EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 17

 Capítulo 17

 

Jungkook POV:

17/07/1995

 

En el interior del coche se está muy silencioso. La noche ha caído hace tiempo, hace tanto que no recuerdo ni siquiera la hora que es. Solo sé que cuando la luna ha comenzado a alumbrarnos el camino hemos decidido parar. Eso ha sido todo. Hemos surcado durante horas la carretera. Ha sido un día largo, pero a la vez muy corto, casi inexistente, cuando quiero recordar qué hemos hecho, apenas lo recuerdo. Solo tengo en mente la imagen de la carretera como una secuencia de imágenes tan solo cambiantes por la iluminación en respecto a la posición del sol en mi retina. A la hora de comer paramos durante dos horas en medio del descampado para comer y orinar en medio de la nada. Después hemos reanudado el viaje cuando nuestras piernas se hubieron relajado y proseguimos esta vez conmigo en el asiento del copiloto a iniciativa mía, enfurruñado como un niño pequeño.

Al final la noche ha podido con nosotros y Yoongi, cansado de conducir, nos ha detenido sobre una pequeña elevación del terreno levemente oculta por árboles en medio de un claro. A lo lejos se oye el ruido de los coches pasando a toda prisa por la autopista y el brillo de las luces pasando. Se reflejan en la tierra, en las hojas de los árboles, a través del cielo, comportándose como hondas. De vez en cuando algún camión pasa con ese sonido de las ruedas trotando y el cargamento moviéndose con oscilaciones. El rugido de una moto. Cómo odio las motos.

—¿Has hecho esto antes? –Me pregunta Taehyung. Ambos dos estamos sentados en los asientos traseros del coche iluminado por una pequeña luz anaranjada del interior como uno refuerzo visual. Yoongi está varios metros detrás del coche orinando. De vez en cuando oigo alguno de sus quejidos o incluso el chorro de la orina. La imagen se me hace demasiado extraña pero a la vez muy cómica.

—Tranquilo, no es la primera vez que cojo una jeringuilla. –Le digo mientras le ayudo a deshacerse de la sujeción de su brazo, que no es más que una venda atada alrededor de su cuello sujetando su brazo, y con la ayuda de él le levanto la sudadera lo suficiente como para que saque el brazo izquierdo y la cabeza. Cuando lo hace suelta un gran suspiro como si hubiera estado aguantando un largo gemido de dolor. Él me mira con ojos dubitativos pero yo niego con el rostro, quitándole importancia.

—¿Seguro? –Me pregunta mientras me extiende el pequeño bote de morfina y la aguja, esta última envuelta en un plástico transparente de protección. Es de usar y tirar.

—Sí, tranquilo. –Le digo chasqueando la lengua y puedo ver bajo su clavícula una venda en forma cuadrangular sujeta con esparadrapo en los cuatro lados. Estoy a punto de dirigir mi dedo ahí pero él me detiene interponiendo su mano en medio y retrocediendo un palmo.

—No toques. Me duele. –Me dice como si fuera excusa y yo frunzo el ceño mientras me encojo de hombros y clavo la aguja atravesando el tapón del pequeño botecito de morfina. Lo vuelco y miro a Taehyung.

—¿Todo? –Le pregunto y él asiente levemente dolorido.

—Si no, no voy a dormir. –Me dice frunciendo los labios y yo asiento mientras introduzco todo el líquido dentro de la pequeña jeringuilla y cuando lo tengo extraigo la aguja del bote, aparto este dejándolo en alguna parte y después con un pequeño algodón y alcohol del botiquín que venía con el coche se lo paso sobre el brazo, donde veo que tiene otras marcas de inyecciones. Estoy a punto de clavar ahí la aguja pero me recorre una sensación de extraña adrenalina que me detiene justo antes de atravesar su carne. Pienso que cerrando los ojos tal vez pueda hacerlo pero la oscuridad me asusta y acabo concienciándome de que es la mejor y única forma de que el dolor deje de afectarle y antes de darme cuenta la aguja se ha clavado en su piel. Se ha introducido unos milímetros en su carne y no quiero hacerlo más. Él ha apartado el rostro y yo inyecto muy lentamente el líquido. Al principio veo como su ceño se frunce por la presión del líquido a través de su carne pero después, apenas segundos después, el líquido cumple su función opiácea y se deja caer levemente sobre el asiento, como calmado al instante. O tal vez simplemente satisfecho con el resultado de mi colaboración.

