EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 5

 Capítulo 5

 

Jungkook POV:

07/07/1995

 

De nuevo vuelvo a mirar sobre mi espalda para divisar a lo lejos a la señora que hace las de bibliotecaria leyendo detenidamente una revista, acomodada tras unas gafas con los perfiles puntiagudos y de vez en cuando soltando de forma mecánica un “shh” que me pone los pelos de punta. Frente a una pantalla de ordenador llevo la mano al ratón y sigo tecleado en las noticias de detenidos hospitalizados mientras frunzo el ceño con un gesto de frustración sin poder hacer mucho más por aliviar mi estado de nervios. La biblioteca a estas horas del medio día y teniendo en cuenta que son ya vacaciones apenas está poblada con una madre y su hijo en la sección infantil y un anciano leyendo el periódico en una mesa cercana al mostrador en donde la bibliotecaria suspira de vez en cuando un sonoro “shh” mecánico.

El olor alrededor es el olor de la acidez de los papeles. De la lignina descomponiéndose a medida que pasan los años. Estoy seguro de que en estas estanterías se encuentran libros de hace más de cuarenta años sin tener en cuenta que poco a poco el polvo los consume y la humedad que de vez en cuando hace presencia por las paredes puede estar deteriorándolos. Niego con el rostro retirando esos pensamientos de mi mente y sigo buscando en el ordenador algo muy concreto que estoy decidido a encontrar. A mi lado en la mesa hay una libreta que exactamente no comprendo el porqué de haberla traído ni tampoco estoy seguro de que lo que esté haciendo sea algo que vaya a facilitarnos las cosas, pero es una buena idea al fin y al cabo y debo merecerle el mérito a Jimin que ha sido el ideólogo del plan.

Me detengo en una de las noticias:

“12 – 08 – 1994 Hospitalizado el ladrón de un banco herido por arma de fuego en una pierna y en un brazo al intentar huir. El ladrón ha sido trasladado de madrugada al hospital más cercano y se le ha llevado de inmediato al quirófano. Su estancia en el hospital se prolongará hasta el día 28 de este mismo mes y será trasladado a la cárcel de…”

Dejo de leer, convencido de que esta es precisamente la información que estaba buscando. No me importa el ladrón, tampoco el hospital al que fue llevado ni la cárcel a la que se le trasladó después. Me meto dentro de los archivos guardados en respecto a esta noticia y me conduzco sin pensarlo al día en que es trasladado del hospital a la cárcel en busca del documento que la policía entregó al hospital como muestra de que debían llevarse a ese paciente a la cárcel. A lo lejos suena el llanto del niño y yo doy un respingo mientras me giro y miro por encima de mi hombro para divisarlo a lo lejos. La madre niega con el índice en su dirección y después se lo lleva a los labios mientras susurra un sonoro “Shhh”. Uno similar al que la bibliotecaria imita segundos después. Es con este, sin embargo, con el que el niño se siente más avergonzado y se refugia en las piernas de su madre para seguir llorando en silencio.

Miro de nuevo al ordenador y de nuevo a mi espalda. El hombre mayor cierra el periódico que estuviera leyendo y se levanta, en completo silencio, y se marcha con el mismo silencio con el único sonido del bastón golpeando varias veces sobre el suelo. Después recoge su chaqueta de uno de los percheros y se despide de la bibliotecaria con un gesto amable. La señora le imita y yo miro de nuevo a mi tarea, fingiendo estar en algo completamente inocente y desinteresado. Cuando busco más a fondo y pasados varios minutos consigo al fin el documento que estaba buscando y comienzo a leerlo con la sensación de que en cualquier momento la bibliotecaria posará su mano sobre mi hombro y yo daré tal respingo que le provocaré un ataque al corazón.

