EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 26

 Capítulo 26

 

Yoongi POV:

19/07/1995

 

Despierto aturdido y algo dolorido. Me duele todo el cuerpo por el cansancio y las malas noches que he pasado durante días. Cuando me revuelvo unos segundos no me siento ubicado y me encuentro desorientado, palpando las sábanas a mí alrededor. Una fina sábana blanca cubre mi cuerpo mientras que el resto de mi piel está desnuda a excepción de la ropa interior. Calzoncillos y calcetines. Me paso la mano a través del pecho y el vientre, sintiendo el vaivén de mi respiración mientras sin abrir los ojos intento encontrarme dentro de mi memoria. No recuerdo qué ha sido lo último que ha sucedido, tampoco qué es esta sensación de limpieza y dulce olor a coco que recorre mi cuerpo y cuando me paso la mano por el pelo lo encuentro levemente húmedo pero sedoso y limpio.

Respiro profundamente y abro los ojos para encontrarme una habitación a oscuras solo iluminada por la luz que entra por la ventana a mi lado. Es una luz clara, azulada, pero aun no es de día. La luz tiene matices anaranjados de las farolas sobre la calle y la leve brisa que sopla mueve las cortinas hacia delante con una sinuosidad deliciosa. A lo lejos se oye algún coche pero en realidad se siente todo muy silencioso. Acabo de recordar todo hasta este momento. El coche, la lasaña, la ducha y la imagen del cuerpo dormido de Jeon sobre el sofá. Me paso la lengua por los labios, con la inmediata y urgente necesidad de beber agua pero me quedo un segundo más mirando alrededor mientras me decido si levantarme o no. Acabo por hacerme a la idea y salgo de la cama con la sensación de que el cuerpo se resiente por todas partes. Me cuesta erguirme, me cuesta bajar los pies. Dormir durante noches en un asiento de coche no es nada reconfortante y cuando me pongo en pie tengo que sujetarme a la pared de mi derecha.

Me estiro evitando no romperme y camino en dirección a la puerta. Cuando salgo, la luz procedente del comedor me sobresalta pero no me alarmo lo suficiente como para volver al cuarto. Me pueden el sueño y el cansancio, por lo que continúo hacia delante y llego al salón para ver a Jeon sentado en el sofá, con una expresión cansada y la mirada perdida. En una mano tiene una manzana de las que compramos ayer, un par de mordiscos en ella, y sobre la mesa delante de él, un cuchillo y un plato, con una servilleta. Él no me oye aparecer hasta que es demasiado tarde y paso a formar parte de su visión, dirigiéndome a la cocina. Él se sobresalta con la manzana en las manos y me mira sorprendido pero con una sonrisa en los labios, casi avergonzado.

—Ho—Hola… —Dice colocándose mejor en el sofá. Se quedó dormido sobre este sin abrirlo, por lo que ha dormido en el sofá sin más. Hay una manta sobre su regazo y tiene los ojos aún adormilados, no ha despertado hace mucho. Al lado del plato con el cuchillo tiene un vaso de agua.

—Hola. –Le digo casi receloso—. ¿Qué hora es? –Le pregunto y él mira el reloj de pared colgado detrás de él.

—Las cinco y media. –Suspira cansado, como si se acabase de dar cuenta de ello. Con una mueca de indiferencia se deja caer sobre el respaldo del sofá.

—Vaya… —Camino hasta la cocina para servirme un vaso de agua de la garrafa de la nevera mientras él me vigila con una atenta mirada—. ¿Qué haces levantado estas horas? ¿Almuerzo de madrugada? –Le pregunto.

—Algo así. ¿Y tú? –Me pregunta y yo alzo el vaso de agua en mis manos.

—Tenía sed. Además, me duele todo el cuerpo. Creo que no pienso volver a dormir en un coche en la vida. Es peor que en la celda de la cárcel. –Le digo sonriendo y él sonríe conmigo. Me acerco hasta él y le señalo el espacio vacío a su lado en el sofá—. ¿Puedo hacerte compañía?

—Claro. –Dice animado mientras quita la manta en donde voy a sentarme y cuando lo hago arropa mi regazo con la manta. Huele a él. Miro alrededor. Las luces que están encendidas son solo la lámpara a su lado y unas pequeñas LEDs sobre la estantería. Crean una atmósfera íntima y acogedora. Él le da un muerdo a la mañana. El sonido crujiente me da hambre.

—¿En qué pensabas? Parecías absorto…

—Absorto… —Repite él pensativo—. Pensaba en mis padres. –Dice sincero y yo paso mi mano a través de la suya sobre su regazo.

—¿Estás bien? Entiendo que todo esto… es una situación difícil…

—Lo sé. Puedo con ello. –Me dice seguro, asintiendo—. Pero no puedo evitar pensar en ellos. Me siento… traicionado.

