PARTE DE LA ÉLITE [PARTE II] (YoonMin) - Capítulo 14

 Capítulo 14

 

Jimin POV:

 

Cuando Taehyung y yo cumplimos la mayoría de edad nos asignaron la primera misión.

Todos estábamos emocionados cuando nos convocaron para una reunión antes de partir en donde nos explicarían en qué consistiría la misión y cuál era el papel de cada uno. Durante años nos habíamos preparado para esto pero cuando llegó la hora, me sentí flaquear.

—Partiremos de inmediato en un avión privado a Vladivostok*, Rusia. Allí Yoongi y Jimin, iréis a una cafetería en la avenida treinta y seis y allí os proporcionarán la dirección de un hombre al que tenéis que ir a ver. No nos han querido dar a conocer esa información porque espías rusos han interceptado las líneas de comunicación.

—¿Qué haremos el resto? –Preguntó Jin.

—Cuando el avión aterrice, cogeréis una furgoneta negra y les seguiréis de cerca en su recorrido. Tenéis que cuidar de ellos porque no seréis los únicos que les persigan.

—YongGuk… —Susurró aterrorizado Taehyung. Algunos pensábamos que era una broma. Otros que no se trataba más que de otra prueba semanal. Él nos aclaró todas las dudas.

—Esto no es un juego. No es una prueba ni tampoco una broma. Esto es en serio y la información que buscáis, chicos, —me miró a mí y después a Yoongi a mi derecha—, es crucial para el estado. Un infiltrado de nuestro país trabaja en la jefatura de defensa exterior de Rusia. Él nos proporcionará una información muy importante. De esta misión depende vuestro estado.

—¿Qué clase de información…?

—Un sobre, Yoongi. Un sobre con las cuentas y los materiales armamentísticos de Rusia. –Todos comenzábamos a entrar en razón con los segundos—. Recordad. Si os preguntan, sois nativos rusos pero de padres que se fugaron del Renacido en la guerra. Todos lleváis un arma, Yoongi y Jimin, una pistola, el resto, fusiles. Que no os vean las armas. Que no os descubran. Si algo sale mal, no comprometáis al país. Si alguien muere, se deja atrás. Si no conseguís la información, no volváis.

Todos detuvimos nuestros corazones en un pálpito, acongojados por el miedo.

 

 

El avión estaba dispuesto con todo lo que necesitábamos. Ropa de calle típica de Rusia en aquella época del año, para pasar desapercibidos, comida, medicamentos y material suficiente para sanar casi cualquier tipo de accidente, unos baños, incluso los asientos podían hacerse camas. Era un avión casi de última generación y habríamos disfrutado de todo lo que se nos exponía si el miedo no invadiera nuestro cuerpo.

A Yoongi y a mí nos dieron ropa para cambiarnos de inmediato en cuanto entramos en el avión y aunque parecía vieja y deshilachada, sucia incluso, estaba nueva. Olía bien y el tacto era suave, característico de una prenda recién comprada. Acaban de traerla de las fábricas pero la habían ensuciado y demacrado para aparentar. Nos dirigíamos a una de las ciudades, no más pobres, pero sí más trastocada por la guerra. Era importante que no apareciéramos con trajes elegantes y caros porque no solo llamaríamos la atención sino que probablemente nos mataran por el simple hecho de querer robarnos las prendas.

Cuando me metí en el baño para cambiarme miré detenidamente la ropa. Un jersey de lana gruesa de color negro, unos vaqueros rotos grises y un abrigo pesado y sucio de color marrón oscuro. También encontré en sus bolsillos unos guantes de cuero negros y en una bolsa aparte, unas botas negras bastante sucias de barro, sorprendentemente de mi número. Nada estaba hecho por casualidad. Todo estaba escogido con cuidado y parsimonia. Cuando estuve listo me tendieron una mascarilla de tela negra y a Yoongi otra. Él estaba vestido con una camisa gris, un jersey negro, un abrigo como el mío pero negro y unos vaqueros azules. Parecíamos pobres y sin duda todos en el avión se rieron de nuestro aspecto. El resto tuvo que ponerse unos trajes militares negros. Cómodos, amoldados a nuestros cuerpos. Me sentí envidioso.

