EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 41

 Capítulo 41

 

Jimin POV:

27/07/1995

 

Seguro que son las dos de la mañana. No puedo mirar la hora porque ya estoy tumbado en la cama e intento no moverme demasiado porque Jungkook está tumbado a mi lado, con respiración regular y sin moverse demasiado. No quisiera despertarle y menos para satisfacer el sentimiento de mirar la hora por puro aburrimiento. Pero nos hemos ido a dormir a la una y media y llevo media hora dando vueltas de forma metafórica, porque el cuerpo de Jungkook a mi lado no me permite moverme demasiado. El silencio reina en la casa, la sensación de que estamos terminando este largo camino en busca de la justicia ya es algo palpable. Estamos todos emocionados, pero creo que el único que está preocupado soy yo. Preocupado por lo que nos pueda pasar, preocupado por no conseguir nuestro objetivo. Me siento terriblemente negativo y pesimista, pero una voz dentro de mí me dice: Tan solo eres realista.

Cuando me acurruco un poco más intentando alejarme de mis pensamientos, el cuerpo de Jeon a mi lado se mueve levemente e intento no hacerlo yo también, fingiendo estar dormido. Pero me sorprendo al verle de reojo, bajar los pies del sofá cama en la que estamos, y levantarse con habilidad y el máximo silencio posible. Sin embargo no tiene porqué temer despertarme, porque no estoy dormido, pero eso él no lo sabe, y me deja ser a mí un mudo espectador de su extraño comportamiento. Sale de la cama, se encamina al pasillo y le veo meterse dentro del cuarto de Taehyung, en completo sigilo. Yo me quedo casi boquiabierto pero al mismo tiempo pienso que sus actos son infundados por lo sucedido hoy, y el mismo sentimiento fatalista que a mí me suscita el haber recibido la información sobre Namjoon.

Con una sonrisa infantil y pícara sonrisa yo también me levanto de la cama y cuando apoyo los pies en el suelo me quedo levemente entumecido y rápidamente acongojado con mis pensamientos, pero rápido me deshago de ellos poniéndome en pie y avanzando hacia el pasillo siguiendo los pasos de Jeon, pero me desvío a una puerta diferente. Cuando tengo la mano en el pomo de la habitación de Yoongi me quedo paralizado ante mis miedos, ante la idea de deber llamar, la idea de ser rechazado e incluso insultado o humillado. Pienso para mí que al fin y al cabo, no puedo evitar sentir lo que siento y mis sentimientos no pueden cambiar pase lo que pase en este cuarto, por lo que acabo accediendo a pasar adentro intentando no hacer un solo ruido, aunque me sea casi imposible.

Cuando me encuentro en el interior del cuarto me veo rodeado de la semioscuridad de la estancia, la estancia rota por la luz azulada que entra desde las ventanas al extremo opuesto de la habitación en donde yo me encuentro. La cama de Yoongi se encuentra justo delante de mí, a la derecha de la ventana. El cuerpo de Yoongi se distingue como una pequeña bolita en medio del colchón y me hace sentir drásticamente pecaminoso al meterme en su habitación sin permiso, sin ideas nada hospitalarias. Estoy a punto de retroceder cuando me encuentro que mis pasos están caminando en dirección al colchón y rodeo la cama hasta quedarme en la parte derecha, desde donde puedo ver su enjuto rostro pálido y contrastado con su oscuro cabello tumbado sobre el almohadón con la sábana hasta la línea del cuello. Una de sus manos está al lado de su rostro, con los dedos levemente flexionados, la otra agarra desde dentro la sábana. Me muerdo el labio inferior y sin más preámbulos, me cuelo dentro.

Primero levanto levemente la sábana que él tienen agarrada de su mano y que yo quito de esta. Él al principio no se da cuenta, la suelta como un acto reflejo de su inconsciente dormido, pero cuando comienzo a reposar mi peso a su lado en el colchón abre sus ojos levemente y al verme da un respingo, sobresaltándose y retrocediendo en la cama, no por miedo, sino para hacerme rápidamente espacio y después preguntarme, con rostro ofendido, ¿qué diablos hago en su cama?

—¿Qué diablos haces en mi cama? –Pregunta, más receloso de no haberle despertado y haberme colado de esta forma que de la propia situación.

—La verdad… —Digo levemente tembloroso mientras me acomodo a su lado. Al rozarme con su cuerpo descubro con sorpresa que está desnudo a excepción de la ropa interior. Doy un respingo que él nota, pero sigo con mis palabras—…La verdad es que no lo sé.

