EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 53

 Capítulo 53

 

Jungkook POV:

04/07/1995

 

La carretera se siente oscura. Ha comenzado a llover y las gotas caen a plomo sobre el casco en mi cabeza, haciéndome sentir levemente atontado por el sonido rebotando en el plástico. Me agarro con fuerza al cuerpo de Jimin mientras volamos a través del asfalto húmedo. Aún no se ha formado una ligera capa de agua pero si comienza a oler a tierra mojada y a medida que nos acercamos al río puedo oler la humedad, la siento calando en mis huesos y en la forma en que se empapa mi ropa. El sonido de la moto es acaparador, lo suficiente como para oírlo a él y al sonido de mi respiración entrecortada dentro del casco. De vez en cuando levanto la vista para ver a través del hombro de Jimin y descubrir una carretera negra, oscura, tremendamente terrorífica. Me recuerda en cierta manera a las descripciones de Stevenson o a la tenebrosidad de Poe. No consigo ver más allá de un kilómetro de distancia y hace tiempo que hemos perdido de vista las luces de los coches de policía. Una parte de mí se siente tremendamente jubilosa, pero la otra, es pesimista y se aboca al fracaso más absoluto. Me gustaría pensar que solo es mi parte prudente poniéndome en alerta, pero Jimin no ha dicho una sola palabra desde ese beso con Yoongi y creo que en cierta parte, él tampoco espera nada bueno de esto. Soy el primero en hablar y lo hago alto para que mi voz le llegue a pesar del viento.

—¡Los hemos despistado! –Digo y Jimin asiente girando levemente el rostro para mirar atrás.

Pasados unos cinco minutos llegamos a la gran carretera que delinea la curvatura del río Han a través de la ciudad. Nos desviamos al este a través de la carretera y cuando pasamos a toda velocidad por ella, me descubro con la sorpresa de que la carretera está plenamente desierta. Es inaudito, en cierta parte, porque a punto de amanecer, esto debería estar plagado de coches en camino a sus puestos de trabajo, y sin embargo, me sorprende la serenidad de la desertización y el río brillando por la luz de la luna apacible sobre el agua. Solo el sonido de nuestra moto a través de la línea de la carretera y el silencio. El eterno silencio de una huida silenciosa. Lo era, hasta que las luces de un coche patrulla nos sorprenden aparcado en silencio en torno a la carretea. Lo sobrepasamos sin percatarnos de él cuando el sonido llega hasta él, este enciende sus luces y se hace a la carretera tras nosotros. Jimin da un respingo y yo me giro a ver como detrás de ese coche aparecen otros cuatro, siguiéndonos a la carrera. Me sobrecoge el miedo, el pánico. Todo se vuelve oscuro delante de mí e intento por todos los medios controlar mi estado de nervios pero tengo unas inmensas ganas de desplegar unas alas imaginarias y salir volando río a través. Cuánto me gustaría poder desaparecer.

—¡Acelera! –Le digo a Jimin, que obedece sumiso, casi antes de que yo lo diga, consciente de que van a atraparnos de un momento a otro—. ¡No se te ocurra parar! –Le digo y él se inclina un poco sobre la moto y yo me agarro con fuerza a su cintura. Los coches de policía son más lentos que la moto pero aun así, ellos tienen algo en lo que no habría pensado: pistolas y una de sus balas pasa rozando mi casco. Oigo el viento atravesándola y el sonido de esta alejándose en una línea paralela a nosotros. Jimin también lo ha oído y gira su rostro enfundado en un casco a mirarme y aunque no puedo ver sus ojos, sé que me está mirando para asegurarse de que estoy bien. Yo asiento, casi de forma inconsciente y él sigue adelante, acelerando al máximo de forma que rompamos la barrera del tiempo y el espacio. Siento como la moto se despega del suelo, como la adrenalina me conmueve hasta hacerme saltar las lágrimas. Lloro sin darme cuenta y me dejo dominar por la impotencia de una sensación tan desconocida. Como es posible que hasta hace unos segundos me sintiera tan a salvo y ahora me embarga la sensación de que de un momento a otro yaceré muerto en el asfalto. Me sobrecoge el miedo, me dejo abrazar por el pánico. Me agarro con fuerza a la ropa de Jimin y este suelta improperios que no quiero ni pensar. Si me dejo llevar por ellos, perderé el juicio dejándome caer de la moto de cabeza. Con suerte, no tendré que ver cómo nos matan a sangre fría.

