EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 13
Capítulo 13
Taehyung POV:
16/07/1995
Hospital
nacional de Corea del Sur. Gangnam-gu.
Planta 4.
Habitación 27.
El silencio a estas horas comienza a ser
algo por lo que luchar. Yo aun me debato entre el sueño y la realidad cuando se
empiezan a oír pasos de un lado a otro a través del pasillo. Tantos días aquí
te acaba por acostumbrar a una rutina que no habías conocido hasta ahora. Jamás
habría podido pensar en la posibilidad de que otras personas siguiesen una
rutina completamente artificial que solo se da dentro de una institución como
esta. A las siete todo parece despertar muy lentamente. Unos cuantos pasos,
unos cuantos murmullos respetuosos por las personas que aún siguen durmiendo.
Yo soy uno de ellos pero no por mucho tiempo más. Los sedantes me han permitido
dormir bien por una vez en mucho tiempo y al fin, despierto. Lo hago primero
con el resto de sentidos y después, por último con la vista. El escenario
siempre es el mismo, no me espera nada nuevo al abrir los ojos.
Cuando lo hago al fin me espera la misma
habitación vacía de siempre, la misma monotonía y la misma sensación de que me
he quedado detenido en el tiempo en un día continuo que se repite siempre con
la misma parsimonia cada día que pasa. Primero esos pasos que ya van de un lado
a otro. Después, al fondo del pasillo suena un carrito metálico danzando a
través de las habitaciones. Es el desayuno que nos lo traen ya. Después se oye
como alguno de los pacientes tose o escupe en un lavadero, después algún
quejido, alguna llamada a alguna de las enfermeras que camina de un lado a otro
por las habitaciones. Una reprimenda a alguno de los pacientes, un quejido
sordo. Al fondo, si me esfuerzo, puedo incluso oír el llanto de alguno de los
bebés recién nacidos que se encuentran en la planta 6 de maternidad. A las
nueve, las visitas de los familiares a los pacientes. Esta planta es tan solo
para personas que estamos de paso por accidentes, o bien una rotura de brazo, o
un esguince, o incluso algunos con tan mala suerte que han recibido una paliza
de muerte. Los pacientes son nuevos casi cada dos días, y los familiares
también. Los murmullos de estos siempre son diferentes. Hay familias más
respetuosas y otras más nerviosas ante su hijo que se ha metido en problemas
con los compañeros.
A las dos es la hora de comer, y de nuevo
los familiares que vienen de visita se van y regresa la calma relativa. Se oye
de nuevo ese carrito metálico yendo de un lado a otro y por al menos media hora
los pacientes se quedan en sus habitaciones y comen en silencio. Alguna
conversación lejana, algún quejido extraño. La hora de más movimiento es a las
cuatro cuando los pacientes más jóvenes y con más movilidad salen a pasear por
los pasillos o van de una habitación a otra a hablar con otros pacientes. Hasta
hace tres días, en la habitación de al lado se reunían tres pacientes jóvenes.
Por lo que he escuchado de sus conversaciones los tres se conocían y basándome
en la ley de la probabilidad juraría que están aquí por el mismo incidente. No
he averiguado nada más. En las pocas veces que he pasado por los pasillos,
siempre acompañado de la vigilancia de una enfermera o enfermero, me he dado
cuenta de que las habitaciones normales tienen al menos dos camas, y ambas
ocupadas. Algunas incluso tres, sin embargo hasta el día de hoy, yo he
permanecido solo en mi habitación únicamente acompañado del polvo que poco a
poco hace presencia bajo los rayos de sol que de vez en cuando se dejan ver por
la ventana. Cuando he querido preguntarlo me he sentido cohibido y con el
tiempo he acabado entendiendo que es todo un peligro para mí, y para el
paciente, que metan a otra persona en mi cuarto, dado que me tienen recluido.
He vito las noticias estos días. Las he
visto al menos los primeros días en que ingresé aquí. Tras mi operación me
dejaron exhausto en esta cama y no pude moverme así que mi única escapatoria
era estar frente a la pequeña televisión que cuelga del techo de esta estancia.
