EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 25

 Capítulo 25

 

Jungkook POV:

19/07/1995

 

Llegamos al frente de un edificio cualquiera. Es un edificio tan vulgar que pasa desapercibido en toda la calle. A punto estoy de pasarme de largo cando veo que Yoongi se detiene delante de una puerta de de un portal gris oscuro. Incluso la puerta tiene una apariencia vulgar y mediocre. Un poco sucia, un poco desgastada. La pintura está desprendida en algunas partes, sobre todo al lado de la cerradura y en la parte inferior en donde las personas ponen el pie para empujar de ella y abrir. La primera reacción de Yoongi es empujar la puerta esperando que esté abierta y no tenga que forzarla. No funciona. Me mira sosteniendo con picardía y se saca del bolsillo del pantalón una horquilla. La misma horquilla que nos ha traído hasta aquí. Yo desvío la mirada y me quedo mirando la calle vacía. Son casi las dos de la mañana y apenas hay dos o tres personas en la calle. Unas cuantas en la acera de enfrente y otra a lo lejos de esta, alejándose de nosotros. Las farolas iluminan con una luz anaranjada toda la manzana y en el cielo no se ven muy bien la luna ni las estrellas. Entre la altura de los edificios y la contaminación lumínica ya no se ve más que una cúpula negra con algunos matices de azul oscuro. Alguna nube grisácea, casi negra. Algún murciélago revoloteando por la nada.

—Adentro, muchachos…

Dice Yoongi con un pie sobre la puerta dejándola abierta mientras se mete la horquilla en el vaquero y camina dentro, haciéndose paso con las mantas y la bolsa de viaje. El camino ha sido duro pero más lo ha sido el silencio entre nosotros. Ha sido un silencio necesitado, pero no tanto como el descanso que nuestros cuerpos reclaman. Cuando nos adentramos en la oscuridad del portal me siento terriblemente apacible y reconfortado. Más por el angosto espacio que me protege que por la oscuridad que me oculta. Desaparece todo signo de claustrofobia y Yoongi me mira señalándome las escaleras con la mirada. Él camina delante y nosotros le seguimos con paso ligero por la emoción.

—¿Vamos a tener que usar horquillas cada vez que queramos salir y entrar en casa?

—No, no te preocupes. –Dice mientras se pone un dedo sobre los labios—. Y shh… pueden oírnos. Esto es un bloque de pisos normal y corriente. Aquí vive gente normal…

—¿Normal como nosotros o normal normal? –Pregunta Taehyung y yo me giro a él, que camina escaleras arriba detrás de mí.

—¿Qué significa eso de normal normal?

—Gente normal. Gente con un trabajo normal, con una pareja normal, con hijos normales…

—¿Somos anormales nosotros? –Le pregunto.

—Somos fugitivos. –Me señala Yoongi y yo frunzo el ceño mientras ruedo los ojos y sigo subiendo las escaleras. Cuando llegamos al segundo piso de entre las seis puestas que hay nos conducimos a la que pone la letra “D” al lado de un “2”. Yoongi suspira largamente y se queda mirando alrededor. Deja la bolsa de viaje en el suelo y todos le imitamos. Se queda mirando al lado de la puerta el pequeño farolillo que hay.

—¿Vas a encender la luz? –Le pregunto pero él niega con el rostro mientras se pone de puntillas para meter la mano en el interior. Lo hace con una mano sujetándose en la pared y la otra hurgando dentro. El farolillo tiene forma de flor boca arriba.

—Ag, esto está lleno de mierda. –Dice cuando saca la mano y lo primero que hace es sacudirla en el aire para desprender el polvo y la mierda que se ha pegado a sus dedos. Con dos de ellos sostiene una argolla metálica con dos llaves. Me las extiende para que yo abra la puerta mientras él se restriega la mano por el pantalón y chasquea la lengua un par de veces.

