EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 35

 Capítulo 35

 

Jimin POV:

26/07/1995

 

—¡Park! ¡Tienes que ir más rápido! –Oigo la voz de mi manager al otro lado de la transmisión. Todo está temblando, sé que algo sucede y no puedo controlarlo. La velocidad no es suficiente y conozco el motivo, pero no es el coche el que tiembla, soy yo. Estoy temblando mientras me agarro con fuerza al volante. Miro a todos lados mientras intento hacerme con el control de la situación. Llueve. Está lloviendo mucho y el pavimento se ve demasiado resbaladizo para lo que me gustaría querer enfrentarme. Es peligroso pero la voz de mi mánager no para de pedirme que aumente la velocidad como en los entrenamientos. Pero esto no es un entrenamiento. Japón va justo delante de mí, Francia delante de este, justo enfrente Rusia y en cabeza Italia.

—¡No puedo ir más rápido! –Le grito casi al borde del llanto. No suelo romper a llorar en medio de una carrera, no al menos más de lo que quiero reconocer. Mis manos en el volante se sienten tan débiles que en cualquier momento voy a sufrir un espasmo y voy a salirme de la carretera. Hay momentos en los que lo deseo. Salirme y retirarme de este teatro dirigido por titiriteros. Piso el freno en la curva, piso el acelerador. El sonido del agua en el derrape me hace sentir tan pequeño, y la velocidad me hace sentir tan insignificante. No llego a comprender la velocidad a la que me desplazo y no comprendo que estoy en un ataúd rodante hasta el momento en que comienzo a ver llamaradas de fuego saliendo desde la cola del coche. No quiero asumirlo, las gotas de agua siguen golpeando mi casco y ese sonido apaga el resto de mis sentidos, pero no puedo evitar las palabras de mi manager.

—¡El coche está en llamas! –Grita mientras yo dejo escapar un par de lágrimas en un momento de pánico e incertidumbre. El público aclama al ganador mientras que un fuerte estallido me hace saltar en el asiento y el neumático delantero se deshace en pedazos. Debí haberlos cambiado, pues los neumáticos de agua no son tan duraderos, y menos con este esfuerzo. Pero ya es tarde, y el neumático desaparece. Después el de su lado y el coche se levanta. Intento girar el volante. Todo pasa demasiado rápido y dentro de la cabina yo intento maniobrar como puedo para hacer lo indecible, pero ya es demasiado tarde. El coche vuela y da vueltas en el aire. No he pasado tanto terror en mi vida.

El coche se estabiliza y cae con un sonoro golpe cerca de los bordes acolchados. El fuego. Solo veo fuego inundando toda mi visión y me cubro la cabeza con las manos enfundada en el casco. La voz del mánager sigue hablándome.

—¡Sal de ahí! ¡Sal de ahí! –Pero no puedo hacer caso, tengo la cabeza embotada, me duele, siento que estoy sangrando por alguna parte y que cuanto más quieto me quede, menos duele. Una de mis manos intenta buscar el cinturón sobre mi regazo pero no lo encuentro, palpo a ciegas, me revuelvo, pero no consigo hacer nada y el pánico me inunda con una rapidez implacable. La misma con la que el fuego comienza a devorarme. Entre las llamas, veo el rostro de Jungkook. Me quedo quieto intentando visualizar mejor su rostro cubierto de luces anaranjadas. Está mirándome con el rostro quebrado en el horror de la escena que presencia.

—¡Tienes que levantarte! –Me dice y yo lo intento con más ímpetu pero no consigo sabe qué diablos me tiene atrapado. Sigo revolviéndome—. ¡Tienes que salir de ahí! –Me grita y yo me le quedo mirando con una cuestión mucho más llamativa.

—¿Qué haces aquí? –Le pregunto mientras frunzo el ceño y el fuego sigue rodeándonos. Entonces, él, con su mano en un puño, golpea con sus nudillos el cristal de mi casco, produciéndome una sensación de desconcierto. Lo hace tranquilo, sosegado, como si llamase a una puerta.

—¡Despierta! –Me dice con tranquilidad—. Jimin… ¿Estás ahí? ¡Despierta!

Me despierto de un sobresalto en la cama. La luz azulada de la noche que entra a través de las cortinas de la habitación me refresca como un jarro de agua fría al verme en la realidad, recién salido de una horrible pesadilla. Me paso la mano a través de la frente perlada de sudor y me dejo caer en la cama rememorando aún el sonido de sus nudillos chocando con mi casco y el eco del sonido a través de todo el espacio en el interior del casco. Pom—pom.

Después la mano se dirige junto con la otra a mis ojos y me aprieto con fuerza. Respiro con profundidad encontrándome con el corazón latiendo a mil por hora y con el cuerpo empapado en sudor. El pelo en mi frente levemente humedecido y con las manos y las piernas temblando. Aun me tiembla el cuerpo entero pero es mi columna la que siente leves descargas de ácida adrenalina a atreves de mi espina dorsal.

—Jimin… —Oigo mi nombre y seguido de él, los golpes de mi sueño. Pom—pom.

Me levanto de un salto de la cama angustiado con una sombra que se desdibuja en el suelo, proveniente de la cortina en movimiento al otro lado de la ventana. Mi corazón vuelve a sufrir una descarga y comienza a latir mientras trago en seco y ralentizo mis pasos hacia la ventana. Rebusco alrededor cualquier cosa con la que defenderme pero no encuentro más que unos cuantos coches de juguetes de coleccionista. Cojo uno de ellos, de color rojo con el numero 65 en blanco en un lateral y calculo su peso. Es de hierro y es muy pesado, pero cabe en la palma de mi mano por lo que mucho daño no va a hacer. Camino lentamente mientras vuelven a producirse dos, tres golpes más contra el cristal. Distingo en el suelo la forma alargada de un cuerpo agazapado en la ventana, de pie sobre el tejado del garaje. El rostro que se vuelve hacia la nada y después, vuelve hacia la ventana. Trago de nuevo, controlo mi respiración. Camino con los pies descalzos hasta que llego a coger la cortina desde un extremo y aprieto el coche en mi mano.