—¿No lo sabes? –Pregunta, con una ceja en alto mientras se acomoda más a mi lado y se tumba de cara a mí. Yo estoy de cara a él.

—La verdad es que solo he pensado… quiero ir…

—Me gusta tu fría sinceridad… —Dice, divertido.

—No se me ocurre ninguna excusa. –Digo, evitando sonreír—. No al menos una en la que me dejases meterme en tu cama. Por eso me he metido sin preguntar.

—Ya veo, y casi me da un paro cardíaco.

—¿Tú me quieres? –Pregunto de repente antes de que él pueda casi terminar su propia frase y él se queda en silencio mirando al vacío un segundo mientras intenta procesar mis palabras. Yo también intento procesarlas, han salido sin mi permiso pero no me arrepiento.

—¿Qué?

—¿Qué sientes por mí? Tengo que saberlo…

—Sabes que no soy bueno con esas cosas. –Dice, pasándose las manos por el rostro, como desperezándose.

—Yo tampoco, pero no puedo evitar sentirme abochornado por lo que sucedió aquél día a la salida del museo. –Él me mira consciente de lo que le estoy diciendo—. Me sentí como un idiota cuando me di cuenta de que tu intención no era en ningún momento irte conmigo. Sino al contrario…

—Los siento. Pero no podía decirlo. Se iría todo a la mierda.

—Se fue igual… —Suspiro y él se pone boca arriba y yo me le quedo mirando con una expresión soñadora. Su perfil, me encanta.

—¿De verdad quieres que hablemos de eso?

—Tengo la sensación que desde ese momento tenemos una conversación pendiente.

—Supongo… —Dice buscando las palabras adecuadas—. ¿Tú me quieres?

—No voy a contestar a eso. Temo que mi respuesta pueda influenciar la tuya.

—Tenemos que ser realistas. –Me dice triste—. Estamos en la mierda. Lo sabes, ¿verdad?

—No te lo estoy preguntando con intención de planear un futuro juntos, ni nada por el estilo. Apenas tengo dinero suficiente para malvivir unos años, no tengo casa ni lugar a donde ir. Sé que estamos condenados. Pero quiero saber qué sientes por mí.

—¿Por qué lo crees necesario? No me gusta hablar de estas cosas... –Dice, avergonzado.

—Sé que lo consideras repugnante. Puedo verlo. –Me mira ofendido—. Sé que tienes un amasijo de sentimientos por ahí apelotonados como una bola de chicles de colores que no te atreves a desmadejar y aclarar, porque puedes encontrar cosas comprometedoras. Pero quiero saber si entre ese amasijo de sentimientos hay algo que me corresponda, algo que sea culpa mía.

—¿Y si es así? –Me pregunta, acusador—. ¿Qué harías? ¿Cargarías con la responsabilidad de ello?

—Claro. –Digo, seguro, aunque no sé muy bien qué significa eso—. Pero tú debes acatar la responsabilidad de mis sentimientos hacia ti.

—¿Y si no es algo recíproco? ¿Tendría yo que soportar la responsabilidad de tus sentimientos hacia mí a pesar de que yo no tenga hacia ti?

—No. –Digo, no muy seguro—. Eso… sería injusto…

—Injusto… —Dice, pensativo, pero yo veo a través de su mirada.

—No quieres tener la responsabilidad de mí. Eres un orgulloso y un egoísta. Prefieres tragarte tus sentimientos antes que compartirlos conmigo por miedo… —Él no me contesta, se me queda mirando mientras intenta pensar en una respuesta a mis palabras—. ¿Crees que te dolería menos si no me dices lo que sientes hacia mí y yo muero sin saberlo?

—No seas apocalíptico, te lo suplico. –Me pide con una mueca triste.

—Has estado a punto de pasar por la inyección letal, y si ella no puede quitarte el orgullo, yo tampoco puedo. –Digo, suspirando.

—¿Para eso has venido? ¿Para saber mis sentimientos hacia ti?

—Sí. –Digo—. Supongo…

—Supones. –Dice y se queda pensativo.

—Tengo miedo. –Reconozco—. El otro día cuando en la noche viniste a buscarme estaba teniendo una pesadilla terrible con el día que tuve el accidente en la F1. ¿Puedes creerte que eso parece un ligero temor en comparación con el terror que siento hacia esta situación?