“El estado ordena al señor ******** ser recluido y apresado el día **/**/** por los delitos que aquí se le imputan. Debe ser llevado a prisión para pasar a disposición judicial y ser condenado por la siguiente lista de…”

Sin seguir leyendo me aseguro de que tiene todas las armas que se esperan de un documento oficial, tales como el escudo de la policía como marca de agua en el fondo, el espacio para la firma del jefe de policía y una para un abogado junto con el notario. Suspiro largamente mientras repaso de nuevo el escrito y miro más detenidamente que la foto de la imagen, al ser impresa, no parezca demasiado falsificada. Podré retocarlo más adelante y sin pensármelo demasiado, dado que siento por mi mala conciencia, los ojos de la bibliotecaria clavados en mi nuca, le doy a imprimir documento y bajo la pestaña conduciéndome a la impresora que está al lado del escritorio de la bibliotecaria. Miro al niño y a su madre a lo lejos mientras la impresora comienza a rugir como lo haría mi estómago hambriento. Como ha hecho unos minutos antes, como haría ahora mismo si no estuviera con los nervios a flor de piel.

—¿Trabajos para clase? –Me pregunta la bibliotecaria mientras baja el libro y me mira por encima de sus gafas con la única intención de mantener un resquicio de conversación amistosa pero yo sonrío negando con el rostro. Sería una buena coartada si estuviéramos en horario escolar, pero me temo que no podría siquiera funcionar.

—No exactamente. Es la matrícula para comenzar un máster, el curso que viene. –La señora me mira asintiendo pero por la expresión en su rostro no creo que ella hiciese más que la escuela obligatoria.

—Muy bien, chico. –Me sonríe—. ¿Tienes carnet de… —niego con el rostro.

—No.

—¿Querrías hacerte carnet de…?

—Lo siento, no me interesa. Es muy probable que me mude dentro de poco. –Le digo mientras pongo mis dos manos abiertas debajo de la ranura por donde tiene que salir el papel y a cada segundo que pasa me pongo más nervioso por la simple idea de que esta señora siga preguntándome cosas con esos ojos oscuros que me dan la sensación de que está interrogándome. Suspiro largamente e intento convencerme de que simplemente estoy interpretando un papel. Uno de chico normal. Un figurante.

—¿De veras? ¿A dónde?

—Tal vez vuelva a Busán. Soy originario de allí y vine aquí a estudiar cuatro años, pero supongo que me marcharé de nuevo a mi tierra. –Digo con una sonrisa esperanzadora y la señora me sonríe con nostalgia. Ya comienzo a ver el filo del papel asomarse por la ranura. Esta no para de hacer “Grrr” Grrr”, como un animal en celo.

—¿Qué estudias, muchacho?

—Arte. –Simplifico. Ni quiero dar más detalles ni ella los necesita.

—¡Oh! Mi marido estudiaba historia del arte. –Dice—. Murió hace unos años. –Asiento a sus palabras fingiendo estar interesado y cuando el papel cae al fin en mis manos me saco 20 wons del bolsillo en monedas y se los entrego por el coste de la fotocopia. La señora me mira con una sonrisa sabiendo que voy a desaparecer en cualquier momento pero me la quedo mirando con una mueca un tanto preocupada, buscando a su alrededor.

—¿Tendría Tippex? Tengo que corregir un par de cosas. –Le digo señalando el papel en mi mano y ella asiente, sonriéndome mientras busca sobre el escritorio en el que está sentada y me quedo a un lado de su mesa sujetando el papel mientras que con la otra mano recibo el pequeño bote de Tippex y comienzo a borrar con muy finos y pequeños hilos de pintura el nombre del recluso en cuestión, la fecha y todo dato que sea inapropiado. La señora sigue hablándome mientras yo obro mi laborioso trabajo.

—Pareces un chico aplicado, ¿tienes ya una moza?

—¿Una moza? –Pregunto levemente aturdido mientras delineo el nombre del convicto.

—Una muchacha, chico, ¿tienes ya una chica? –Pregunta y levanto la mirada, más extrañado que sorprendido y mientras sonrío niego con el rostro y ella sonríe, levemente enternecida con mi gesto. Su sonrisa se vuelve condescendiente con los segundos. La mía se borra, de un plumazo.

—Me recuerda usted a mi madre. –Le digo con una mueca que ella toma como soñadora pero yo pretendía ser condescendiente—. Siempre me pregunta lo mismo. –Le digo mientras busco la fecha para borrarla también. Suspiro largamente mientras veo secar el Tipex sobre el nombre. La capa ha sido extremadamente fina, por lo que apenas se nota. Más me preocupa el hecho de que no pueda creerme el papel que voy a interpretar.

