EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 11

 Capítulo 11

 

Jimin POV:

15/07/1995

 

Cuando llegó la hora de la comida me sobrecogió un terror brutal. Me sentí completamente desprotegido ante el poder del tiempo. Me vi en la obligación de ser responsable de ir a comprar algo de comer pero en realidad, prefería morirme de hambre antes que enfrentarme a estar en el mismo espacio que él de nuevo. No era ira o resentimiento acumulados. Era un pánico que no había sentido nunca. Ni si quiera saltando de aquél puente podría compararse. Ni siquiera era el mismo tipo de miedo. Aquél era un miedo animal. Este es un pánico visceral. Incomprensible. Miedo a mí mismo, no a él. Sentando en aquella mesa de cafetería con el periódico delante y sin nada más que hacer que leer por tercera vez todas las noticias una a una miré el reloj de pared colgado y llamé a la camarera para que me retirase el segundo café que me había tomado y me trajese un menú para comer. Lo pagué y me lo comí en silencio y con parsimonia, alargando todo lo que pudiese la hora de regresar. Cuando terminé me limpié los labios con cuidado y me pedí una macedonia compuesta de plátano, naranja, fresas y arándanos. Apenas una pequeña copa y de fruta ya cortada, pero eso también terminó y en algún momento debería regresar. Pagué la cuenta con una sonrisa amable, demasiado comercial, y me retiré de allí comprando un paquete de tabaco.

Cuando salí me dirigí en dirección opuesta al motel para internarme en un pequeño supermercado en donde comprar algo de comida ya cocinada. Apenas lo pensé demasiado, teniendo en cuenta que lo que comiese, también lo comería Yoongi y cuanto menos pensase en ello, menos dolería. Compré una empanada para dos personas de atún con tomate y cebolla, una bolsa de patatas, un par de refrescos y una bolsa gominolas. No pensé en ello tampoco, pero fue un acto inocente e inconsciente en el que solo tuve en mente a Jeon, igual que al comprar el paquete de tabaco. Cuando salí de la tienda me dirigí directo al motel, pensando durante todo el camino como alargar aún más el trayecto. Tal vez parándome en un bar a tomar una copa, o incluso montando un altercado en el que verme envuelto, pero no conseguía atreverme a hacer nada, porque eran ya las tres y media de la tarde y solo pensaba en regresar a la habitación y tumbarme en silencio en la cama. Cuando estuve frente a la puerta me sobrecogió un miedo que yo desconocía. Sabía que tenía que entrar, que debía hacerlo y lo estaba haciendo, estaba girando el pomo de la puerta, pero el dolor me estaba sobrecogiendo a una velocidad indescifrable.

Antes de darme cuenta los ojos de Yoongi recayeron en mí con ese brillo con el que he estado soñando durante días y fruncí el ceño, levemente asqueado de ese encontronazo. Ambos estaban sentados el uno delante del otro en la cama de Jeon, este con las piernas cruzadas y Yoongi con una cruzada y la otra cayendo por el borde de la cama. Me quedé mirando la forma de su figura, el color de su pelo, su perfil contrastado con la oscuridad del cuarto. Y me perdí en la forma de sus labios en una endeble sonrisa curiosa. Mi pecho se detuvo un instante impidiéndome respirar. No podía hacerlo y creo que eso fue lo que aumentó el color de mis mejillas. Ese amargo sabor del recuerdo. Ese instante de dolor. El sabor de sus besos. Lo había olvidado casi por completo pero ahí estaba, de vuelta para avasallarme. Con una mueca de indiferencia entré en la habitación y puse la bolsa de cartón sobre el regazo de Jungkook, el cual sacó de ella la empanada para ambos, los refrescos y la bolsa de patatas. Me devolvió una sonrisa amable mientras que con su mirada recriminaba mi tardanza.

—Has tardado, pero gracias, hyung. –Me dijo con ojos aniñados y saqué del bolsillo de mi sudadera el paquete de tabaco y la bolsita de gominolas.

—Esto también. Es para ti. –Le dije y sus ojos se agrandaron por la sorpresa y me devolvió una sonrisa completamente emocionada.

