PARTE DE LA ÉLITE [PARTE II] (YoonMin) - Capítulo 13

 Capítulo 13

 

Jimin POV:

 

Golpeé nuevamente el saco delante de mí y este produjo un sonido seco por el cuero que recubría la goma espuma. Golpeé lo más fuerte que pude hasta hacerme daño a mi mismo no solo en mis nudillos recubiertos de tela sino también en mi hombro por el seco impacto del golpe y en mis músculos alrededor de mi tórax por la fuerza y las ondas del impacto. Todo mi cuerpo temblaba pero no me importaba y aprendí, con las semanas, a soportar el inmenso dolor físico. Gemí sin darme cuenta en cada uno de mis movimientos y me moví sorteando el saco que se empeñaba en regresar a que le golpease. Las cadenas que lo sostenían sonaban, retumbando por todo el lugar vacío a excepción de mi presencia y la de TaeHyung que salía de los vestuarios para dirigirse a las habitaciones.

—Me voy. No te quedes mucho tiempo. –Ni siquiera le contesté porque él sabía que no me detendría en horas. Se oyó la puerta de metal cerrarse y todo quedó en silencio. Me tomé unos segundos, respiré, y continué con los golpes. Me había acostumbrado a esto cada día después de los entrenamientos. Practicar la fuerza por mi cuenta y mejorar físicamente mi aspecto usando simplemente ejercicios de musculación. Cada vez que aumentaba mi rendimiento acababa con el cuerpo dolorido y muchas veces no podía ni moverme pero el dolor había acabado formando parte de mí exteriorizando lo que verdaderamente sentía en mi interior. Un dolor tan intenso que cegaba. Que limitaba mis capacidades motoras.

Cuando en días como aquel, no era capaz de concentrarme en golpear un simple saco, comenzaba a pensar en aquello de lo que me evitaba recordar. Pensé en mis padres y en sus pocas visitas por aquél entonces. Busqué en mis recuerdos algo mucho más doloroso y la incapacidad para ordenar mis pensamientos y sentimientos era un objetivo fácil. Decidí centrarme en aquello y golpeé con todas mis fuerzas, varias veces seguidas, hasta que llegó un momento en que yo mismo me dañé estirando demasiado de mis músculos para impactar. Rápido dejé de entrenar y me sujeté el brazo sintiendo como no podías volver a boxear en horas. Respiré hondo buscando en mí la calma que necesitaba y miré a mi alrededor viendo el saco balancearse levemente bajo su cadena. Me apoyé en él y mordí mi labio frustrado. Me engañaba a mi mismo diciéndome que debía entrenar más cuando el verdadero motivo no era sino que comenzó a avergonzarme desnudarme y cambiarme de ropa delante de mis compañeros. Todo comenzó a girar en torno a mi físico dejando a un lado mi salud tanto física como mental.

Alicaído y desanimado me dirigí a los vestuarios pero me topé con Yoongi que aún permanecía dentro. Debía haber salido con el resto como siempre pero se había quedado porque estaba vendándose un pequeño corte en su antebrazo. Las vendas ya cubrían su herida pero como solo tenía útil una mano le costaba anudarse la venda. Con los segundos acabó solucionando su problema y comprobando que aún no se marchaba no me tocó otro remedio que comenzar a desvestirme. Me puse de espaldas a él colocándome frente a mi taquilla y tras abrirla saqué de dentro la ropa que me pondría. La dejé a un lado y me quité la camiseta de tirantes humedecida por el sudor. Me quedé mirándola unos segundos y tras sentir unos ojos acuchillando mi nuca me giré y le vi ahí parado, frente a su taquilla mirándome de forma completamente evidente. No se sintió avergonzado cuando le pillé infraganti pero sí cuando le exhorté a que dejase de mirarme. Apartó la mirada y se concentró en guardar de nuevo sus cosas en la taquilla y las curas en el botiquín.

Yo me sentí arder y llevé una de mis manos a mi vientre que se abombaba levemente en la zona de mis abdominales. Me miré a mi mismo y le miré a él. Miré su cuerpo bajo la camiseta negra y desdibujé su cuerpo en mi mente tornándole de esbeltez y delgadez, completamente ajenas a mi persona. Me sentí furioso pero sobre todo envidioso. Me toqué de nuevo y estrujé un poco de mi carne entre mis dedos frunciendo el ceño. Me intenté convencer a mi mismo de que yo no era gordo. De que no era feo y mucho menos peor que él. Cuando me giré de nuevo le descubrí, nuevamente, escrutándome desde mi espalda. Acabé sucumbiendo a la ira y me acerqué a él con todo el descaro posible y con una pícara sonrisa en mi rostro. Le miré de arriba abajo como él hacía conmigo y motivándome, le hablé.

—¿Te gusta lo que ves? –Sus ojos, a la altura de los míos, en vez de devorarme con la mirada y aprovecharse de la cercanía para babear sobre mi torso desnudo, no cortó el contacto visual en ningún momento. Solo tenía ojos para mi rostro y nada más. Comprobando que él no diría nada me acerqué hasta que tuvo que apoyarse en las taquillas y llevé mi mano a su muñeca. La cogí con fuerza y sin miramientos posé su mano sobre mis abdominales. Más que mi gesto me sorprendió la calidez de su mano y aunque mi gesto había sido burdo y torpe, él me tocó con cuidado y delicadeza. Sus dedos recorrieron con parsimonia mi abdomen y aun sin contestar a la pregunta desvió al fin sus ojos de mí.

Le pregunté de nuevo.

—¿Te gusta? ¿Por qué me miras tanto? –Estuve a punto de implorarle que me dijera lo mucho que le gustaba pero eso no sucedió. Él contestó frío y sincero.

—No. No me gusta. –Como si tal cosa cerró su taquilla y apartándome con un pequeño empujón, salió del vestuario dejándome dentro mientras veía su fuga. Rápido rodeé mi cuerpo son mis brazos y con una toalla cercana me cubrí los hombros. Suspiré llorando. Las lágrimas rodaron por mis mejillas sin permiso alguno y antes de darme cuenta estaba sollozando mientras arañaba mi propio cuerpo frustrado y corrompido por sus palabras.

 

 

 

 

 

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