EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 54
Capítulo 54
Yoongi POV:
04/07/1995
05:50 a.m.
Suspiro largamente y mi suspiro es lo
único que se oye en esta habitación de nueve metros cuadrados. Es una
habitación oscura tan solo iluminada con fluorescentes. Pierdo toda noción del
tiempo dada la falta de ventanas, dada la falta de un referente espacio
temporal y muy posiblemente podrían trasladarme a la otra punta del mundo
dentro de esta habitación y no me daría ni cuenta, la cuestión es, que no he
salido del edificio de la comisaría. Sé muy bien donde estoy y qué hago aquí.
Las causas, las consecuencias. Es una mera sucesión de factores que me condenan
a un fin establecido. Sin embargo por el camino he perdido noción
momentáneamente de cuál era mi posición y la de mis compañeros. Es eso lo que
me tiene tan atontado.
Mis manos esposadas encima de la mesa.
Libres, sin embargo. Bien podría pasearme de un lado a otro de esta habitación
con las manos unidas, o bien podría escabullirme de estas esposas y forzar el
cerrojo de la puerta, pero ni tengo ganas ni paciencia para ello. Me limito a
mantenerme quieto tal como me encuentro en este instante con un pañuelo blanco
entre mis manos. Un pañuelo que tiene varias motas de sangre de los cortes que
tengo en la mejilla izquierda, culpa del cristal que estalló a mi lado. De vez
en cuando me lo paso por la cara comprobando que ya no sangro, pero de vez en
cuando tengo la gran tentación de cubrirme los labios con él y gritar hasta
quedarme afónico. Recoger en el pañuelo mi corazón regurgitado y quedarme
mirándolo con una espantosa expresión atontada.
Se oyen pasos acercarse lentamente a la
puerta. Oigo una conversación al otro lado y yo bajo mi cabeza lentamente,
cansado y fatigado por el esfuerzo que mi cerebro ha hecho en tan poco tiempo.
Me falta el aire a veces, otras, la capacidad para discernir con claridad. Me
veo en medio de un remolino de pensamientos, de sentimientos, de imágenes. La
de Taehyung atravesado por una bala no se me quita de la cabeza y tampoco puedo
hacer sino cerrar con fuerza los ojos pensando en que tal vez Jimin y Jeon
hayan salido de esta con dignidad. Me los imagino llegando a casa en este mismo
instante, o tal vez, dentro de un rato. Tal vez ya estén recostados en el sofá
preguntándose dónde estoy yo, donde estamos Taehyung y yo. Nos verán en las
noticias de la mañana, de seguro.
Las voces al otro lado de la puerta hacen
acto de presencia entrando en la habitación cerrada. El rostro de Namjoon me
sobrecoge con un fuerte golpe en el pecho. Me pongo en pie y me siento
levemente aturdido. El policía que le acompaña insiste en quedarse
acompañándole pero Namjoon le muestra una sonrisa confiada y niega con el
rostro, agradecido. Nos deja a solas y cuando el espacio nos delimita, me quedo
mirándole con una expresión ofendida y decepcionada. No quiero ser el primero
en hablar porque no encuentro las palabras adecuadas para mostrarle mi
desconcierto, por lo que, forzado por el silencio, es él el primero en soltar
una palabra.
—Misión cumplida. –Suelta, como soltando
una gran bocanada de aire y sonríe de forma estereotipada, mostrándome una
falsa expresión de sosiego. Eso no hace sino enfurecerme aún más y me pongo en
pie para mostrarme ante él como un igual, no soporto la idea de verme sentado
frente a él. Aun con las esposas en las manos, me veo capaz de romperle la
nariz.
—¿Misión cumplida? –Pregunto levemente
aturdido por sus palabras—. ¿Estás jugando conmigo?
—No me mires de esa forma. –Me espeta,
volviendo su rostro en una mueca seria—. Pareciera incluso que no estabas en
esto tanto como yo.
—¿Tanto? Tú estabas hasta el fondo y me
has hecho creer…
—Sabías más de lo que aparentas, Yoongi.
—Confié en ti, de nuevo. –Recalco con ojos
decepcionados y él se encoge de hombros.
—Supongo que no aprendes, pues. –Suelta
simple—. Te la debía, por entregarte de una forma tan sumisa aquella vez. ¿Ni
siquiera luchaste? Te creía más valiente.
—Soy valiente. –Le digo, arrugando la
nariz—. Pero no estúpido.
—No importa ya. –Sentencia rebajando el
tono de voz y se sienta en la mesa frente a donde yo estaba. Yo me siento en mi
lugar y pongo mis manos sobre la mesa entre ambos. Nos miramos serios unos
largos segundos y él se saca un pitillo del interior de la chaqueta, lo
enciende con un mechero metálico y cuando el cigarrillo comienza a humear
vuelve a prestarme atención—. Ya ha terminado todo. Tú has cumplido tu parte
del trabajo y tendrás tu recompensa, la que me pediste: volver a la cárcel,
¿no?
Yo no contesto a sus palabras. Me limito a
quedarme mirando esa expresión fingida de un desinterés que yo bien sé le está
devorando por dentro a que yo diga algo que él haga colaborar en el juego de
palabras que se ha montado antes de venir.
—Yo he cumplido, pero tú no.
—¿Yo? –Pregunta señalándose el pecho—. Yo
he hecho tal lo que se esperaba de mí.
—¡Taehyung está muerto! –Grito de repente
golpeando la mesa entre ambos con los puños cerrados—. ¡Me prometiste que esta
vez no moriría nadie, y me has mentido! ¿Qué han sido esas alarmas en el museo?
