EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 3

 Capítulo 3

 

Jungkook POV:

05/07/1995

 

Despierto con el sonido de unas ruedas traqueteando al otro lado de la puerta de salida. Me sobresalto y veo a través de la cortina de la ventana como la luz entrada de una mañana recién amanecida y como una persona camina con un carrito a través de la ventana, alejándose. Por el palo que sobresale y por la forma de un bote sobre este carro, puedo distinguir que es la chicha de la limpieza pasando a través del pasillo en camino a limpiar una habitación vacía. Mi corazón va a una velocidad desmesurada y me dejo caer en la cama con una expresión fatigada y con la frente perlada de sudor. Me paso el dorso de la mano por ella y me siento levemente aturdido y acalorado, muy irascible por haber despertado de esta forma pero al mismo tiempo aliviado por despertar tal y como he dormido, en compañía de Jimin en la cama de al lado y en completo estado de salvación. Miro hacia la cama de Jimin en donde duerme apacible con una mueca levemente fruncida en el ceño y con los labios entreabiertos, de cara a mí mientras uno de sus brazos cae por el borde del colchón. Apenas se ha tapado con una manta, temeroso de poner peso sobre su pie, pero no parece haber necesitado más. La luz que entra a través de la ventana golpea su cintura y puedo ver mejor la forma de su cuerpo y su silueta. Me gusta mucho verle tan tranquilo, tan dormido, y aun así, no puedo evitar pensar que debe estar soñando con lo acontecido ayer. Yo no he soñado nada, tan cansado como estaba, y tan necesitado de un profundo sueño reparador.

No ha sido tan reparador pero tampoco puedo quejarme por lo que me yergo sobre la cama y me estiro hacia arriba, haciendo crujir los huesos de mi espalda. Me bajo de la cama con un leve mareo y me conduzco al baño con ropa de calle en la mano para cambiarme. Cuando llego a él lo primero que hago es mirarme en el espejo y comenzar a desnudarme. Lo hago lentamente y cuando me quedo desnudo me quito las vendas en mi brazo y en mi pierna. Lo hago con cuidado sintiendo como la venda se estaba adhiriendo ya a la carne cicatrizando. Tiro de ella arrancando parte de la sangre coagulada y me muerdo el labio inferior mientras mis manos tiemblan. Cuando me he deshecho de ellas las tiro a la papelera pero me lo pienso mejor y las dejo sobre el lavabo para tirarlas luego junto con las bandejas de comida de anoche, vaya a ser que alguien rebusque en la papelera o la limpiadora la vacíe y se haga preguntas de porqué hay vendas ensangrentadas. Prefiero no correr riesgos innecesarios y me encamino a la ducha para dejar que el agua me limpie el miedo, el pánico y el temblor de piernas que me dura desde anoche. No consigo deshacerme de nada de ello pero al menos cuando salgo de la ducha no huelo a sudor y sangre.

Cuando me he vestido y salgo del baño aun encuentro a Jimin tirado sobre la cama con esa mueca atontada. No puedo irme a buscar el desayuno sin avisarle, porque me imagino despertando sin su cuerpo en la otra cama y puede darme un paro cardíaco, por lo que me arrodillo al pie de la cama frente a su rostro adormilado y pongo mi mano sobre una de sus mejillas, de forma cálida y cuidadosa, no queriendo despertarle de forma alarmante. No despierta, sigue respirando con tranquilidad, y entonces zarandeo débilmente su hombro, con cuidado.

—Jimin… —Murmuro y ahora sí abre sus ojos con sorpresa y me mira a mí, y después mira hacia todas partes, aturdido—. Me voy a buscar el desayuno, ¿vale? Dejo la puerta abierta, pero no me llevo las llaves, ¿ok? –Asiente a mis palabras y se gira en la cama dándome la espalda, seguramente regresando a dormir. Yo salgo por la puerta y cierro detrás de mí haciendo un sonido medianamente llamativo. Al otro lado del pasillo veo a la señora de la limpieza salir de una de las habitaciones barriendo detrás de ella. Silenciosamente me escabullo por las escaleras asegurándome de que llevo encima de mí el teléfono móvil, dinero y mi identificación. Camino alejándome del motel calle adelante donde encuentro varias cafeterías, algunas tiendas de todo a cien y algún que otro taller de reparaciones de coches. Estamos lejos del centro de Seúl y me gustaría pensar que estamos mucho más lejos, al menos tanto como parece, pero apenas nos separan unos cuantos kilómetros. Un puñado, no llegan a cincuenta.

Camino hasta una cafetería a trescientos metros lejos del motel, una que me parece agradable y algo anónima. Me aseguro de que no hay policías en el interior ni nadie con una foto mía y un “Se busca” en la parte superior del papel. Comienzo a sentirme perseguido cada vez que salgo de la habitación pero me digo a mi mismo que esto es una sensación a la que debo acostumbrarme de ahora en adelante y cuanto antes me haga a la idea de que debo depender de esta circunstancia, mejor. Entro en la cafetería y siento que todas las miradas recaen en mí pero es solo algo momentáneo, incitado por el sonido de unas campanitas sobre la parte superior de la puerta. La dependienta me mira con una sonrisa convencional y cada uno de los clientes regresa a sus cosas. Cuando me acerco al mostrador diviso con la mirada el entorno en lo que la camarera termina de servir café a uno de los clientes con una jarra de cristal repleta de café negro. En las mesas sentados puedo distinguir a una familia de cuatro integrantes, todos extranjeros, a dos hombres adultos vestidos con ropas de mecánicos y otro hombre al final, sentado con un chaleco gris y una camiseta a cuadros. En la barra se han sentado los tipos duros, todos con aspecto de camioneros u hombres solitarios. Que escena tan repulsiva, a mi parecer.