—¡Wow! Gracias, hyung. –Me dijo y por un segundo estaba seguro de que estaba tratando con un chico de cinco años, pero en realidad, yo también estaba siendo bastante inmaduro. En un acto de completa madurez pasé mi mano por su pelo y él me devolvió una mirada amable. Con eso bastó por el momento y me encaminé al baño solo para mirarme en el espejo y saber que mis mejillas no estaban ardiendo y que mis ojos no habrían roto a llorar. Me sentía un gran nudo en la garganta, tan grande que en momentos no podía respirar. Al intentarlo, dolía, al dejarlo estar, aumentaba. La única solución era ponerme a llorar y vaciarlo por completo pero no podía permitirme eso por lo que me decidí a salir del baño y hacer como si nada, olvidando que en cualquier momento mis lágrimas aflorarían de mis ojos como la lluvia había estado calando estos días los cristales.

Cuando salí del baño me los encontré en el suelo comiendo tranquilamente tal como Jeon y yo habíamos estado haciendo estos días. Fue una sensación extraña, fue como vernos desde otra perspectiva, fuera de nosotros mismos, pero yo no estaba esta vez en la escena y me había sustituido un suplente a última hora. Sin poder soportarlo me tumbé en mi cama y les pedí silencio, el suficiente como para dejarme dormir un rato. Ambos sabían que no iba a dormir, yo también lo sabía, pero necesitaba el silencio y necesitaba por todos los medios hacerme a la idea de que compartiría espacio con él, costase lo que costase. Estuvimos así al menos una hora y media. Ellos hablaban lo mínimo, lo suficiente como para una convencionalidad en la mesa. Para pasarse algunos objetos, para pedir algunas acciones, alguna risa apagada, algún sonido comprensible como el papel de cartón de la bolsa, el refresco burbujeante en la lata o incluso el sonido del mechero al encender un cigarrillo. El humo se expandió rápido por toda la habitación pero yo lo dejé abrigarme mientras me acurrucaba en la cama con los ojos abiertos mirando a ninguna parte, de espaldas a ellos. Cuando hubieron terminado de comer recogieron todos los envoltorios y los tiraron en la papelera junto con los restos del desayuno y la cena de anoche. Me mordí el labio inferior cuando oí que Jeon abría la bolsa de gominolas y ambos comían de ellas. Un único pensamiento cruzaba mi cabeza “Las he comprado para Jeon, solo para él”. Pero no hice nada.

Cuando dieron las seis y media de la tarde me levanté de la cama con aire cansado y sin haber dormido nada. Eso no había hecho sino crearme un fuerte dolor de cabeza que palpitaba dentro de mi cráneo como si una alarma se hubiera activado y no encontrase el botón de apagar. Me levanté tranquilo, pasándome la mano por el rostro y me interné en el cuarto de baño para echarme agua a la cara que me despejase las ideas. No lo haría, pero no podía pensar en hacer otra cosa. Con una mueca confusa salí del baño, me apee al bastón y me encaminé hacia la puerta con esa misma expresión acompañándome. Jeon me detuvo con sus palabras curiosas.

—¿Te vas de nuevo? –Me pregunté, no con aire preocupado, sino más bien comprensible.

—Sí. Vendré con la cena, así no tendrás que salir. –Le dije, si más. Y salí por la puerta cerrándola detrás de mí y encaminándome al bar más cercano. El más oscuro, el más apagado y con el alcohol más barato de los alrededores. Solo deseaba meterme en el estómago una larga copa de ginebra con zumo de ciruela. No sé en qué momento sugirió la necesidad. Tal vez al entrar en el cuarto, o tal vez durante los largos minutos tumbado en la cama, pero lo ansiaba como si fuese oxígeno que meter en mis pulmones.

Y aquí estamos, frente a la quinta copa de ginebra con ese color rosado cayendo a plomo hasta el fondo del vaso. Muevo el vaso, los hielos tintinean.  El sonido del bar me acompaña a seguir bebiendo y el color anaranjado de la luz coloreando el resto de espacio alrededor me hacen sentir refugiado de cualquier pensamiento exterior a esta copa de ginebra. Me gustaría pensar que no hay nada más a parte de ella, y que en este mundo todo se reduce a la forma en que los hielos tintinean contra el cristal, pero es una mentira piadosa, y cuando estoy a punto de pedir una sexta copa miro el reloj digital al otro lado de la barra y doy un respingo, comprobando que son más de las diez y media y ni siquiera he comprado nada de cenar. Me abraza la culpabilidad, pero no tanto como lo haría de estar sobrio. Lo reconozco, estoy borracho y me lo noto en la dificultad que tengo para enfocar la vista en el reloj digital y en lo poco que me importa no haber comprado nada de cena porque no vamos a morirnos de hambre. Yo no, por lo menos.

