EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 19

 Capítulo 19

 

Taehyung POV:

18/07/1995

 

Suspiro largamente mientras miro al dependiente a través del cristal de la luna y el de las ventanas de la gasolinera. Los ventanales están ocupados en la mayor partes de carteles publicitarios, tanto de productos alimenticios como de la propia gasolina. Veo al menos de tres tipos de gasolina diferentes, uno de cerveza, dos de helados y una especie de marca de comida japonesa. Suspiro de nuevo mientras enciendo el reproductor de música y se reproduce Jefferson airplane, cinta a la que ya nos hemos hecho y acostumbrado, la que suele acompañarnos en este largo viaje. No sé qué canción se reproduce pero cualquiera sirve para ahogar el vacío en el interior del coche. Sigo mirando el cristal de la gasolinera. Varios carteles de “Se vende coche” y un estante de revistas de moda, deporte y algunas porno. Me quedo mirando una de ellas mientras escucho la canción que se reproduce y me dejo caer en el asiento. Comienza a hacer calor. Bajo la ventanilla, un coche aparca cerca de mí y me lo quedo mirando. Es un coche de color marrón con la pintura algo desconchada. Más pequeño que el nuestro. Pasan al menos cinco minutos en lo que despacha y vuelve a marcharse. Yo cuento unos diez minutos hasta que Yoongi y Jungkook vuelven a reaparecer.

Cuando los veo caminar en mi dirección me siento algo más apaciguado y me muevo al asiento del copiloto mientras le abro la puerta a Yoongi de su lado. Ambos se dirigen en silencio hacia el coche. Jungkook saluda con la mano al dependiente desde lejos y se mete en los asientos traseros mientras yo me coloco el cinturón y Yoongi entra a mi lado, trayendo consigo un olor afrutado que proviene de lo que oculta con tanto recelo su gorro. Mientras este arranca, Jeon se acomoda, se pone el cinturón en el asiento del medio y se pone la bolsa de plástico con la que ha salido de la gasolinera entre las piernas. Selecciona un par de cosas dentro. Suena cristal rozando entre él, seguro que ha comprado unas cervezas. Lo que busca es un periódico que me pasa nada más nos incorporamos en la carretera.

—¡Los ladrones de cuadros, nos llaman! –Dice mientras golpea mi pecho con el periódico. Lo despliego mientras leo los titulares y comienzo con una fría sesión de lectura mientras administro los comentarios de Jeon detrás de mí—. No han dicho aún nada de Jimin ni tampoco del motel ni del coche, pero es cuestión de minutos que relacionen el motel dado que dos taxis nos han dejado por la misma zona. –Se muerde el labio un segundo, pensativo—. Ya saben que te has largado del hospital, y que hemos sacado a Yoongi de prisión. ¡Le va a caer una al presidente de la prisión!

—Es justo, supongo. –Digo, frunciendo el ceño—. Tráfico de influencias, corrupción, usar presos como moneda de cambio para el beneficio de las artimañas de políticos, también corruptos…

—Se llama democracia… —Dice Jeon con sorna y Yoongi sonríe, mientras baja el volumen de la música.

—Yo no lo habría dicho mejor. –Suspira y me dejan unos segundos para que lea el periódico y me haga una idea de cómo funciona el mundo y como avanza este al margen de nosotros. Esa es la sensación que me da, de que huimos de la realidad y las noticias son nuestro único medio de conexión con el tiempo y el presente. Si no leyésemos las noticias es muy probable que consiguiésemos completa desconexión. Que idea tan reconciliadora.

Cuando termino de leer el periódico se lo paso a Jeon de nuevo y este me extiende otra de las chocolatinas y una de las botellas de agua que hay en la parte trasera del coche. Doy un trago y mientras abro la chocolatina miro directo a Yoongi que conduce en silencio sin perder de vista la carretera. Me quedo mirando la forma de sus manos sujetando con decisión el volante para conducirnos a ninguna parte mientras intenta por todos los medios hacer como si nada mientras una gota de agua cae a través de su cuello de lo que quiera que se esconda debajo de su gorro. Con un gesto de su mano se pone las gafas de sol que colgaban del cuello de su camisa y se acomoda mejor en el asiento, incómodo por mi mirada. 

—Yoongie… —Canturrea Jeon desde el asiento trasero mientras Yoongi enrojece levemente por oír su nombre de esta manera.

—¿Qué? –Pregunta serio mientras mira al frente.

—Deberías quitarte el gorro. Tienes el pelo húmedo. Deberías bajar la ventanilla para que se te seque con el aire.

—¿Le ha quedado bien? –Le pregunto a Jeon girándome en el asiento y Jungkook asiente mordiéndose el labio inferior.

—Yo casi me corro cuando le he visto. –Murmura y Yoongi da un respingo mientras yo frunzo el ceño exaltado por sus palabras.

—Quiero verlo. Jeon tiene razón, no deberías quedarte con el pelo húmedo. –Ahora me dirijo a Jeon—. ¿No se lo ha secado?

