EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 1

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Gracias por animarte a leer este fanfic. Comunico aquí que esta es la segunda temporada de dos. (Si quieres seguir leyendo te aconsejo que leas primero la temporada uno): "El precio del arte (BTS) [Parte I]"

Si ya leíste la primera parte, espero que te haya gustado y estés preparado para una nueva temporada. Disfruta.

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Capítulo 1

 

JungKook POV:

04/07/1995

02:56 PM

 

El sol ha comenzado a descender. Es apenas una maniobra imperceptible pero yo puedo verlo. Puedo sentirlo dentro de mí y la sensación que me transmite es la de una desordenada melancolía y desasosiego. Consigo en algún punto de mi alma agarrarme a una espina de esperanza que amenazaba con dejarse caer pero me sujeto a ella con la misma fuerza con la que me agarraba anoche a la cintura de Jimin mientras el viento nos golpeaba en el rostro, mientras la moto caía. Mientras nosotros nos arrojábamos hacia el agua. Han pasado apenas unas horas pero parecen lejanos recuerdos de otra vida, de otro momento en nuestro pasado. Sin embargo el dolor en nuestro cuerpo es la señal inequívoca de que no fueron sueños y de que esto es más reciente de lo que deseábamos. Estamos lejos ya de ese momento y sin embargo la distancia puesta en medio no hace sino acentuar la sensación de desasosiego que me embriaga.

Me asomo a través de la cortina de este pequeño dormitorio de motel. En una segunda planta que da al aparcamiento me quedo mirando hacia la lejanía de un sol radiante que amenaza con deshacernos como muñecos de cera. Asomo medio rostro a través de la cortina y veo como un coche llega. Me he asomado alarmado por el sonido de ese irritante motor que me ha puesto los pelos de punta. Tengo la extraña y constante sensación de que nos vienen persiguiendo desde que hemos salido corriendo del piso en donde Namjoon nos había instalado. Cuando el coche que ha llegado se detiene, se bajan una pareja joven de extranjeros de rasgos occidentales. Suspiro largamente y corro de nuevo la cortina con el miedo aún instalado en el cuerpo. Chasqueo la lengua. Han sido unas horas muy largas y me muero de sueño.

—Deberías dormir un poco. –Me dice Jimin y me giro a él, tumbado como está en una de las dos camas de esta habitación cuadrada que es ahora nuestro nuevo hogar. Le veo estirado a lo largo con la espalda en el cabecero y uno de sus pies vendado sobre un cojín acolchado. Entre sus manos hay un pequeño bote de fideos instantáneos que hemos rescatado de la máquina de comida rápida de fuera. El interior aún humea suavemente y con sus palillos de madera come un poco de esos fideos con la mirada cansada en el interior del bazo. Sus palabras aún reverberan en el interior de mi mente y aunque son palabras dulces, su tono de voz ha sido seco y cansado. No me extrañaría que la tomase conmigo en este momento. Yo tengo ganas de enfrentarme a él solo porque aun no me he deshecho del pánico recorriéndome. Si cierro los ojos aun puedo ver la carretera ante nosotros el asfalto quemándome.

—No importa. –Le digo ante sus palabras y coro la cortina dejándome caer sobre la segunda cama, más cercana de las dos a la puerta. Miro a nuestro alrededor. Estamos rodeados de cajas de madera, de unas cuantas maletas y dos bolsas de viaje. Me veo a mi mismo entre una fortuna de dinero y sin embargo en qué condiciones tan adversas nos encontramos. Es hilarante pero al mismo tiempo inteligente. De haber sucumbido a gastarnos el dinero en una gran pensión en el centro de Seúl es muy probable que se nos gastase de inmediato o tal vez de que fuésemos llamando la atención ante aquellos que seguramente nos están buscando. Ha sido decisión mía venir a este motel en el sur del distrito de Gwuank—gu. También lo ha sido pagar a una empresa de mudanzas para trasladar nuestras cosas hasta aquí aunque haya sido una imprudencia, y también, trasladar las cosas de Taehyung y Yoongi. No pierdo la esperanza de que ellos las vayan a necesitar cuando los rescatemos. Vamos a hacerlo. Esto también ha sido idea mía.

