EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 31

 Capítulo 31

 

Yoongi POV:

25/07/1995

Domingo, cinco días después.

 

Me paso las manos por el pelo y después por el rostro. Respiro con intensidad e intento relajar mis minúsculos a primera hora de la mañana. Son las nueve, pero para mí es aún muy temprano y me dejo caer en el sofá mientras resoplo con fuerza. Tendría que levantarme a hacer algo de comer. Taehyung no se levantará hasta más tarde, pero no me sorprendería que se levantase de inmediato, ahora que ya no necesita la morfina, tiene horarios irregulares para dormir. Jungkook por el contrario le ha cogido el gusto a madrugar y eso me resulta siempre una molestia, porque cuando llego al salón ya está con una fina capa de humo revoloteando a lo largo y ancho del techo. Esta vez soy yo el que se enciende un cigarrillo el primero y me lo quedo mirando con una expresión cansada y entristecida, a la par que levemente consumida.

Ha pasado casi una semana desde que nos hemos instalado en esta casa y cada día espero por que nos llegue la información de Namjoon y podamos aguantar un día más sin que la policía irrumpa en el piso con porras y pistolas. La idea siempre me quita el sueño y es efectivamente este el motivo por el que me he levantado de la cama y me he conducido al salón para despejar la mente de cualquier recuerdo o creación propia de mi mente que me de la inseguridad que no necesito. El humo del cigarrillo comienza a ondear en el aire y asciende poco a poco mientras fuera las nubes comienzan a despejar un sol que amenaza con ser radiante. Al mirarlo me doy cuenta de que lo odio. No sé porqué ni desde cuando, pero es así.

—¿Despierto? –Me pregunta Jungkook mientras aparece solo en pantalones por la puerta del salón y se restriega una de las manos por los ojos, sin mirarme. Se conduce a la cocina sin dejarme tiempo a contestar—. ¿Has desayunado?

—No, me he levantado hace poco.

—¿Quieres que te prepare algo? –Me pregunta mientras se gira para mirarme y sus mejillas se enrojecen momentáneamente, retirándome de nuevo la mirada. Cuando recaigo en mi mismo me doy cuenta de que estoy en ropa interior sobre el sofá. Tan solo es un leve rubor pero a mí me hace sentir incómodo.

—No, no tengo hambre. –Le digo mientras él asiente y se interna en la nevera con un bostezo y comienza a sacar cosas para él. Acaba sirviéndose un vaso de zumo y corta un trozo de bizcocho. Tampoco hay mucho más para elegir, por lo que no tiene que pensárselo demasiado. Cuando se acerca al sofá lo primero que hace es mirarme con una sonrisa amable y yo le hago espacio en el sofá mientras él deja el vaso de zumo y el plato con el bizcocho en la mesa. Antes de comenzar a comer, y mientras yo le doy una calada al cigarrillo, él se deja caer con la espalda sobre el respaldo y suspira largamente, pasándose las manos por el rostro, despejándose la frente del pelo.

—El tatuaje de tu espalda. –Dice, sobresaltándome mientras me giro a él y le miro con el ceño fruncido. Me señala la espalda con un dedo y después pasa su mano por algún lugar del tatuaje cerca de mi omoplato izquierdo—. Me gusta.

—Gracias. –Digo—. Fueron varias sesiones. Unas alas no se hacen en un día.

—¿Fue el más doloroso?

—No. Fueron los de los dedos. –Le enseño los dedos con las palabras “Amor, vincit, omnia”—. Tengo los dedos delgados y la aguja estaba muy cerca del hueso.

—Uf. –Suspira frunciendo el ceño como si le hubiese dolido a él y se retuerce las manos una con otra. Yo sonrío y extiendo mis brazos en forma de cruz.

—¿Cuál te gusta más? –Le pregunto curioso y me sorprendo a mí mismo haciendo por primera vez esa pregunta, pero ante mis bajas expectativas, él responde casi al instante. Me señala las manos yo frunzo el ceño.

—Los de los dorsos de las manos. El corazón y el cerebro. –Me dice y yo le miro frunciendo el ceño mientras le extiendo a él mis manos después de llevarse el cigarrillo a los labios y sujetarlo ahí.

—¿Estos? –Le pregunto confuso y él asiente.

