EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 7
Capítulo 7
Junkook POV:
14/07/1995
El cielo por fin se ha quebrado. Estos
días ha estado lloviendo pero lo que presenciamos hoy es una completa lucha
entre el cielo y la tierra por destruirse. Estamos entre ellos, inundados hasta
las rodillas con agua cayendo de ninguna parte y el sol metiéndose dejándonos
abandonados en esta oscura penumbra tan solo iluminada de vez en cuando por un
rayo partiendo el cielo en dos, cayendo en alguna parte y desvaneciéndose en la
profundidad de la noche. A esta imagen le precede el sonido del trueno
reverberando a través de las calles, de las carreteras hasta llegar a nosotros,
ambos escondidos en esta habitación de motel con las luces apagadas y solo
iluminados por la televisión que de vez en cuando titila por la mala señal,
culpa de la antena temblorosa por el vendaval fuera. De vez en cuando, en el
momento menos esperado, rayo y trueno caen a la par y damos un respingo en nuestras
respectivas camas sentados.
Dejo sobre la mesilla el periódico que
estaba leyendo y suspiro largamente mientras busco por alguna parte en la
habitación un bolígrafo o una pluma, incluso un lápiz, que pueda ayudarme a
hacer el crucigrama. Acabo rebuscando en mis cosas de estudiante y rescato un
bolígrafo azul encaminándome de nuevo a la cama. Enciendo la luz de la mesilla
a mi lado y mientras me apoyo con la espalda en el cabecero y las gotas golpean
con violencia contra la ventana, me pongo el periódico en el regazo, lo doblo,
y comienzo a leer para mí cada una de las pistas para completar el crucigrama.
Suspiro largamente, comienzo a pensar y la televisión se reproduce con leves
interferencias. Ocho letras, 1 vertical. Pista: “En 1789 se inició la Revolución…”
Francesa* –Escribo—.
—¿Qué haces? –Me pregunta Jimin mientras
mira en mi dirección, sentado como yo en su respectiva cama y con el mando de
la televisión en la mano. No me extrañaría si esta fuera la primera vez en todo
el día en que me habla. No lo ha hecho porque estemos enfadados, ni mucho
menos. Es que sentía que a cada palabra que podía soltar estaba a punto de
romper a llorar, o tal vez al borde del enfado, por lo que ninguno ha querido
entablar ninguna clase de conversación—. ¿Estás buscando trabajo? –Me pregunta
divertido y yo niego con el rostro mientras él sonríe, divertido.
—Solo estoy haciendo el crucigrama. Nada
más. –Digo y él asiente, volviendo la vista a la televisión.
Cuatro letras, 2 vertical. Pista: “Guerra
post 2º Guerra Mundial entre EEUU y la URSS”. Fría*–Escribo.
—Mañana iremos temprano a la prisión de
Seodaemun. –Dice como una anotación, más que como un recordatorio entristecido
o algo en lo que no para de pensar. Más bien parece que acabe de recordarlo y
cambia de canal apuntando el mando de la televisión hacia esta. Su bastón
cuelga del cabecero de la cama y yo le miro unos segundos mientras él parece
completamente desinteresado. Yo miro hacia mis libros en cajas y suspiro
largamente mientras me muerdo el labio inferior.
—¿Crees que nos dejarán hablar con él…?
—Tranquilo. –Me dice, suspirando—. Yoongi
me contó varias veces lo que hay que hacer. Tal vez tengamos algo más de
dificultad por ser algo tan reciente, o incluso porque puede que estén
investigando a algunos grandes mandos de la prisión, pero ya sabes lo poderoso
que es el dinero en mano. Los billetes son la peor droga, más que la cocaína,
incluso.
Tres letras, 3 vertical. Pista:
“Enfermedad cutánea que estudió Daniel Alcides Carrión*”. No escribo nada
porque no conozco la respuesta. Frunzo el ceño levemente y paso a la siguiente
pregunta, después de contestar a Jimin.
—Creo que es muy arriesgado, pero es que
no se me ocurre otra cosa que hacer, aparte de lo que me has contado. –Me
golpeo la barbilla con el extremo opuesto del bolígrafo y leo la siguiente
palabra.