—Seguro que solo quiere que encuentres a una buena esposa.

—No creo que pueda. Nadie me aguanta. –Digo sonriendo y suspiro largo mientras suelto aire frío sobre la capa de Tippex en el papel, haciendo que se seque cuanto antes y pueda ver mi resultado mejorado—. ¿Tendría una máquina de escribir? Necesito… —La señora asiente antes de explicarle una segunda excusa que estaba a punto de darle y señala unas máquinas a lo lejos, tres en una larga mesa de madera al fondo de la biblioteca. Asiento dándole las gracias y le devuelvo el Tippex, pero por la forma de sus labios sé que está a punto de decirme algo.

—Muchacho… —Me dice, con ojos inundados de maternidad—. Ya encontrarás a una chica. –Me dice y yo sonrío en forma de agradecimiento pero cuando me vuelvo y le doy la espalda ruedo los ojos y suspiro largamente mientras me conduzco a velocidad hasta las máquinas de escribir y me siento frente a una de ellas. Meto el papel por la ranura y lo ajusto frente a las teclas. Me aseguro de que todo esté en su lugar y bajo el papel girando la ruleta que hay a mano derecha. El papel va descendiendo hasta que el espacio del Tippex está justo en el lugar indicado y comienzo a teclear con sonidos mecánicos y fríos el nombre “Kim Taehyung” y mientras me desplazo hasta el lugar de la fecha miro a mi espalda y puedo ver a la señora sumergida de nuevo en el libro. Tecleo la fecha en la que iremos a rescatar a Taehyung “16/05/1995”.

Cuando termino me quedo mirando en derredor y me arrepiento de no haber traído algo en donde llevar el papel tal como un sobre o una carpeta. Me acerco con la sensación de desconcierto a través de la sala para despedirme de la bibliotecaria y coger mi chaqueta vaquera del perchero al lado de su escritorio y cuando me despido de ella con un gesto de cabeza sujetando el papel con mis labios, esta se levanta, me mira con resignación y busca un sobre en blanco que me entrega con mirada meditabunda.

—¿Pensabas llevar el papel así? Es muy importante, son cosas de tus estudios. –Me dice extendiéndome un sobre que yo recibo con una sonrisa y busco entre las monedas de mi bolsillo algo que entregarle pero ella niega con las manos regresando en redondo a su asiento en el escritorio—. Seguro que te va muy bien en los estudios, y espero verte por aquí de nuevo antes de que te mudes. –Me dice cogiendo de nuevo su libro y mirándome con esa expresión de convencionalidad asquerosa. Yo asiento y me marcho mientras doblo el papel y lo meto en el sobre. Me meto mi pequeña libreta en el bolsillo interno de la chaqueta junto con el sobre y meto las manos en los bolsillos de mis pantalones con la respiración algo agitada.

Cuando salgo a la calle lo primero que hago es encenderme un cigarrillo, contrarrestando el aire puro que entra en mis pulmones, y camino a prisa a buscar algo de comer, descartando la idea de coger algo de la cafetería del motel dado que ni a mí ni a Jimin nos ha gustado la idea de repetir el mismo menú para comer y para cenar día sí y día también. Paso por un supermercado cercano a una marquesina por la que pasa el bus que debo coger para regresar al motel y mientras me pongo una mascarilla de papel sobre mi parte inferior del rostro me cuelo dentro del supermercado respirando profundo y tirando el cigarrillo justo a la entrada. Me cuelo entre algunas madres con hijos, algún soltero remilgado y las chicas respondedoras que reparten los productos por entre los estantes. Rescato unos cuantos botes de fideos instantáneos, algunas bandejas de sushi y una caja de galletas y una bolsa grande de patatas, junto con un par de refrescos y una botella de dos litros de agua. Lo llevo todo en una gran cesta de color verde hasta una de las cajas y cuando comienzo a subir las cosas a la cinta transportadora, la cajera me mira y me sonríe. Yo la sonrío a ella con la convencionalidad pertinente y le doy el dinero justo antes de que me lo pida.

