EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 4

 Capítulo 4

 

Jungkook POV:

05/07/1995

 

Cuando abro la puerta de la habitación me sorprende un Jimin levemente asustado y mirando en mi dirección con ojos abiertos como platos y al reconocerme, igual que hago yo con él, ambos nos sonreímos apaciblemente y él continúa haciendo lo que estuviera haciendo, que al aparecer era toquetear la tele anclada en la pared sobre una repisa de madera atornillada. Mueve las antenas de esta intentando sintonizar bien el canal que estuviera viendo. Él comienza a blasfemar.

—Esta tele es un asco. Creo que es de mediados de los ochenta, sino no se explica esta mierda de calidad. –Dice mientras se pone de puntillas con un solo pie para golpearla levemente. Cuando termina por hacerse a las interferencias resopla, lo da por perdido y se vuelve a mí con una mueca algo adormilada. Ya ha hecho las camas y ha amontonado las cajas de mis libros y sobre ellas, algunas maletas para al menos podernos mover con facilidad por el reducido espacio por el que nos encontramos.

—Toma. –Le digo a Jimin mientras este me mira y yo le extiendo el bastón. Ahora que estoy a salvo de ojos curiosos lo miro con más detenimiento. Es un bastón de cuerpo negro con el mango en forma ondulada de metal. Es simple, pero refinado y acorde con el estatus de Jimin. Jimin lo coge en el aire y se lo queda mirando con una mueca un tanto confusa. Al principio extrañado, después, al saber que es para él, ofendido.

—¿De dónde lo has sacado? –Me pregunta pero yo niego quitándole importancia.

—Lo he cogido para ti, idiota. Para que te vayas haciendo a caminar con soltura hasta que puedas caminar sin él. Te ayudará. –Le digo y él lo prueba, sujetándose en él mientras camina a lo largo de la habitación. No acaba por convencerle pero sabe que no hay otra alternativa. Se lo queda mirando pensativo y después me devuelve una mirada acusadora.

—¿De dónde lo has sacado, Jeon? –Me pregunta de nuevo, algo más insistente que la vez anterior y con una mueca desconfiada.

—Oh, vamos. ¿No te gusta? Ni siquiera me das las gracias por haber pensado en ti…

—¿Lo has robado? –Me pregunta, casi de forma afirmativa, más como una acusación. Yo ruedo los ojos y él me devuelve el bastón, algo desconfiado. Yo le extiendo la bolsa de cartón con el desayuno y después el periódico.

—¿Acaso importa que le quite el bastón a un viejo ricachón que ni siquiera lo necesita? –Él se queda mirando la portada del periódico y palidece levemente. Traga en seco como he debido hacer yo antes y después me devuelve una mirada algo triste. Acaba resoplando, quitándole importancia a lo sucedido y después vuelve a mirar el periódico.

—Supongo que no importa. –Me dice aturdido y camina cojeando hasta sentarse en su cama, donde abre el periódico por la sección de sucesos y comienza a leer para él, mientras yo saco los cafés y los dejo en la mesilla entre ambas camas. Le dejo el bastón al lado de su cabecero, enganchado a la voluta que hay tallada en la madera y me siento de cara a Jimin, que lee atento y con ojos levente temblorosos. De repente, me devuelve el periódico negando con el rostro y con un nudo en la garganta que tiene que tragar a la fuerza. Suspira y se lleva la mano al café cerca de él. Remueve la taza en el aire y después bebe de ella, sintiendo el amargor del café. Yo me quedo con el periódico en las manos mientras suena de fondo la televisión, en el canal de deportes. Comienzo a leer en alto mientras Jimin rebusca en la bolsa algo comestible. Coge uno de los dos donuts con glaseado de chocolate y se lo lleva a los labios con una mueca pensativa. Yo comienzo a leer.