—No te sientas de esta forma. –Estrecho mi mano con la suya y sus dedos se entrelazan con los míos. La manzana en su otra mano vuelve a sus labios. Yo bebo un poco de agua. Mientras el silencio dura, mientras él busca una respuesta a mis palabras, se queda mirando los tatuajes de mi mano, y estos a través de mí brazo. Me mueve la mano para ver mejor, yo le dejo hacerlo porque su contacto es extrañamente gratificante.

—A veces me siento así, traicionado. –Vuelve a la conversación—. Pero otras veces no puedo evitar echarles de menos. Sentirme desprotegido sin la dependencia que tenía de ellos. ¿Entiendes? Saber que ya no puedo acudir a ellos si tengo algún problema, lo que sea, me hace sentir pequeño e indefenso.

—Lo entiendo. –Le digo frunciendo el ceño—. Pero me tienes a mí.

—Eso no me reconforta, cuando ambos estamos metidos en la misma clase de problemas.

—Lo entiendo. –Le digo otra vez, está sonriendo—. Pero supongo que esta sensación tendría que llegarte en algún momento. A todo el mundo le llega, o bien porque sus padres se mueren, o porque abandonan a sus hijos a su suerte o en mi caso porque el hijo decide irse. Así de sencillo. De un día a otro, es como si no tuvieras padres, ni protección. Tienes que empezar a valerte por ti mismo.

—Lo sé, y lo hago, pero es esa sensación psicológica, la que no me deja dormir.

—¡Vaya! Pensé que era porque tenías el cuerpo molido como yo. –Chasqueo la lengua—. ¿El sofá es cómodo?

—Sí, más que el coche…

—¿Taehyung se ha levantado?

—No que yo sepa. Se despertará tarde, entre el cansancio del camino hasta aquí y el chute de morfina…

—No pasa nada. –Le digo—. Yo tampoco tengo intención alguna de salir a ninguna parte hoy. Taehyung me da envidia, yo también quiero un poco de morfina… —Suspiro y Jungkook me da un codazo, soltándome la mano.

—Si hubiera de sobra, hasta yo me pinchaba, pero no tenemos más que un par de noches más, y él las necesita…

—¿Te cuento un secreto? Pero no se lo diremos a Taehyung… ¿vale? –Le pregunto y él se inclina hacia mí para escuchar mis susurros, asintiendo—. Hay una botella de Jack Daniel’s en el armario. Al fondo. Alguien la ha empezado ya pero hay suficiente para unas cuantas copas… —Murmuro y Jungkook sonríe divertido mientras niega con el rostro.

—No tienes remedio… —Suspira y yo me acurruco más a su lado. Él deja la manzana a medio comer en la mesa y se limpia la mano. Después pasa un brazo por mis hombros y me abraza con fuerza. Sentirle de esta forma siendo menor me resulta menos incómodo de lo que yo esperaba. En cierto modo me siento levemente descuadrado en la realidad, como si no encajase todo a la perfección, pero una parte de mí no desea otra cosa, no deseo más que quedarme en silencio y dejar que todo pase, dejar todo atrás, como en una vida paralela. Los brazos de Jeon consiguen eso, que la realidad se desdibuje hasta que todo quede resumido a un silencio, a un instante, a una sonrisa. Una mirada. Siempre es suficiente—. ¿En qué piensas? Ahora eres tú el que se ha quedado absorto.

—Tengo sueño. –Digo, y vuelvo a beber un poco de agua—. Y me siento cansado, pero no quiero dormir. No puedo. Es raro.

—Estrés acumulado. –Dice tranquilo y apoya su nariz en mi cabeza. He notado que lo hace a menudo. Yo apoyo mi mejilla en su clavícula.

—Supongo. –Digo y vuelvo a coger su mano entre la mía—. ¿Qué es lo que más extrañas de una vida normal?

—¿Una vida normal? –Pregunta, divertido.

—Sí. Ir a clase, salir a dar una vuelta, no huir de la policía. Esas cosas…

—Echo de menos leer. –Dice, tranquilo—. Leer tranquilo, sentido en mi cuarto en silencio. Sin la presión de que tengo que salir corriendo en cualquier instante…

—Yo también echo eso de menos de estar en la cárcel. La seguridad, la tranquilidad… es irónico, pero es verdad. La vida real es un desastre. –Me acurruco más y me arropo con la manta. Él se tumba en el sofá y me lleva con él a su lado. Me escondo en la línea de su cuello y él me rodea con los brazos en la cintura y la espalda. Me arropa y me besa en la frente.

—Creo que deberías dormir. –Me dice—. Gracias por todo lo que has hecho por nosotros. Cuidarnos, conducir todos estos días…

—Me habéis salvado la vida. Es lo menor que puedo hacer, ¿no?

—La vida es una insignificancia. Vivir, morir…

—¿De qué cuernos hablas? –Le pregunto divertido.

—No importa. –Me besa sobre un ojo—. Duérmete. Mañana nos beberemos la botella entera de whiskey y escucharemos música en mi walkman.

—¿Te has traído el walkman contigo? –Pregunto sorprendido.

—¡Claro! Me lo llevaré al infierno.

—Ya estamos en él.   

     

 

 

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