EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 6

 Capítulo 6

 

Jimin POV:

12/07/1995

 

Hacía mucho que no pensaba en las carreras. En realidad no tanto como me esperaba, pero hacía mucho tiempo que no recordaba lo que era estar sentado frente a un televisor viendo una carrera de F1. Se me hace extraño verlas de nuevo, lo suficiente como para sentir que he perdido por el camino una parte de mí que ya no creo volver a encontrar, pero no lo suficiente como para rememorar en silencio los recuerdos que aún hay almacenados en mi mente. Sentado como estoy en la cama y con los pies colgando del borde. El bastón agarrado con fuerza en una de mis manos. Me siento tan pequeño, tan tremendamente indefenso frente a los recuerdos. Mi primera bicicleta. Hacía mucho que no la recordaba desde la conversación con Jeon hace unos días. El sonido de la lluvia fuera me rememora con más violencia al día en que me la reglaron. No podía salir a conducirla porque mi padre me decía que resbalaría con la lluvia. Yo miraba desde la ventana aferrado al manillar de la bici esperando que cesen las gotas de agua. Pensaba que Dios no quería que yo saliese a conducir esa bicicleta, que no había hecho nada por merecérmela y por eso tenía que aguardar, a quererla de verdad.

Recuerdo también la primera vez que me subí a un coche. Estaba sacándome el permiso para conducir y tenía tanta ilusión que el miedo que solían tener los chicos a mi edad se había disipado en cuanto me puse al volante de ese coche. No recuerdo la marca del coche, ni el modelo. Solo recuerdo que era gris, un gris tan apagado que tenía la sensación de que si nos estrellábamos, le haría un favor al coche. Cuando arranqué el motor, una parte de mí se sintió completa, una parte que acababa de redescubrir dentro de mí una vez más y que me prometí que no dejaría escapar por el miedo a que alguna vez volviera a sentirme vacío y exhausto. Desde ese momento, aunque ya fuese algo que tenía decidido, me convencí a mi mismo que planificaría mi vida a los mandos de un coche de forma que mi vida se rigiese por el rumbo de unas ruedas sobre el asfalto. ¿Y ahora? ¿Qué me queda de ese sentimiento? No ha sido algo que haya desaparecido de la nada. Ha sido algo que se ha limitado a disiparse en el aire y poco a poco me ha ido dejando un horrible hueco en el corazón que no sé con qué llenarlo. El alcohol nunca ha sido una solución plausible y cuando pensé que tenía en mis manos una oportunidad para volver a hacer algo de mí, me veo en esta cama de madera, sentado sujetando un bastón de anciano mientras miro los anuncios de la televisión. La lluvia golpea fuertemente contra el cristal. Apenas deben ser las seis de la tarde en una tarde de verano cualquiera, pero se ha oscurecido tanto el día por las negras nubes que descargan con violencia que me da la sensación de que es mucho más tarde de lo que parece.

Jeon ha salido hace un par de horas a comprar algo de cenar, a sacar su dinero del banco y el mío también. Las noticias de que había más implicados en el robo al museo son cada vez más frecuentes y llamativas y ambos hemos preferido sacar nuestro dinero del banco antes de que alguien comenzase a investigarnos. Él no tenía más que algo más de mil dólares en el banco pero mi suma de dinero es más considerable y dado que he pedido que cancele mi cuenta, puede ser un paso arriesgado y sospechoso. Incluso sin ser una persona reconocible, es algo extraño, pero tampoco queremos quedarnos sin el dinero, única posibilidad de sacar a Yoongi de la cárcel. Un rayo rompe el cielo por un segundo, la imagen de la tele titila por la mala señal culpa de la tormenta y yo la miro, suspirando largamente mientras me muerdo el labio inferior. Los anuncios se detienen por una noticia precipitada de última hora. Algo que llevo esperando todo el día, aquí plantado.

La reportera comienza a retransmitir.

—Última hora. Ya se conoce la sentencia al culpable del robo al museo este pasado cuatro de junio. Tras una hora de deliberación y tres de juicio con presencia de varios testigos y ante todos los esfuerzo del abogado del culpable, Min Yoongi será condenado, por este y otros delitos, a inyección letal el próximo lunes 19 de julio.

