PARTE DE LA ÉLITE [PARTE II] (YoonMin) - Capítulo 33
Capítulo 33
Jimin POV:
Nuevamente miré mi reflejo en el espejo y
suspire ajustando la corbata pero tras darle un par de vueltas y fruncir el
ceño el número suficiente de veces como para exasperarme me la quité y cogí
otra a mi alcance para comprobar que esta me quedase mejor o al menos que me
satisficiera a la vista. En ese momento de distracción personal y en medio de
la pelea con mi propio ego llamaron a mi puerta y sin que nadie se dignase a
pronunciarse me acerqué a ella para abrirla descubriendo detrás el rostro de
Yoongi con una tímida sonrisa como si fuese la primera vez que llamaba a mi
puerta. Algo me sorprendió más en él y era que llevaba puesto un traje con
pajarita incluida. Su rostro se veía mucho más elegante y su cuerpo más esbelto.
Solo verle me animó pero recordé nuestra situación y ya sin poder evitarlo
entró dentro de mi cuarto.
—¿Qué haces aquí? –Le pregunté algo
nervioso. En media hora debíamos reunirnos en el hall para ir juntos al palacio
para celebrar mi cumpleaños.
—Solo venía a verte. –No le di importancia
y regresé al espejo en el vestidor para anudar la corbata en mi cuello. Tras
varios intentos fallidos al fin conseguí hacer que quedase decente y sonreí a
mi reflejo. Él siguió hablando dando por hecho que no tenía iniciativa por
colaborar. Sin embargo algo que odiaba de él era que no solía ser directo
cuando buscaba algo y menos cuando quería hacerme ver algo o recriminarme en mi
comportamiento—. ¿Cómo estás?
—Bien, emocionado supongo. –En respecto a
mi cumpleaños, por supuesto, pero él no hablaba de eso.
—Hablo en general, ¿estás bien? –Le miré
decepcionado.
—Sí. Bien. ¿Solo has venido a preguntarme
eso? Sabes que no…
—Me siento muy orgulloso de ti. –Dijo de
repente interrumpiendo mis palabras. Las perdí por completo y le miré cruzado
de brazos mientras yo aún aferraba la corbata en mi cuello con mis manos. Sus
ojos me miraron directos. Basta de rodeos. Basta de paños calientes.
—No tienes que estarlo.
—¿Por qué no? Hiciste bien.
—No es cierto. ¿Quién lo dice? Solo tú. Yo
debía haberle dejado donde estaba, debía haber seguido con la prueba. No tenía
que haberte gritado, no tenía que haberte amenazado con el arma. Era muy
peligroso. –Ante su silencio susurré—. Nunca hago nada bien. –Me conduje al
zapatero al lado de la puerta y tuve que pasar por su lado pero él no se inmutó
y cuando sostuve en mis manos los zapatos negros de charol me los calcé
agradecido de su comodidad. Yoongi habló por fin.
—¿Quieres hablar del tema? –Supe que
hablaba de nosotros en cuanto cambió su voz. Ahora era más melosa y acaramelada—.
Claro que no, nunca quieres hablar.
—Ya no tenemos nada. ¿No recuerdas? Se
acabó.
—¿Es lo que realmente quieres? –Preguntó
ahora recorriendo con la vista mis movimientos por el cuarto mientras recogía
mis cosas antes de salir con el resto hacia el palacio.
—Es lo mejor.
—¿No eres suficientemente bueno para mí?
–Le miré y estuve a punto de insultarle pero preferí encogerme de hombros casi
como única respuesta que podía proporcionarle a parte de una discusión que nos
llevaría a hacernos más daño.
—Sabes que lo que hacemos está mal. Está
en las leyes del estado, punto. Hay que respetarlo.
—¿Otra vez con eso? –Suspiró. Ni siquiera
a mí me habría servido la excusa ya bastante banida.
—¿Y qué quieres? Hay cosas que son así y
punto. No hay más. –Me puse la americana sobre los hombros y me quedé mirándole
esperando a que siguiera con la conversación pero como no reaccionó me limité a
encogerme nuevamente de hombros y terminar por buscar mi DC en la mesilla en la
que se había apoyado. Cuando estuvimos más cerca de lo que me hubiera gustado
agarró con su mano mi brazo y me hizo acortar distancias beneficiando que
pudiese hablarme en susurros. Sus palabras fueron del todo menos esperadas.
