EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 10
Capítulo 10
Jungkook POV:
15/07/1995
Un nuevo taxi con un nuevo taxista nos
lleva de regreso al motel. Este taxista es mucho más discreto que el anterior y
estoy seguro que ha sido gracias a nuestras apariencias serias. Se ha limitado
a saludarnos y a recogernos con una amable sonrisa convencional. La palabra
convencional me lleva días molestando en la cabeza y no puedo sacármela. Tan
solo es el reflejo de una sociedad acomodada, pero comienza a astillarme el
cráneo desde el interior como una piedra golpeando y rozando contra las paredes
de mi cabeza. De vez en cuando desaparece, pero solo ha caído y se ha escondido
en algún rincón entre mis pensamiento.
Jimin a la derecha sentado con el codo
apoyado sobre la puerta y con la mirada puesta en la carretera a su lado. Mira
sin mirar, los edificios que nos rodean a ambos lados de la calle. El maletín
se lo ha puesto en el regazo y puedo ver como su volumen ha disminuido. El
único contenido de su interior está ahora sobre el cuerpo de Yoongi, sentado en
medio de los asientos con la mirada en sus manos sobre sus piernas. Porta una
camisa negra de Jimin, unos pantalones vaqueros también negros de Jimin y una
mascarilla blanca sobre el rostro. Me siento terriblemente aturdido al sentir
de nuevo a mi lado, pero más incómodo me deja este silencio tan frío que se ha
instalado. No puedo aun creerme lo que está sucediendo ni lo temeraria que es
la situación, pero creo que después de caer de una moto y saltar a un río entre
una ráfaga de balas, puedo sentirme levemente acomodado a la adrenalina.
Yo estoy sentado en el asiento izquierdo de
este coche y miro también hacia mi ventana, pero mantengo mis manos sobre mis
piernas. Jugueteo con mis manos, inquieto, entre mis dedos, bajo las uñas. Me
siento terriblemente entusiasmado y estimulado pero solo puedo pensar en
mantener las formas porque no es el lugar, el momento, ni la compañía para
bramar improperios con una sonrisa lunática. En vez de eso aprieto mis dedos
con cuidado y de vez en cuando desvío la mirada hacia mi derecha, observando
como Jimin se desentiende de la situación no devolviéndome la mirada a pesar de
que sabe que le estoy mirando y Yoongi me sonríe debajo de la mascarilla. Puedo
reconocer su sonrisa y sé que me está sonriendo por la forma en que sus pómulos
se alzan y sus ojos se vuelven dos finas líneas oscuras que quiebran su rostro
en una expresión apacible. Si en algún momento me he tomado mis actos como
temerarios, acabo de ser recompensado por esa dulce expresión de sus ojos. Veo
agradecimiento, veo felicidad, veo una fraternidad que no esperaba encontrar.
—Gracias. –Murmura, sonriente—. Gracias a
los dos. –Dice y Jimin no hace el mínimo cambio en su expresión mientras que yo
estrecho su mano con la mía en una necesidad inquebrantable. Sus dedos se
contraen asegurando el contacto y yo suspiro largamente, tremendamente emocionado.
El resto del camino continúa en silencio
mientras que nos desplazamos hacia las afueras de la ciudad. Llegamos a la
trasera del motel y nos bajamos, pagando al taxista la carrera. Cuando nos
bajamos Yoongi mira alrededor y Jimin comienza a caminar directo hacia la pared
delantera con el bastón apoyándose en su camino. Se apoya más de lo que hacía
hace unas horas, por lo que entiendo que está cansado y tiene el pie resentido.
Son las diez y media de la mañana y llevamos horas fuera de casa, más a lo que
estábamos acostumbrados durante esta última semana. Yo también me siento
levemente desgastado, pero puede ser por el peso del traje sobre mis hombros o
por la adrenalina yéndose de mi cuerpo y dejándome esta sensación de desgaste
que no me gusta nada. Me siento abrumado y mareado. Adormilado pero
tremendamente inquieto. Cuando llegamos a la parte delantera subimos en
silencio las escaleras y nos encaminamos hasta la habitación que nos
corresponde. Jimin es el que, colgándose el bastón de su antebrazo, saca la
llave y la mete, con un sonido seco y en completo silencio. Apenas si le oigo
respirar y menos mal, porque por sus facciones hieráticas estaría por apostar a
que se ha vuelto inhumano. Lo comprendo, en cierta parte y sé que solo es una
fachada para aparentar una normalidad que no le corresponde. O bien es la
indiferencia, lo que usa como mejor arma para enfrentar sus propios
sentimientos, pero yo no puedo contener los míos por mucho que me esfuerce y
estoy tan herido como él, pero me supera el agradecimiento del trabajo bien
hecho.