Aparecen las imágenes de Yoongi enfundado en un mono gris, cortesía de la cárcel en la que está recluido, saliendo de los juzgados mientras es esposado a la espalda y empujado en dirección al coche policial. Los medios de comunicación intentan hacerse paso entre la policía que protege al detenido con preguntas llamativas y mientras todo el mundo apunta con sus micrófonos a un rostro enjuto, pálido y entristecido bajo la sombra de su flequillo yo solo puedo pensar que ojalá alguien se abalance contra él para golpearle. La reportera sigue hablando, mientras presencia estas imágenes

—Aquí podemos ver al condenado saliendo hace apenas unos minutos de los juzgados mientras es acompañado por la policía de regreso a la cárcel, en donde permanecerá hasta el próximo lunes, cuando se aplique la condena. No se han hallado familiares ni conocidos que hayan accedido a presenciar su muerte. Tampoco se sabe nada nuevo del resto de personas que contribuyeron en el asalto al museo. Kim Taehyung sigue hospitalizado y esta misma semana será llevado a comisaría para declarar. Esperamos por conocer la declaración de los dos testigos presenciales del asalto, dos policías que cumplían su turno en el museo y responsables de la presencia policial que detuvo a los ladrones.

En pantalla aparece el rostro del guardia de seguridad que nos abrió la puerta y a su lado, el de Hoseok. Frunzo el ceño mientras me miro las manos sobre el regazo, incapaz de enfrentar el rostro de alguien que nos ha traicionado.

—Su declaración puede ser primordial para conocer al resto de los integrantes de la banda. Se sigue investigando. Por lo pronto, y ante la cerrazón del único acusado condenado a declarar, no se tienen más pistas. Les seguiremos informando a lo largo del día y la semana, de la nueva información de la que dispongamos.

Cuando la noticia sentencia con la despedida de la reportera apago la televisión con una mueca enfadada y algo frustrada por las palabras que se van almacenando poco a poco en mi mente y voy analizándolas una a una. Yo necesito mi tiempo para procesar todo lo que acaba de suceder y todo lo que acabo de ver. Si Jeon estuviera aquí, ya habría hablado dándome un resumen de lo sucedido. Algo así como una frase reconciliadora de toda la información, nada sentimental, nada empática. Algo que me haga dar un respingo y mirarle con ojos doloridos. Él habría entendido todo a la primera y ya estaría pensando, antes incluso de que yo apagase el televisor, qué diablos hacer ante lo que se nos acaba de presentar. Las cosas han girado levemente hacia babor y tengo la extraña sensación de que yo avanzo con ellas, sin sentirme del todo implicado en lo que está aconteciendo. Me siento como empujado por la corriente, por una fina brisa de verano. Es ahora un vendaval lo que azota la ventana y acabo por consumirme en este silencio demoledor agachándome a los pies de la cama, no sin esfuerzo, para revolver entre las maletas de ropa de Taehyung en busca de algo esencial. Su traje de policía y su placa. La puerta de la calle se abre en el momento en que lo encuentro al fondo de una de las maletas, envuelto al igual que mis smokings en una bolsa de plástico trasparente en donde se cuide de cualquier resquicio de humanidad.

Jeon me saluda con una sonrisa convencional mientras se adentra en la habitación empapado hasta las orejas, se deshace del impermeable y deja el periódico, la bolsa de comida y el paraguas por ahí. Yo regreso mi mirada al traje que rescato del interior de la maleta de Taehyung y lo saco fuera de este extendiéndolo sobre mi cama. Aún me mantengo arrodillado en el suelo pero con las cejas levemente fruncidas lo saco de la bolsa de plástico para mirar la talla, comprobar que esté en buen estado y que tenga todos los símbolos que necesito para que se crean que es real. El traje lo es, pero nosotros no lo somos. La placa ajustada en la cintura del pantalón, la bandera del país en pequeño, cosida sobre el brazo derecho y una placa con el nombre de Taehyung escrito sobre el pecho. Me muerdo el labio inferior y miro a Jungkook, que me devuelve una mirada. Antes de decirle nada sabe en lo que estoy pensando y él me responde, con la solución ya planeada.