Cuando el líquido dentro de la jeringuilla ha desaparecido extraigo la aguja de su piel y limpio la zona con el algodón. Este va a una pequeña bolsa de plástico dentro del coche, la bolsa que antes estaba llena de gominolas y dentro meto también la jeringuilla y el botecito de morfina. Cuando estoy recogiendo todo el instrumental Taehyung me pregunta.

—¿Dónde ha aprendido a hacer eso? –Dice mirándome aún con la sudadera partiendo su pecho en dos.

—En clase.

—¿En clase?

—Sí. Inyectando Paraloid* en madera. –Le digo y él no se queda muy seguro de haberme dejado hacerlo con él pero yo me encojo de hombros.

—¿Qué es el Paraloid? –Me pregunta levemente alarmado y curioso pero yo me encojo de hombros.

—Cosas de restauración. No importa. –Suspiro y dejo el botiquín debajo del asiento donde estoy yo. Cuando me yergo me lo encuentro intentando ponerse de nuevo la sudadera y yo le ayudo. Esta vez no tiene que aguantarse el quejido porque parece que ya no le duele como antes, pero sí frunce levemente el ceño. Cuando tiene la sudadera de nuevo sobre su piel me inclino sobre su hombro y le doy un beso allí donde le he pinchado. Muy suavemente, casi de forma imperceptible. Él me mira sonriendo pero estoy seguro de que no lo ha sentido. Vuelvo a hacerlo y él suelta una risa infantil y entrecierra los ojos mientras se deja llevar por mi gesto. Su mano cae sobre mi rodilla y me pongo a la altura de su rostro para besar su mejilla. Cuando lo hago él se siente levemente sorprendido pero rápido reacciona soltando una risa igual que antes. Ese sonido me lleva al cielo y quiero volver a escucharlo. Una vez más le beso esta vez en su mandíbula, el siguiente es en sus labios, pero esta vez no hay risa, tampoco espero porque la suelte. Vuelvo a besarle esta vez prologando más el tiempo de espera y sus labios acaban amoldándose a los míos. Los sellos parecen cosa ya del pasado. Este es un beso lento pero intenso e íntimo.

Él aprieta el contacto sobre mi pierna, apretando sus dedos sobre mi piel y yo dirijo mi mano a su cuello y le atraigo más a mí. Su lengua baila tranquila dentro de mi boca y se siente tan suave, tan amable, me siento tan pequeño, pero tan poderoso al mismo tiempo que por un momento me siento perdido y desazonado, arrepentido de mi valentía, avergonzado por mi cobardía, pero acabo cediendo a la fuerza del beso y me sumerjo en él sin pensar en más. Nuestros ojos cerrados, sus labios dulces por el sabor de mis golosinas, sus manos levemente temblorosas, aferrándose al contacto para que no se note, pero está nervioso, o tal vez sea la morfina haciendo efecto por su cuerpo. Cuando nos separamos por falta de aire nos quedamos mirando el uno al otro con una complicidad infantil que me hace querer llorar, sin motivo.

Suenan un par de golpes secos contra la ventana detrás de mí y yo doy un respingo girándome de golpe. Es Yoongi, inclinado y con los nudillos sobre el cristal.