Cuando nos internamos en la habitación
Yoongi se quita la mascarilla y se queda mirando a todas partes. Puede ver unas
cuantas maletas y bolsas de viaje apiladas en un rincón de la habitación, ropa
suelta por algunas partes. Encima de la cama, sobre una silla, incluso algunos
pares de calcetines por el suelo. Una de las camas desecha, el baño en
penumbra. Es sin embargo un techo y cuatro paredes con agua corriente y un
colchón sobre el que dormir. Dos en este caso y él está más que agradecido de
ello y sonríe, como si hubiese llegado a su hogar de infancia. No me imagino lo
que es vivir en una celda, pero estoy seguro de que se siente aliviado de
desembarazarse de estar entre rejas. Cuando entra lo primero que hace después
de quitarse la mascarilla es mirar las maletas apiladas en el suelo. Después me
mira a mí y después a Jimin, que se mete en el baño en completo silencio.
—Bueno, —le digo, con una sonrisa amable y
liberado de la presencia de Jimin por unos segundos. Puedo oírnos, pero no me
importa—, bienvenido a casa. ¿Es lo que te esperabas? –Niega con el rostro pero
no parece darle importancia.
—No, pero no está nada mal. No me
imaginaba que con el dinero de la recompensa os rebajaseis a vivir en un motel,
pero la verdad es que es completamente comprensible. ¿Cuánto por noche?
—Solo 25 dólares.
—No está mal.
—Tampoco es que la habitación tenga vistas
a la playa, yademás, está lejos del centro, pero tampoco es que vayamos.
—Entiendo. –Dice asintiendo, aun haciéndose
al espacio—. ¿Os habéis traído todas vuestras cosas?
—No todas. –Digo, triste—. Las que
pudimos. Además, teníamos el refuerzo del dinero así que tampoco…
—Entiendo. –Me corta y se sienta sobre una
de las camas. La mía. La que está aún deshecha. Con una mueca curiosa se
queda mirando todo alrededor y yo me
encamino divertido a una de las bolsas de viaje y saco de ella su camisa con la
que se presentó el primer día en el piso compartido. Él la mira con ojos
brillantes y entusiasmado. No se levanta de la cama pero tampoco parece que se
haya quedado estático.
—¿Cogisteis mis cosas?
—Sí. Las pocas que tenías. La ropa y esto.
–Le digo y me levanto de nuevo para conducirme a la mesilla entre ambas camas y
sacar del cajón un par de mecheros y un paquete de tabaco.
—Vaya, no se te olvida nada. –Me dice con
una sonrisa. Se queda mirando el paquete y lo abre, para fisgonear en el
interior. Estoy seguro de que va a coger uno de los cigarrillos pero me
sorprende volviendo a cerrar el paquete y guardándoselo en el interior de los
vaqueros. Yo me le quedo mirando con una sonrisa algo extraviada y me siento en
la cama de Jimin. Él se gira para estar de cara a mí y yo me quedo mirándole
como si mirase una ilusión realista de mi mente, como un recuerdo lejano por el
que rezo para que sea verdad. Es él, y está aquí. Parece levemente aturdido
pero es comprensible, hasta hace apenas una hora pensaba que iba a morir.
La puerta del baño suena de repente
haciendo que Yoongi dé un respingo y quien sale es Jimin con el traje de la
mano, doblado pero no de manera minuciosa y en el cuerpo una sudadera negra y
unos vaqueros de color claro. En los pies lleva unas zapatillas normales y sobre
el rostro unas gafas de sol y una mascarilla negra. En su mano el bastón.
—¿A dónde vas? –Le pregunto levemente
aturdido mientras él deja el traje sobre una de las maletas con algo de ropa
saliendo por entre la cremallera, como una lengua que busca algo que chupar.
—Voy a la cafetería. –Dice sin más—. Tal
vez vaya a comprar el periódico y algo de comer.
—¿No vas a volver hasta la hora de comer?
–Le pregunto extrañado por su comportamiento, dado que no es habitual, pero
tampoco demasiado. Comprendiendo lo que le sucede.
—No. Nos vemos luego. –Dice sin más, coge
el teléfono móvil, la cartera y se marcha cojeando mientras se apoya en el
bastón. Cuando ha desaparecido del todo el sonido de sus pies alejándose y el
del bastón reverberando, Yoongi se gira a mí y me mira con una expresión feliz
pero con una mota de dolor y tristeza. Yo suspiro encogiéndome de hombros como
forma de disculpa por el comportamiento de Jimin y él baja la mirada,
comprensivo.
