EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 12

 Capítulo 12

 

Jimin POV:

15/07/1995

 

Despierto con el tacto de unos dedos bajando por la línea de mis párpados. Primero delineando mis cejas y después pasando sobre las pequeñas pestañas, hasta hacerme fruncir el ceño, acortando la distancia entre mis cejas y mis pestañas. Es tan solo un acto reflejo por el que rezo para que consiga deshacer esa incomodidad, pero esta salta al otro ojo como una pequeña pulga que se ha comprometido a molestarme. Como una mosca que revolotea sobre mi rostro vuelto de lado. Me paso la mano por el rostro y gimo algo aturdido mientras desfrunzo el ceño intentando hacerme a la idea de que la molestia no va a regresar, pero alguien me chista al otro lado de la inconsciencia y me sobresalto, levemente abrumado.

—Shhh… —Me dice una voz en un susurro que me pone en alerta y abro uno de mis ojos para ver el rostro de Jimin apegado al mío tumbado en la misma posición que yo mientras es uno de sus dedos el que se posa sobre mis labios en forma de silenciarme con un acto que me deja desconcertado. Cierro los ojos de nuevo y frunzo el ceño en señal de cerrazón a su conducta pero él vuelve a molestarme con el dedo surcando una de mis dejas.

—Para… —Murmuro meneando la cabeza pero él me sujeta el rostro con sus manos y planta un beso sobre uno de mis ojos dejándomelo momentáneamente cerrado y cuando intento abrirlo, solo veo borrosidad. Una nube gris de polvo que no consigue disiparse.

—Hay que levantarse, Taehyung nos espera en el hospital. –Me dice con media sonrisa rota y yo doy un respingo mirando alrededor para descubrir una habitación en penumbras excepto por el recuadro de luz azulada que proyecta la ventana desde el exterior hacia dentro de la habitación. Justamente cae sobre nuestros cuerpos en la cama. Lo siguiente que miro al asegurarme de que comienza a hacerse de día es la hora, que marca el reloj en la mesilla a mi lado y me fijo en que son casi las siete de la mañana. Aún faltan unos minutos, los suficientes como para vestirnos y salir corriendo. Sigo mirando justo detrás de mí y encuentro a Yoongi en la cama al otro lado de la pequeña mesilla, tumbado de espaldas a mí y con una respiración constante que se refleja en el movimiento de sus hombros.

—Un minuto. –Le pido a Jimin volviéndome a él mientras poso mis manos sobre mis ojos, apaciguando mi vista recién estrenada. Suspiro largamente y sus manos pasan a través de mi cabello describiendo una sinuosidad cariñosa. Yo río escondido en las palmas de mis manos y me apego más a su cuerpo mientras él besa nuevamente mi rostro, esta vez sobre mi frente. Lo hace repetidas veces y cuando debe cansarse deja sus labios ahí presionados, con su nariz sosteniéndose sobre mi cabello y no le veo pero de seguro que tiene los ojos cerrados. Yo rodeo su cintura con mis brazos y él me responde con un leve gemido adormilado—. ¿Llevas mucho tiempo despierto? –Le pregunto mientras él asiente apoyado en mi frente—. ¿No tienes resaca?

—Me duele un poco la cabeza. Pero todo lo malo lo solté anoche por el retrete.

—Vale. –Le digo tranquilo y juro que podría volverme a quedar dormido oculto en la línea de su cuello pero la obligación es mucho más fuerte y el miedo, es el propulsor de mis pasos cuando me separo de él y me siento en el borde de la cama mientras me quedo mirando a Yoongi y la sutil figura de su cuerpo vuelto al otro lado de la cama. Tiene una cadera pequeña, y una cintura casi imperceptible. Sus hombros pequeños están casi desaparecidos, solo sé que está ahí porque veo su rubio cabello saliendo por entre la línea de la sábana, porque tumbado en forma fetal y acurrucado entre el peso de las mantas bien podría esconderse ahí un cachorro.

