrimas se desplazaron por sus mejillas
tornándome triste a mí también.
—¡No vuelvas a hacerme esto, Park! ¡Nunca
más! –Se sentó en el borde de la cama abatido y comenzó a sollozar hablando con
dificultad entre las lágrimas—. Creí que te perdería. Creí que me moría, Jimin.
¿Cómo puedes hacerme esto?
Le miré con lágrimas en los ojos y
rápidamente comprendí que su ira procedía de mi situación y que no me había ido
a ver porque temía dañarse aún más a sí mismo con mi imagen destrozado.
—Estoy harto de todo esto. –Dijo
susurrando—. Harto de BTS, harto de los entrenamientos, del país, de ti, de mí.
Ya no lo soporto más. –Se levantó de la cama y pasó por mi lado para dirigirse
de nuevo rápido al baño pero yo solté mis muletas y sujeté su cuerpo impidiendo
que se me escapara. Me abracé a él y susurré en su oído.
—No me sueltes, Yoongi. Por favor. –El
sonido de las muletas cayendo al suelo le hizo ser consciente de que no podía
dejarme y no lo hizo. Me abrazó desde la cintura y yo me agarré a su cuello
oliendo su aroma, su pelo, su colonia. Todo lo que extrañé de él pero aún
faltaban sus labios y me cohibí para besarle—. Estoy bien, Yoongi. Todo está
bien. Te lo prometo.
Me llevó hasta la cama y allí me senté
frente a él que aún se mantenía en pie. Parecía más calmado aunque no del todo
satisfecho con lo sucedido y sentía que sus manos aún temblaban así que las
sostuve entre las mías y le miré con una sonrisa en mis labios. Él imitó mi
gesto contagiado por él y antes de darme cuenta estaba volviendo a ansiar
abrazarle, sentirle en mis brazos. Él habló primero antes de dejarme suplicar
por más contacto.
—Prométeme que no volverá a pasarte nada.
–Me pidió y yo sonreí nervioso.
—¿Cómo puedo prometerte eso? Nos
expondremos ante el peligro… —No me dejó terminar.
—¡Hazlo! ¡Quiero oírtelo decir! Prométeme…
—Ahora le corté yo a él.
—Lo único que puedo prometerte es que
mientras yo pueda nada malo te va a pasar a ti. ¿Entendido? No dejaré que nada
malo te ocurra.
—Eso no es lo que yo quería escuchar. –Se
enoja pero me encojo de hombros aun sosteniendo sus manos.
—Me da igual. No me importa lo que me pase
siempre que tú estés bien. –Rápido y como si mis palabras le hubiesen servido
de resorte, volvió a la realidad dándose cuenta del destrozo en su cuarto y
amablemente me invitó a que me marchase y le dejase solo, entendiendo que la
conversación no podía ir a mayores pues él y yo, gracias a mi valiente
cobardía, no podíamos tener nada más. Me importaba una mierda entonces. Sentí
como la vida se me había escurrido de las manos y ahora solo ansiaba uno de sus
ardientes besos que me hiciesen sentir de nuevo la temeraria realidad carnal a
la que nos habíamos hecho adictos.
Aun sentado en la cama alcancé su mano y
le hice sentarse en mi regazo con las piernas a cada lado de mi cintura. Al
principio se mostró confuso y cohibido. Cuando mis manos aferraron su rostro ya
había desaparecido el miedo en ambos y nos fundimos en un beso ansiado por los
dos. Recorrí su boca con mi lengua hasta perder el sentido y él se dejó hacer
mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Volví a tocar el cielo, cómo no, en su
compañía.
Comentarios
Publicar un comentario