Al principio me informaba solo como mera cuestión de precaución, por curiosidad
por lo sucedido. Maldita sea, a mi me habían disparado pero quería saber qué
había sido del resto. Al parecer a Yoongi lo han vuelto a encerrar, y los
medios de comunicación se han vuelto contra él sacando todo tipo de injurias
para descalificarle. Se han cebado con su persona, se han dado un buen festín y
seguro que la prensa escrita ha vendido cientos de ejemplares con solo poner su
cara en las portadas. Por desgracia nada de lo que han dicho me pasa
desapercibido, pues le estuve investigando cuando aún trabajaba en comisaría.
Aun recuerdo el día en que tuve que pasarle a Namjoon toda esa información,
todo el expediente policial conocido de Min Yoongi. Recuerdo que él llevaba las
botellas con las que horas después nos daríamos un buen festín. A fin de
cuentas, yo no sabía para qué quería esa clase de información, y aun así, no me
sorprendería que haya sido él el que se ha hecho con los medios de comunicación
para divulgar esta información.
De Jungkook y Jimin aún no se ha dicho
nada, no al menos que yo haya visto. Tal vez ayer dijesen algo, tal vez
anteayer. Llevo un par de días que he dejado de ver las noticias por miedo, por
la incertidumbre que me provocan pero que al mismo tiempo me revuelven el
estómago. A veces pienso que prefiero no saber de ellos en el caso de que les
haya ocurrido algo malo pero he de reconocer que si pasase, yo sería el primero
en llorar su suerte.
—Buenos días. –Dice la enfermera con su
carro metálico con unas cuantas bandejas de comida. Entra en la habitación con
una media sonrisa profesional y obligada. Me he dado cuenta del frío trato con
el que me tratan las enfermeras. Yo tampoco hago nada para remediarlo, pero
supongo que no es culpa mía, si mi accidente hubiese sido caerme de una
bicicleta, seguro que me hubieran tratado con más cordialidad. Mientras tanto,
yo me limito a imitar sus sonrisa forzadas, me yergo en la cama ayudándome de
una sola mano mientras la otra está sujeta con una venda a mi cuello y me
limita los movimientos del brazo. El dolor en mi omoplato me hace sentir
levemente mareado y me inclino al gotero de morfina para aumentar débilmente la
dosis—. Su desayuno. –Me dice mientras deja la bandeja sobre una mesa que se
agarra a la estructura metálica de la cama y se gira para que quede suspendida
sobre mi regazo—. Hoy es el día en que te dan el alta. –Me recuerda, con una
mirada casi alegre, no por mí, sino por ellos.
—Ya. –Suspiro y con la mano que tengo
libre agarro la cuchara y la introduzco dentro de la sopa miso* que me ha
traído. Suspiro de nuevo y ella se va junto con su carro metálico enfilando el
pasillo. Suspiro largamente mientras me llevo la cuchara de la sopa a los labios
y compruebo que el sabor es repugnante, pero no hago una sola mueca. Bebo,
tranquilo, y vuelvo a introducir la cuchara dentro del cuenco. Bebo un poco de
agua y me acomodo mejor el brazo inmóvil dentro de la venda. Suspiro una
tercera vez y dejo la cuchara en el interior del cuenco, desganado e
intranquilo. Comienzo a pensar en todas las posibilidades que me esperan hoy.
Uno de los primero días, cuando salí del quirófano, hubo un despliegue policial
en mi cuarto. Me dijeron que cuando me diesen el alta me llevarían a testificar
al juzgado e ingresaría en prisión. Y desde luego que estaba expulsado del
cuerpo policial. Que debía devolver el traje y la placa. Como si supiera dónde
diablos se encuentra ahora. Supongo, sin equivocarme, que se encuentra en una
bolsa de viaje en la habitación que compartía con Yoongi. Pero al pensar en
ello me da la sensación de que hablo de otra vida, otra parte de mí que nunca
se ha relacionado con esta otra parte, la que está postrada en una cama de
hospital con un brazo inútil. Chasqueo la lengua y me muerdo el labio inferior.
Uno de los médicos aparece por la puerta,
el que ha llevado mi caso, junto con su característica carpeta de cartón marrón
recubierta de cuero. En ella mira el número de mi habitación y se queda a la
puerta hablando con alguien al otro lado. La puerta se ha quedado entreabierta
y puedo ver al enfermero asentir, señalar la habitación y ceder, entrando él
primero. Solo mete medio cuerpo para divisarme con la mirada y una vez lo hace,
me sonríe medio convencional mientras pasa dentro, dejando al otro lado dos
cuerpos ensombrecidos que no soy capaz de divisar, pero sí puedo distinguir los
colores de un traje policial. Eso me hace tensarme al instante y antes de poder
decir nada el médico me habla con esperanza en los ojos. No por él, sino por
una justicia de la que él ha comenzado a formar parte, junto a su burocracia.