Yo me acerco a la puerta y miro amabas dos llaves. Una entiendo que es la del portal y la otra de la del piso. Pruebo primero con una de ellas pero como no abre lo hago con la segunda. Esta vez la llave entra suave y hasta el fondo, giro hacia la derecha y los engranajes suenan con estruendo mientras Taehyung se emociona y recoge las cosas del suelo. Cuando abro la puerta aun con las llaves colgando de la cerradura me sorprende la oscuridad y el olor a cerrado. El olor a polvo, olor a muebles recién comprados.

—Bienvenidos a casa. –Dice Yoongi mientras entra el primero arrastrando consigo la bolsa de viaje hacia el centro de lo que parece ser un salón. No estoy seguro de ello hasta que no entramos todos y doy la luz. Al dar al interruptor me sorprendería que no fuese, que no hubiese luz. Y al ver como salta una chispa y la luz se hace entorno a nosotros me hace sentir tremendamente reconfortado. Pero más lo hace la escena que se presenta delante de nosotros. Un hogar, una casa, un piso como cualquier otro. Una normalidad tan extraña que a mí me hace tener ganas de llorar.

El espacio consta de una estancia amplia en donde a la izquierda se encuentra lo que sería el salón, con un sofá una pequeña mesa y una ventana que al parecer da un patio interior dentro del bloque de piso y a la derecha una pequeña cocina con una ventana al exterior. En medio hay un pequeño pasillo con tres habitaciones. Aun no me atrevo a dar un solo paso y antes me quiero quedar mirando alrededor, pero Yoongi me llama la atención, hay que moverse.

—Abre ventanas. –Me da un codazo—. No hay tanto polvo como esperaba. Al parecer alguien ha estado aquí hace poco.

—¿Crees que volverán? –Pregunto mientras me acerco a la ventana del salón y Taehyung cae deslomado en el sofá, resoplando mientras se agarra el pecho en donde tiene aun la herida.

—No, no van a volver, sino no me habrían dejado el piso. Estos pisos los tienen para este tipo de cosas. Si necesitas esconderte o si necesitas esconder algo. Son pisos con muebles baratos, disposiciones básicas. La luz está enchufada a la comunidad de vecinos, y el agua también. Tenemos que consumir poco, para que no se note nuestra presencia. Pero tampoco quiero pensar a largo plazo. Puede que en una semana tengamos que salir volando de aquí. Ya veremos cómo se desarrollan las cosas. –Dice con un suspiro mientras se dirige a la cocina y abre la ventana de esta. Después mira por los muebles—. ¡Genial! Tenemos conservas y algunos botes de fideos instantáneos. –Rápido se dirige a la bolsa de la comida y mete en la nevera la fruta y la comida precocinada. Es una pequeña nevera al lado de la lavadora pero es suficiente.

Mientras él hace eso yo me dirijo a las habitaciones y lo primero con lo que me encuentro es un pequeño baño que me hace sentir tremendamente afortunado. Doy un salto de alegría al ver la ducha y estoy a punto de meterme en el interior si no fuera porque la curiosidad de ver el resto de la casa me puede. Hay dos dormitorios. El primero algo más amplio que el segundo. Uno de ellos, el más amplio, da al exterior mientras que el segundo da al interior del bloque. Las camas parecen tan cómodas, a pesar de que huelan a recado, a polvo, y si me apuras puede que haya hongos por alguna parte pero me ciega la sensación de seguridad y el cansancio físico. También quiero tirarme sobre una de las camas, quiero dejarme acurrucar por las sábanas, pero Yoongi vuelve a reclamarme en el salón.

—Debes pinchar a Taehyung, es tarde ya.

Regreso al salón para ver a Taehyung con una mueca de cansancio y dolor sujetándose el brazo con el que ha cargado la mochila y yo asiento, ahora cegado por mi madurez y por la responsabilidad.

—Está bien. –Digo rebuscando en la mochila de Taehyung la morfina y una de las agujas y me acerco a Taehyung que se está desvistiendo en la parte superior del cuerpo—. ¿Cómo vamos a hacer con los dormitorios? –Le pregunto a Yoongi que sigue revoloteando en la cocina, metiendo el agua en la nevera—. Solo hay dos habitaciones…

—El sofá es un sofá cama. –Me dice mientras me señala el sofá en el que acabo de sentarme al lado de Taehyung y yo frunzo el ceño mientras él se encoge de hombros.

