PARTE DE LA ÉLITE [PARTE II] (YoonMin) - Capítulo 2
Capítulo 2
Jimin POV:
La guerra terminó once años antes de que
yo naciera. El país aún no estaba del todo recuperado pero ya se notaba que el
auge económico nos permitía subsistir sin depender de otros países y esto, nos
convirtió en una autarquía* independiente de cualquier caridad de países
extranjeros a nuestros principios económicos. Aunque pequeña, nuestra ciudad
era el centro del país y la zona más poderosa no solo de todo el territorio del
estado sino de países cercanos y fronterizos. Cuando la guerra terminó,
sucumbimos a la codicia y el enfrentamiento entre no solo hermanos, sino con
nosotros mismos. Desterramos a todos aquellos que no quisieron formar parte de
una cultura económica determinada y con ello, también a sus familiares, hijos y
amigos. El miedo, nos dominó. El ansia por el poder nos controló hasta
volvernos ciegos y sordos.
Creamos un propio cuento que contar a
nuestros hijos y yo, nací de esos cuentos. Me alimenté de ellos y viví para
recrearlos. Estos narraban la lucha entre privilegiados y renegados, dándonos a
nosotros las armas más poderosas, las ideas más renovadoras. La fortaleza de un
pueblo listo e inteligente. Y para prevenir que la guerra interna no se
repitiera, no solo construyeron el muro como objeto físico de separación, sino
que dotó de ignorancia a las generaciones como yo que nacían en este lado del
muro. Mi padre me contaba que ellos nacían ignorantes, estúpidos y sin
estudios. Pero no me daba cuenta de que yo, habiendo crecido entre libros y
educación, era mucho menos inteligente que ellos. Pero en algo tenía razón mi
estado, mi país. Ellos no tenían las armas más poderosas pero hay un arma mucho
más fuerte que las balas y los tanques. La palabra indicada, en el momento
preciso puede destruir un país, un estado. Las palabras de Min YoonGi me
destruyeron durante años. Soy testigo de lo que un pensamiento reprimido puede
hacer.
Antes siquiera de darme cuenta, comencé a
formar parte de ese cuento de manera activa. La entrevista que nos hicieron de
manera independiente a Taehyung y a mí, no fue más que la comprobación de que
el lavado de cerebro que nuestros padres nos hicieron, había dado sus frutos.
Nos preguntaron durante minutos absurdeces que no tenían fundamento alguno. Yo
contestaba según creía que debía hacer, no según pensaba.
—¿Quieres a tu país y a tu estado?
—Claro.
—¿Estás preparado para proteger a todos
tus hermanos de los renegados y de cualquier amenaza que quiera dañarnos?
—Sí. Claro.
—Los entrenamientos serán duros, ¿estás
preparado?
—Claro. –Yo no sabía de qué entrenamientos
me hablaban. Yo no tenía ni idea de hasta qué punto el dolor físico me
sobrepasaría pero había un dolor del que no me advirtieron. Ver morir al amor
de mi vida es un dolor tan intenso que ciega, tan ruidoso que ensordece. Te
enmudece y te vuelve insensible. Morir no supone ya un esfuerzo pero con nueve
años, morir, era algo que yo no alcanzaba a comprender.
Una de las tantas preguntas que me
hicieron no alcancé a comprenderla. La entendí con los años.
—¿Te comprometes a mantenerte puro durante
tu estancia en BTS?
—Claro. –Contesté. De saber lo que quería
decirme habría cavilado más en la respuesta.
Ellos comprendían que mantenerme aislado
de cualquier conducta sexual con mujeres o incluso con mis compañeros de equipo
sería algo complicado y para ello ya se habían encargado de prohibir el
matrimonio con miembros del ejército de protección, y de crear una férrea
mentalidad homófobo en la población. Permitirme consumar con una persona
significaba cambiar mis prioridades y no centrarme en el país. Permitirme
mantener una relación con alguno de mis compañeros significaba preocuparme por
ellos y no verlos como enemigos que eran los que simulaban ser en los
entrenamientos. Permitirme escoger significaba tener voz. Algo muy peligroso
dentro del país.
Tras salir de la entrevista regresé a casa
con mis padres y dado su contento entendí que había sido admitido y nada más
estuve en casa comencé a empacar junto con mi enorgullecida madre todas mis
cosas. Mi padre llamó a sus amigos y conocidos para darles la noticia. Mi madre
me abrazaba en cada instante siempre que podía. Yo, aunque no entendiese nada,
estaba triste por tener que mudarme y cuando todas mis cosas estuvieron en
cajas y las desplazaban a los camiones que me trasladarían a la sede, mire mi cuarto
vacío y tan solo con la cama y las paredes desnudas preguntándome cuándo sería
la próxima vez que volvería.
Aquella fue mi última noche en mi casa y a
la mañana siguiente mi padre me llevó a BTS para instalarme. Fue dos horas
antes de comer y Taehyung ya estaba por ahí. Nada más verme vino corriendo y me
abrazó sin permiso ni consentimiento alguno pero le dejé hacer porque
necesitaba tremendamente su abrazo. Yo dependía de él tanto como él dependía de
mí porque aparte de solos, nos sentíamos abandonados. Al contrario que nuestros
padres, que se veían liberados de nuestra presencia.