Cuando estuvimos listos faltaba media hora para el aterrizaje y tranquilos como aparentábamos estar, comenzamos una conversación que no me interesaba demasiado. De repente quise aclarar mis dudas.

—¿Por qué tengo que ir yo con Yoongi? –Todo el mundo se quedó en silencio.

—¿Algo en contra? –Me preguntó YongGuk más que como una amenaza, como un intento de comprender mi razonamiento.

—No se me da bien negociar, tampoco tengo paciencia para estas cosas. Creo que Namjoon podría hacerlo mejor. Tiene la cabeza fría en estas situaciones.

—Tú no vas a negociar. –Me dijo YongGuk claro y alto, casi confuso porque no entendí mi verdadera misión—. Es Yoongi quien va a recibir la información y quien va a negociar.

—¿Entonces?

—Tú solo vas a cuidar de él. Para que no le pase nada. –Me extendió una pistola negra que sujeté en mis manos. A Yoongi le dio otra pero apenas le prestó atención. Sentía como Yoongi quería gritar que podía cuidarse solo, que no necesitaba de un bebé gordo, egocéntrico y narcisista para salvar la vida pero como no dijo nada, creo que ni él mismo estaba seguro. Me miró suplicante porque acatase mi cometido y yo le miré dubitativo. No solo tenía que cuidarme a mí, sino también a él. Esto no saldría bien.

 

 

Cuando aterrizamos, todos montamos en la furgoneta negra que nos esperaba en el aeropuerto y una vez allí, nos condujimos al centro de la ciudad. Las vistas eran un tanto deprimentes porque aun siendo una ciudad costera, el cielo se veía gris, junto con el color de las casas y me aventuraría a decir que también el de las personas. Me recordó bastante a las afueras de nuestro país, a la zona de los renegados. La furgoneta aparcó en un callejón apartado de la mano de dios y Yoongi y yo salimos con los rostros cubiertos con las máscaras.

Ambos comenzábamos a caminar y según las indicaciones tendríamos que hacerlo por unas cuantas manzanas hasta llegar a la cafetería. No hablamos durante todo el camino, absortos como estábamos en nuestra misión. Su paso era más que rápido, nervioso, deseaba llegar cuanto antes y tuve que ser yo quien rebajara sus pasos recordándole que no éramos más que dos amigos paseando para ir a tomar un café. Me sorprendió la variedad de personas que se encontraban a nuestro alrededor y no solo hablo de cantidad sino de su raza. A pesar de ser una ciudad algo demacrada, en realidad se veía movimiento y tal vez fuera hora punta pero pasábamos totalmente desapercibidos. No solo eso, también pude ver a personas diferentes entre ellas. Personas con ojos azules, rasgados, pelirrojos, rubios, altos, bajos, niños y niñas solos, a su libre albedrío. Ellos no conocían la guerra como nosotros. Para ellos ya era algo que formaba parte del pasado y todos juntos trabajaban para salir adelante. Nosotros nos habíamos convencido de que la guerra era algo continuo. Algo que jamás nos abandona y por ellos desconfiábamos de todos los países externos. A pesar de que el color gris era evidente en la ciudad, en la mirada de las personas se podía vislumbrar el oro de sus almas. Cuando regresamos a nuestro país y paseé por las aceras en busca de ese oro interno, no encontré más que las cenizas de aquellos que un día vieron la libertad.

Cuando llegamos a aquella cafetería nos quedamos unos segundos mirando su exterior. Unas letras en ruso decoraban la entrada y algo dubitativos, entramos sin remedio. Dentro las personas no se percataron de nosotros, no fuimos extraños ni tampoco discriminados. Yoongi en un fluido ruso pidió dos cafés negros y cuando nos los sirvieron nos sentamos en una mesa en el centro del local. La camarera era una mujer ya adulta y que sonreía incluso cuando nadie le prestaba atención. Los clientes eran en su mayoría ancianos pero había una mesa con una mujer y dos hijos y una con un hombre solo. Sin quitarnos los abrigos nos sentamos y nos miramos el uno al otro.

—No me gusta el café solo. –Dije y miré mi taza asqueado.

—No sé decir otra cosa en ruso. –Se encogió de hombros y con eso se justificó

—No sabía que estudiabas ruso.

—¿Qué crees que hago seis horas al día cuando vosotros entrenáis?