—Sí. La eterna lucha entre la inteligencia y los sentimientos.

—No es exactamente eso. –Le digo, confuso—. Sino lo que te dicta la mente y lo que te dicta el corazón.

—¿Acaso lo que yo he dicho no es lo mismo? El cerebro toma sus decisiones a través del instinto y la experiencia que tiene consigo, por lo tanto la inteligencia. Y el corazón toma sus decisiones… —se corta, a sí mismo—, bueno, en realidad el corazón no toma ninguna orden, ni siquiera la de palpitar porque no tiene autonomía, como podría ser en el caso de muchos insectos. El corazón solo es un órgano muscular con la única función de bombear sangre al resto del cuerpo. Es tan imprescindible como el hígado o cualquier pareja de órganos como riñones o pulmones. Si te quitan los dos pulmones. Caput. –Yo me le quedo mirando con rostro serio.

—Me he perdido. –Le digo, negando con el rostro.

—No importa. A lo que me refiero es que no me gusta la capacidad de toma de decisión que la sociedad le ha dotado al corazón. Es estúpida, pagana y sin fundamento. Solo es músculo, carne, que palpita. –Con su mano crea un puño cerrado y lo mueve como si palpitase. Me quedo mirando su mano, estupefacto.

—Estoy de acuerdo contigo, pero aun así…

—Eso de entregarle tu corazón a una persona. ¿Qué significa exactamente? Yo prefiero regalar un riñón, que, en caso de desamor, me queda otro por ceder. –Río sin querer y él sonríe conmigo—. Es verdad.

—Entregarle a una persona tu corazón es un símbolo de que dejas en manos de esa persona la voluntad de amarte o de matarte, pues sin corazón no se puede vivir.

—El cerebro. –Dice, como si no estuviera escuchándome—. Eso sí que es un gesto de amor. Decirle a alguien que le entregas tu cerebro, tu inteligencia y todo lo que este contiene.

—Te entrego mi cerebro… —Digo, paladeando la sensación—. No suena tal folclórico. –Me quejo.

—No tiene que sonarlo. –Dice, pero piensa unos segundos—. De todas formas yo no le daría a nadie mi cerebro. No creo que nadie supiera apreciarlo tanto como yo y además yo le tengo una utilidad. –Vuelvo a reír y le doy una calada al cigarrillo.

—No tienes remedio. –Le digo y se encoge de hombros mientras se sienta al borde del sofá y empieza a comer en silencio. Yo me reclino en el sofá y me quedo mirando de nuevo el cigarrillo, pensando en que debo decírselo, y debo hacerlo ahora—. Entonces… por lo que he entendido, tú siempre haces caso a tu cerebro…

—¡Claro! –Dice, divertido—. Ni lo dudes.

Yo asiento mientras doy un largo suspiro y toco el brazo de Jeon, llamándole la atención.

—Em… Jeon. Tenemos que hablar. –Le digo mientras él da un respingo y me mira con las mejillas llenas de bizcocho. Me arrepiento al instante porque siento que puede atragantarse pero traga de golpe y bebe un poco de zumo mientras se vuelve de nuevo a mí y se me queda mirando con preocupación. Preocupación que le ha transmitido mi expresión, la cual le adelanta que esto no va a ser fácil.

—No quiero oírlo. –Me dice mientras se niega en rotundo y bebe un poco más de zumo. Yo no digo nada porque me deja levemente impactado pero no han pasado cinco segundos y vuelve a mirarme, exaltado—. Era una forma de hablar. ¿Sabes? En realidad nuestra toma de decisiones está basada en nuestra experiencia sentimental, si algo nos ha hecho daño…

—Déjalo, Jeon. –Le digo negando con el rostro pero él palidece y traga en seco, haciendo que su nuez se mueva levemente. Él suspira y se torna serio y algo más maduro.

—No sé qué vas a decirme, pero tienes la misma cara que Jimin cuando me dijo que se marchaba. –Me suelta y yo estoy a punto de decir algo, abriendo mis labios, pero bajo la mirada y suelto un largo suspiro que él toma como respuesta afirmativa. Es justo en este momento cuando Jungkook alcanza a comprender la importancia de la situación y se deshace de cualquier sentimiento infantil, se limpia los labios con la servilleta y se sienta de lado en el sofá, de cara a mí y me quita el cigarrillo de los labios a punto de terminar para estrellarlo contra el cenicero y no ser este una distracción para mi mirada—. Dime. Vamos. –Me apremia.