—¿Seguro que no quieres comer algo? –Me pregunta Jimin con voz insistente y yo niego con el rostro mientras me tumbo en la cama y pongo mis manos bajo mi nuca. Suspiro largamente como si mis pulmones doliesen, llevo horas sin fumar, más de lo que he estado estas últimas semanas pero sorprendentemente no tengo ninguna gana de meterme un cigarrillo entre los labios, solo de soltar el petróleo que me está ahogando desde el interior. Tampoco he comido nada desde el desayuno improvisado a las cinco de la mañana y no he dormido desde… no recuerdo desde hace cuando, pero tampoco tengo sueño. Lo único que siento es, tras haberme tomado varias pastillas para el dolor, ganas de llorar. Me sorprendo a mí mismo con este extraño sentimiento indescifrable, ni siquiera sé porque quiero hacerlo o durante cuánto tiempo, solo sé que quiero derramar un par de lágrimas, acurrucarme entre jadeos y relajar mi cuerpo de la tensión que aun me tiene acongojado. Jimin suspira, murmurando—. Duérmete, yo haré guardia, soldado. –Dice con voz divertida dejando el vaso de plástico vacío de fideos en la mesilla a su lado y enciende la pequeña televisión que cuelga de una esquina de la habitación con el mando a distancia.

Cuando miro directo a la televisión le veo que salta los programas en los que sabe que están retransmitiendo las noticias de lo sucedido en cuanto a nosotros. A veces, las veo de refilón pero Jimin cambia de canal antes de que surja algo nuevo que nos ponga en evidencia. Hacernos los locos parece ser su plan, y el mío, por descontado. Pasados cinco minutos, como no hay un solo canal que no nos haga sentir desconcertados, apaga la televisión y suspira dejando el mando en la mesilla. Con ese suspiro sentencia el momento e indica otro nuevo en que nos envuelve un silencio atronador. Yo, mirando hacia el techo escucho mi respiración, y él ahí sentado, mira hacia el frente, de brazos cruzados y pensativo. Me miro el vendaje en el brazo, estiro un poco del nudo para asegurarlo mejor y me vuelvo a mi posición inicial. Aún me duele, pero es solo un dolor vago que no llega a ninguna parte. La pierna es otra cosa. Es un dolor superficial pero extendido. Es una gran quemadura que no me impide caminar pero que sin embargo el mero contacto con la tela del pantalón me hace sentir como alfileres clavándose en mi epidermis. Con cuidado paso mi mano a través de mi muslo, con las yemas temblando sintiendo en qué partes de mi piel puedo tocar y en cuáles no, de forma que mi cerebro vaya reconociendo una nueva muesca en mi cuerpo con la cual tendré que convivir los siguientes meses de mi vida. Jimin al fin habla, para sí, más que para nadie más.

—No sé porque nos hemos tenido que traer las cosas de Yoongi. –Dice en un murmullo casi imperceptible, y creo que no se da cuenta mientras lo dice de que la mayoría de cosas de Yoongi son cosas que ha heredado de Jimin. Esa sensación le llega a los segundos, estoy seguro, pero no dice nada al respecto y yo giro el rostro para mirarle, pero él no me mira a mí.

—Porque cuando vuelva a estar con nosotros, las necesitará. –Digo pero mis palabras no parecen convencerle.

—No sé si quiero ir a buscarle, Jeon. –Me dice con ojos entrecerrados, mirando a la nada. Yo no contesto a sus palabras y entiendo el dolor de su orgullo dañado. Yo también lo siento pero me veo en la obligación de hacerle caso a mi moralidad e ir a buscarle. Al menos saber, que lo que ha hecho tiene una explicación decente. No importa todo lo que yo pueda decirle a Jimin como justificación de mis actos, él no va a entender nada porque está cegado por la traición. Yo sin embargo tengo la capacidad de desprenderme de mis sentimientos para pensar de forma fría y autónoma, y no sé cuáles han sido los procedimientos, el camino o los mecanismos, pero he llegado a la conclusión de que tenemos que sacarle de la cárcel. A costa de nuestra propia endeble libertad.