—¿Qué es lo que estudias, realmente?

—Psicología básicamente pero también algo de anatomía cerebral, idiomas variados pero no como para hablarlos con fluidez. Solo cosas básicas. También filosofía, historia, y algunos dialectos ya muertos. –Se encogió de hombros de nuevo y le vi espolvorear el azúcar en su café. Yo removí el mío mirándolo con repulsión. Nuestra conversación era tranquila, calmada, sin alzar la voz, y ambos nos esforzábamos en no discutir.

—Muchas cosas. –Dije.

—Ya.

—Así es normal que no entrenes. –Sonreí cínico—. Nunca vas a poder ser tan fuerte como yo. Te quedarás debilucho…

—Jimin. –Susurró y tras ver su triste y cansada mirada callé de inmediato—. Por favor, ahora no.

—Lo siento, solo quería… yo… —Suspiré porque no tenía excusa pero tampoco él la habría escuchado porque sus ojos vagaban fuera del lugar. Miraba las calles y a las personas caminar.

—Precioso, ¿verdad? –Sus palabras chirriaron en mis oídos.

—¿Precioso? No bromees, Yoongi. No es nada comparado con, ya sabes…

—Nada. Exacto. –No quiso conversar más conmigo porque suponía que no entendería su sentimiento pero la verdad es que sí lo hacía y de veras. Saber que la belleza de una ciudad no se mide por el lujo de sus edificios sino por el espíritu de sus personas. Eso estaba claro pero ¿cómo aceptarlo? Haber dicho que eso era cierto habría sido ir en contra de las políticas y las leyes de mi país. Aún era pronto para eso. Ya tendríamos años después de aquél día para discutir sobre política.

—¿A qué se supone que esperamos? –Le pregunté al fin cuando comenzaba a recordar el porqué de entrar en la cafetería.

—No lo sé, Jimin yo… —Alzó su taza en el aire para beber de ella cuando fijó su vista en el espacio redondo del centro del plato sobre el que la taza estaba puesto. Yo no veía nada desde mi lugar en la mesa pero él pareció encontrar algo y rápidamente vertió, como por accidente, un poco de café en el plato. Con una tímida sonrisa y algo avergonzado por su gesto, limpió el plato con una servilleta y tras doblarla se la guardó en el abrigo. Yo observé tan detenidamente sus movimientos que ni siquiera estaba seguro de que algo extraño ocurría. Sus gestos estaban perfectamente coordinados como si de algo real se tratara y su mirada era limpia y sincera. De seguro le habían enseñado teatro e interpretación porque su función fue maravillosa. Estaba tan ensimismado que no me di cuenta de que yo también levanté mi taza para beber y solo el amargo sabor de ella me hizo ser consciente. Rápido la alejé de mis labios y la sostuve un segundo en el aire mientras veía a Yoongi con una sonrisa.

Rápido el sonido de un disparo fue precedido del estallido de la taza en mi mano. Se hizo pedazos y me quedé helado mientras sostenía el asa despegada del resto de piezas esparcidas por doquier. Los gritos de las personas alertaron mis sentidos y rápido Yoongi y yo nos encontramos bajo la mesa buscando un lugar donde refugiarnos de los disparos y la estampida de personas que buscaba, como nosotros, sortear las balas que nos amenazaban.

—¡Vamos! ¡Tengo una idea! –Me dijo y me dio la mano para conducirme al cuarto de baño al final de un pasillo. Allí atrancó como pudo la puerta y miró a todas partes nervioso. Solo mi reflejo del pasado era consciente de lo que Yoongi cavilaba en su cabeza y tras alcanzar un pequeño taburete se encaramó a la ventana que daba al exterior en una de las paredes y miró fuera—. Da a un callejón pero tiene salida. Vamos. –De nuevo sostuvo mi mano y me hizo subir para salir fuera. Rompimos como pudimos el cristal de la ventana y escapamos ambos por ahí para caer en un callejón sucio y asqueroso del que huimos tan rápido como pudimos. Cuando la luz del final indicaba la salida a la calle principal un coche se detuvo delante de nosotros y dispuestos a correr tensé mi cuerpo pero el único hombre en el vehículo nos llamó la atención.