¡Eh! ¿Quién ha avisado a la policía? ¿Cómo sabían el camino que íbamos a seguir
hasta el almacén? El trato era que al día siguiente se descubriesen las obras
en un almacén cerrado y que me detuviesen a mí como único responsable del robo.
Maldita sea, Namjoon, ¿qué se te ha pasado por la cabeza? ¿Se te han cruzado
los cables? ¡Nos has traicionado!
—Tú me traicionaste a mí, matando a mi
hermano. –Me espeta, rencoroso.
—Yo no le maté. Se suicidó por la presión
que tenía por tu culpa. Nos abandonaste allí, a nuestra suerte. Él se sintió
tan defraudado por ti como me siento yo ahora. Cómo nos sentimos todos
entonces.
—Tú eras su responsable. –Me dice,
sentenciando la conversación mientras alza el mentón y le da una calada al
cigarrillo.
—Y tú el de todos nosotros. Y ahí
fallecieron.
—Tendrías que haber muerto con ellos.
–Murmura sin mirarme con voz gruesa y palabras duras y crueles. Me atraviesan
el pecho como una flecha envenenada. Sus palabras corren por mi torrente
sanguíneo. Se cuelan a través de mis oídos y reverberan a través de mi cráneo.
Quiero arrancarme la cabeza, estirarme de los pelos, pero no serviría de nada.
Esas palabras se quedarán conmigo el resto de mi vida.
—También lo he pensado. –Le digo, y me
mira con ojos serios, pero encuentra mucha más seriedad en mi mirada.
—No te importaron ellos en su momento, ¿a
qué viene entonces este enfado? ¿Acaso te importa esta panda de fracasados con
los que has vivido estas semanas? –Me pregunta con voz fría y distante y yo le
miro con ojos tristes sin ser verdaderamente consciente de que en realidad, sí
me importan, aunque no quiera reconocerlo. Maldita sea, no soy de piedra.
—¿Cómo están los otros? –Pregunto al rato,
casi de forma inconsciente al verme sobre estimulado por el recuerdo de sus
rostros.
—¿Quiénes?
—Jimin y Jeon… —Suspiro y él rueda los
ojos, y parece que tiene que pensar en ello unos segundos para hacer memoria.
—Si los policías han seguido mis órdenes,
estarán muertos… —Suspira—. Es una pena, sería todo un escándalo que el famoso
Park Jimin estuviera implicado en una banda de traficantes de obras de arte… —Sonríe,
cínico y yo frunzo el ceño—. Es una verdadera pena, pero en fin, en vez de una
cabeza de turco, tenemos cuatro ladrones en sus trampas.
—¡Dime que ha sido de ellos! —Le exijo, sabiendo que solo suelta palabras
vacías.
—Les persiguieron por la carretera
paralela al río. –Me dice, en voz seria—. La última vez que han sido vistos fue
cuando cayeron de la moto y después por el puente hacia el río. Tenían orden de
disparar a todo lo que se moviese, así que supongo que yacen en el fondo del
río cada uno con unos cuantos disparos en el cuerpo. –Dice, con voz autoritaria
y apaga el cigarrillo por la mitad en medio de la mesa sin tener cuidado alguno
de que la mesa pueda sufrir daño.
Yo me quedo paralizado por la imagen tan
brutal que acaba de aparecer en mi mente y siento como mi estómago da un
vuelco, junto con el corazón y los pulmones. Me siento arder por un momento
pero después, frío. Es un frío helador que me llega hasta el tuétano de los
huesos. Me quedo mirando mis manos juntas sobre la mesa. Es una visión
conciliadora con el pasado. Con el olor a humedad, con el olor de libros
viejos, con el sonido de las personas aullando dentro de las celdas.
—Ya me han informado de que seguro te
condenen a 20 años, sumados a los que ya tenías de antes, y te han sumado otros
5 por fuga de prisión. Nadie se creerá que un trabajador del gobierno sacó a un
ex convicto así, sin más. –Suspira mirando a ambos lados—. En fin, te recluirán
en una celda para presos peligrosos y con riesgo de fuga, así que disfruta
todos los años que te esperan aquí dentro. –Se levanta pasando las manos a
través de su americana y yo le miro como él me devuelve una mirada repulsiva—.
Te pudrirás, igual que mi hermano se pude ahora bajo tierra. –Me sonríe, cínico
y se marcha dando un portazo a la sala.
Yo me quedo como suspendido en el aire,
entre el humo que ha dejado detrás de él. Me quedo levitando en medio de la
habitación mientras siento que jamás he estado tan anclado de forma física.
Desearía poder desaparecer. En estas últimas horas he deseado eso con
frecuencia, pero ahora solo me queda un resquicio de melancolía y esa extraña
sensación en el estómago de una soledad avasalladora. Me inunda más rápido de
lo que me sucedería si me sumerjo en una piscina. Jamás me había sentido tan
frío, tan como un una piedra. Pero me desmorono por momentos y caigo sobre la
mesa rompiendo en llanto ante la idea de un cadáver en el fondo del río. Se lo
comerán los animales –pienso—. Su familia no sabrá de él. Quedará ahí
depositado como su recuerdo en mi mente el resto de mi vida. Tan poco tiempo,
pero ha sido tan intenso. Cuánto echo de menos la falta de sentimientos, cuanto
añoro ser de piedra.
⇦ Capítulo 53 Capítulo 55[Final] ⇨
Comentarios
Publicar un comentario