—Bien. ¿Cómo nos organizamos? –Le pregunto a Yoongi y este se encoge de hombros.

—Es muy sencillo, yo soy el mayor, y además he conseguido el piso, por lo que me quedo con el dormitorio más grande, y Taehyung es el segundo más grande y necesita buen reposo para su cuerpo, por lo que…

—Por lo que yo me quedo en el sofá. –Le digo a Yoongi, con el ceño fruncido, a pesar de que sus palabras son lógicas y coherentes.

—Exacto. –Me dice y Taehyung se me queda mirando con una expresión de pena mientras que yo extraigo la morfina del pequeño botecito.

—Puedes dormir conmigo si quieres… —Me dice en voz baja sin que Yoongi nos oiga pero yo niego con el rostro.

—Soy un desastre por las noches y me muevo mucho. –Me excuso—. Seguro que no te dejaría dormir. –Niego con él rostro y él asiente, satisfecho con mis palabras. Me muestra el brazo y yo le inyecto la morfina muy despacio. Ya no se queja ni pone muecas raras. Tal vez lo necesite lo suficiente como para no tener motivos para quejarse. Cuando saco la aguja él suspira y yo tapo la herida con un poco de algodón. Cuando deja de sangrar le doy un beso en el hombro y él me da uno en la frente.

—Creo que necesitas una ducha. –Me dice sonriendo y yo frunzo el ceño ofendido—. Todos la necesitamos—. Chasqueo la lengua.

—Vamos, a la cama. –Le digo y le ayudo a ponerse en pie mientras llevo sus dos mochilas con él a la habitación. Él se deja caer en la cama y rebusca en una de sus bolsas el pijama.

—¿Necesitas ayuda?

—No. –Me dice, sonriendo pícaro—. Puedo yo solo. –Me guiña un ojo y yo ruedo los míos mientras salgo de la habitación y cierro detrás de mí. Cuando vuelvo al salón encuentro a Yoongi llevando su bolsa de viaje a su habitación mientras me señala el baño con la mirada.

—Ve a ducharte. –Me sonríe—. Yo iré después.

—¿Seguro? –Le pregunto mientras me mira desde el interior de la habitación y yo me comienzo a desabrochar la camisa—. ¿No quieres meterte conmigo? Ahorraremos agua… —Le guiño un ojo y él se ruboriza violentamente mientras niega con el rostro y chasquea la lengua no tomándome en serio—. Tú te lo pierdes. –Le digo frunciendo el ceño, fingiendo estar ofendido y cojo una muda de ropa y me meto al baño. Cuando estoy dentro desvistiéndome Yoongi golpea repetidas veces la puerta.

—Haré algo de comer, tengo hambre. ¿Quieres algo?

—¿Puedo pedirte a ti con un poco de chocolate? –Le pregunto aguantándome la risa y él vuelve a golpear la puerta, pero de seguro que si esta no hubiera estado de por medio me habría golpeado a mí.

—Haré la lasaña. Estúpido. –Me dice mientras se aleja y yo me río para mí mismo mientras meto un pie dentro de la ducha y enciendo el agua. Al principio el agua que corre es un poco amarillenta pero después se aclara con un par de rugidos de las cañerías y después sale cristalina. La sensación del agua limpia humedeciéndome el pelo, los hombros, el trasero, se me hace la sensación más placentera que he tenido en días y me apoyo en los azulejos del interior de la ducha mientras dejo que el agua fría me recorra el rostro. Aguanto la respiración y me paso las palmas de las manos a través de mi cara. Escupo, sonrío, y repito el proceso. Cuando me siento satisfecho me enjabono el cuerpo con mis útiles de higiene y después el pelo. Cuando salgo me siento renovado, como si me hubiese pasado días durmiendo o como quien se fuma un canuto de cannabis. Me siento que no es mi cuerpo pero tampoco puedo deshacerme de él, porque me encanta. Salgo completamente desnudo de la ducha y rebusco toallas en algún lugar. Solo encuentro una, en un pequeño armarito en el baño y me la paso por el pelo, después por los hombros y los brazos, por la ingle y me la acabo atando a la cintura.