—Hace días que no me toco, ¿debería
hacerlo pensando en ti? –Rápido le miré pero nada más que su mirada insensible
y del todo pervertida chocó con la mía me sentí tremendamente avergonzado,
hasta tal punto en que retiré mi rostro de él pero solo hice que me susurrara
de nuevo—. Házmelo ahora, Jiminie… —Sus manos me sujetaron ambos brazos y besó
con lujuria mi cuello produciéndome descargas de adrenalina hasta cegarme.
Cuando mordió mi lóbulo me zafé de él.
—Déjalo, Yoongi. No vamos a hacerlo más.
–Intenté en vano dirigirme a la puerta pero se interpuso en medio rodeando mi
cuello con sus brazos y besándome hasta hacerme perder el sentido. Al principio
y tan solo como un acto reflejo correspondí su beso pero no duró más que dos segundos
en los que había aprovechado para lamer y morder mi labio inferior a su gusto,
como a ambos nos excitaba.
—Vamos, quítate la ropa Jimin. –Comenzó a
desvestirme a la fuerza y en contra de mi voluntad pero como su fuerza no era
la suficiente como para desvestirme por completo solo consiguió desabrocharme
los primeros botones de la camisa en donde se lanzó para morder mi cuello y mi
clavícula. Algo adorable que me provocó la risa.
—¿Yo no puedo hacerte esto pero tú a mí
sí? ¿Crees que puedes seducirme cuando quieras, maldito? –Sin más palabras unió
nuestros cuerpos en un beso ardiente en donde nuestras piernas se rozaron y
gimió en mis labios. Todo me sobrepasaba y el calor en mi cuerpo aumentaba por
momentos. Me sentía tremendamente excitado pero a la par, muy culpable porque
sabía ya de antemano que después de hacer el amor, discutiríamos. Esto solo
liberaría nuestras tensiones de manera momentánea. Hoy sucumbiría pero no sabía
hasta cuando esto se prolongaría. Algo dentro de mí me impedía resistir ante él
y sin más le cogí en mis brazos y caminé con él allí, hasta la cama, donde le
tumbé y me senté sobre él. Quiso besarme de nuevo pero yo le empujé para que
quedara completamente tumbado y lejos del alcance de mis labios.
—¿Qué ocurre? –Me preguntó.
—¿Qué debo hacer contigo, Yoongi? –Me
lamenté como un padre con su hijo maleducado y corrupto.
—Hazme lo que quieras. –No entendió mi
angustia—. Hazme el amor, por favor. –Cuando me suplicó me quedó todo claro.
Solo deseaba sexo. Yo no quería sexo, yo quería más.
—No. Hoy vas a hacérmelo tú a mí. –Besé
sus labios pero él rápido se apartó para aclarar mis palabras.
—¿Sí? ¿Estás seguro? Hace mucho que no…
—Quiero, Min Yoongi. Házmelo ya.
Él se incorporó conmigo en su regazo y
rodeó mi cintura con sus brazos, mirándome aún confuso por mis palabras. Yo le
miré con un puchero y no necesité más para que aceptase un beso, nuevamente.
Nos besamos hasta que nos cansamos y al final me tumbó sobre la cama con la
espalda en el cabecero y comenzó a desvestirme observando cada pequeña parte de
mi cuerpo. Cada fibra de mi anatomía, y la besaba sin reparo alguno. Cuando
consiguió que me quedase en ropa interior para él me sentí completamente
indefenso y bajé mi rostro para que no me mirase pero me obligó a hacerlo mientras
él mismo se desvestía para mí. Me miraba sonriendo y eso me hacía sentir mucho
más seguro y cálido.