Tras subir al ascensor nos detuvimos en la
quinta planta y unas puertas de madera decoraban el pasillo vacío y solitario,
desnudo de decoraciones y ornamentos. Allí entramos mi padre y yo y descubrí,
tras girar el pomo y descorrer la puerta, que todas mis cosas se habían
acomodado dentro. Mis juguetes, mis libros, mis dibujos, todo. Incluso mi ropa
adornaba el gran armario. Pronto me desprendería de todas esas cosas y las tornaría
a objetos mucho más valiosos para una mente fanática y enloquecida como en la
que me convertiría. Pero mientras tanto ver todas mis cosas amoldadas a un
nuevo espacio me daba la seguridad que necesitaba. Me aliviaba saber que al
menos algo aun de mi pasado me acompañaba en la nueva vida.
Y así empezó todo, dado los suculentos
ingresos mi padre y su férrea convicción sobre el país, fui aceptado. Años
después presumiría de mi fuerza y mi destreza, pero eso no fue más que el
producto del trabajo duro. La verdadera razón de mi estancia en BTS fue la
posición de mi padre y nada más que eso.
Al día siguiente Taehyung apareció en mi
puerta y ambos hablamos en mi cuarto y le enseñé todo mi dormitorio igual que
hizo él con el suyo después. Su habitación estaba una planta por encima de la
mía y aunque al principio me pareció un signo de lo que estar envidioso de él,
en realidad acabé acostumbrándome a mi cuarto. Los horarios eran regulares en
respecto a las horas de comida y una hora al día hablábamos con Bang YongGuk
sobre las cosas que nos gustaban, las que no tanto, las que se nos daban bien,
las que aborrecíamos. Él era el encargado de adoctrinarnos pero solo de manera
superficial porque aún era joven y no era más que un aprendiz en su oficio pero
desde ya muy joven le invadía la misma radical locura que nos caracterizaba.
Pasados dos días Taehyung y yo nos
encontrábamos aburridos, deseosos de conocer hasta el más pequeño recoveco de
este edificio y no fue hasta pasado años que lo vimos por completo porque era,
para nuestra altura y edad, algo inmenso, inquebrantable y sin embargo más
débil que poderoso. Estábamos corriendo. Lo recuerdo bien. Corríamos por los
pasillos e intentaba alcanzarle en un inocente juego de pillar. Estuve a punto
de alcanzarle cuando lo vi doblar una esquina y creyéndome rápido la sobrepasé
yo también pero un cuerpo chocó contra el mío y dada mi velocidad y mi
temerario comportamiento, le hice caer de espaldas. Yo rodé unos metros por la
caída junto con unos libros que esa persona portaba. Tras incorporarme rápido
pude ver el cuerpo de esa persona, no mucho más grande que yo, no mucho más
fuerte, derribado en el suelo mientras se acariciaba sus cabellos en un lugar
donde su cabeza había golpeado el suelo.
Una mano se tendió a él y debía de haber
sido la mía pero yo aún estaba aturdido por el golpe y me recuperaba a mi
tiempo. Aquel chico que le tendía la mano me miraba con el ceño fruncido,
enfadado y disgustado por mi comportamiento pero el verdadero enfado residía en
la fría mirada del otro chico que se levantaba a duras penas. Su mirada, sus
ojos intensos, negros como el carbón. Su pelo de igual color y su pequeño
cuerpo escuálido y pálido me miraba sin apartarme la mirada.
—Lo—Lo sentimos. –Se disculpó TaeHyung a
mi espalda mientras tiraba de mí para levantarme y seguir con nuestro juego o
bien alejarnos de ellos que tanto miedo nos produjeron. Yo ya no podía
reaccionar porque me había sumergido en el rostro de un niño que me miraba con
odio.
—Es tu amigo quien se tiene que disculpar,
no tú. –Le dijo aquél que le había ayudado a levantarse, aquel que me sustituyó
en mi acción. Ambos parecían mayores, ambos nos miraban por encima del hombro.
Yo, haciendo uso de todo mi valor ante la situación y frente a la espera de
ambos dos chicos a que me disculpara, me levanté de golpe y salí corriendo,
lejos de sus miradas acusadoras. Taehyung me siguió fiel aunque riendo y cuando
llegó un punto en que supe que no nos seguirían, me detuve y me apoyé en una
pared respirando con dificultad.
—Eso ha sido grosero. –Me recriminaba
TaeHyung aunque con una sonrisa porque la situación le había parecido
entretenida—. No sabía que había más gente aquí.
Mi mano se fue a mi corazón, la otra
apoyada en la pared a mi espalda. Sentí un dolor y un miedo impropios de mí.
Aquél rostro pálido y tenebroso me había impactado. Aquél niño un día se
convertiría en el amor de mi vida, pero yo aun no lo sabía.
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