—¿Qué vamos a hacer con él? –Le pregunto a Jimin y repentinamente con mis palabras nos hago responsables de lo que pueda pasarle. Jimin se desentiende encogiéndose de hombros y levantándose de la cama tornando a su rostro una amarga expresión que deseaba no ver en él hoy. Yo le hablo en susurros—. No podemos dejarle salir, si le ven van a reconocerle…

—No es mi problema… —Dice mientras se comienza a quitar el pijama y rebusca con la mirada el traje que ayer dejó doblado sobre una de sus maletas. Yo se lo señalo con un dedo y él asiente, sin dar mayor agradecimiento.

—Sí lo es, Jimin. –Suspiro—. Es de los dos. No quiero tener que hacer las de padre pero tenemos que comprarle algo de comer para que al menos no tenga que…

—No es un perro. –Me dice, cogiendo el pantalón del traje y metiéndose en él.

—Deberías darte una ducha antes. –Le digo, a lo que él me mira confuso y yo me encojo de hombros—. Hueles a ginebra.

—Me ducho cuando venga. No me toques ahora los cojones. –Suspira—. Me estoy vistiendo rápido para ir a buscarle algo de comer en lo que tú te aseas. —¿No es lo que ibas a pedirme? ¿Qué le comprásemos algo de comer antes de irnos?

—Gracias. –Murmuro con voz amable y una sonrisa amistosa y él rueda los ojos con un resoplido y se mete en la camisa mientras se abrocha botón por botón.

Después se pasa la corbata a lo largo del cuello y se la ajusta, atándola con paciencia pero con la agilidad que le ha dotado la experiencia. Se calza unos calcetines, unos zapatos y se hace con la cartera y las llaves de la habitación ante mi atenta mirada y me despide con un gesto de su cabeza mientras yo me levanto para conducirme al baño. Hago mis necesidades en completo silencio, escuchando el sonido de la televisión de la habitación de al lado. Me ducho todo lo rápido que puedo y salgo con una toalla alrededor de la cintura. Comprobando que Yoongi sigue dormido y que Jimin no ha regresado me comienzo a vestir primero por la ropa interior y poco a poco me pongo al igual que el día anterior el traje de policía mientras espero porque Jimin regrese. Cuando me he vestido por completo me peino y aun con el pelo húmedo me meto la cartera en el interior del bolsillo de los pantalones, rescato el teléfono móvil en el que veo tres llamadas perdidas de mi madre y ruedo los ojos, no necesitado de preocupación maternal.

—Yoongi. –Le llamo de pie entre ambas camas pero no me contesta más que en un leve movimiento de su nariz, un movimiento del todo inconsciente. Suspiro y me siento en el borde de la cama mientras zarandeo débilmente su hombro esperando que despierte con una expresión menos amarga que la de Jimin. Lo hace casi nervioso y sobresaltado. Mira alrededor y al no reconocer el entorno me mira esperando encontrar un rostro conocido y al reconocerme, suspira y se deja caer sobre el almohadón con una mueca levemente sonriente.

—Hola… —Suspira con una mueca cansada y cuando se calma poco a poco saca su mano de las mantas y la posa sobre mi pierna, puesta a su lado. Me palmea unos segundos y mira alrededor, curioso y levemente angustiado. Yo respondo a su expresión desazonada.

—Ha ido a comprar algo de desayunar. –Digo y él me devuelve una mirada satisfecha por mis palabras y yo sujeto su mano en mi pierna. Sus dedos están calientes, su mano es suave, su apretón, firme. Me hace sentir más tranquilo y es justo lo que necesitaba en este mismo instante—. Cuando vuelva vamos a ir a buscar a Taehyung. Sabes que no puede salir, ¿verdad? –Suspiro y él asiente mientras con su otra mano se frota los ojos con una expresión apagada y adormecida.

—Lo sé, no te preocupes. –Me dice y se recoloca un poco en la cama para quedar boca arriba y me suelta la mano para pasarse ambas dos palmas por el rostro, deslizándolas hacia abajo formando unas leves arrugas en sus sienes.

—¿Estás bien?

