PARTE DE LA ÉLITE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 44
Capítulo 44
JungKook POV:
El agua de mi ducha cae lentamente por
todo mi cuerpo y respiro cuando puedo para calmar mi corazón herido. Todo en mí
duele incluso el cuerpo y hoy ni siquiera, en nuestro día libre, me he movido
de mi cuarto. Me he acostumbrado ya a pasarme aquí el resto del día sin pasar
el por gimnasio, sin salir para ver a Taehyung. A nadie. No quiero más que la
presencia de mis libros y el sonido de la televisión como sustituto de una
conversación en la que no tenga que participar.
Mi DC suena sobre la cama y me enrollo una
toalla a la cintura para salir en su rescate. Mojo el suelo a mi paso pero ¡qué
más da! Me tiro sobre la cama y leo un mensaje de Yoongi aparentemente normal.
——¿Puedes pasarte por la biblioteca y
traerme algunos libros? –Por culpa del disparo en la pierna se ve inválido sin
poder salir de su cama. Su pierna escayolada resultaría un problema para
caminar y cargar libros a la par.
——¿Yo? –Pregunto.
——Me fío de tu criterio. Busca cualquier
cosa, o me volveré loco entre estas cuatros paredes. –Suspiro y me resigno a
vestirme y salir del cuarto por voluntad propia en mucho tiempo.
Resignado a la orden de Yoongi llego a la
biblioteca y pensándolo fríamente busco un poco de cada especialidad para
llevarle. Algún libro de historia. Otro de psicología. Alguno de amor y otros
de misterio. Acabo con seis libros en mis brazos y la tarea de llegar al cuarto
de Yoongi es todo reto pero acabo en su puerta al fin y Jimin me abre desde
dentro. Me recibe con una sonrisa y una caricia en mi cabeza.
—Os dejo solos. –Me da la ID del cuarto—.
Mándame un mensaje cuando te vayas a ir. No quiero que se quede solo.
Frunzo el ceño aunque asiento y le veo
marcharse. Pienso unos segundos y miro a Yoongi incorporado en la cama con la
pierna sobre un almohadón.
—Así que… —le digo sarcásticamente—,
aburrido, ¿eh?
—No sabes cuánto. –Sonríe de lado—. Deja
eso por ahí.
—Vale. –Dejo los libros sobre un montón en
el suelo y me acerco a él pero coge mi brazo y me hace sentarme de cara a él—.
Si solo querías estar conmigo, solo haberlo dicho.
—Temía que no quisieras. –Hace un infantil
puchero.
—Me has hecho cargar con todo…
—Cállate. –Tira de nuevo de mi brazo y se
incorpora un poco más para acercarse a mi rostro. Me siento sorprendido pero no
me alejo y le dejo jugar con mis labios unos segundos hasta que lo cree
suficiente y vuelve a apoyarse sobre el cabecero.
—¿Y esto? –Pregunto aturdido.
—Quería hacerlo. –Se encoge de hombros
como justificación—. ¿Te ha desagradado?
—No. Sabes que me gusta.
—Hum. –Mira a todas partes en su cuarto.
—Es una excusa muy mala. –Reconozco. Él me
mira frunciendo el ceño—. Los libros.
—Hum. –Dice de nuevo.
—¿Qué ocurre, Yoongi? ¿Es por lo de tu
pierna?
—Sí. Y por más cosas… es decir… —Suspira.
Creo que es la primera vez que no tiene palabras con las que expresar sus
pensamientos. Ahora soy yo quien busca sus labios y al hacerlo me doy cuenta de
que esto le es más difícil ahora.
—Quería darte las gracias por salvarme.
–Le digo señalando su pierna—. Espero que te recuperes pronto.
—El disparo era para ti. –Afirma serio.
—Lo sé. –Sonrío pero mi sonrisa
desaparece.
—Era para ti. –Repite mirándome con esos
ojos pequeños y cansados—. No para mí. Yo no debí recibirlo.
—Hyung…
—YongGuk y el dueño del almacén llegaron a
un acuerdo, este debía dispararte. Debían de deshacerte de ti. –Mi corazón
palpita fuerte.
—¿Por qué?
—Por eso no funcionaba tu pinganillo, tú
no debías huir y quedarte rezagado pero como estabas conmigo pude evitarlo.
—Pero… ¿por qué quieren matarme?
—No lo sabes, JungKook. Escogieron a un
chico del otro lado del muro para que cesaran las rebeliones, las revueltas. De
una manera u otra pensaron que si veían que los renegados también podrían
formar parte de la élite se apaciguarían pero al comprobar que no ha servido
para nada, tal vez con tu muerte pudieran poner un punto y final. Nadie del
grupo lo sabe, solo Jin y YongGuk. Y créeme que Jin no creía que iban a llegar
tan lejos como para hacerte matar a tus padres. Está muy arrepentido.
—Imagen. –Repito para mí.