—“Ya se han identificado a los dos detenidos en el tiroteo. El hospitalizado es Kim Taehyung, oficialmente expulsado y retirado de su puesto como policía, y se encuentra malherido en el hospital del distrito de Gangnam—gu, con una herida de bala en el pecho. Milagrosamente ha salvado la vida a pesar de la pérdida de sangre y se encuentra estabilizado, según nuestras fuentes. El hospital ha declarado que el día 16 de este mes se le dará el alta y será trasladado a la comisaría para declarar como autor del crimen y después llevado a juicio, para ser encarcelado en la Prisión de Seodaemun. Es en esta misma prisión donde se encuentra el segundo autor reconocido del robo al museo. Min Yoongi, ya antes encarcelado por robos similares, se encuentra en una celda de presos peligrosos con riesgo de fuga. A finales de este mes se le llevará a juicio por este último crimen, y sumado a ello, la huída de prisión declarada a mediados del mes de mayo. No se sabe cuáles fueron las circunstancias por las que el recluso desapareció el pasado mes de mayo, pero se estudia el porqué la policía no dio notificación de ello hasta esta misma madrugada en que el ex presidiario apreció en los medios de comunicación. Se piensa que pudo escapar gracias a los propios carceleros o que altos mandos de la prisión estén inmersos en redes clientelares con corrupción de por medio. Aún es pronto para dar nueva información. Mientras tanto, se sospecha que pudo haber dos implicados más en el robo, como algunas fuentes afirman según las cámaras de seguridad del museo en cuestión. Aún no se conocen públicamente estas imágenes, pero la policía está trabajando en ellas.”

Cuando termino de leer levanto la vista para mirar directo a Jimin que me devuelve una mirada fulminante por haber leído en alto y yo suspiro largamente cerrando el periódico mientras bebo un poco de café, desagradado con el regusto tan amargo.

—Si no nos están buscando ya, lo harán dentro de poco. –Sentencia como conclusión a mis palabras pero yo no temo por mi seguridad. Mi cabeza está muy lejos de la alternativa de salir ileso de esta travesía. Mis intenciones son otras.

—Bien, Jimin. Vamos a dejar las cosas claras. –Digo dejando el periódico a un lado y posando una de mis manos en mi rodilla, haciendo la situación más seria. Él me mira receloso de lo que pueda salir de mi boca—. Voy a cuidar de ti hasta el día dieciséis. ¿Entendido? Tu tobillo habrá sanado lo suficiente como para que te manejes solo y puedas decidir por ti que hacer. Si quieres marcharte, ahí tienes tus cosas, tienes dinero de sobra. Puedes hacer lo que siempre has querido hacer, marcharte lejos. No te perseguirán si te vas, estoy seguro. Namjoon nos ha dado el dinero para quitarnos de en medio y no causar más alboroto, estoy seguro de ello. Puedes irte a una isla desierta, comprarla, conquistarla, lo que quieras. Pero el día dieciséis yo voy a ir a rescatar a Taehyung. No sé cómo, pero voy a sacarle de allí y juntos iremos a buscar a Yoongi para sacarle también de la cárcel. ¿Me entiendes? –Le pregunto a Jimin que se ha quedado serio, inexpresivo, mirándome—. Estos días voy a estar aquí contigo, vamos a escondernos todo cuanto necesitemos, pero cuando llegue el momento voy a ir a buscarles, y si no quieres venir conmigo, me parece bien. Tú puedes hacer lo que quieras. –Sentencio y Jimin se me queda mirando con una mueca pensativa.

—¿Por qué quieres hacerlo? –Me pregunta, calculador.

—Porque pienso destapar toda esta trama de corrupción que Namjoon se trae entre manos. No pienso dejar que se salga con la suya así de fácil. Me ha mentido, a Taehyung casi le cuesta la vida y a ti también. No me gusta que me mientan. –Digo firme y Jimin rueda los ojos.

—¿Vas a hacerlo por un sentimiento narcisista?

—Se llama justicia. –Digo y él resopla.

—Asúmelo, solo quieres matar el tiempo con algo. No te queda nada, y a mí tampoco. Solo quieres no pensar en que no puedes volver a casa, que tampoco tienes trabajo, y que además, nos persiguen.

—No seas así, Jimin. –Le pido—. No me hagas esto… —Suspiro y él chasquea la lengua. Mira el equipaje a nuestros lados y después suspira largamente.

—¿Por qué quieres hacer esto, Jeon? ¿De verdad vas a jugarte la vida por ellos?

—Por ellos, y por ti…

—Por mí no lo hagas. –Me corta—. Yo estoy bien.

—Lo hago porque siento la necesidad moral de hacerlo.

—Tú no tienes moralidad.

—La tengo, aunque variable dependiendo de las circunstancias. –Digo con una sonrisa y él rueda los ojos. Se muerde el labio inferior, suspira y después, vuelve a mirar las maletas.

—¿De verdad quieres rescatarles? –Pregunta y yo asiento con un “hum” firme. Me devuelve una mirada sonriente. Más bien, algo perversa—. Muy bien, entonces solo necesitaremos un ordenador, una placa policial, y un esmoquin. –Dice, pensativo.

—¿Un esmoquin? –Pregunto, aturdido pero emocionado, reclinándome hacia él.

—Sí. –Asiente, seguro—. Tú déjamelo a mí.

 

 


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