—Sí. Bien. –Dice, devolviéndome la mirada pero puedo ver, tal vez sea en el brillo de sus ojos o incluso puede que en su oscuridad, que no es cierto. Paso mi mano por su pelo alborotado y aplastado contra el almohadón y le sonrío de esa forma triste. Él frunce el ceño y menea la cabeza para que yo me retire. El me habla, ofendido.

—No me gusta esa mirada de condescendencia.

—Lo siento. –Le digo y él se incorpora mientras yo me alejo un poco hacia atrás y él pasa la mirada a través de la habitación mientras veo como la sábana se desprende de su pecho descubierto. Miro de reojo sus pezones, sintiéndome levemente ruborizado. Son pequeños y de color rosa apagado. Me hace sentir intimidado.

—¿Dónde has dejado tus libros? –Me pregunta mientras mira alrededor, levemente intrigado—. Lo digo por leer algo en lo que os vais… —Me mira y yo le retiro la mirada levemente confuso y él frunce el ceño.

—Tuve que dejarlos en la casa. Ya sabes. Tuvimos que salir corriendo y no pude traérmelos.

—¿No te llevaste uno solo? –Me pregunta y yo niego con el rostro bajando la mirada y suspiro mientras él se queda en un silencio extraño y después de un suspiro por su parte se mueve en la cama para alcanzarme y darme un abrazo mientras doy un respingo por el contacto tan inesperado. Sus manos van a mis hombros y me rodean la espalda con ellos. Se aprieta con fuerza convencional y coloca su barbilla sobre mi hombro.

—¿Hyung? –Le pregunto y él resopla.

—Sé lo importante que eran para ti. Lo siento. –Su cuerpo sin ropa en contacto con el mío, aunque con una fina capa de tela separándonos, me hace sentir muy violento pero poso mis manos sobre sus omóplatos mientras cierro los ojos y me dejo acunar por su olor, por el calor de su cuerpo. Calor de toda la noche de sueño acurrucado entre sábanas. Huele a las sábanas, huele a champú, y huele a él.

—Gracias hyung, pero de veras siento no tener nada que puedas leer…

—No te preocupes. –Me dice mientras me suelta y yo me dejo abandonar por su contacto. Justo en este instante, en el que sus manos aún están sobre mi cuerpo aprisionándome contra él en un último momento en que nuestros pechos ya no están en contacto, la puerta suena con estruendo subjetivo y nosotros nos apartamos como impactados por una descarga eléctrica. Jimin nos ha visto en este extraño comportamiento sospechoso y de miradas vergonzosas pero nos ignora con la misma facilidad con la que anoche expulsaba ginebra por entre los labios. Con una expresión apagada tira sobre la cama de Yoongi una bolsa de cartón que desprende un aire afrutado que me sobrecoge.

—He comprado algo de fruta. –Dice, mientras veo como Yoongi saca de la bolsa unas cuantas manzanas verdes.

—Y para nosotros esto. –Señala dos cafés que trae en la otra mano sobre una superficie de cartón para colocarlas—. Vámonos, tenemos prisa. –Me dice mientras recoge el maletín del suelo al lado de su maleta, comprueba que en el interior hay lo que estaba buscando y yo chasqueo la lengua mientras veo como Yoongi deja la bolsa con las manzanas a un lado y Jimin le pega un largo trago a uno de los cafés sobre su mano. El otro me lo extiende.

—¿Café con leche?

—Sí. Y doble de azúcar. –Me dice y yo asiento mientras recibo un guiño de su parte. Yo ruedo los ojos mientras me aseguro de que lo tengo todo conmigo y nos desplazamos hacia la puerta y salgo el último, mirando a Yoongi con una expresión de condescendencia que ambos odiamos. Cuando le dejo a solas en la habitación me sobrecoge la extraña sensación de que cuando vuelva, no voy a encontrarle dentro. Es solo una sensación momentánea del todo disparatada. No se haría bien a él mismo ni a nosotros. Por lo que le rezo a un dios en el que no creo para que no le haga ver esa idea como una escapatoria.




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