—¡Vete a mear! No quiero que te levantes en medio de la noche. –Me dice a mí mientras yo siento mis mejillas ardiendo. Asiento sin mirarle y cuando me vuelvo a Taehyung tiene este una sonrisa bobalicona en el rostro que me hace sentir algo más relajado. Su agarre en mi pierna se afloja y me levanto del asiento bajando del coche con una mirada de disculpa hacia Taehyung que asiente, sonriendo. Este rescata una manta del maletero y se la hecha por encima para acostarse a lo largo de los asientos. Cierro detrás de mí cuando salgo y Yoongi pasa por mi lado en dirección hacia la parte delantera del coche mientras yo camino unos metros por detrás de este, por donde Yoongi ha estado orinando.

Yo le imito con cierto pudor, levantando de vez en cuando la mirada hacia mi espalda. Yoongi lentamente se sube al capó del coche y se tumba a lo largo de este mientras se pone las manos bajo la cabeza y exhala un largo suspiro. Yo termino de orinar, me sacudo un par de veces y vuelvo a meterme el pene en el interior de los vaqueros mientras me subo la cremallera y me recoloco la camisa. Suspiro largamente mientras me doy la vuelta y camino en dirección al coche. Puedo oír alrededor algunos grillos. A lo lejos veo alguna luciérnagas y me gustaría pensar que es la única compañía animal que podríamos tener esta noche. Cuando llego al asiento del copiloto rescato mi chaqueta de cuero y me la pongo mientras camino hacia el capó y Yoongi me devuelve una mirada sonriente y palmea el capó a su lado. Asiento y me tumbo como él sobre coche. Suspiro largamente como ha hecho él y le miro, a lo que me devuelve una mirada un tanto curiosa.

—¿Lo has visto? –Le pregunto porque puedo ver en la picardía de sus ojos que nos ha pillado a Taehyung y a mi infraganti.

—Sí. –Dice, y a los segundos suelta una risa un tanto divertida—. He estado al menos un minuto esperando por vosotros pero como no salíais…

—Lo siento. –Digo sintiendo como se me encienden las mejillas, y para contrarrestar mi vergüenza, saco el paquete de cigarrillos de uno de los bolsillos de la chaqueta y dentro del paquete encuentro un mechero. Lo saco junto con dos cigarrillos y le ofrezco uno a Yoongi que lo acepta con una sonrisa, en forma de agradecimiento. Le paso el mechero para que sea él el que lo encienda primero y lo hace soltando una gran bocanada de humo. El siguiente soy yo y mientras guardo el paquete de nuevo sujeto el cigarrillo entre los labios. Entre el humo distingo la cantidad de estrellas que están esparcidas por el cielo.

—No tienes que disculparte, no pasa nada. –Chasquea la lengua—. Al contrario, me hacía gracia interrumpiros. –Ríe divertido y acaba tosiendo, atragantándose con el humo en sus pulmones. Yo me contengo para no empujarle del coche.

—Idiota. –Murmuro mientras le doy una calada al cigarrillo y me giro para mirar a través de la luna a un Taehyung que ha caído rendido al sueño y al mágico poder de la morfina—. ¿Sabías que la morfina se extrae del opio? –Le pregunto a Yoongi que asiente con una mirada de conocimiento y yo frunzo el ceño ante mi ego dolido—. ¿Y sabes que la orina masculina humana alejará por esta noche a cualquier animal que merodeé por aquí?

—Aquí solo vamos a encontrarnos yonquis y parejas en busca de un lugar donde retozar. Y por lo que he podido ver ahí dentro, —señala los asientos traseros—, nosotros somos de las dos clases.

—Exagerado. –Chasqueo la lengua y él se encoge de hombros.

—¿Cuándo ha pasado? –Me pregunta con una curiosidad paternofilial.

—En realidad, creo que no ha pasado nada. Solo han sido unos besos.

—No era la primera vez que os besabais. –Dice seguro pero sin tener pruebas—. He visto como le miras. Te gusta.

—No quiero tener esta conversación contigo. No antes de haberla tenido conmigo mismo y con él, claro.