Seis letras, 4 vertical. Pista: “Dictador
alemán”. Hitler*. –Escribo.
—Todo saldrá bien, y en caso de que no sea
así, siempre podemos saltar a un río y dejarnos llevar por la corriente… —Dice
con una mueca divertida y yo sonrío de lado, negando con el rostro.
—No tienes remedio.
—¿No te da pena? –Me dice mientras señala
con la mirada las cajas de mis libros y yo suspiro, queriendo encogerme de
hombros pero acabo no haciéndolo. No me parece apropiado en respecto a lo que
siento. Más bien quiero llorar, pero me contengo, imitando una madurez que en
realidad no tengo.
—En parte. Tienes razón, es mucho equipaje
en el caso de que tenga que salir huyendo, pero ya sabes, al menos no van a
acabar en la basura… —suspiro y yo le miro a él, con una mueca extrañada—. ¿Y
tú qué? Es tu dinero…
—Ya. –Sentencia.
—Es mucho dinero.
—No importa. –Dice, encogiéndose con los
hombros—. Al fin y al cabo, tampoco sé qué hacer con él, al menos, voy dándole
uso.
—Gracias. –Le digo, serio, pero él no me
mira—. Por todo.
—No hay de qué. –Cuando me vuelve a mirar,
señala con la mirada el periódico en mis manos—. ¿Necesitas ayuda?
—Sí. –Digo sonriendo—. Tres letras, 3
vertical. Pista: “Enfermedad cutánea que estudió Daniel Alcides Carrión”. –Le
digo pero le veo pensar unos segundos y después me devuelve una mirada
pensativa. Pierdo toda esperanza de que me diga nada y comienzo a chasquear la
lengua disgustado pero de repente, suelta una palabra que me deja un tanto
confuso.
—UTA*. –Dice, sin más, y vuelve la mirada
a la televisión.
—¿Qué?
—Uta. –Repite—. Es una enfermedad de la
piel, por culpa de la picadura de un mosquito. Generalmente de Suramérica.
–Dice sin más y realiza una serie de espasmos—. Agg… es asqueroso… Mi tío en un
viaje que hizo una vez allí, cuando yo era pequeño, volvió con la mano hecha un
Cristo. Cuando le vi le pregunté si se había derretido por el sol, porque
realmente parece que se te cae la piel. –Yo río levemente por su expresión
asqueada pero me quedo levemente aturdido no solo por su respuesta sino porque
ha hablado más de dos palabras seguidas.
—¿Tú tío viajó a Suramérica? ¿Por qué?
—Viajes de negocios, supongo. Era el
hermano de mi padre y ambos tienen, junto con alguna otra persona, una
empresa.
—Ah. —Digo sin más, asintiendo con el
rostro—. Nunca me has hablado de tu familia, más de lo estrictamente necesario.
—No es importante para mí. –Dice,
tranquilo, encogiéndose de hombros mientras me devuelve una mirada tranquila—.
Tú tampoco me has dicho mucho…
—Tampoco es importante para mí. –Suspiro—.
Pero aun así me siento en deuda con ellos, por eso quiero pasarles dinero…
—Te entiendo. Creo que yo haría lo mismo
de que ellos lo necesitasen, pero en realidad les sobra, así que tampoco voy a
vivir yo mal… —Dice, suspirando.
Se vuelve a instalar el silencio y
mientras yo sigo haciendo el crucigrama, otro rayo quiebra el cielo. Puedo
verlo a través de las cortinas corridas, y puedo oír como el trueno reverbera.
Suspiro largamente y me imagino la escena de Zeus arremetiendo contra las nubes
con una ira desmedida. Suspiro, vuelvo a mirar a Jimin que atiende
desinteresado la televisión en busca de un programa de telebasura que apacigua
su realidad, tanto como yo lo hago haciendo este crucigrama. No me siento
satisfecho con mis actos, con mis emociones, y me levanto de la cama con una
expresión hierática y desinteresada dejando el periódico en la mesilla, junto
al resto, y voy hacia las cajas de mis libros, cojo Rojo y negro y lo abro por
la primera página en blanco. Una página de mera convención que han decidido
colocar o bien por el soporte del libro o porque han querido dejar una en
blanco como forma de convencionalismo.