—Ha metido la cabeza debajo de un secador de manos eléctrico, pero no se le ha secado del todo, y como no te lo saques, no te va a quedar bien… —Le dice a Yoongi con voz acaramelada y este suelta un resoplido y se quita el gorro lanzándoselo a Jeon hacia atrás. Yo doy un respingo y suelto un “OH” mientras me retrotraigo en el asiento, impactado por el color.

—¡Ni una palabra! –Nos amenaza pero yo niego con el rostro mientras compruebo el contraste de su piel y el de su pelo, junto con el de los tatuajes que surgen de debajo del cuello de la camisa. Jeon desde atrás se relame los labios y yo intento aguantarme la risa, tapándome la boca.

—¡A que le queda bien! –Yoongi, a las palabras de Jeon, da un leve frenazo que le hace agarrarse a ambos asientos delante de él—. ¡WOW! ¿Qué haces, joder?

—He dicho que ni una sola palabra al respecto. –Se queja frunciendo el ceño y yo me limito a morder la chocolatina mientras Jeon se acomoda de nuevo en su asiento aun con una expresión de susto por la maniobra de Yoongi para alertarle. A los minutos Yoongi baja la ventanilla de su lado y Jeon baja la de su lado contrario a la de Yoongi. Detrás de mí se escucha un chasquido y veo por el retrovisor a Jeon apoyado contra la ventana mientras fuma un cigarrillo y a Yoongi frunciendo el ceño mientras conduce con las manos apretadas al volante. La canción se para, la cinta se queda en silencio, y vuelve a surgir del silencio una nueva canción que tampoco reconozco.

—¿Vamos a comer? –Pregunto a la nada esperando que alguien me conteste y Yoongi es el primero que lo hace.

—Sí. Vamos a buscar un poco de sombra para el coche. No es bueno para el coche ni para nosotros estar todo el día al sol. Estoy buscando por aquí cerca un hotel o algo que tenga aparcamiento con resguardo para los coches, o una arboleda, o algo. Me duelen ya los ojos.

—Vale. –Contesto pensando en la comida que nos queda. Yoongi se me adelanta.

—Tenemos aún un poco de empanada de carne y fideos. Con suerte podemos hacernos con un dispensador de agua caliente.

—Tenemos dentro de poco que hacernos con algo de comida. La poca que podamos comprar que no se pudra en el maletero del coche.

—Lo sé. Algo de fruta no estaría mal…

—Esto de ser rostros conocidos… —Murmuro mientras me termino la chocolatina.

—No tienes ni idea. –Suspira Yoongi y yo miro a Jeon por el retrovisor que mira fuera, apoyado en la ventana sobre su brazo.

A la media hora paramos en la parte trasera de un hotel desde donde se puede ver a lo lejos el tumulto de la ciudad de Daegú. Se pueden ver ya las copas de los edificios como si de una jungla se tratase y alrededor, nada, la nada más absoluta en la que nos encontramos nosotros. En esta carretera ya se pueden ver más presencia de hoteles, algunos restaurantes de carretera, algunos polígonos industriales…

Con suerte nos hemos detenido en el primer hotel que hemos encontrado. Nos hemos desplazado hasta la parte trasera y hemos merodeado por ahí unos minutos hasta que hemos dado con el garaje al aire libre que tiene. Es una estancia rectangular rodeada de árboles y arbustos, algunos son rosales. En dos de los laterales tiene una placa metálica en forma de techo para que los coches que estén aparcados debajo no se mojen con la lluvia ni les dé el sol. En el tercero tiene la entrada por la que pasamos con la mayor discreción y la cuarta, justo la que tenemos enfrente, es el edificio del propio hotel. Este tiene una puerta trasera por donde seguro sale el personal de mantenimiento y otros. La idea de quedarnos a la sombra rodeados de arboleda nos parece más que sensacional y metemos el coche de espaldas entre dos coches a nuestro lado. A la derecha tenemos un Seat de color amarillento y a nuestra derecha un cuatro por cuarto de color verdoso oscuro. Casi parece un coche del ejército si no fuera por la pegatina que tiene en el cristal de la parte de atrás. “Bebé a bordo”.

Cuando paramos el coche el primero en bajar es Jungkook que se dirige tranquilo hacia el maletero mientras mira hacia todas partes asegurándose de que no hay nadie alrededor y Yoongi el siguiente. Yo tardo un poco más, intentando maniobrar con un brazo algo dolorido y cuando me bajo ambos están ya en el maletero rebuscando algo de comer. El sonido de bolsas de plástico, otras de cartón y el movimiento de las maletas me hace sentir levemente aturdido y cansado. Me apoyo en un pilar metálico de tejado detrás de ellos y sobre nosotros hay una dulce fragancia de rosas y tierra húmeda que me obliga a respirar profundamente mientras suelto el aire con una mueca cansada.

—¿Te encuentras bien? –Me pregunta Yoongi cuando me extiende una botella de agua y yo asiento con una sonrisa triste—. Si te duele, después de comer puedes inyectarte un poco…

—No. No te preocupes. Es solo que me siento agotado, sin motivo.