El cuerpo al otro lado de la cortina se muestra levemente rígido y nervioso, pero… me ha llamado por mi nombre.

Cuando descorro la cortina me encuentro un rostro familiar, una expresión de sorpresa al verme reacción de forma tan repentina y se aparta levemente de la ventana, pero cuando recae él en mí me muestra una sonrisa esperanzadora y casi enloquecida. Inaudita, infantil y casi lacónica. ¿Y cuál es mi reacción ante tal añoranza? Quedarme en shock. Completamente inmóvil y paralizado con el coche de juguete en alto y con una mano sujeta con fuerza a la cortina que recorta la escena que veo desde dentro. Él apoya una mano en el cristal mientras que con la otra señala la ventana para que le deje entrar. Tiene que repetir el gesto un par de veces para que yo al fin reaccione y le abro la ventana mientras él pone uno de sus dedos sobre sus labios indicándome que me mantenga en silencio pero yo no he emitido un solo sonido desde que he visto su rostro. Esa dulce expresión caramelizada, su tez pálida se muestra mucho más blanca con la luz de la luna entrando desde el exterior. Sus gestos pensados, sus movimientos calculados. Pone un pie en el dintel y se agarra de uno de los laterales de la ventana para meter el cuerpo y yo me alejo dando pasos hacia atrás, en silencio. Lo único que suenan son sus débiles gestos y sus pasos. Cae dentro del cuarto y yo me quedo delante de él y él delante de mí. Respira con algo de dificultad pero me sonríe a pesar de ello. Joder, debo verme horrible, pero no bajo un solo segundo la mirada.

—Tenía la esperanza de no equivocarme de habitación. –Dice en un susurro casi inaudible y yo no me muevo un solo ápice. Él se acerca un paso más pero yo no me muevo. Su pelo, ha cambiado de color…

—¿Yoongi? –Le pregunto casi noqueado y él asiente mientras termina de recortar la distancia y me abraza provocándome una sensación de ahogo psicológico que me hace perder el control de mi cuerpo. Me dejo abrazar y correspondo el abrazo mientras el coche de juguete cae al suelo. Me agarro con fuerza a su ropa, su olor, sus manos en mi espalda. Su aliento en mi cuello. Antes de darme cuenta estoy empapando su sudadera con mis lágrimas y él no hace nada por evitarlo. Él también tiembla levemente pero sé que es por el cansancio—. ¿Qué diablos haces aquí? –Le pregunto, febril.

—Tenemos que irnos. –Me dice, separándose de mí mientras me sujeta por los hombros, con carácter serio—. Tienes que volver con nosotros, no puedo explicártelo ahora pero te prometo que por el camino… —Yo no dejo que termine. Me deshago de sus manos sobre mis hombros y camino a prisa hasta la cama mientras me seco las lágrimas de mis ojos. Me arrodillo al borde del colchón y de debajo saco una maleta ya hecha con todas mis humildes pertenencias. Yoongi se me queda mirando desde la distancia con una expresión estupefacta. Seguro que no esperaba que yo accediese tan rápido a su petición y eso me hace sentir levemente avergonzado, pero tengo que largarme, y él es mi mejor opción.

—Mi padre sigue despierto en el despacho. –Le susurro mientras levanto la maleta y camino hacia él. Se la dejo a su lado y comienzo a cambiarme quitándome el pijama.

—Lo sé. Le he llamado. –Yo doy un respingo con sus palabras a lo que él se encoje de hombros—. Es largo de explicar, te lo digo luego...

—Ah… —Digo, aun levemente aturdido. Sin darle más vueltas me quito los pantalones y la camiseta y rebusco en el armario algo de ropa. Me pongo unos vaqueros cortos, una camiseta de manga corta y una sudadera.

—¿Tenías la maleta ya preparada? –Me dice y yo asiento—. ¿Tenías pensado ir a algún lado o no la deshiciste desde que te has venido aquí?

—Mi padre me ha echado de casa. Me dio como mucho una semana para irme, y la semana termina en un par de días.

—Vale. –Dice Yoongi mientras se asoma a mi ventana mientras yo me pongo unas zapatillas y él aúpa la maleta al umbral y la deja caer despacio sobre el tejado del garaje. Yo no le retiro la mirada y cuando la maleta ya está fuera, salta él detrás y yo le sigo con la sensación de que sigo siendo un adolescente que se fuga de casa con su amor platónico. Pero la realidad es mucho más complicada que eso. Él es un prófugo de la cárcel, prófugo gracias a mí, y yo soy un ladrón de obras de arte, salvaguardado por la misericordia de la prensa. Pero esta salvaguarda no va a durar demasiado. Por eso salto por la ventana y agarro mi maleta mientras Yoongi se descuelga del borde del garaje y salta al césped volviendo la mirada hacia mí, en lo alto del tejado. Yo tiro mi maleta hacia el césped que hace un rudo seco al caer, él la recoge con rapidez y esta vez soy yo quien salta abajo. Camino a su lado, nos dirigimos hacia la puerta, la cual la abro con la clave y rápido estamos fuera, estamos en medio de la acerca y yo miro a todos lados mientras que él coge mi mano con fuera y tira de mí, hacia el final de la calle en donde hay un coche aparcado. Él se vuelve a mí, sonriente—. Vámonos.   

     

 

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