—¿Qué haces? –Me pregunta Jimin apagando
el televisor y yo niego con el rostro, quitándole importancia.
—No importa. –Termino de escribir rápido y
guardo el libro junto al resto. Cierro la caja y cuadro el bolígrafo con el
resto de material de la escuela. Me quedo mirando el material y suspiro
largamente mientras al girarme veo como Jimin se sale de la cama y comienza a
abrirla para meterse dentro de ella con ojos cansados y los labios levemente
fruncidos, o tal vez sea la luz que los dota de una seriedad extraña. Yo me
encamino a mi propia cama y apago la luz de la mesilla. Él sentencia el día con
unas palabras amargas.
—Hora de dormir. Mañana nos levantaremos a
primera hora. –Suspira—. Será un día largo.
—Buenas noches. –Digo mientras me meto en
la cama y siento como las sábanas se apegan a mi cuerpo con ese olor de
suavizante barato y desconocido. Me revuelvo en el interior de la cama unos
segundos y suspiro largamente mientras veo la luz del exterior entrando
tamizada a través de las cortinas de la ventana. Miro directo hacia ella y
juraría que puedo ver las gotas rebotando contra el cristal como una neblina
intermitente. Cierro los ojos y me muerdo el labio inferior mientras el olor de
la lluvia se cuela por alguna parte en el interior de la habitación—. ¿Crees
que Yoongi está pensando en nosotros? –Pregunto a la nada pero bien sé que
Jimin no está dormido y él sabe que no vamos a coger el sueño con facilidad.
—No lo sé. –Dice, con voz apagada mientras
se revuelve en la cama boca arriba.
—¿Cree que espera que vayamos a buscarle?
–Suelto y Jimin no me responde, mirando directamente al techo. Puedo ver su
perfil recortado por la luz que entra desde el exterior y la forma de su perfil
me hace sentir levemente aturdido y pensativo. Parece expectante de algo muy
interesante en la pintura gris del techo y yo miro en la misma dirección, sin
encontrar nada que pueda distraerle. Son sus recuerdos, o tal vez unas ideas
preconcebidas de un futuro incierto—. Creo que no se lo espera. –Sonrío—. Nos
ve demasiado cobardes para meternos en la boca del lobo. –Sonrío pero el único
gesto que consigo de Jimin es que respire con intensidad, inflando su pecho—.
Después de esta me deberá cientos de cigarrillos… —Suelto pero no digo nada
más, opacado por el sonido del cuerpo de Jimin dándose la vuelta en la cama y
dándome la espalda como señal de que no va a escucharme por más tiempo y se
queda así, con el perfil de su hombro dibujado por la luz y con una respiración
constante que le hace moverse despacio. Yo me muerdo el labio inferior y
chasqueo la lengua disgustado.
Pasados al menos cinco minutos comienzo a
oír leves jadeos. Después de los jadeos un tirón de nariz y de vuelta esos
gemidos ahogados. Jimin vuelve a llorar en la noche. Se cree que no le oigo, o
al menos, que estos últimos cinco días no me he dado cuenta que cuando se
cierne sobre nosotros la noche y él se mete en la cama, no le siento llorar
aunque no diga nada. Sus hombros se zarandean levemente y su espalda se
contrae, presa de las convulsiones de su diafragma. Chasqueo de nuevo la
lengua, disgustado con el sonido de su llanto reverberando en todo momento
dentro de mi mente y salgo de mi cama con un gesto de desasosiego y camino
hasta su cama para meterme dentro. Cuando me siente a su lado él no hace nada
para evitarme, al contrario de lo que habría pensado. Se queda en la mitad de
la cama, encogido, con ambas manos ocultando su rostro y con sus hombros
moviéndose nervioso.
—No me gusta oírte llorar. –Digo,
entristecido, mientras me acomodo a su lado y nos cubro a ambos con la sábana.