—Todos estamos igual. Son las horas dentro del coche. Es lógico.

—Voy a ver si en la parte delantera del hotel hay agua caliente. –Dice Jungkook mientras se lleva dos botellas de agua vacías—. Y de paso agua fresca.

Cuando ha desaparecido Yoongi se dirige de nuevo al maletero y corta un pedazo de la empanada de carne y me lo extiende cogiendo él otro y dejando una porción más grande que las nuestras para Jeon. Yoongi se acerca al arbusto cerca de nosotros lleno de rosas y coge una entre sus manos. Se acerca a olerla y sonríe mientras disfruta de un mordisco de la empanada.

—Creo que se ha enfadado contigo. –Le digo a Yoongi que me devuelve una mirada divertida y yo frunzo el ceño deslumbrado levemente por el sol.

—Lo sé. –Me dice y vuelve a prestarle atención a la flor pero yo chasqueo la lengua.

—Deberías decirle algo. No me gusta cuando está hiperactivo, pero cuando no lo está me da miedo. –Digo sonriendo y Yoongi ríe con mis palabras también.

—Ya, bueno. Tiene que aprender a desenfadarse solo. Estamos mayores para cogernos berrinches.

—Tal vez tengas razón. Pero me da miedo cuando se enfada.

—No tienes que preocuparte de nada. Contigo no se puede enfadar. –Suspira y yo no tengo respuesta para eso. Me siento en el maletero y Yoongi se gira de cara a mí. Durante unos segundos nos quedamos el uno mirando al otro mientras comemos en silencio. Cuando miro mi empanada me percato de algo llamativo y no puedo contenerlo por más tiempo.

—Tú y yo no solemos quedarnos a solas. A parte del hecho de que hemos dormido en una habitación los dos durante un mes, nunca hemos hablado demasiado…

—Ya sabes porque es. –Me dice con una sonrisa triste.

—Ya… —Murmuro mirando de nuevo la empanada. Le doy un mordisco y él sigue hablando.

—Con el resto me siento a salvo, pero contigo me siento vulnerable.

—Así nos sentimos todos contigo. –Murmuro mientras frunzo los labios.

—La información es muy valiosa, tú lo sabes mejor que nadie. Por tus manos pasa todo tipo de información… el conocimiento es poder.

—Estoy de acuerdo. –Suspiro.

—Porque me conozcas no significa que no podamos llevarnos bien, ¿no?

—No he querido decir eso. –Niego con el rostro, asustado—. Al contrario. Tú también sabes de nosotros. Solo quiero… —Busco las palabras pero él las encuentra antes que yo, seguro que esparcidas alrededor de mis pies.

—…Hacer como si nada.

—Exacto. –Suspiro de nuevo.

—Jeon es un chico listo. De un momento a otro se preguntará porqué solo sus padres han salido en televisión…

—Él no lo sabe. –Murmuro—. Nunca le he dicho que mis padres murieron hace un año.

—Ya me lo figuraba.

—No podemos ir a su piso.

—¿Aún te pertenece?

—Sí, pero es el primer lugar… —Digo pero él me corta.

—…Donde nos van a ir a buscar. Lo sé.

—Nunca he dicho que sea de Daegú.

—Y yo nunca he dicho que quisiera ir a tu piso… —Suspira y ambos sonreímos. El silencio nos devuelve a la conversación.

—Él no se cree nada de lo que han dicho en las noticias sobre ti, ¿verdad?

—Creo que sí se lo cree, pero que no le importa.

—Deberías decírselo, debería saber las cosas que has hecho. –Yoongi niega con el rostro a mis palabras.

—No creo que sea necesario. Anoche hablamos de eso, él dijo que no me pediría explicaciones. –Yo le miro más detenidamente y acabo frunciendo el ceño—. ¿Qué pasa?

—Que te ves muy raro con el pelo negro. –Digo sonriendo y él arruga su expresión tornándose enfada. Yo sonrío y ambos nos miramos con una expresión de complicidad que le hace ser un igual para mí, y a mí, me hace sentir vulnerable.

Pasados cinco minutos oímos unos pasos sobre el pavimento y Yoongi alza la mirada para sonreír y encontrarse de cara a Jeon. Este regresa con una sonrisa esperanzadora como un náufrago que regresa con agua dulce al campamento. Primero nos pasa la botella de agua fría y todos bebemos mientras él saca unos cuantos botes de fideos instantáneos y vierte agua caliente en el interior. Con un resoplido se pone las manos sobre las caderas y los brazos en jarra, cansado.

—No me ha visto nadie. Este hotel apenas tiene un par de trabajadores, seguro. –Resopla y lleva las manos al trozo de empanada que queda. Comienza a comer llenándose los carrillos. Yoongi se lanza a por los fideos y yo le imito. Cuando terminamos y hemos estirado las piernas Yoongi vuelve a girarse hacia los rosales y señala a Jeon con la mirada.

—Creo que en la guantera he visto una navaja. Si no, tráeme unas tijeras del botiquín.   

 

 

 

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