Doy un largo trago al vaso vaciándolo cuando contenía un poco menos de la mitad este ya ni molesta al tragarlo. El primer vaso me dio picor de garganta, el tercero encendió mis mejillas, pero el quinto ha entrado mejor que el agua aunque los efectos serán a medio largo plazo y no puedo hacerme responsable de mis actos ni de mis palabras, por eso he bebido, porque no quiero hacerme con la culpabilidad de nada de lo que pueda decir, que de una forma u otra, iba a acabar saliendo. Cuando me levanto pago esta última copa a la camarera que me despide con ojos tristes por mi contexto tan desamparado y salgo del bar con un leve mareo que se pasa enseguida en cuanto enfoco a lo lejos la tienda 24 horas que estaba esperanzado de encontrar. Me adentro y me quedo mirando alrededor con demasiadas opciones para elegir. Como no me encuentro en condiciones me acerco al mostrador vacío y le pido a la dependienta mi comanda.

—¿Puedes darme tres vasos de fideos instantáneos de carne de ternera? –Le pido presionándome los ojos con las yemas de los dedos y ella asiente mientras se desplaza unos metros a la izquierda y rescata de la estantería lo que le he pedido.

Cuando regresa y voy a pagar saco la cartera, pagándole y pidiéndole una bolsa de cartón. Cuando la tengo en mi brazo libre del bastón me encamino de nuevo al motel. De nuevo, el mismo sentimiento. Intentar aplazarlo cuanto antes. Pero tal vez sea el alcohol, o incluso las luces a lo largo de toda la calle, pero antes de darme cuenta me encuentro frente a la puerta de la habitación mirando de frente hacia el pomo, con el bastón colgando de mi antebrazo y con un sonido intermitente en el interior de la habitación. Sujeto el pomo y suspiro. Exhalo el aire que estaba emponzoñándose en mi interior y giro el pomo para entrar encontrándome a Jeon de pie en medio de la habitación recogiendo lo que parece ser un cartón de tabaco vacío y una bolsa de plástico de alguna parte. Nada más entro se me queda mirando con sorpresa pero con algo de enfado y preocupación. Deja todo lo que estaba haciendo mientras se me queda mirando como dejo el bastón colgado de alguna parte, cierro la puerta detrás de mí y me vuelvo a él, en silencio.

—¿Dónde estabas? –Me recrimina—. Estaba preocupado, hyung… —Me dice con voz tranquila, algo aliviada de volver a verme pero seria y adulta, responsabilizándose de mi situación. El sonido intermitente es el sonido de la ducha. Hay alguien duchándose pero no relaciono el hecho de ello con el que Yoongi no esté alrededor. Es lo primero que pregunto.

—¿Dónde está Yoongi? –Lo hago con voz seca pero no enfadada.

—En la ducha. Se está duchando. –Me dice Jeon mientras tira los desperdicios a la papelera y yo me acerco a él para darle la bolsa de cartón con los tres botes de fideos instantáneos—. ¿Dónde has estado? –Me pregunta pero no necesita más que yo me acerque a él y le extienda la bolsa para mirarme de arriba abajo y saberlo, mirándome con esa expresión de asco—. Has bebido. Estás borracho. –Me dice escupiendo las palabras, más sorprendido que enfadado pero el enfado no se le escapa y lo retiene con un fruncimiento de ceño.

—Sí. –Digo, tranquilo—. Ve afuera, a llenar los botes. –Le digo mirando la bolsa de cartón y él saca los botes de plástico de fideos mientras se los queda mirando, con una expresión decepcionada.

—¿Enserio? ¿Fideos? Los acabas de comprar.

—Claro. –Le digo quitándome los zapatos y él se me queda mirando, hierático—. ¿Crees que los he cagado?

—Idiota. –Me dice, pero no con la sonrisa con la que suele hacerlo, sino con una expresión seria, de total enfado—. No te has preocupado en comprar nada mejor.

—¿Nada mejor? –Señalo hacia el baño—. Es mucho mejor de lo que está acostumbrado a comer esa rata de cloaca. –Digo y Jeon abre sus ojos, más sorprendido que enfadado y yo le miro serio—. Ve a llenaros de agua caliente y no me toques más los cojones, Jeon. No quiero tener que pagarlo contigo. –Le digo con los dientes apretados y él obedece, más sumiso de lo que me habría esperado de él y en la forma en que me ha mirado comprendo que entiende mi estado de nervios y mi dolor acumulado. Se va resoplando pero creo que por el esfuerzo de tener que hacerlo todo él, y no tener ayuda de mi parte. Yo tampoco tengo ganas de hacer nada más y de pensar, menos. Tengo la sensación de que si me concentro en un pensamiento concreto, mi cabeza puede reventar. El dolor con el que he salido de casa no se ha calmado.