Yo retiro mi bandeja del desayuno.
—Buenos días, Taehyung. –Me dice, para
comenzar la despedida—. Es hora de que recojas tus cosas y te vistas, han
venido a buscarte. –Se acerca a mí y me enseña el papel del alta que se me
concede. –Yo asiento mientras me destapo el cuerpo dejando al descubierto el
pijama de paciente hospitalizado y el enfermero se gira para abrir la puerta a
las personas que esperan al otro lado—. Tú abogado y este policía te
acompañarán a comisaría. –Me dice mientras pasan las dos personas y yo me quedo
levemente aturdido.
—¿Mi abogado? –Pregunto cuando veo los dos
rostros que entran a través de la puerta y lo primero que hago es palidecer. Me
siento levemente atontado y juraría que estoy viendo a dos fantasmas. El
decorado no lo hace menos verosímil, tal vez muriesen en este mismo hospital y
estos sean sus fantasmas gastándome una broma pesada. Jeon, vestido con un
traje policial que reconozco entra con una seriedad impropia de él y Jimin,
vestido de traje y sujetándose en un bastón me saluda con una cordial sonrisa
amigable. Es el primero en hablar, y se acerca a mí con una profesionalidad que
me deja estupefacto. Creo que se acerca por eso, para ocultar mi rostro
empalidecido del enfermero. Me estrecha la mano.
—Buenos días Taehyung, soy tu abogado de
oficio, el señor Park. –Yo le estrecho la mano casi como un acto involuntario,
completamente inconsciente. Doy gracias de que es mi brazo izquierdo el
inutilizado y puedo estrecharle la mano—. Debes entender que esto será un
proceso burocrático lento... –Me dice Jimin mientras yo miro de reojo a Jeon
que despide al enfermero con una inclinación de cabeza y unas palabras amables
y formales. Serias, también.
—Nosotros nos encargaremos de él, no se
preocupes. En cuanto esté listo lo llevaremos a comisaria.
—Gracias, agente. –Se despide el enfermero
y le entrega a este el parte del alta y yo me quedo estupefacto cuando el
enfermero se marcha y cierra la puerta detrás de él. El sonido de la puerta nos
deja a todos un segundo en silencio y después de ese segundo Jimin se aleja de
mí dando unos pasos atrás, tornándose serio y levemente entristecido. Se acaba
de quitar una máscara invisible que estaba portando con perfecta maestría.
Parece que se ha sumado diez años a su rostro.
—¡Taehyung! –Grita Jeon en un susurro,
borrando este la expresión seria y profesional y avanzando hasta mí para
lanzarse a mis brazos con un nerviosismo que yo reflejo en forma de lágrimas.
Comienzo a temblar en sus brazos y me siento tan aturdido que no soy capaz de
saber qué está sucediendo. En qué momento se ha tornado todo tan surrealista.
El abrazo de Jeon es la sensación más reconfortante que he tenido en días, casi
en semanas. Hundo mi nariz en su hombro y él me aprieta con fuerza. Me hace
daño, mucho más del que puedo aguantar pero lo soporto apretando los dientes
porque merece la pena. Vaya si la merece.
—Me… me… —Murmuro ahogado por la presión
de sus brazos pero no es hasta que no ve mi rostro enrojecido que no se da
cuenta del brazo colgando de ese retal de vendas blancas alrededor de mi cuello
y se disculpa con una sonrisa y con unas cuantas lágrimas por sus mejillas. Su
expresión se ha vuelto mucho más infantil y aniñada de lo que recordaba de él.
Pone sus manos en mis mejillas y me besa en ellas, en mis ojos llorosos y sobre
mis labios. Lo hace con tanta naturalidad que yo mismo no me sorprendo de ello.
Tenía que hacerlo, las cosas son así.