Él no se inmuta y yo no sé qué hacer para detener su llanto. Cuánto me habría
gustado saber qué decir para que no llorase, o qué no decir, para no provocar
el llanto en él, pero mientras él sigue llorando yo me debato en ponerme
furioso o llorar también, porque tengo ganas de ambos.
—Vete a tu cama, Jeon. –Murmura Jimin
escondido en sus manos—. Déjame en paz. –Susurra y con una mano le vuelvo hacia
mí, mirándole por encima del hombro y se deshace de la protección de sus manos
para mirarme con ojos llorosos y enrojecidos. Tira de su nariz, sus manos
tiemblan. La escena en conjunto me sobrepasa y llevo ambas manos a sus mejillas
para hacer que me mire directo a los ojos, y de no seguirme con la mirada, al
menos abulto sus labios para que dejen de temblar con esa extraña sensación de
que va a romperse en pedazos. Su mandíbula inferior tiembla queriendo sollozar
y de uno de sus ojos queda una lágrima que él detiene a medio camino hasta el
almohadón.
—No llores, por favor… —Suspiro—. Me pones
muy nervioso… —Ríe, pero con lágrimas en los ojos.
—¿Te pongo nervioso? Vaya forma de
consolarme… —Suspira y se restriega ambas dos manos por los ojos mientras hace
un puchero involuntario.
—No se me da bien ser empático con la
gente. –Suspiro apesadumbrado y él se encoge de hombros.
—A mí tampoco, así que vete a la cama…
—No me voy. –Digo, negando con el rostro y
cuando se retira el dorso de la mano sobre uno de sus ojos yo lo beso con
cuidado, atrayendo su rostro hacia mí. Él se queda levemente entumecido y
después, me mira abriendo levemente el ojo con cuidado. La sensación de su piel
en mis labios es del todo nueva y raramente pecaminosa.
—No hagas eso. –Susurra mientras intenta
sonreír, con una temblorosa mueca extraña.
—Lo siento. –Digo, con una de mis manos
rodeando su cintura. Qué pequeña es, en comparación con lo que me esperaba. Lo
agarro con fuerza y me pego a él, besando su frente con cuidado. El olor de su
pelo es dulce y afrutado.
—Eso tampoco. –Dice, restrictivo con una de
sus manos sobre mi pecho, haciendo levemente fuerza para retirarme de él pero
yo chasqueo la lengua.
—¿Qué puedo hacer?
—Callarte e irte a tu cama. –Me dice, con
ojos ya aclarados y suspira mientras pasa una de sus manos por los mechones de
mi pelo a su alcance—. Eres un chico cabezón y caprichoso. –Me dice con media
sonrisa y yo me encojo de hombros mientras beso su nariz a mi disposición y él
sonríe, avergonzado por mi gesto y agarra con fuerza mis cabellos, haciéndome
sentir levemente emocionado. Sigo besando su rostro por todas partes, desde la
línea de sus cejas hasta la de su mandíbula. Él se deja hacer en silencio, más
tranquilo de lo que me habría esperado, dado el alto sonido de mis labios
estampándose por toda su cara y el de sus risas sofocadas. Sin darme cuenta
vuelvo los besos algo más violentos, más enfáticos, más intensos. Necesitados
de su piel, del sonido del chasquido al estamparse, el de sus dedos vagando por
mi pelo, apretándome contra él. Él necesita el contacto y yo lo ansío con violencia.
No importa si no es a él a quien quiero consolar, sino a mí mismo, y a él no le
importa que yo no sea quien él realmente desea que le consuele. Ambos sabemos
que otras personas podrían hacernos más felices, pero la situación se ha vuelto
demasiado fría tan repentinamente como para no aprovechar un instante de calor
humano que se nos ofrece con tan deliberada sumisión. Nos dejamos llevar, dada
la confianza que nos precede pero nuestras rencillas se ven en nuestros cruces
de miradas asesinas. Él me replica en mis palabras altivas y yo le restriego
sus miradas orgullosas.