—Voy a ir a buscar a Jimin. –Le digo sin miramientos, haciendo que la fuerza de mis palabras caiga a nuestro alrededor. Él las escucha una a una y deja que nos aplasten como losas.

—¿Ahora? ¿Hoy? –Pregunta aturdido—. ¿Vas a volver? ¿Cuándo iremos? –Pregunta pero yo niego con el rostro, no pudiendo hacer frente a todas sus preguntas. Voy una por una.

—Hoy, cuando anochezca. Pero nada de iremos. –Suspiro—. Iré yo solo. Tú debes quedarte aquí, al cargo de Taehyung, de la casa… —Niega con el rostro.

—No pongas a Taehyung como excusa, él puede valerse solo. –Reniega de mis palabras—. Y él puede quedarse a la espera de que nos llegue la información…

—Jeon. –Le cojo una mano pero él me la aparta.

—No uses el contacto físico como motivación para mi comprensión.

—Tenemos que ir a buscarle. –Le digo, más serio—. Él no sabe nada, y de saberlo, no puede encontrarnos. ¿Vamos a dejar que se quede ahí, en esa ratonera?

—Estoy de acuerdo en eso, pero no en que vayas solo ni en que nos dejes aquí.

—Os dejo en las mejores manos, en las tuyas. –Le digo como halago pero él niega el rostro, desconforme.

—No me adules, eso es juego sucio.

—Entonces te trataré como quieres, con frialdad y con datos relevantes. –Me yergo un poco más—. Esta es la situación: No podemos dejar el piso solo ni tampoco quiero que sea una sola la persona que se quede aquí. En cualquier momento puede llegar la información de Namjoon que necesitamos pero también pueden asaltarnos el ejército entero, y una sola persona no es rival ni seguridad para salir de esa. Pero por otra parte tenemos que ir cuanto antes a Busán a buscar a Jimin, como sea. El tiempo va en nuestra contra. Namjoon debería haber filtrado información de él ya. ¿No lo ves? Es algo inminente y él está encerrado en una trampa. Y alguien tiene que ir a advertirle. Yo solo iré más rápido y…

—¿Cómo irás?

—Pues tal como hemos llegado aquí. Cogeré un coche prestado, alguno que vea que lleva varios días sin ser tocado, y cuando volvamos lo dejaré en el mismo desguace. Si no ha dicho nada con el otro coche se creerán que ha regresado Papá Noel.

—Sigo pensando que no es buena idea. Él no querrá volver, y menos si vas tú a buscarle. ¿Te recuerdo por qué se fue?

—Harías bien en recordármelo, pero voy a ir de todas formas. Si no quiere venir, le traeré a rastras, pero su vida está en juego, y la nuestra también.

Jeon da un largo suspiro. Piensa unos segundos pero sabe que tengo razón y que no hay alternativa. Pero frunce el ceño y chasquea la lengua.

—¿Vendrás en el mismo día?

—¡Claro! ¿Qué te crees? ¿Qué me voy a quedar a pasar la noche en la pensión Park? –Le pregunto y él vuelve a fruncir el ceño.

—Está bien. –Sentencia—. Pero como pase algo pienso hacer arder Corea. ¿Entendido? –Me pregunta señalándome con un dedo acusador y yo asiento, pálido—. Bien. Y ahora, desayuna, hoy necesitarás fuerza. –Me dice paternofilial pero antes de que se levante le agarro del brazo y él se detiene mirándome.

—¿Me dejas halagarte ahora? –Le pregunto y me mira, sonriendo, mientras asiente—. Sé que dejo esto en buenas manos y de veras que desearía llevarte conmigo, pero sabes que debe ser así. Eres el mejor. –Beso su brazo y él se ruboriza de nuevo.

—¿Eso es halagarme?

—¿Y qué quieres que diga?

—Que soy el más inteligente, maduro, astuto, suspicaz y mejor dotado chico con el que te has topado. –Ahora es mi turno de ruborizarme y le doy un empujón fuera del sofá mientras él estalla en carcajadas.

—¡Ve a prepararme el desayuno, niño sinvergüenza!

     

 


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