Cuando nos vimos desnudos me chupó durante
unos minutos hasta que le detuve y comenzó a dilatarme con sus dedos húmedos de
mi saliva. A cada minuto me preguntaba si estaba bien o si quería parar. No
habría parado por nada del mundo aunque doliese como el infierno porque le
necesitaba conmigo, le necesitaba prestándome atención, regalándome su contacto
y sus cuidados. Cuando creyó oportuno me abrazó y comenzó a penetrarme. Le
obligué a hacerlo así porque cuando él estaba dentro de mí recordaba que yo a
veces olvidaba muchas cosas importantes. Olvidaba que yo también lloraba por él
a menudo y que había noches en las que su simple recuerdo me provocaba los llantos
más infantiles que escuché jamás. Olvidaba con frecuencia que yo dependía de él
mucho más que él de mí aunque quisiera aparentar que no era así o que incluso
no le amaba, porque no era cierto. Le amaba con toda mi alma e incluso a día de
hoy lo hago. Me iré con este amor que me consume a cada segundo.
—¿Por qué lloras? –Me preguntó de repente
cuando estaba en lo más alto.
—Tócame. –Le pedí cuando estaba a punto de
llegar al éxtasis y él se corrió primero dentro de mí y yo después en su mano.
Me excusé, cuando terminamos, diciendo que me había dolido un poco pero esa no
era la verdad. El verdadero motivo por el que lloré fue que pensé a cada
segundo que esta sería la última vez que lo hacíamos, que jamás volveríamos a
hacerlo. Me prometí a mi mismo que debía ser así. Éramos la droga del otro y yo
comenzaba a ver cómo nos destruíamos lentamente en esta extraña dependencia que
siempre comenzaba con el sexo.
Una vez tirados en la cama él me besó y yo
besé sus labios, su frente, sus ojos cerrados por los párpados. Siempre reía
cuando hacía eso y al principio le parecía algo molesto y extraño pero acabó
acostumbrándose e incluso en ocasiones me dejaba hacérselo gustos mientras
sonreía encantado. Cuando quise besarle de nuevo para sumergirme en otro de sus
exquisitos besos, sus palabras me interrumpieron.
—Te amo.
Mi corazón dio un vuelco.
Mi cerebro se bloqueó.
Siempre lo hacía cada vez que me lo decía
y siempre obtenía un silencio como respuesta. Aquel día no sería diferente y me
alejé de él mientras me levanté de la cama para comenzar a vestirme de nuevo
mientras limpiaba mi cuerpo con las sábanas ya sucias por nuestro acto sexual.
Él se tendió a lo largo mientras se giraba a mí apoyándose en su codo y me
miraba como me ponía prenda por prenda. Yo evité en la medida de lo posible
cruzar miradas pues me acusaba de no responderle con una frase similar. Su
cuerpo estaba cubierto con una de las sábanas blancas hasta la cintura e
incluso podía ver su sexo a través de ellas.
—¿No vas a responderme? –Me preguntó al
principio divertido, como si creyese que fuera a encontrar una respuesta al
final de la conversación. Yo negué con mi cabeza por miedo de hablar y que no
surgiera voz de mi garganta—. Tú no me amas. –Dijo de repente, confuso y
desorientado como si acabase de hallar el mayor descubrimiento de su historia.
Le miré serio, casi indignado. Insultado incluso. Pero a pesar de ello, le
mentí.
—No, no te amo. ¿Contento?
—¿De veras que no vas a decirme que me
amas? –Negué de nuevo con la cabeza—. Si no me dices que me amas, no iré a tu
cumpleaños. –Sus palabras me enfadaron y me sentí más sucio que antes de hacer
el amor. Le miré asqueado y fruncí mis labios queriendo decirle lo mucho que me
había insultado al anteponer sus caprichos a los míos. Le tiré la ID y rápido
captó la indirecta.
—Haz lo que quieras.
Arreglé de nuevo mi corbata esta vez con
menos minuciosidad y salí del cuarto cerrando detrás de mí y dejándole dentro a
él. No pude dar dos pasos sin que las lágrimas comenzaran a amontonarse en mis
ojos pero me dije a mi mismo que era lo mejor. Para él, para mí, y para el
equipo. Me hice prometer que no volvería a dejarme embaucar por sus gestos ni
por sus palabras para acabar de nuevo en la cama y que procuraría controlar mi
instinto en caso de que la ocasión volviera a repetirse, pero a medida que
descendía en el ascensor me daba cuenta de lo ardua que sería la tarea, pues
acaba de acostarme con él y ya ansiaba oler su cabello en un abrazo entre mis
sábanas.
Comentarios
Publicar un comentario