Me siento en mi cama. Al hacerlo siento que desprendo una ráfaga de olor de Yoongi e inexplicablemente siento que la tráquea se me cierra y no puedo respirar. Cierro los ojos y me cubro el rostro con las manos, apoyando los codos sobre las piernas. Suspiro largamente para expulsar cualquier resquicio de su olor de mí y me tapo después lo oídos para no escuchar el sonido de mi corazón, pero al taparme los oídos, el sonido se amortigua y se oye aún más fuerte, como si me estuviesen dando con una maza justo en el tórax. Casi lo siento palpitar, golpeando las costillas con una fuerza que no puedo controlar. Me duele el pecho, me duele la pierna, la espalda, me duele la cabeza y me duelen los ojos. Hundo mis dedos sobre ellos de nuevo y el sonido de la puerta del baño me hace dar un respingo y me giro al baño para verle salir en toalla. Lo hace con una alrededor de su cintura y con otra frotándose el pelo de forma que no puede verme. Tal solo cuando se descubre débilmente me mira y da un leve respingo sorprendido.

—Oh… Ho—hola. –Dice, con una endeble sonrisa amable y yo le retiro la mirada mientras él se pasea a lo largo de la habitación en busca de algo de su ropa. Acaba de espaldas a mí rebuscando de rodillas dentro de una de las bolsas de viaje y puedo ver como el tatuaje de las alas en su espalda se mueve junto con el movimiento de su piel sobre su cuerpo. Olvidaba eso, había olvidado sus tatuajes. El contraste del negro con su piel, un negro que con el tiempo se ha degradado a un gris verdoso, pero aun así, es oscuro, muy oscuro, lo suficiente como para aparentar que su piel es nieve. Nieve. Nieve.

—¿Me oyes, Jimin? –Me pregunta de repente volviendo su rostro a mí con preocupación y yo enfoco la vista en sus ojos que me hablan con esa mueca confusa y preocupada.

—¿Hum?

—Te preguntaba que dónde está Jeon. –Me dice mientras yo señalo la puerta con la mirada.

—Ha ido al dispensador de agua en el pasillo para hacer la cena. –Le digo y él asiente, satisfecho con ello y saca de la bolsa de viaje una camiseta negra de manga corta y unos pantalones grises y negros holgados. Reconozco ambas prendas. Son mías. Lo eran. Cuando tiene las prendas se va al baño y se encierra ahí en silencio. En lo que se viste Jeon regresa trayendo como puede los tres vasos de pasta y se sienta en el suelo con ellos mientras que coge la botella de agua que compartíamos y la deja a su lado. Cuando lo tiene todo dispuesto me mira esperando a que me siente a su lado y lo hago calmado y en silencio. Me siento con un quejido por culpa de mi tobillo pero en realidad no duele tanto. Es un quejido automático que se produce en cuanto sé que tengo que forzar el tobillo de alguna manera.

En completo silencio ambos metemos los palillos de madera en el interior de los fideos y removemos para desmenuzar la forma en que los fideos vienen envasados. El agua caliente los estimula y nosotros terminamos por desarmarlo. Cuando estoy soplando sobre unos pocos de fideos Yoongi sale del baño y se sienta en el mismo silencio que hemos hecho nosotros para coger su vaso de fideos y comenzar a comerlos. Yo me llevo unos pocos a los labios. Soplo, me los cómo y trago sintiendo como caen en mi estómago y la acidez que se produce por el sabor a ginebra sube hasta mi esófago provocándome una sensación de ardor y mareo. Me quedo masticando unos segundos y trago, de nuevo, con esa sensación de que mi estómago no asimilara nada que me meta en él a no ser que sea otra copa de ginebra.

—Yo… bueno…—Comienza Yoongi hablando antes de probar bocado—. Quería disculparme con ambos. –Suelta como si le pesase esas palabras sobre la lengua y mientras Jeon asiente yo me quedo mirándole directamente mientras siento que los fideos dentro de mí se revuelven como un pulpo, pegándose a las paredes de mi estómago.