—¿Qué quieres, jovencito? –Me dice la camarera, de edad cercana a la de mi madre, seguro y con un delantal rosa con el logotipo dibujado de la propia cafetería. Me sonríe de forma condescendiente, como si me hubiera perdido. Cuanto odio esa asquerosa y repulsiva mirada. Es lo más asqueroso de este local.

—¿Podrías ponerme dos cafés con leche para llevar y un par de donuts? –Le pregunto y ella asiente, sonriendo.

—Claro, joven. –Dice y yo no puedo evitar fruncir el ceño de forma inconsciente. Miro más atentamente alrededor, tras el mostrador—. Siéntate ahí. –Me dice, la mujer—. Tardaré unos segundos, no te quedes ahí de pie. –Me dice y me señala los taburetes que rodean el mostrador. Yo asiento y me siento sobre uno de ellos posando las manos delante de mí en el mostrador y miro de nuevo las estanterías repletas de carteles promocionales de bebidas y de algunas marcas de coches y algunas botellas de alcohol. En una pequeña estantería cerca de la caja registradora veo unas cuantas cajetillas de tabaco de diferentes marcas y a mi lado, contra la pared en donde el mostrador termina, una pequeña pila de periódicos. No me contengo a coger uno de ellos. El primero que alcanzo es el “CHOSUN ILBO*” y con ese me conformo. Estoy a punto de abrirlo por la mitad para ir directo a la sección de Sucesos pero no es necesario. En primera plana, en portada, el cuerpo de Taehyung tirado en el suelo desde una fotografía de radar y Yoongi saliendo del camión con la misma sumisión que me pareció ver en televisión. Trago duro, el corazón me da un vuelco y no puedo evitar sentir como se me han quitado todas las ganas de desayunar. Comienzo a leer lentamente los titulares, con cuidado.

“Detenidos los asaltantes que robaron en el Museo Nacional de Seúl” “Se desconoce si formaban parte de una banda o iban en solitario, pero ya se están investigando las causas del robo y se busca a otros dos ayudantes que colaboraron en el robo. Las cámaras de seguridad del museo revelan que fueron cuatro los ladrones”.

Trago saliva con dificultad y uno de los hombres sentado a mi lado me da un codazo que me hace dar un respingo y con el labio inferior manchado de mermelada me señala con la mirada el periódico que estoy leyendo y me habla, con la boca llena.

—A dónde vamos a llegar, ¿eh? –Me dice, y yo asiento, sin saber qué contestar a eso—. Dicen que querían vender los cuadros por una gran suma de dinero. ¡Ya me dirás tú! ¿Qué valor pueden tener unas telas pintadas? –Niega con el rostro y yo frunzo el ceño pero él no me ve. Se queda absorto en sus pensamientos mientras sigue comienzo la tostada con mermelada y la camarera viene hasta mí con una bolsa de papel marrón con los dos vasos de plástico con el café y los donuts.

—Aquí tienes, muchacho. –Dice y yo le señalo los paquetes de tabaco.

—Deme también un paquete de Lucky Strike y este periódico. –Le digo sacando la cartera con el dinero y la señora me extiende uno de los paquetes y yo le pago con un billete de diez mil wons. Me da el cambio con una sonrisa y mientras me meto el paquete de tabaco en uno de los bolsillos del pantalón cojo la bolsa de cartón con una mano y me meto el periódico bajo el brazo, saliendo de la tienda con una sensación de ahogo que me deja entumecido. Estoy imaginando como la camarera y el señor que me ha sobresaltado están hablando sobre mí o al menos se dirigen una mirada silenciosa pensando que soy un extranjero, un desconocido que de repente ha comprado un paquete de tabaco con una mueca empalidecida por el terror adueñándose de mi cuerpo. Cuánto me gustaría haberle respondido a ese energúmeno que para mí esas obras de arte tienen un valor incalculable, pero no me habría entendido e incluso yo mismo me habría sentido delatado. Me habría gustado decirle a todo el local que yo he sido uno de los criminales que ha conseguido escapar, porque soy más listo que cualquier policía de placa reluciente, pero eso me habría supuesto un gran problema.

Camino de regreso al motel con una sensación de libertad fingida y paso a lo largo de la terraza de la cafetería en donde tan solo hay dos chicas desayunando y un señor mayor al extremo. Un señor con su sombrero sobre la mesa al lado de su café y con el rostro metido en el periódico. En otro diferente al que yo he cogido y doy gracias a dios que en la portada no me reconozco ni a mí ni a ninguno de nosotros. Suspiro largamente pasando a su lado viendo como la punta metálica de un bastón cuelga sobre el respaldo de su silla de madera. Lo veo de lejos, lo he visto nada más salir del local y cuando paso por su lado cuelo mi mano secretamente por el cuerpo de madera del bastón y lo levanto con cuidado, con silencio. No se oye nada, yo no hago un solo ruido y él hombre lee en voz baja algo que no alcana a ver bien en el periódico, haciendo un esfuerzo sobrehumano. El bastón ya cuelga de mi muñeca y lo agarro con fuerza apegándolo a mi pecho, de forma que si se gira, no va a verlo. Nadie lo ha visto, nadie excepto yo y el periódico bajo mi brazo, mi pequeño confidente.

 

———.———

 

*El Chosun Ilbo (literalmente "Daily Corea") es uno de los principales periódicos de Corea del Sur. Con una circulación diaria de más de 2,2 millones, el Chosun Ilbo ha llevado a cabo inspecciones anuales desde que la Oficina de Auditoría de Circulaciones fue establecida en 1993. Chosun Ilbo y su empresa subsidiaria, Chosun digital, operan el sitio web de noticias Chosun.com, que también publica versiones web del periódico en inglés, chino y japonés.

 

 


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