—¿Tienes miedo de que te maten?

—Tengo miedo de que nos maten. –Recalco—. Tengo miedo de perderte, de perdernos todos. Tengo mucho miedo, pero más miedo me da morir sin decirte que me dolió mucho que me ocultases que no pensabas salir de esta. Que estabas tan preso como si no hubieses salido de la cárcel…

—Lo siento.  –Dice, mirando hacia el techo.

—Tengo miedo de morir sin que sepas que me dolió saber que te matarían, saber que iríamos a buscarte, vivir contigo bajo el mismo techo y el mismo dolor de que me traicionaste, me dolió marcharme, me dolió que fueses a buscarme, y me duele que ahora seas un orgulloso. No me dolería, sin embargo, si me dices que no sientes nada hacia mí. Solo sexo. Es normal, es natural. Ambos lo sabemos. Pero no me hagas sentir como un idiota.

—Eres un idiota. –Me dice girando levemente el rostro hacia mí pero vuelve a tornarlo hacia el techo con una expresión seria. Estoy a punto de contestarle algo pero pierdo las palabras con su contestación y súbitamente siento una vergüenza tremenda por estar frente a él—. ¿Por qué no puedes hacer las cosas más fáciles? –Me pregunta, casi enfadado. Cuando vuelve a girar su rostro hacia mí, puedo ver que está llorando—. Siempre tienes que ser el centro de atención, ¿verdad? Solo importáis tú y tu dolor. ¿Crees que a mí no me dolía ver cómo te emocionabas conmigo cuando yo sabía desde el principio que no estaríamos juntos? ¿O el dolor que yo sentía al saberlo y aun así, encariñarme contigo? ¿Crees que no me dolía saber que moriría? Ese, si lo pienso, es el mejor momento en mucho tiempo. Saber que moriría. Porque pensaba que eras un cuerpo putrefacto en el fondo de un río, sirviendo de alimento a los putos peces. ¿Crees que no me dolió pensar que estabas muerto? También me dolió que te marchases del motel por tu orgullo, y que nos expusieses a todos por tus comportamientos. Pero estabas vivo, y para mí, eso era suficiente. –Termina y se pasa el dorso de la mano por debajo de la nariz para limpiarse los mocos.

—Lo… lo siento…

—No lo sientes, en realidad. Porque yo soy único responsable de mis sentimientos, a pesar de que sean influenciados. Y yo me hago cargo de ellos. Tú deberías hacer lo mismo. Hacerte responsable de tus sentimientos y de las consecuencias de ellos.

—Hablas como Jeon. –Digo, casi divertido pero él no le encuentra la gracia.

—Hablo enserio. Cada uno tenemos que administrar nuestro miedo y nuestro dolor. Es así de simple.

—¿Tú no tienes miedo?

—Claro que lo tengo. Pero… —se le cortan las palabras y aprieta los dientes para no dejarse llevar por las lágrimas. Toma aire y suelta un largo suspiro—. No… no tienes que tener miedo. –Se acerca a mí y busca mi mano encontrándola sobre mi vientre. La aprieta con fuerza—. Estaré contigo, ¿vale?

—Vale. –Digo, con una sonrisa triste—. Gracias.

—No tienes que darlas. –Dice y se acurruca a mi lado, posando su rostro cerca de mi mejilla. Suelta un largo suspiro húmedo y me mira a los ojos, haciendo que yo le mire a él mientras aprieto con fuerza su mano en la mía—. ¿Te quedas a dormir?

—Vale. –Digo un poco cohibido y él se separa de mí para tumbarse de cara a mí de nuevo pero yo no puedo contenerme por más tiempo. Una de sus piernas se roza con la mía. Su rodilla está rozándome el muslo. Su muslo se acerca a mi entrepierna. No es intencionado. No lo es. Quiero pensar que no lo es, pero ya no importa. Me acerco a él, lentamente, pidiéndole permiso con mi lentitud y él accede en silencio. Recorta la distancia y me devuelve el beso que tanto ansiaba por conseguir. Se siente extraño volver a besarle, pero no tanto como esperaba. La sensación de familiaridad me hace sentir cálido y acogedor. Como de vuelta en casa. Como de vuelta a una piadosa y edulcorada mentira.

El beso comienza siendo lento, tan solo rozándonos los labios el uno contra el otro, tanteándonos, sonriendo en medio el beso por la hilaridad de la situación. Él acaba por sentenciar el beso y comienza a besarme a través de la mandíbula y la barbilla. Después el cuello y su muslo se presiona intensamente contra mi pene. Me hace dar un sobresalto que él consuela con más besos.