Cuando salgo a la calle con una bolsa de plástico colgando de mi mano me refugio en la marquesina y miro hacia el cielo. Comienza a cubrirse de nuevo. Seguro que lloverá, es mi primer pensamiento, seguro que va a llover, si no hoy, mañana, y si no, pasado. Cando el bus llega me subo y me siento en uno de los asientos más alejados de la puerta principal. La bolsa con la comida me la pongo sobre las piernas y me quedo mirando el exterior a través de la ventana con una mueca de añoranza, de miedo, de pánico por la idea de estar nuevamente ante la violenta sensación de la lluvia cayendo sobre el asfalto. Aun recuerdo ese sonido tan extravagante. Tanto que sobrepasaba el propio sonido de la moto. La oscuridad rota por un par de gotas de agua, estas, cayendo a plomo sobre el duro asfalto y convirtiéndose en el olor que tanto me estaban asfixiando. Esa humedad colándoseme hasta los huesos. Ese pánico. Las ruedas resbalando por el pavimento y mi cuerpo tirado ahí en el asfalto, igual que el sueño, unos metros más adelante.

Antes de darme cuenta estoy en la parada que me corresponde y me bajo con la sensación de haber dejado un peso detrás que se lleva el bus consigo. Llego al motel tras unos minutos. Subo las escaleras y llamo a la puerta antes de entrar en el cuarto tan solo como precaución, solo como forma de indicarle que he llegado y que la sombra que ha visto pasar por delante de las cortinas corridas ha sido la mía, y no la de un desconocido.

—Soy yo. –Digo y doy un paso dentro mientras veo a Jimin de espaldas a mí restregarse la mano a través de la cara y después girarse a mí con una sonrisa hipócrita y fantasmal. Nada más que el recuerdo de una sonrisa pegada con cola a su rostro. Yo frunzo el ceño pero no lo dejo estar, aunque me haga levemente el aturdido.

—Hola, Jeon. ¿Lo tienes? –Me dice sin mirarme directamente, pues podría ver que sus ojos están enrojecidos. Puedo verlo igual, pero él no le da la menor importancia y se limita a caminar de allí para acá fingiendo que coloca algo, o simplemente, que hace espacio para comer.

—Lo he hecho, ¿qué te parece? –Le digo sacando el sobre del bolsillo de la chaqueta mientras dejo la comida sobre mi cama y él abre el sobre al tiempo que tira de su nariz para absorber los mocos. Si antes dudaba, acaba de confirmarme que ha estado llorando. No es solo eso lo que ha llamado mi atención, también lo ha hecho el hecho de que esté vestido y de que haya un periódico del día sobre la mesilla entre ambos. Yo frunzo el ceño mientras le veo alejarse de mí sujetándose en el bastón.

—¿Has salido de la habitación? –Le pregunto con una mueca confusa pero él hace caso omiso alabando el trabajo que he hecho.

—¡Está genial! Ni siquiera se nota que está borrado…

—¿Has salido? –Le pregunto de nuevo con voz más autoritaria.

—He ido a comprar el periódico.

—¿Para qué ibas a vestirte y arriesgarte a que te vean y te reconozcan para comprar solo el periódico si tienes las noticias? –Pregunto acusándole y él tira la carta con mi falsificación sobre su cama, de repente derrumbado por la presión.

—¡Tenía que salir! ¡No lo entiendes! ¡Me ahogo aquí dentro, joder! Te estoy ayudando desinteresadamente, no me obligues también a estar aquí encerrado…

—¿Qué ha pasado? –Le pregunto en un tono calmado mirando hacia la televisión apagada y hacia el periódico, doblado sobre la mesita. Jimin camina cojeando hasta esta y coge el periódico, estampándomelo sobre el pecho con una expresión ofendida y enfadada.

—No sé porque quieres sacarle, pero yo no quiero. Está donde debe estar.