—Ya veo. –Dice metiéndose de nuevo el cigarrillo entre los labios como forma de sentenciar la conversación y cuando se lo quita y suelta el humo se queda mirando el cigarrillo y frunce el ceño, pensativo—. He decidido que voy a dejar de fumar. –Me dice tranquilo y yo le miro al principio pensando que es una broma y después me aseguro de que es en serio. Cuando me mira asintiendo yo me encojo de hombros.

—Buena decisión. –Digo asintiendo y él asiente conmigo mientras le da otra calada como gesto hipócrita de sus palabras y yo le doy una larga calada al mío—. Hace una noche agradable. Estamos en una buena época del año, no pasaremos frío. –Le digo mientras miro las estrellas.

—También lo pienso. Lo malo será por el día. Nos asaremos del calor en el coche.

—Tiene aire acondicionado. –Digo mientras ambos sonreímos—. ¿Sabes? Siempre que miro a las estrellas me acuerdo de una anécdota de cuando era pequeño.

—Adelante. –Me dice, queriendo que le cuente.

—Mis tíos me regalaron un pequeño maletín con pinturas, acuarelas, varios libros para colorear y unos cuantos botes de purpurina. Tal vez mi madre no me veía capacitado para manejar la purpurina, así que me la guardó en un cajón de su habitación. Yo recuerdo enfadarme mucho cuando lo hizo, no porque realmente fuese a usarla, en realidad no me gusta la purpurina porque se te queda pegada por todas partes. –Ambos reímos—. Más me molestaba que mi madre no me creyese capaz de manejarla. Me sentí como si me hubiesen regalado una navaja y mi madre temiese que me hiriese con ella. ¿Qué daño podría hacer un bote de purpurina?

—¿Qué hiciste? –Me pregunta Yoongi girando su rostro a mí mientras yo sonrío avergonzado.

—Un día que mi madre se fue a hacer la compra al supermercado yo me metí en su habitación, cosa que tenía terminantemente prohibida, y hurgué en sus cajones hasta encontrar el bote de purpurina. Cuando lo encontré salí corriendo a mi habitación para esconderlo en la mía pero antes de salir de la habitación de mi madre tropecé con la alfombra, me agarré de su abrigo de pelo negro que colgaba del pomo de la puerta y caí con él esparciendo sobre este el bote de purpurina.

Yoongi ríe divertido con mis palabras.

—Qué desastre…

—Ya ves. Estuve quitando purpurina de cada pelito del abrigo hasta que llegó mi madre y me pilló con las manos en la masa. Tengo esa imagen grabada. Ese abrigo negro con purpurina por todas partes.

—Eres un desastre. –Me dice y yo hago un puchero mientras le da una calada al cigarrillo y yo niego con el rostro.

—Eso no habría pasado si me hubiera dado el bote de purpurina desde un principio. –Yoongi ríe más con mis palabras ofendidas y acabo resoplando mientras vuelvo a mirar hacia el cielo, teniendo aún la imagen en mi mente. Nos quedamos al menos unos cinco minutos en silencio hasta que apagamos nuestros cigarros y nos quedamos con las manos sobre nuestros pechos mirando hacia la nada—. ¿Hacia dónde nos estamos dirigiendo?

—Daegú. –Dice sin más y yo le miro de reojo—.Ya veremos a dónde iremos después. Aún no sé muy bien a dónde dirigirnos. Es una sensación confusa, ¿sabes? Tenemos dinero pero no podemos exponernos a la gente o nos reconocerán…

—Lo sé. Es muy frustrante. Es una de las razones por las que no quería que Jimin se fuese. Aun siendo una cara conocida aun no le habían relacionado con nosotros. Podría haberos sido de ayuda.

—Lo sé. –Murmura pero puedo leer en su gesto que no es el único motivo por el que no quería que se fuese. Tampoco lo es para mí—. Mañana tenemos que hacernos con un periódico como sea. Tenemos que saber lo que nos atañe. De seguro ya saben que Taehyung ha desaparecido y el del motel debe haber dado la voz de alarma… y el coche… —Se pasa las manos por el rostro, resoplando.