—No te preocupes por eso. No se llevó su cartera y tenemos su identificación. En caso de que eso no sirva, me pondré altivo… —Dice sonriendo con tristeza y cuando miro en su dirección puedo ver que tras esa sonrisa se esconde una amarga expresión desanimada y yo acabo asintiendo sin decir una sola palabra. Dejo el traje ahí, sobre la cama, y cierro la maleta de Taehyung para volverme hacia la mía y sacar uno de los trajes de dos piezas que me compré para una de las últimas entrevistas que tuve en la que me obligaron a asistir de traje. Me dirijo rápido hacia él sin pensarlo demasiado porque siendo el último que me hice a medida debe ser el que mejor me quede, pero cuando lo saco, me encuentro frente a un yo del pasado que no quiero tener que enfrentar. Dejo el traje sobre la cama al lado del de Taehyung y cierro mi maleta sin más. Me levanto con algo de esfuerzo y ayudándome del bastón camino hasta la puerta y cierro con llave. No creo que ninguno de los dos salgamos ya, así que no veo porqué seguir exponiéndonos tan fácilmente.

Jeon se ha sentado sobre su cama con una toalla, atusándose el pelo. Me ha evitado un par de veces la mirada y eso me hace sentir levemente nervioso, pero lo ignoro, porque de lo contrario me comenzaré a sentir débil y frágil ante sus palabras y no quiero volver a romper a llorar frente a él y me siento al borde del llanto en este momento. Intento con todas mis fuerzas sustituir la tristeza por rabia e ira, pero solo es un estado superficial en el que puedo defenderme durante unos segundos. De mantenerme demasiado tiempo a flote, puedo arriesgarme a hundirme y romper a llorar, desconsolado. Cuánto ansío llorar.

—Tienes que probarte el traje de Taehyung. –Le digo a Jeon mirando directamente el traje, pensativo. Oigo como Jeon saca algo de comida de las bolsas. Después miro el periódico que ha dejado sobre la mesilla donde se acumulan todos los periódicos de estos días que han pasado. Como odio el olor de los periódicos, la forma, cada una de las letras que hay impresas. Les he cogido un odio brutal que no había sentido nunca por nada, hasta ahora. No son los periódicos en general, es a esa pila de periódicos que me hacen sentir cada vez ahogado. Cada día se suma uno a la pila, cada día me siento más perdido dentro de sus letras. Cuando Jeon no está los leo. Leo cada uno de los titulares y cada una de las palabras se clava en mi costado como una daga que me corta la respiración.

—Luego me lo pongo. –Me dice en un susurro desinteresado mientras saca un par de botes de pasta, unas cuantas manzanas y algunos bocadillos envueltos en papel de aluminio. Deduzco que lo son por la forma, pero no hay nada que me lo asegure.

Yo me quedo sujeto al bastón viendo como saca las cosas y después, todo sobre alguna parte, se da cuenta de que la bolsa es el mejor lugar para las manzanas y vuelve a meterlas todas menos una que me extiende con curiosidad en su mirada, yo niego con el rostro y como no la acepto se la lleva él a los labios encogiéndose de hombros. Y así se queda. Sentado en su cama con las hebras de su pelo húmedo cayendo a través de su frente, las mangas de la sudadera húmedas y comiendo en silencio mirando a ninguna parte en concreto. Y ahí estoy yo, de pie, mirándole y sintiéndome insultado por cada uno de sus gestos que me hacen sentir tan tremendamente atormentado. A los minutos, habla.

—Van a matarle. –Dice, en forma de sentencia.

Su voz es apagada, fría, pero levemente entristecida. Tanto que me hace palpitar el nudo en mi garganta. Trago, aunque sea imposible. Me vuelvo a él, él no me mira, mira directo a su manzana mordida como si hablase con ella y no conmigo. Tal vez esté informándome, o tal vez, simplemente, esté recordándomelo. Yo no digo nada. Me encamino hacia mi cama en silencio, temblando, para alisar las arrugas de mi traje sobre el colchón.