Sin embargo, cuanto más lo pienso, más razón creo que tiene Jimin. Tenemos dinero, tenemos ambición y tenemos la maravillosa oportunidad de salir corriendo. Todo por lo que hemos luchado se nos ve recompensado y aunque no quiera admitirlo, he de reconocer que es una oportunidad muy tentadora que no me gustaría tener que desaprovechar. Puede que estemos metiéndonos en la boca del lobo o tal vez, juguemos a la cuerda floja y no todos consigamos terminar el trayecto, pero me siento en una obligación moral que no había experimentado antes. Cuando miro a Jimin, de vez en cuando me embarga esa sensación de que solo está aquí, conmigo, en este mismo instante porque está impedido por culpa de su tobillo y necesita de la presencia de alguien a su lado, y ha visto más fácil que sea yo quien le acompañe en su camino a la recuperación. Hasta que pueda volver a caminar con normalidad y salga corriendo tanto como deseo hacer yo.

—Me arrepiento de haberme metido en esto. –Dice de repente casi como un impulso irracional de liberar un poco del miedo que le está consumiendo. El mismo que nos consume a ambos. Lo dice para el aire que le rodea, para la pared beige a la que mira, incluso creo que se dirige a la televisión antes que a mí, pero al rato me mira, esperando una respuesta de mi parte a sus palabras.

—Yo también. –Le digo y relaja sus hombros, como si estuviera más tranquilo con la confesión de mis palabras. Y he dicho la verdad. Podría haberme ido con mis padres, puesto a trabajar como mero dependiente en una tienda o como camarero en un bar, pero supongo que el pecado del orgullo no me dejó ver más allá del coste de mis estudios y el esfuerzo requerido. Si lo pienso con frialdad, la situación en la que me encuentro es mucho más deplorable de lo que esperaba, a pesar del dinero que he conseguido. Son billetes vacíos, son meros papeles sin sentido—. Mañana llamaré a mi madre. –Le digo y Jimin me mira con ojos curiosos—. Le diré que he encontrado trabajo en una pequeña institución. Le diré que no me pagan mucho pero que me sobra algo de dinero y que a final de mes le haré una transferencia con algo de dinero para ayudarles.

—Eres un buen hijo. –Me dice Jimin pero sus palabras se sienten vacías.

—Gracias. –Le digo y él me devuelve una mirada triste. Al rato, vuelve a hablarme.

—¿Qué crees que pensarían si viesen en la televisión a su hijo huyendo de la policía en una moto y saltando por un puente? –Me pregunta en tono jocoso pero cuando la pregunta termina me da la sensación de que no lo pregunta por la reacción de mis padres, sino la de los suyos propios. Busca una respuesta que pueda encajar en el estereotipo de padres corrientes. Intento darle mi mejor respuesta.

—Creo que al principio no se lo creerían. No he montado en una moto en mi vida, y más bien te diría que me daban un poco de miedo antes de todo esto. Luego, cuando fuera la policía a hablar con ellos mi madre fingiría un desmayo folclórico y mi padre hincharía su pecho, receloso de la versión de los policías. –Jimin y yo sonreímos y nos miramos con expresiones tristes y cansadas.

—Yo creo que mis padres se lo creerían ciegamente. –Dice, tranquilo—. Para ellos soy esa clase de hijo. El que se mete en problemas inimaginables y el que se salta toda norma escrita. Les veo asintiendo en la comisaría diciendo,  “Sí, ese es mi hijo” con fe ciega.

—Exagerado. –Digo.

—No lo soy. –Sonríe y yo río de su expresión. La risa me hace sentir cansado, aturdido. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que sentí la sensación de mi risa. La risa de otra persona—. Duérmete un poco. –Me dice, con voz sentenciadora—. Yo te despertaré a la hora de la cena. ¿Vale? –Me pregunta, sonriéndome. Yo asiento y me giro de espaldas a él en la cama, de cara a la puerta de la habitación.

—Vale. No me dejes dormir mucho. –Le digo y oigo un “hum” afirmativo. Cuando cierro los ojos la primera vez me da la sensación de que ya no puedo abrirlos. Es la mejor sensación que he tenido en mucho tiempo. Es como si en medio de la oscuridad de mis párpados, una mano asiese la mía y tirase de mí hacia un mundo desconocido que no soy capaz de reconocer. Un mundo donde no hay motos, ni camiones, ni coches de policía. Un mundo donde alguien me espera para decirme con voz reconciliadora “no ha existido, ha sido todo un sueño”. Y a pesar de que sé que no es real, me dejo abrazar por esa fantástica ilusión apaciguadora.

 

 

 

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