—Vamos Jeon. –Le dice Jimin con una voz
grave y levemente nerviosa. Más profesional de lo que recordaba de él. No me
encuentro en sus expresiones ni en sus gestos. ¿Quién es este Jimin que tengo
delante de mí? Ha madurado, o tal vez se ha llevado un buen golpe. Demasiado
brusco—. Tenemos que darnos prisa. Han hecho muchas preguntas. –Dice Jimin
mientras le veo recoger mi ropa y lanzársela a Jeon para que este me ayude a
vestir.
—¿Cómo estás? –Me pregunta mientras me
bajo de la cama y comienzo a quitarme los pantalones con la ayuda de Jeon. Si
no me estuviera recorriendo la adrenalina este momento me parecería vergonzoso.
—Bien. –Digo, sin saber muy bien que está
pasando. No me quedo con las dudas—. ¿Qué hacéis aquí? ¿Qué está pasando?
—Te lo contaremos de camino a casa. –Dice
Jimin mientras recoge mis pocas pertenencias personales y me desconecta el
brazo de la morfina. Me quita con cuidado la aguja en mi piel y Jeon me ayuda
con los pantalones.
—Vamos a sacarte de aquí.
—¿Nos estamos fugando?
—Sí. –Dice Jeon, sonriendo—. Ya hemos
sacado a Yoongi de la cárcel. —Murmura—. Y ahora te vamos a sacar a ti antes de
que vengan a buscarte de verdad.
—Deja las explicaciones para más tarde.
–Le dice Jimin con una mueca seria—. Pueden oírnos, y no quiero más problemas.
Vamos, tenemos que irnos ya. –Jeon asiente, conforme y me ayuda a poner la
parte de arriba, cuidando de mi brazo. Yo suspiro con una mueca de dolor pero
no dejo que eso me afecte.
Mientras estoy intentando meter uno de los
brazos por la manga veo como Jimin mete dentro de un maletín negro que traída
de la mano unos cuantos frascos de morfina que ha encontrado en el mueble al
lado de la cama y un par de jeringuillas que vienen con ellos. Lo hace con una
expresión de lucidez y yo acabo por vestirme mientras Jeon me palmea uno de los
hombros con suavidad y coge las esposas que cuelgan del cinturón de mi traje y
engancha esta a una de mis muñecas. Lo hace con un poco de dificultad, dado que
jamás lo ha hecho antes y cuando lo tiene, sujeta el otro extremo y camina conmigo
hasta la puerta. Jimin nos sigue en silencio y acabamos saliendo al pasillo.
Nos desplazamos por todas las instalaciones del hospital necesarias para salir
y cuando pasamos por recepción la secretaria saluda a Jeon con un gesto de su
mano y Jeon le devuelve una sonrisa. Cuando salimos un taxi nos espera. Me
siento con el cuerpo levemente entumecido, me siento más atontado de lo que me
gustaría, y sé que una parte de culpa la tiene la morfina pero la otra es la
precipitación de los acontecimientos. Cuando salimos y nos metemos en el taxi
Jeon le da una dirección que desconozco y me siento a su lado entre él y Jimin.
Yo miro a Jeon con una mueca extrañada.
—Se supone que deberías haberme recogido
en un coche patrulla, no en un taxi. –Le murmuro pero Jimin chasque la lengua.
Mientras Jeon sonríe es Jimin quien me contesta.
—Sí, claro y una limusina tirada por
corceles de marfil, no te jode. Bastante que hemos conseguido sacarte, ¿no?
—Yo asiento, sonriendo con una expresión
atontada y Jeon me estrecha la mano mientras yo cierro los ojos con fuerza,
sintiendo la adrenalina levemente adormecida por la morfina. Es una sensación
placentera como nunca he sentido.
———.———
*La sopa de
miso (味噌汁 misoshiru?) es una sopa japonesa cuyo principal
ingrediente es el miso, que le da nombre. Es uno de los platos principales de
la gastronomía japonesa. La sopa de miso se compone de dos ingredientes
esenciales: dashi, que es la base de la sopa y miso (pasta aromatizada de soja)
que es disuelto en el dashi. Se suelen usar dos tipos distintos de miso, el
Shiro-Miso (blanco, suave y con poca sal) o el Aka-Miso (rojo, fuerte y
salado). Los ingredientes más habituales en esta sopa son el Tōfu en forma de
cubitos, las algas wakame y cebolleta o puerro. Puede llevar otros ingredientes
como verduras (patatas, zanahoria, daikon, repollo, etc), carnes, pescados o
setas.
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