Después el paso más complicado, mirarme al espejo. Cuando lo hago ni siquiera me doy cuenta de que me estoy mirando, pero cuando reacio en mi expresión, me siento terriblemente sorprendiendo al no haberme reconocido. Hace días que no me miro y al verme de nuevo tras un par de días que han sido como semanas, o incluso meses, no me reconozco y me creo que en realidad hay otra persona en el baño conmigo. Pero no es real. Este soy yo y no puedo evitar llevar mis dedos a las ojeras que se han formado debajo de mis ojos y al pelo húmedo que cae por mi frente. Me lo retiro hacia atrás pero vuelve a caerse hacia delante. Me muerdo el labio inferior y me paso la mano por la barbilla, por donde asoman unos cuantos pelos rebeldes. Sin pensármelo demasiado saco la espuma de afeitar y la cuchilla y me afeito mirándome de vez en cuando en el espejo.

Cuando termino me pongo la ropa que he traído conmigo, unos calzoncillos y unos pantalones grises holgados y unos calcetines negros. Salgo del baño temiendo resbalarme con la humedad por el suelo y cuando llego al salón pongo la ropa que me he quitado sobre el sofá. Yoongi me espera en la cocina de brazos cruzados mirando el microondas en movimiento. A su lado está el pequeño embase de aluminio de la lasaña. Paso por su lado para rescatar mi maleta y la abro sacando de ella toda la ropa sucia y usada. Para ello llevo prenda por prenda a mi nariz y arrugo la nariz dependiendo de la intensidad del olor. Casi toda la ropa interior y la mayoría de las camisas van a la lavadora. Por no hablar de los pijamas.

—Voy a poner una lavadora ahora. –Digo mientras Yoongi me mira desde la cocina. Comienzo a separar la ropa de color de la blanca en el suelo del comedor.

—¿No puedes ponerte algo en la parte de arriba? –Me pregunta levantando una ceja y yo levanto una mía.

—¿No ves que no tengo una sola prenda de ropa limpia? –Le pregunto y él mira el estropicio de ropa que estoy montando en el salón.

—Lo siento. –Me dice mientras el microondas suena y yo cojo toda la ropa de color en el suelo que es más que la ropa blanca y la llevo directo a la lavadora. Tengo que hacer dos viajes y cuando estoy en la lavadora la meto toda a presión—. No la pongas aun. Luego yo saco mi ropa. También está toda echa un asco.

—Vale. –Le digo y miro alrededor—. ¿Hay suavizante y jabón?

—Solo jabón. Pero no mucho. Lo suficiente para lavarnos toda la ropa a los tres. –Dice mientras saca el plato con la lasaña. Dos porciones.

—Vale. Suficiente. Si lo llego a saber lavo toda la ropa antes de irnos del piso en donde estábamos.

—¿Has lavado la ropa en lo que habéis estado en el motel?

—No. No había lavanderías muy cerca.

—La cena está lista. –Me dice mientras pone la lasaña en un plato y me extiende uno de los dos tenedores que tiene en la mano. Yo suspiro largamente mirando la lavadora y me acabo levantando, me siento delante de él en la pequeña mesa del salón y comenzamos a comer en silencio. De vez en cuando cruzamos alguna mirada divertida y algunos comentarios sin importancia.

—Cuando termine de cenar iré a buscar la ropa para lavar y después me meto en la ducha. –Me mira más detenidamente—. ¿Te has afeitado? –Me pregunta casi divertido y yo tiño mis mejillas de un color rojizo.

—Sí. Y tú deberías hacerlo también. –Le digo y se pasa la mano por la barbilla mientras se mira a sí mismo. O al menos, lo intenta.

—¿Eso crees? –Pregunta confuso y yo me encojo de hombros—. Entre esto y el pelo vas a ser mi estilista… ¿hum?

—Idiota.  

     

 

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