—Confío en ti. –Murmuro—. No me creo nada de lo que ha salido en la tele sobre ti. No quiero creer nada de lo que los demás piensen sobre ti. No me importa lo que me vayas a decir, yo sé que puedo confiar en ti. –Él me mira con una mueca triste—. Y si no eres de fiar, si nos traicionas, créeme que no me importa. Por ti, no me importa… —Suspiro y me trago el nudo que se estaba comenzando a formar en mi garganta por el sonido de mis propias palabras—. Eres la única persona con la que he podido hablar de verdad, con la que una conversación no se regía por la convencionalidad y me he sentido libre de ser yo mismo.

—Gracias… —Suspira mirándome, pero yo no puedo devolverle la mirada.

—Si eres un ladrón, un proxeneta, un traficante… —Me muerdo el labio inferior—. Pues no me importa. ¿Sabes? Cuando Jimin te culpó por todo aquello, parecía que no se acordaba de que él había contribuido a un robo de obras de arte.

—No es lo mismo robar un cuadro que una persona…

—¿No? –Murmuro—. Tienes razón. El cuadro es más caro. –Suelto y Yoongi se queda con el rostro serio vuelto a mí—. Lo que quiero decir es que en ningún momento has jurado ser un ángel, ni siquiera tienes el derecho a dar explicaciones de tu vida. Para mí eres una conversación inteligente, y eso es mucho más de lo que cualquiera me ha podido dar. No veo más allá de eso en ti.

—Ves muy poco.

—¿Acaso necesito ver más? No hay que dejarse llevar por los sentimientos. A veces son todo un estorbo. Y Jimin tiene muy poca tolerancia a sus emociones. A veces es mejor ser realista e inteligente. ¿De qué me sirve desconfiar de ti o exigirte explicaciones? La realidad es que somos fugitivos.

—La realidad es que me has salvado la vida, y eso te honra.

—¿A mí?

—Sí. Mientras que algunos se han dejado el pellejo en que yo esté bajo una guillotina, tú te lo has dejado para salvarme. ¿Esperas algo a cambio? ¿Por qué lo has hecho? ¿Por un sentimiento de justicia? ¿Crees que eres un superhéroe?

—Por dos motivos, voy a serte sincero. –Digo suspirando y palpando el paquete de trabajo en el abrigo, asegurándome de que está ahí—. El primero es porque te necesito. No pienso dejar que Namjoon se salga con la suya y que esto quede así, sin más. Nosotros tres ajusticiados mientras hay toda una trama de delincuentes detrás.

—¿Y el segundo?

—Porque necesito una conversación inteligente de vez en cuando. –Suspiro y él me mira asintiendo.

—Que nosotros vayamos de héroes a desmantelar toda esta trama no va a librarnos del castigo que nos merecemos. Hemos robado obras de arte bajo nuestra responsabilidad. Esa es la realidad.

—La realidad es muy moldeable. Se puede estirar y deformar.

—Pero aun así, ahí está. Real.

Ambos nos quedamos en un silencio solo rosto por el sonido de nuestra respiración y yo acabo sonriendo por una idea que me asalta a la mente como un pequeño espasmo.

—¿De qué te ríes? –Me pregunta mientras se gira a mí.

—Tal vez deberías teñirte el pelo. Ese pelo blanco llama mucho la atención, aparte de que ya se te ven las raíces. –Le digo señalándole el pelo y él me mira ofendido mientras frunce el entrecejo pero esa expresión no hace sino hacerme reír aún más y acabo agarrándome el veinte mientras veo como él reconsidera mis palabras como una opción viable.

 

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*Paraloid B—72 o B—72 es una resina termoplástica creada por Rohm and Haas para su uso como recubrimiento de superficie y como vehículo para tinta flexográfica . Hoy en día, B—72 se usa comúnmente como adhesivo por conservadores restauradores , específicamente en la conservación y restauración de objetos de cerámica y vidrio , y también se puede usar para etiquetar objetos de museos.

 

 


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