—Lo he leído en el periódico. –Continúa, esta vez en forma de información adicional. Como yo no contesto deduce que ya lo sabía, pero mi silencio solo me denota frialdad. Me gustaría gritarle que se callase, pero si hablo, temo vomitar el nudo en mi garganta en forma de llanto. No sé siquiera si me saldría un mínimo hilo de voz—. Namjoon ha intervenido, estoy seguro de ello. –Divaga—. No nos ha delatado, Jimin, pero Namjoon teme que se vaya de la lengua en respecto a él y a todo lo que le rodea, por eso seguro que ha intervenido para que le condenen a muerte. –Dice y yo no digo nada. Paso mi mano libre del bastón a través de una de las mangas de la chaqueta y me quedo mirando el color negro, su profundidad, la forma en que se alisa tan fácilmente.

Suspiro.

—Lo he estado viendo en la cafetería. Ha salido en la tele. –Dice, insistiendo en que yo continúe con la conversación pero cuanto menos diga, mejor será para los dos—. Jimin, por el amor de dios, no puedo creer que no digas una sola palabra. –Se queja y yo golpeo la cama con una mano y con la otra doy un bastonazo al suelo, sentenciando sus palabras en la reverberación de estas dentro de mi mente. Él alza la mirada, mirándome y comprende al instante que tengo mucho que decir pero que no quiero decir una sola palabra por miedo a su reacción, a la mía propia, a nuestra integridad física.

—Cállate. –Le pido con ojos irascibles. Él no va a silenciarse tan fácilmente y yo me agarro con más fuerza al bastón.

—¿Tanto te importaba? No lo veo, Jimin…

—Basta. –Sentencio.

—Hay que sacarle antes del lunes. Hay que sacarle de allí antes que a Taehyung, por favor…

—¿Me estás pidiendo permiso o algo así? –Pregunto, sonriendo—.  Estoy haciendo esto por ti, no por ellos, Jeon. Así que haz el favor de cerrar la jodida boca y dejarme en paz. ¿Entendido?

—Hyung, —murmura, haciéndome dar un respingo imperceptible, como un pinchazo de ternura avasallándome—. Por favor, cálmate…

—No voy a calmarme. –Digo, con los dientes apretados, impidiéndome gritar más de lo necesario—. Esta es tu maldita idea, deja de martirizarme a mí con esta mierda, ¿quieres? Bastante tengo con lo mío…

—Lo siento, hyung… —realmente parece sorprendido por mi reacción y acabo sentándome en la cama frente a él con una expresión derrotada y bajo mi rostro hasta cubrirme con las manos. Respiro fuertemente, aguantándome las ganas de llorar. Unas manos sobre las mías me sobresaltan haciendo que las retire de mi cara para ver el rostro de Jungkook descubrirse delante de mí con grandes ojos brillantes, titilantes, curiosos por descubrirme debajo de mis propias manos y cuando me encuentra, me sonríe cálidamente. Me hace sentir tan pequeño y frágil que tiemblo con sus manos sobre las mías. Son más grandes, son más morenas, me hacen ver tan endeble...—. Hyung, no puedo hacer esto sin ti. –Me susurra, de forma en que ni siquiera los periódicos a nuestro lado nos oigan—. Vamos, hyung, tienes que ser valiente, ¿sí? Te necesito, no puedes dejarme… —Suspira y se queda esperando una respuesta de mi parte. La única que tengo para él es un asentimiento de cabeza y se acerca hasta dejar su cabeza apegada a mi pecho mientras me abraza la cintura, arrodillado en el suelo. Seguro que puede oír el rápido latir de mi corazón o el dolor que se expande a través de mi sangre por todo el cuerpo, un dolor punzante y corrosivo. Inclino mi cabeza hasta dejar el rostro oculto en su cabello y ruedo mi nariz por sus hebras húmedas. Huele a humedad, a agua, a champú y a él mismo. Es a él a quien le toca llorar hoy. Rompe a llorar con leves convulsiones de sus hombros y me obligo a abrazarle los hombros conteniendo sus gemidos contra mi pecho—. No podemos dejar que lo maten… hyugn. No quiero que muera…  

 

 

 


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