—¿Sois del Renacido? –Preguntó en nuestro idioma y nosotros negamos pero él estaba seguro de lo que preguntaba y nos tentó como un lobo muestra unos caramelos en los dientes de sus fauces—. Vamos, entrar. Os están siguiendo.

Yoongi y yo nos miramos y no supe qué nos impulsó a hacerlo pero ambos entramos en los asientos traseros y el recuerdo de la taza hecha pedazos explotando frente a mi rostro me hizo confiar en ese hombre. Una vez dentro se puso a conducir y nos alejó del callejón todo lo rápido que pudo.

—Las cosas se están poniendo feas ¿eh? –Nos dijo con voz tranquila y sosegada. Calmada y amigable.

—Sí. –Dije yo aun con el corazón en un puño.

—Hoy día ni en los amigos te puedes fiar. –Negó con la cabeza mientras chasqueaba con la lengua—. Os han dado una dirección, ¿verdad? ¿A dónde os llevo?

—No es necesario. –Dijo Yoongi y su mano aferró con fuerza el bolsillo en su abrigo—. Déjenos aquí.

—De ninguna manera. –Yoongi ya veía como el hombre pretendía presionar el botón para candar las puertas e impedirnos salir pero mi compañero fue más rápido abriendo su puerta y haciéndome abrir a mí la mía.

—¡Fuera Jimin! ¡Salta!

—¡No os iréis a ninguna parte! –Su voz dejó de ser fraternal y de su cintura en el pantalón sacó una pistola con la que nos apuntó con lo que tuvo que girar su cuerpo aun conduciendo. Sonaron varios disparos pero yo solo me concentré en saltar de un coche en marcha. Agradezco que la velocidad no fuera demasiada y que el coche no fuera alto con lo que el impacto solo me produjo hematomas al día siguiente. Cuando me puse en pie lo primero que hice fue buscar con la mirada a Yoongi. Lo encontré a unos metros incorporándose mientras me buscaba a mí con los ojos. Fue un impulso el correr a él y coger de su brazo para huir lejos mientras sentía como el coche se detenía y daba marcha atrás. Los disparos seguían sonando y nuestros pasos se aventuraron a entrar por una serie de callejones en los que nos ocultamos. Nos aseguramos de que un vehículo no pudiera circular por ellos y cuando nos quedamos completamente solos al fin hablé.

—¿Estás bien?

—Sí. ¿Tú?

—Bien. No tendríamos que haberle hecho caso.

—No. Desde luego. —Su mano se dirigió a su bolsillo de donde extrajo un pequeño papel doblado que nos indicaba una dirección. El papel blanco estaba manchado en algunas donas de café, tiñendo el material de un color marrón oscuro y su olor era fuerte. Suspirando se llevó Yoongi el papel a la boca y lo masticó unos segundos tragándolo entre muecas desagradables. 

—¿Qué haces? ¡Ahí está la dirección!

—La he memorizado. No pueden arrebatarnos el papel. Vamos. –Ambos nos condujimos guiados por sus pasos.

 

———.———

 

*Vladivostok (en ruso, Владивосток, Pinyin: [海参崴]) es una ciudad portuaria de Rusia ubicada en el Lejano Oriente Ruso y centro administrativo del territorio (krai) de Primorie. La ciudad se encuentra muy próxima a la frontera rusa con China y Corea del Norte, a 9.302 km de Moscú y es el puerto ruso más importante del océano Pacífico. La población de la ciudad era de 592.069 habitantes según el censo de 2010.

Etimológicamente «Vladivostok» proviene de las palabras «владеть» (vladét'; poseer, dominar) y «Восток» (Vostók; Oriente). Esto es similar a «Vladikavkaz» (Kavkáz, Кавказ; Cáucaso).

La denominación no oficial en chino es 海参崴 (pinyin: Hǎishēnwǎi), que aún se utiliza, aunque existe también la transcripción oficial china, 符拉迪沃斯托克.

En japonés, durante la Era Meiji, para la denominación de Vladivostok fueron elegidos por su valor fonético los caracteres 浦塩斯徳 (Urajiosutoku) así como la forma corta 浦塩 (Urajio). Hoy los japoneses utilizan principalmente el katakana para los topónimos extranjeros, y la versión anterior prácticamente no se encuentra.

 

 

 

 

 

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