—Eso es. Solo eres un icono de los
Renegados. Algo para que se sientan incluidos.
—No soy nadie. –Le miro—. Ya no soy un Renegado,
pero tampoco formo parte de esto. –Siento como una ansiedad inevitable comienza
a adueñarse de mi mente—. Mis padres nunca se sintieron orgullosos. Por eso
estaban en la protesta. Seguro que me odiaron por no resistirme.
—Kook. –Suga se incorpora mejor y agarra
mis brazos—. Escúchame. Ellos tienen micrófonos y cámaras en todas partes.
Ellos saben lo que pensamos, lo que sentimos. No somos más que marionetas.
—Yoongi… —Respiro rápido y fuerte.
—Estoy harto. Harto de este país, del
entrenamiento diario que no evita nada. Del esfuerzo de fingir ser otra
persona. –El tono de su voz se alza por encima de lo normal pero no hace
aspavientos. Ha dejado de hablarme a mí—. Quiero estar con el hombre al que
amo. Quiero expresar mis ideas con libertad. No quiero vivir con miedo. Nadie
debería vivir con miedo. –Las palabras salen de sus labios y me recuerdan a la
conversación que tuve con Jimin y me pregunto si ellos dos realmente se han
expresado sus sentimientos. Mientras mi mente divaga mi corazón palpita fuerte.
El ataque de ansiedad ha tomado una vez más mi cuerpo.
…
Tiro agua helada sobre mi cara y me miro
en el espejo del cuarto de baño de Suga. Él aparece por la puerta ayudándose de
unas muletas.
—¿Mejor? –Me pregunta después de haberme
alejado de él y de sus palabras por unos minutos—. Lo siento, pero creo que es
justo que supieras porque estás aquí.
—No deberías haberte levantado. –Digo aun
mirando mi rostro en el espejo. ¿Quién soy? Me pregunto.
—No importa. No es difícil.
—Gracias. Por decírmelo. Yo también creo
que es justo.
—Esta es la verdadera justicia. –Dice y
sonríe. Yo niego con la cabeza.
—No hay una verdadera y una falsa. Solo
son diferentes formas de ver las cosas solo que nuestra manera es diferente a
la del resto y como nos conviene la vemos como algo bueno y verdadero.
—El agua fría te hace bien. –Sonríe—.
Volvamos a la cama. –Me dice y regresamos de nuevo y esta vez me tumbo sobre
ella igual que él.
—Le mandaré un mensaje a Jimin para que
venga ya. –Cojo mi DC y hago lo que he dicho.
—¿No quieres seguir aquí conmigo?
—No quería decir eso.
—¿No te agrada mi presencia? –Se hace el
ofendido pero ambos reímos.
—Solo necesito pensar, hyung. Perdóname.
–Acaricia mi mano—. Yoongi hyung…
—¿Sí?
—¿Has hablado con Jimin? –Pregunto
esperando que sepa a qué me refiero pero por lo que veo no es así.
—Claro… ¿Qué clase de pregunta…? –Piensa
unos segundos—. ¿Hay algo de lo que tengamos que hablar?
—¿Alguna vez le has dicho que le quieres?
–Pregunto mirando al techo.
—Sí. Algunas veces en la que no puedo
evitarlo.
—¿Él te lo ha dicho? –Niega con la cabeza.
—Él te quiere. –Afirmo—. Más que a nada.
—Quiere al estado y al país…
—No. –Le corto—. Estoy seguro de que si te
sinceras con él…
—Ya lo he hecho tantas veces…
—Hazlo una vez más. –Le miro sonriendo—.
No pierdes nada.
—¿JUNGKOOK? –Oigo la voz de Jimin desde
fuera y me levanto para abrirle. Les miro a ambos sonriendo y me marcho
dejándoles con sus propios problemas internos.
…
Me apoyo en la barandilla de cristal sobre
la azotea y miro la noche delante de mí. Todo está en silencio y sin embargo
mis pensamientos son bien altos después de haber estado horas encerrado en mi
cuarto. Cuando creí que otro ataque de ansiedad recorrería mi cuerpo decidí
salir al aire libre y una vez aquí no puedo decir que me sienta mejor pero
tampoco empeora mi estado.
Durante todos estos meses me prometieron
que mis padres se sentirían orgullosos, que ellos me veían y me admiraban. Que
me querían. Seguro que me odiaron como odiaban a todos los que disfrutaban de
los privilegios de este lado del muro. Estos días me asaltan recuerdos que creí
olvidados de mi padre y mi madre. Cosas tan estúpidas como aquella vez que no
tuvimos luz por horas y estuvimos los tres abrazados delante de una vela
blanca. Parece que han pasado siglos pero hoy, desearía volver a ese momento
para vivirlo nuevamente, para recrearme en su abrazo y aprender a valorarlo.
Y de repente, la nieve cae sobre mi
cabeza. Blanca, pura. Lloro junto con su caída.
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