Yo frunzo el ceño y a pesar de estar seguro de saber de quién me habla, me arriesgo a abrir el periódico y el rostro de la ficha policial de Yoongi me salta a la cara haciéndome sentir tremendamente vulnerable. No me detengo a apreciar sus rasgos. Leo directo el titular. “Todo sobre el ladrón de obras de arte”  “El conocido estos días como uno de los asaltantes la museo nacional, Min Yoongi, no es solo un experto ladrón de joyerías y museos, ha estado implicado en varios asesinatos, tales como algunos familiares de altos cargos del gobierno y funcionarios del estado”. –Frunzo el ceño mientras dejo de leer y miro la expresión de Jimin que me devuelve una mirada vacía y desanimada.

—Sigue leyendo.

“Ahora que ha regresado a prisión la policía ha investigado su caso a fondo y han descubierto que al parecer recibió ayuda desde el exterior, y no solo para escapar de prisión, sino para ocultar grandes rasgos de un expediente plagado de grandes asaltos, robos, y asesinatos de grandes personajes ilustres de este país y de algunos de sus familiares que han quedado en el anonimato. Otras facetas de su vida algo más antigua es que se ha visto relacionado con bandas de tráfico de droga e incluso puede que de prostitución. Se seguirán investigando las redes en las que Min Yoongi ha estado implicado los años antes de la cárcel y las personas con las que se ha relacionado estos últimos meses que ha estado libre. Se investigará a quienes hayan sido los causantes de su fuga de prisión y pronto sabremos la sentencia de los jueces. Por lo pronto el viernes 9 de este mes pasará a disposición judicial y el lunes se sabrá una sentencia firme en respecto a su futuro. Algunas fuentes apuestan por la pena de muerte dado que los factores de preso en riesgo de fuga y la cantidad de asesinatos que se le adjudican no juegan en su favor…”

Cuando vuelvo a alzar la mirada veo a un Jimin rojo de ira pero a punto de romper a llorar y yo siento como el corazón me palpita con fuerza contra la caja torácica y respiro largamente mirando el rostro de Yoongi en la portada con la sensación de que me están abrazando en dulces mentiras letales.

—Esto es basura. –Digo lanzando el periódico a la cama de Jimin mientras este me mira con ojos húmedos—. ¿De verdad te vas a creer eso? Es prensa, solo buscan un titular jugoso para vender. No saben nada…

—¿Y tú sí? –Me pregunta, a la defensiva—. ¿Acaso tú y yo le conocíamos mejor que la policía? –Me pregunta pero cuando estoy a punto de contestarte me quedo sin palabras—. No es más que un extraño que se ha paseado por la casa sin decir una sola palabra de lo que estaba sucediendo. Lo sabía todo, Jeon. Lo sabía todo desde el principio. Lo que sucedería, lo que nos harían. Sabía que nos matarían…

—No me lo creo. –Niego con rotundo, cruzándome de brazos—. El Yoongi que yo conozco…

—¡Tú no conoces a nadie! ¿Vale? No le conocías y yo tampoco…

—¡Tú debías conocerlo mejor que yo! –Le espeto, señalándole con un dedo acusador—. ¡Tú mejor que nadie sabes que Yoongi tiene principios…!

—¡¿Por qué me acosté con él?! ¿Es por eso que debería conocerle? Créeme que si pudiera volver al pasado, no lo habría hecho por nada del mundo. ¡No sabes cómo me siento en este jodido momento, Jeon! –Me dice en voz alta y al borde de perder los nervios, o la voz por el llanto. Coge el periódico de la cama y me lo tira, a lo que yo retrocedo, asustado—. ¡No tienes ni idea de cómo me siento! Me siento estafado, engañado. Me siento como un idiota por su culpa. Y me siento idiota por quedarme aquí ayudándote a sacarle de la cárcel. –Se muerde el labio inferior. Creo que va a desmoronarse, pero antes de hacerlo tiene un par de palabras más—. Está donde tiene que estar. Pudriéndose en esa asquerosa cárcel.

Y entonces, llora. Rompe en llanto y se encierra en el cuarto de baño dejándome en un silencio atronador.

 

 

 

Capítulo 4             Capítulo 6                

 Índice de capítulos

 

Comentarios

Entradas populares