—Bueno. –Digo palmeando mis piernas y
levantándome con una expresión infantil—. Ponte cómodo, estás en tu casa. Yo
voy a cambiarme. –Digo y él se levanta a la par que yo con una expresión
perdida y desamparada. Como si hubiese soltado a un niño en medio de un bosque
en pleno anochecer. Él se queda mirando a todas partes mientras yo comienzo a
desabotonarme la camisa y él no sabe a dónde mirar. Yo le señalo el paquete de
tabaco—. Fúmate un cigarrillo, venga. Te hará bien. –Le digo y él tiñe sus
mejillas de un dulce color rosado y asiente, sonriendo. Lo hace de pie, dándome
la espalda de cara a la mesilla de noche. Se enciende el cigarrillo con el
mechero y una cálida luz anaranjada ilumina la pared y su rostro escondido de
mi vista. Yo me deshago de la camisa de policía y me quito la camiseta
interior. Después me bajo los pantalones y suena el cinturón al golpearse
contra el suelo. Él rescata el cenicero de la mesilla y se lo queda mirando con
una mueca un tanto extraña. Pensativa. Después de unos segundos desvía la
mirada hacia mí, aturdido, mientras yo me pongo unos pantalones cortos negros y
una camisa gris de manga corta con el logotipo de una bebida energética.
—Joder. –Dice, soltando aire humeante de
sus labios—. No puedo creerlo. Estáis vivos. –Dice, como si acabe se
comprenderlo y asimilarlo al fin y yo asiento, sonriendo mientras me encamino a
su lado.
—Ya ves. Vivitos y coleando.
—¡Mírate! –Me dice, dejando el cigarrillo
sobre el cenicero inclinado de forma que la ceniza caiga en el interior y posa
sus manos sobre mis hombros, como remarcando el hecho de mi existencia. Yo
sonrío y mi sonrisa le hace sonreír también. De pronto me doy cuenta de
insignificancias importantes, como el hecho de que extrañaba la forma de sus
pequeños dientes al sonreír, o la delineación de sus orejas luchando con el
perfil de su cabello. Nimiedades que son como un mundo de complejas,
incomprensibles, pero ahí está el sentimiento y vive Dios que mataría por sus
pequeños dientes o sus pálidas orejas.
—Lo sé… —Suspiro—. Estamos bien, y ahora
tú también. –Le digo, intentando sonar adulto y apacible pero solo consigo
parecer nervioso y excitado, a lo que él coge mi rostro entre sus manos y besa
mi nariz, después mis mejillas, y con el sonido de mi risa nerviosa
reverberando por el interior del cuarto sigue con la frente, con mis ojos
cerrados y con mi barbilla—. Vale, vale hyung… está bien. –Le digo posando mis
manos en sus hombros y él ríe también nervioso y feliz.
—Namjoon me dijo…
—Sé lo que te dijo. –Le digo y le
reconduzco al borde de la cama de Jimin para sentarle y yo me siento de cara a
él a su lado—. Pero no es verdad.
—¡No debes creerte nada de lo que te haya
dicho, Jeon! ¡Nada! –Me dice, cogiéndome ambas manos y yo las aprieto. Se ven
tan pálidas…
—Lo sé. Y no me lo creo. Pero Jimin por el
contrario…
—Lo sé. –Suspira, cabizbajo.
—Está muy enfadado. –Le digo, solemne,
casi como un pésame—. Lo que nos ha contado Namjoon, y después lo que ha salido
en las noticias…
—Lo sé. –Suspira y le da una calada al
cigarrillo. Después me lo ofrece y yo le doy una segunda—. Sé lo que ha salido
en la prensa, pero Namjoon… —Suspira y chasquea la lengua.
—Namjoon nos dijo que todo lo del robo
había sido idea tuya. –Le digo, y Yoongi da un respingo sorprendido—. Y que de
tu mano estaba el que nos disparasen. Que tú habías alertado a la policía y que
sabías desde el primer día lo que iba a suceder. Entiéndelo, tu actitud para
con nosotros no ha sido muy colaborativa para que no creyésemos a Namjoon.
—Namjoon es un manipulador. ¿No lo ves?
—Lo veo, pero veníamos de haber sido
perseguidos. –Suspiro—. Nos persiguieron, sabían por qué calles iríamos. Yo me
caí de la moto, y Jimin salió volando por los aires al intentar dar la vuelta.
Él se dislocó un hombro y se torció el tobillo. –Yoongi frunce el ceño,
dolorido—. Y yo me raspé la pierna con el asfalto. Luego me disiparon en el
brazo…
—Kookie… —Murmura con voz ahogada.
—La única forma para que no nos alcanzasen
fue saltar hacia el río, y aun así, siguieron disparando. Salimos vivos de
milagro. Y cuando llegamos a casa y vemos las imágenes en la televisión…
—¿Qué imágenes? –Pregunta.
—Tú y Taehyung bajando de la furgoneta. A
Taehyung lo abaten a tiros y a ti te bajan con el mínimo cuidado…
—Joder… —Murmura Yoongi y se pasa la mano
por los ojos, como si el recuerdo le dañase la vista.