—Muérdeme. –Le pido en un susurro con una voz en la que no me reconozco y él ríe unos segundos contra mi piel y después acata mi orden, mordiéndome por las clavículas y los hombros. Toma el control, colocándose encima de mí mientras me voltea para quedar tumbado boca arriba. Con mis manos le presiono la cadera contra mi pierna derecha y él jadea en medio de un mordisco—. ¿Con Kookie estuviste abajo? –Le pregunto y él vuelve a reír contra mi piel y niega con el rostro mientras su nariz choca con mi piel y vuelve a morderme, esta vez sobre un pezón—. Hoy quiero estar abajo. –Le digo y él levanta la mirada para verme con una expresión infantil y curiosa. Él se encoge de hombros y acepta mi petición. Con una de sus manos viaja hasta la línea de mi pantalón y lo baja, junto con el calzoncillo y me deja expuesto para él. Me termina de quitar la camiseta y se me queda mirando de arriba abajo mientras se sienta entre mis piernas. Me siento emocionado pero a la vez terriblemente ruborizado por su mirada felina. Me sonríe y yo le retiro la mirada, avergonzado.

—¿Seguro que quieres hacer eso?

—Seguro. –Le digo y asiento mientras se inclina hacia mí y me muerde el cuello, de seguro dejándome una orgullosa marca de pertenencia. No me importa. Aprieto mi mano contra su nuca para que intensifique el contacto y él muerde con más fuerza, haciéndome gemir bajo. Cuando vuelve a atacar mis labios lo hace con brutalidad y con una intensidad que no me había imaginado de él. Me sorprendo pero no lo rechazo. Continúo con el beso de forma que la excitación aumente, que el calor no nos deje indiferentes. Busco el contacto de nuestras pieles, le desprendo de su ropa interior y la sensación de su cuerpo desnudo contra el mío es algo que realmente añoraba. Con su mano rodea mi extensión y se sorprende, mirándome con una sonrisa ardiente.

—¿Ya estás mojado? –Me pregunta acariciando con su pulgar mi glande húmedo.

—Hace mucho que no… —Suspiro retirando la mirada. Su mano aprieta el agarre y mi espalda se curva, buscando el contacto. Comienza a masturbarme lentamente.

—Tócame también. –Me dice en un murmullo y yo busco a tientas su pene, llevando mis dedos a través de su vientre hasta que me topo con él y lo masajeo, haciendo que él suelte suspiros ahogados.

—Estás muy duro… —Le digo mientras me mira con las mejillas avergonzadas.

—Oh, vamos, aprieta un poco. –Me pide y yo aprieto mi mano alrededor de su pene, haciendo que su espalda se curve y suelte un gemido que me hace sentir una punzada en el pene.

—¿Así?

—Sí. –Suspira mientras se lleva dos de los dedos de su mano a sus labios, los lubrica rápido con la lengua y los lleva a mi entrada entre sus piernas. Me pide permiso con la mirada y yo asiento mientras él introduce los dos a la vez. Suelto un gemido y aprieto los dientes mientras frunzo el ceño. La sensación de sus dedos entrando en mí me hacen sentir tan extraño, pero tan bien al mismo tiempo que estoy en una confusión viciosa. Quiero que continúe, pero al mismo tiempo quiero que se detenga y me dé tiempo a asimilar qué es lo que siento. No me concede ese tiempo porque antes de permitirme pensar está presionando dentro de mí en mi próstata y me vengo en su mano con la primera pulsada de placer. Me mancho todo mi vientre conmigo mismo y él recoge todo el semen para lamerlo de sus propios dedos. Siento que me arde el rostro al ver eso y él sonríe con mi expresión.

—¿Tan rápido? –Me dice y yo frunzo el ceño mientras me incorporo haciendo que se aleje de mí pero yo le tumbo sobre la cama al lado de donde yo estaba y me desplazo hacia abajo para masturbar su pene a la altura de mi rostro y paladeo el interior de mi boca listo para tragarme toda la extensión. Él se deja hacer sobre el almohadón y yo comienzo lamer su glande sin perder de vista su expresión, fatigada y enrojecida. También lo desea, también está a punto de venirse y no hacen falta más que unas buenas mamadas profundas para que se venga en la boca de mi garganta y me lo trague. Cuando levanto la mirada encuentro sus manos agarrando con fuerza las sábanas a cada lado de su cadera y su rostro vuelto, lleno de vergüenza.

