PARTE DE LA ÉLITE [PARTE II] (YoonMin) - Capítulo 3

 Capítulo 3

 

Jimin POV:

 

Cuando había pasado ya una semana desde que nos instalaron en BTS YongGuk vino a Taehyung  y a mí para llevarnos junto con él en la hora de la comida y tras una caminata por los pasillos desembocamos en lo que él denominó la cocina pero que no era más que un salón con una mesa redonda central donde el personal cualificado ordenaba la comida y la colocaba encima de la mesa. La comida aquí parecía mucho más apetitosa que la que nos llevaban a nuestros cuartos y así, variada y con buen aspecto, no puede evitar emocionarme junto con Taehyung que parecía una esponja, absorbiendo de mí todos mis sentimientos y emociones. Cuando yo entristecía, él lo hacía aún más intensamente, cuando yo me emocionaba, él era capaz de enloquecer.

Allí, en aquél salón, nos esperaban otros cuatro chicos de pie, uno al lado del otro formando una fila a la espera de nosotros. Cuando YongGuk regresó en nuestra compañía, los cuatro chicos le saludaron y se inclinaron, ya como si para ellos esto fuera una rutina más en sus días. Nos presentaron.

—Chicos, estos son Park Jimin, —me hizo dar un paso adelante—, y este Kim Taehyung, de nueve años. –Al minuto al fin tuve el valor de alzar mi rostro avergonzado para mirar directamente las caras de quienes serían mis compañeros y me sorprendí al ver entre ellas, tres ya conocidas. La primera y la de más valía era la del hijo del presidente que encabezaba la fila con unos ojos atentos a todo. El segundo era el chico de rostro pálido y a su lado, su amigo de manos inquietas que se revuelven jugando entre ellas—. Presentaos.

—Yo soy Kim SeokJin, —dijo el hijo del presidente—, tengo trece años.

—Yo soy Kim NamJoon, —dijo el segundo con una voz más grave que el primero—, tengo doce años.

—Soy Min Yoongi, once años. –Su voz caló en mí desde el primer momento y no fue hasta que no le escuché hablar que no me di cuenta de que era la primera vez le oía. La última voz la reconocí al instante.

—Yo me llamo Jung Hoseok, diez años. 

—De ahora en adelante, —intervino YongGuk—, comeremos los siete juntos aquí, ¿entendido?

Los cuatro chicos delante de mi asintieron y yo no muy convencido asentí también. Todos nos sentamos a la mesa y cuando tuvimos el permiso comenzamos a comer. Intentando ser inteligente busqué el no sentarme al lado del tal Min Yoongi porque seriamente temía que en un ataque de ira me clavase los palillos metálicos en los ojos pero buscando alejarme de él lo que conseguí fue sentarme en el extremo contrario de la mesa redonda donde era objeto fácil de su vista. Sus ojos, su mirada, eran mucho más dolorosos que cualquier cubierto en mis ojos.

Mientras el sonido de las masticaciones era algo evidente me limité a mirar las apariencias de mis ahora nuevos compañeros y me comparé con ellos. Jin portaba un traje sencillo, sin corbata. Simplemente una camisa blanca, pantalones de traje normales y una americana que había dejado en el respaldo de la silla. Namjoon a su lado tenía una camisa de cuadros y unos vaqueros negros. Yoongi llevaba una camisa negra que le hacía ver mucho más pálido y unos pantalones como los de Namjoon. Hoseok, una sudadera y TaeHyung una camisa azul con estrellitas amarillas. Yo por el contrario no me había esforzado demasiado y me puse un jersey gris y unos pantalones vaqueros. Sin mi madre que me ayudase a escoger la ropa no me sentía cómodo con nada.