—Namjoon nos dijo que era tu plan, Yoongi.
Y que lo hiciste porque le debías una. Mataste a su hermano. ¿Es cierto, hyung?
–Le estrecho una de sus manos y él me la retira, ofendido por mis palabras.
—Yo no maté a su hermano. Yo no he matado
a nadie… —Dice y se pone en pie, pero yo le sujeto del brazo, con la mano
temblorosa.
—Y te creo… —Suspiro—. Yo te creo, te lo
prometo. –Él me mira en silencio buscando en mis ojos la verdad de mis
palabras, y parece que la encuentra pero no se sienta de nuevo y se queda
delante de mí, de pie, cigarrillo en mano esperando que hable—. Pero
entiéndelo, después comienzan a salir cosas en prensa. Más asesinatos, tráfico
de drogas, prostitución…
—Lo he visto. –Dice, tranquilo, mientras
le da una calada al cigarrillo—. Y entiendo que desconfieis. Es normal, la
desconfianza es un signo evolutivo de supervivencia, Jeon… —Me dice y yo
levanto levemente mi comisura en una triste sonrisa, pero él apaga el
cigarrillo de golpe en el cenicero y suelta el aire emponzoñado—. Pero tienes
que creerme, soy muchas cosas pero no un asesino.
—Lo sé. Y te creo. –Suspiro.
—No lo parece.
—Pues no confíes en mis palabras. Hazlo de
mis actos. Ha sido iniciativa mía el ir a buscarte. Tenía que sacarte de allí.
–Él rueda los ojos.
—¿Sentiste pena de mí cuando te enteraste
de que iban a matarme?
—No. Quise sacarte en el momento en que
vimos como la policía te sacaba del camión. La noticia de tu sentencia solo
precipitó los acontecimientos. –Me muerdo el labio inferior y él no me aparta
la mirada.
—¿Por qué lo has hecho? ¿Porque quieres
oír mi versión de la historia? No podías dejar la verdad en el aire…
—Exacto. –Murmuro—. Y porque te quiero.
–Suelto, de la nada y él da un respingo—. Te quiero igual que quiero a Taehyung
y por eso mañana Jimin y yo vamos a ir a buscarle. Igual que quiero a Jimin, y
le ayudé a salir del río aquél día…
Yoongi se queda en silencio mirándome
serio pero tras un largo suspiro apacigua su tez, se vuelve a sentar a mi lado
y me estrecha en sus brazos. Mejor dicho, se interna entre los míos mientras yo
le rodeo los hombros con mis brazos. Exhala, suspira, chasquea los labios y
cuando me suelta puedo ver su rostro más tranquilo y relajado.
—Qué haría sin ti… —Murmura y yo me encojo
de hombros—. ¿Cómo eres tan listo? ¿Cómo sabíais cómo sacarme de la cárcel?
—No he sido yo. –Digo, sonriendo, por
Yoongi borra su sonrisa—. Ha sido idea de Jimin. Tú le contaste como Namjoon lo
hizo aquella vez, y él ha seguido su ejemplo.
—¿Ha sido idea de Jimin?
—Sí. Yo le dije que teníamos que sacarte y
él ideó el plan.
—Plan… —Murmura—. ¿Por qué lo ha hecho?
Debe odiarme.
—Sí. –Digo, encogiéndome de hombros—. Pero
lo ha hecho, y eso es lo que cuenta. –Suspiro.
—Os habréis gastado la mitad del dinero de
la recompensa, sois unos idiotas. –Dice, pasándose las manos por la frente, en
signo de condescendencia.
—Yo no me he gastado un won. –Suspiro y él
levanta la mirada, aturdido y sorprendido.
—¿Entonces? –Me pregunta y yo suspiro
mientras me miro las manos en el regazo, más abochornado que orgulloso.
—Ha sido Jimin. Ha donado todo el dinero
de su recompensa para sacarte. –Le digo y Yoongi me mira con ojos brillantes y
entristecidos. El resto de su expresión se ha quedado en la sorpresa—. No me ha
dejado gastarme un solo won. Le dije de ir a medias, o incluso de poner yo más,
dado que era yo quien quería… —suspiro—. Pero no me dejó. Me dijo que él tenía
algo de dinero en el banco y que yo tenía además que pasarle dinero a mi
familia. –Suspiro de nuevo. La única respuesta de Yoongi es cerrar los labios y
asentir, solemne. Se mira las manos y se muerde el labio inferior.
—Supongo que le debo una disculpa. –Dice,
y yo frunzo el ceño—. Os debo una disculpa a ambos.
—¿Por qué?
—Porque yo sabía más de lo que os hacía
creer.
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