—¿Qué? –Pregunto, enfadado.

—Quería disculparme. –Repite—. Yo no tuve nada que ver con lo que pasó aquél día pero… —No le dejo terminar.

—Entonces, ¿por qué te estás disculpando? –Mi voz suena más seria de lo que me abierta gustado emitir, y Jeon posa levemente la mano sobre mi brazo pero yo se la retiro de mí con un gesto violento.

—Que sonasen las alarmas, y que los policías estuvieran esperando por nosotros no estaba en el plan. –Dice, tranquilo—. Nada de eso tenía que suceder. El plan principal era… —Comienza a explicar, soltando los fideos de la mano pero yo le detengo con un gesto cortante de la mano.

—No importa ya. Eso pasó y ahora estamos así por vuestra culpa. Tuya, de Namjoon y del resto. No me importa una mierda quien fuera el ideólogo, o quien…

—Jimin… —Me interrumpe Jeon pero yo ignoro sus palabras.

—…O quien fuera quien debía morir. Me importa ya una mierda. Solo quiero terminar con esto de una vez…

—Escúchale, Jimin. –Me pide Jeon volviendo a sujetar mi brazo, pero esta vez le doy un manotazo a su mano y se queda levemente congelado por mi reacción.

—Yo no soy el ideólogo de nada. Solo soy un peón más. El plan era llevar las obras al almacén. Y el gobierno se encargaría de ir a buscarlas al día siguiente. Eso fue a lo que me comprometí.

—Te he dicho que me da igual. –Es ahora él el que me ignora a mí.

—Me comprometí a hacerme pasar por el ideólogo delante de la prensa, el gobierno y la policía para volver a la cárcel después. Iba a quedarme en la cárcel de todas maneras, así que yo no perdía ni ganaba nada…

—¿Y se puede saber por qué diablos nos pillaron?

—Porque Namjoon me tendió una trampa. Querían que me disparasen a mí. Y lo habrían hecho si no me hubiese quedado dentro del camión.

—Ojalá te hubiesen disparado. –Murmuro y Jeon da un respingo a mi lado mientras Yoongi me retira la mirada, evidentemente dolido. Pensé que verle dolido me reconfortaría, pero en realidad ha empeorado mi dolor.

—Jimin, por favor… —Murmura Jeon y yo vuelvo a sujetar los palillos con la intención de seguir comiendo pero las palabras de Yoongi vuelven a detenerme.

—Sé que no te importa nada del plan, ni de los cuadros, ni de Namjoon. Ni siquiera las barbaridades que has oído por televisión. Sé que es lo que te ha molestado de todo esto y te pido perdón…

—¿Qué me ha molestado? –Le pregunto, interrogándole—. No sabes nada.

—Sé que te sientes engañado porque no te dije que yo volvería a la cárcel, desde el principio. –Yo me quedo sin palabras y estoy a punto de levantarme pero él me retiene con más palabrería—. Y te hiciste falsas esperanzas pensando que…

—¿Qué? ¿Qué nos iríamos juntos por ahí? Pues sí, yo quería irme contigo, pero después de todo menos mal que casi nos matan, porque me he dado cuenta del error que habría cometido.

—Lo siento. –Dice sin más, bajando la mirada a su cuenco de fideos y yo frunzo el ceño.

—No me sirve de nada que me digas cuanto lo sientes. No lo sientes de verdad, porque te importamos una mierda. –Miro a Jeon, señalando a Yoongi—. Le importamos una mierda, ¿no te das cuenta?

—Jimin, cálmate. –Me dice.

—¡No quiero calmarme! Tú no te creerás lo que ha salido en televisión pero yo ya no sé en qué creer, y ante la duda no quiero tener que dormir en la misma habitación que este hijo de puta…

—Jimin. –Me llama Jeon con voz autoritaria a lo que yo doy por finalizada la cena y me levanto, pero al intentarlo me tambaleo y me apoyo en una de las camas, levemente mareado—. Jimin, siéntate. –Se levanta Jeon detrás de mí, y solo Yoongi se queda ahí sentado en el suelo, mirando su comida en silencio—. Se está disculpando con nosotros, nos está dando explicaciones de lo que ha sucedido.

—¿No entiendes que no quiero explicaciones? ¡No quiero tener nada que ver con alguien como él! –Le señalo, pero Yoongi me vuelve el rostro.