Antes de darme cuenta ya había posado los ojos en YongGuk y le observaba comer mientras él hacía que no se daba cuenta. Andaría por los veinte años si aún no había llegado y se veía extremadamente joven. Hablaba entretenidamente con Jin pero no fue entonces cuando me di cuenta de la tremenda carga que soportaba. Si algo teníamos en común todos los niños sentados en aquella mesa era que suponíamos una carga de la que nuestros padres se deshicieron y de la que YongGuk se tenía que hacer cargo. Por su mente pasaba la idea de convertirse algún día en un fiel representante del país y de ocupar un cargo de importancia. No quiso asumir jamás que cambiaría nuestros pañales incluso cuando no tuviéramos la necesidad de llevarlos. Él no era más que otra víctima de su cargo.

—Jimin… —Me susurró TaeHyung a mi lado y le miré como jugaba con su comida en vez de comerla. Con los trozos de carne creó una barrera que dividía el plato en dos y donde yo veía guisantes él creaba personas que se peleaban entre ellas. Los guisantes saltaban por el plato, corrían, gritaban incluso de dolor en la agonía de la muerte que acababa en su boca. Ambos reímos de su imaginación hasta que YongGuk nos reprendió por ello.

—Basta chicos, comportaos. –Taehyung y yo nos miramos avergonzados pero la inocencia en nosotros era algo permanente. Las ansias de diversión no cesaban nunca. Taehyung, escondiendo sus manos bajo en mantel, colocaba un guisante en su cuchara y con precisión milimétrica apuntó en cuestión de un segundo descubriendo la cuchara y lanzó el guisante en el plato de Namjoon que al contrario de sentirse enfadado, esbozó una sonrisa divertida. La puntería de Taehyung era exacta y perfecta, ya apuntaba maneras. Hoseok, inducido por su temprana edad y pareciendo olvidar su enfado con nosotros, se apuntó a la diversión observando atento como TaeHyung colocaba de nuevo otro perdigón en su cuchara y apuntaba a un NamJoon expectante a que acertara de nuevo. Cuando así fue Hoseok sonrió ampliamente y pude ver que su sonrisa deslumbrante ensombrecía cualquier otra cosa.

Creyéndome con las mismas capacidades que TaeHyung, cogí mi cuchara a un lado de mi plato y coloqué en ella varios guisantes de manera evidente y sin esconder la cuchara. Apunté a mi objetivo al otro lado de la mesa y solté la presión que ejerció de palanca. Lo que no había tenido en cuenta fue que jamás había hecho nada semejante y que por la falta de práctica, se me soltó la cuchara y salió directa a su objetivo. No sé si llegaron a darle los guisante o si, por el contrario, cumplieron su cometido. Para lo único que tuve ojos fue para ver la cuchara salir disparada de mis manos y golpear firmemente el rostro de Yoongi al otro lado de la mesa. Rápido, y sin esperárselo, soltó sus palillos y se llevó las manos a su nariz que no sangraba pero sí se veía enrojecida. La sonrisa de Hoseok había desaparecido y ahora me miraba enfadado y los ojos de Yoongi le acompañaban. La voz de YongGuk fue estridente.

—¡Park Jimin! ¿Qué diablos te crees que haces? –Rápido se levantó de su silla y me hizo levantarme a mí también agarrándome de la manga del jersey. Me condujo fuera de la mesa—. ¡No puedes comportarte como un crío! ¡Estás castigado! –Mientras me llevaba fuera del salón yo solo tenía ojos para un Yoongi cubriendo su rostro con las manos mientras Jin le intentaba observar y Hoseok me gritaba desde lejos que debía aprender a comportarme. Tras que llegamos a mi cuarto me encerró dentro y me dijo que no cenaría y que hasta el día siguiente no saliera de allí. No volví a comportarme de esa manera a la mesa.

Me pregunté durante mucho tiempo si Yoongi y yo hubiéramos tenido otro comienzo, tal vez nuestra relación no habría tardado tanto en aflorar en nosotros. No habríamos tardado años en reconocer nuestros sentimientos y no habría sido en la víspera de nuestra muerte donde le hubiera reconocido que le amaba. Pero no fue sino mi culpa que comenzáramos como comenzamos y que termináramos como terminamos.    

    

 

 

 

 

 

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