Antes de darnos cuenta yo estoy marcando
su cuello con mis lamidas y él mete la mano en el interior del pantalón de mi
pijama. Sus pequeñas manos son una sensación del todo novedosa pero están frías
y eso me hace dar un respingo mientras rodeo su cintura con mis manos y le
apego a mí con más fuerza, necesitado de su calor. Él besa de vez en cuando mi
frente, mi cabeza, mi cabello. Se oculta en mi flequillo para gemir mientras se
restriega contra una de mis piernas. Se siente tan confuso tenerle en este
estado desordenado y desestructurado. Ambos perdemos por un momento todo
contacto con la realidad en cuanto la cama se llena de nuestros suspiros de
aire caliente, de nuestros gemidos ahogados. No han habido besos, ni miradas
compasivas. Solo sus manos bajando por mi pene y mis labios mordiendo sus
clavículas. No queremos más que eso, y tampoco necesitábamos demasiado para
excitarnos. Nosotros mismos en esta situación somos la representación más
antinatural que hayamos presenciado y esa idea es suficiente para excitarnos.
Él saca su pene del elástico de sus
pantalones y nos masturba a ambos a la vez. Nos venimos enseguida. Yo el
primero, y él rozándome el muslo. Su espalda deja de contraerse por el orgasmo,
se calma, respira con grandes bocanadas y cierra los ojos mientras se recompone
con las mejillas enrojecidas. Seguro que yo porto la misma expresión
avergonzada y asustada. Me siento de repente un niño ante su mirada seria y yo
trago saliva, pero antes de que pueda escabullirme de su cama se acurruca a mi
lado con su cabeza sobre mi pecho y comienza a respirar tranquilo. Ambos caemos
en un profundo sueño que al principio parece ser reconfortante, pero las
pesadillas vuelven a atormentarme. El asfalto encharcado. El sonido de la moto,
el rugido de los neumáticos. El agua, las balas. Un grito ahogado. La sangre.
Nuestra sangre.
———.———
*La
Revolución francesa fue un
conflicto social y político, con diversos periodos de violencia, que convulsionó
Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras naciones de Europa que
enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido como el Antiguo
Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea
Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en
1799.
*La Guerra
Fría fue un enfrentamiento político,
económico, social, militar, informativo, científico y deportivo iniciado al
finalizar la Segunda Guerra Mundial entre el llamado bloque Occidental (occidental—capitalista)
liderado por Estados Unidos, y el bloque del Este (oriental—comunista) liderado
por la Unión Soviética.
*Daniel
Alcides Carrión García (Cerro de
Pasco, Perú, 13 de agosto de 1857 — Lima, 5 de octubre de 1885) fue un
estudiante de medicina y científico peruano. Es reconocido por inocularse
sangre contaminada con la bacteria Bartonella bacilliformis para contraer la
«verruga peruana» ―ahora conocida como «enfermedad de Carrión»―, a modo de
estudiar su desarrollo y evolución en el infectado. En la actualidad se lo
considera como «mártir de la medicina peruana»
*Adolf Hitler (Braunau am Inn, Austria—Hungría, 20 de abril de 1889—Berlín,
Alemania, 30 de abril de 1945) fue un político, militar, pintor y escritor
alemán, de origen austríaco; canciller imperial desde 1933 y Führer —líder— de
Alemania desde 1934 hasta su muerte. Llevó al poder al Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi, y lideró un régimen
totalitario durante el período conocido como Tercer Reich o Alemania nazi. Además,
fue quien dirigió a Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que inició con
el propósito principal de cumplir sus planes expansionistas en Europa.
*UTA: Enfermedad
infecciosa que se caracteriza por fiebre y ulceraciones cutáneas y se transmite
por la picadura de un mosquito, más conocida como leishmaniasis.
*La leishmaniasis (o leishmaniosis) es un conjunto de enfermedades
zoonóticas y antroponóticas causadas por protozoos del género Leishmania. Las
manifestaciones clínicas de la enfermedad van desde úlceras cutáneas que
cicatrizan espontáneamente, hasta formas fatales en las cuales se presenta
inflamación grave del hígado y del bazo. Es una enfermedad zoonótica que afecta
tanto a perros como a humanos. Sin embargo, animales silvestres como liebres,
zarigüeyas, coatíes y jurumíes, entre otros, son portadores asintomáticos del
parásito, por lo que se les considera animales reservorios.
Comentarios
Publicar un comentario