—¿Tan rápido? –Le digo imitando su expresión y él solo me besa los labios y vuelve a colocarme debajo de él y se sienta sobre mi cadera produciendo una deliciosa fricción de la que caigo presa muy rápido.

—Ponte boca abajo. –Estoy a punto de negarme pero él niega rápido con el rostro—. No me recrimines. Solo hazlo. –Sin atreverme a decir nada me doy la vuelta y apoyo mi mejilla sobre la almohada y las manos a cada lado de mi cabeza. Él comienza dejando suaves besos a través de mi espina dorsal y cuando esta se acaba introduce su lengua en mi entrada, haciéndome da un respingo.

—¡Ah! –Suelto cuando siento su lengua moverse en el interior de mi entrada. Una de mis manos se dirige sin pensarlo a su cabello y le agarro con fuerza  para que no se mueva un ápice. Él continúa así al menos unos cinco minutos. Lo suficiente como para que un hilo de saliva corra a través de mi comisura y yo haya puesto varias veces los ojos en blanco. Es un placer completamente irracional. Del todo incomprensible. Pero creo que balbucearía si intentase explicarlo por lo que me limito a dejarme hacer por él hasta que Yoongi se detiene y se coloca detrás de mi cadera. Cuando lo hace ya yo tengo miedo ni temor ni si quiera creo poder sentir dolor. Ha anestesiado mi cuerpo con su lengua y ha desarmado mi orgullo y mi voluntad para negarme a nada. Me ha dejado sumiso a él y cuando comienza a introducirse dentro de mí, solo ansío que sea cuanto antes y cuanto más profundo mejor. Agarro su cadera detrás de mí y le animo a que se mueva, a que no se detenga.

—¿Estás bien? –Me pregunta reclinándose sobre mí y yo asiento mientras me agarro con fuerza a la almohada. Él lo interpreta como un signo de incomodidad, pero es el placer más delicioso del mundo. Cuando golpea mi próstata no puedo evitar gemir algo y él se sobresalta, cubriendo mi boca con una de sus manos pero yo la aparto—. Despertarás a todos. –Dice riendo.

—No están dormidos. –Le digo intentando pensar con claridad para no gemir mientras hablo pero él se limita a asentir y comienza con bruscas embestidas que me quiebran la espalda, mi cuerpo entero ruge con ansias de más. Todo mi ser clama por placer, y cuando lo consigue se desmorona como una ola que hunde un barco lleno de tripulantes. Al fondo de la desesperación y la perdición por esta pecaminosa acción.

No me hace falta mucho más. El placer es máximo. Llego a mi culmen rápido y mancho las sábanas debajo de mí sin la necesidad de tocarme. Es la primera vez que me sucede tal desparrame de esplendor y Yoongi se viene unos segundos después, cuando mi entrada le aprisiona. Cuando se corre dentro de mí me embriaga una sensación de ardor que me entusiasma de nuevo por la sensación de su semen caliente corriendo por mis piernas, pero tengo el cuerpo exhausto y me limito a caer boca abajo en el choclón con el rostro lleno de sudor y el cuerpo temblando por el placer. Yoongi cae a mi lado, me mira de reojo y sonríe, divertido de seguro por el desastre que debo ser ahora mismo.

—¿Estás bien? –Me pregunta y yo me vuelvo boca arriba, cojo una gran bocanada de aire y el mundo poco a poco vuelve a la realidad. A la realidad de esta semioscuridad en este cuarto de aire cargado y con el eco de nuestros gemidos resonando.

—Estoy genial. –Digo con voz entrecortada y él ríe de mí mientras también intenta recuperar el aliento—. Creo que no voy a rechazar tu invitación a dormir, porque no me puedo mover. –Digo con una mano sobre mi pecho que sube y baja desbocado. Ambos reímos y él se yergue para arroparnos con la sábana y acurrucarse a mi lado. Yo me dejo hacer mientras paso el brazo por sus hombros y le atraigo a mí. Su corazón también está desenfrenado y su respiración aun excitada, pero su frente perlada de sudor ya está pálida de nuevo. Algunos mechones humedecidos, sus labios hinchados. Mi cuerpo dolorido. Su olor. El mío.

 

 

Capítulo 40                 Capítulo 42              

 Índice de capítulos

Comentarios

Entradas populares