—Cuando te conté los robos que cometía no parecías muy preocupado ni ofendido…

—¡Pero ahora todo ha cambiado! –Grito haciendo aspavientos pero Jeon intenta contenerme, temiendo que le dé un manotazo.

—Claro que ha cambiado. –Dice, mirándome con ojos entrecerrados—. Yo estoy condenado a muerte, y como se entrenen de que he salido de la cárcel pondrán precio a mi cabeza. Y dentro de poco también lo tendrán las vuestras. ¿Os pensáis que habéis salido impunes? Si la policía es demasiado lenta, Namjoon dará vuestros nombres a la prensa y os investigarán, os buscarán, y dentro de poco os cogerán. –Mira alrededor, serio—. Ni siquiera sé qué hacéis aquí aun.

—Yo tampoco. –Digo serio, y mi mirada recae en Jeon a mi lado que me devuelve la mirada, triste—. Sea lo que sea, yo no me refería a eso. No me importa cuánto valga mi cabeza ni cuantos de la secreta me estén buscando. Yo… —Una arcada me sorprende y me sujeto el vientre con una mano mientras Jeon da un respingo y posa una mano sobre mi espalda, casi alarmado. Trago en seco, frunzo el ceño y abro con los dientes apretados—. Yo confiaba en ti y nos has engañado. Eso es lo que ha cambiado.

—Jimin, —me dice Jeon, con voz calmada—, él no sabía que iban tras nosotros, y aunque nos hubiera contado lo que sabía, no habría cambiado nada. ¿No te das cuenta? –No respondo porque sé que tiene razón, pero de cualquier forma, y como no tengo justificación para estar enfadado con Yoongi, frunzo el ceño y bajo la mirada hacia el suelo, intentando controlar mi respiración.

Una segunda arcada me sorprende y me levanto de inmediato, casi como impulsado por un resorte y corro al baño para caer delante de la taza y regurgitar toda la bebida que he ingerido. Cae como una cascada del vómito junto con agua y bilis. Cuando termino Jeon aparece de la nada para golpearle levemente la espalda, con palabras reconfortantes que tanto necesitaba.

—Vamos, vamos, Jimin. Tranquilo. No pasa nada… —Me dice con voz amable, borrando de él todo resquicio de los recuerdos de hace unos segundos.

Una tercera arcada y me dejo llevar por ella para que el amargo sabor de mi bilis me recorra la garganta. Hundo mi cabeza en el retrete y me apoyo con las manos en la porcelana de alrededor. Una de las manos de Jeon cierra la puerta con un empujón mientras que la otra va a mi espalda. Su otra mano va a mi estómago y me sostiene mientras sigo vomitando. El sonido de las arcadas y el vómito cayendo sobre el retrete es lo único que oigo. No es hasta que se me queda el estómago vacío que no me detengo y me dejo caer sobre la pared a mi lado mientras Jeon tira de la cadena y me pasa una toalla limpia. Me la da y yo me limpio, exhausto mientras una gota de sudor recorre mi sien derecha. La siento caer y entrecierro mis ojos, abrumado por la luz de los fluorescentes del baño. Respiro con dificultad al principio pero a medida que pasan los segundos consigo controlar el ritmo de mi respiración y el palpitar de mi diafragma, que tiembla por el esfuerzo. Jeon pasa una mano retirando el cabello humedecido de mi frente por el sudor en el esfuerzo y me sonríe con una tristeza que hacía mucho que no veía en sus ojos.

—No me hagas esto, hyung. Te necesito conmigo, ¿vale? –Asiento con ojos cerrados y una lágrima cayendo por mi mejilla derecha. No sé si es culpa del esfuerzo, de la tristeza, de su mirada o de mis ojos que últimamente han decidido romper a llorar en los momentos más apropiados—. Te necesito, no me hagas esto. –Repite, como un dogma—. Te quiero, y necesito que me ayudes, yo solo no puedo hacer esto. Mañana tenemos que ir a por Taehyung. Tienes que ser fuerte, ¿vale? –Asiento de nuevo y Jeon se acerca más a mí para limpiarme él las gotas de sudor de mi rostro—. ¿Puedo dormir contigo esta noche? ¿O prefieres dormir solo?

Con miedo de hablar sujeto su camisa por la línea de su costado y le acerco aun más a mí para abrazarle en forma de respuesta afirmativa a su primera pregunta y como gesto de amabilidad por su comportamiento para conmigo. Aspiro su olor, él me besa en la coronilla y suspira largamente como soltando un gran peso que soportamos los dos.   

 

 

 

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