De repente y de forma completamente absurda pienso en Taehyung y en Yoongi. Tal vez ellos hayan conseguido salir de esta y estén llegando al almacén. Esto es lo que deben estar haciendo, y eso explicaría que toda la policía esté detrás de nosotros. Mientras una mano te engaña, la otra hace la magia. Es así de simple, y ellos nos persiguen a nosotros pensando que somos los únicos responsables del atraco. Que idiotas. Aprovechándome de la absurda idea cojo el valor para seguir gritándole a Jimin

—¡No pares! ¡Podemos despistarlos! –Digo y comienzo a  ver cómo a través del asfalto se forma una fina capa de agua que nos cubre lentamente. Me siento terriblemente aturdido, y me quedo mirando como las gotas de agua se dejan caer de forma vertical sobre los pequeños charcos que se han formado sobre el suelo, forman unas simétricas hondas que nosotros rompemos pasando a través de ellas con nuestra velocidad. Me gustaría justificarme y decir que estamos huyendo del mal, pero nosotros somos los malos en esta historia de robos, obras de arte y copas de ginebra y ron. Me gustaría pensar que nos salvaremos y que nos recogerán en brazos como a unos meros peones de este estúpido juego de ajedrez, pero somos los reyes de esta trama y nos derribarán como altas torres a las que demoler.

—¡Agárrate! –Oigo la voz de Jimin aterrorizándome. A lo lejos, veo una curva que vamos a coger a gran velocidad. No puedo mirarla sin sentir como me golpea la adrenalina más venenosa que me ha recorrido alguna vez. Me siento eufórico y febril, mareado incluso pero cuanto más lo pienso, peor me encuentro y siento que Jimin no se encuentra mucho mejor. Me gustaría pensar que él está en perfecto estado pero es posible incluso que se esté enfrentando a sus propios miedos atravesando esta carretera a toda velocidad y conmigo de paquete en la moto. Estoy seguro que de si por él fuera y estuviera solo en esta moto, la habría hecho volar de alguna forma, pero conmigo a bordo intenta ser cauteloso. Me reconcome la conciencia de estar en sus manos, de sentirme tan vulnerable y a la vez tan valioso, pero ojalá no fuera tan imprescindible seguir viviendo. Chocarnos será una buena forma terminar todo, ¿no? Mejor que a tiros de la policía. Otra bala vuelve a sorprendernos. Esta vez pasando cerca de las ruedas y estampándose en el asfalto. Ha estado a punto de explotar una de las ruedas, lo cual nos habría hecho saltar por los aires.

La curva nos sorprende y Jimin intenta derrapar para girar sin perder velocidad, pero no tiene en cuenta mi peso en la moto y cuando la moto cae a ras de suelo, sigue desplazándose a través de la carretera con nosotros tumbados sobre ella. Yo me suelto de Jimin como única forma de sobrevivir, dejándome arrastrar por la inercia sobre el asfalto. Me sobrecoge el miedo mientras ruedo a través del agua sobre el asfalto y me empapo. Mareado y confuso me incorporo a duras penas para ver como la moto sigue arrastrándose a través del asfalto con Jimin encima y este, en una maniobra desesperada por volverla a erguir, tira del volante con maestría haciéndola poner en pie, pero la rueda delantera debe chocar con algo, o tal vez aprieta el freno sin darse cuenta a una velocidad temeraria. No entiendo qué sucede pero solo tengo ojos para ver como la rueda delantera se frena en seco por algo que no alcanzo a comprender y Jimin sale volando de frente a través de la moto, a través del aire y de la lluvia. Su cuerpo se mantiene en el aire, desplazándose por la inercia de la velocidad, y cae de costado sobre el duro asfalto mientras la moto cae desplazándose a un lado. El chirrido del metal y el color de las chispas mientras se mueve me hace sentir frenético y acojonado. Me levanto de inmediato y no puedo sino gritar su nombre. El nombre de un chico sobre el suelo tirado.

—¡Jimin! –Suelto todo el aire junto con su nombre y corro a gran velocidad hacia su cuerpo ahí tirado. Le veo incorporarse mucho más lentamente de lo que me gustaría y mientras corro me deshago del maldito casco. Las luces de los coches policiales aparecen de la doblez de curva y yo alcanzo a Jimin y mueve su espalda intentando levantarse. Le quito el casco con ayuda de una de sus manos, pero la otra no la mueve. Su rostro está crispado por el dolor y poco a poco mueve sus rodillas para intentar ponerse en pie, pero no sé si lo más prudente es quedarse en el asfalto mientras los policías vienen o salir corriendo. Él no creo que pueda y yo no tengo ganas de arriesgarme a un disparo. Sin embargo, estos me sorprenden acercándose a nosotros. Nos disparan y yo no tengo otra alternativa que mirar a mi alrededor intentando buscar una salida a esta muerte tan certera. Incorporando a Jimin y pasando uno de sus brazos alrededor de mis hombros me acerco a la barandilla que da al río y sin mirarlo ya sé lo que tengo que hacer—. ¡Saltemos! –Digo sin pensarlo, sin mirar hacia abajo. No lo pienso. Si lo hiciera, tal vez me arrepentiría.

No es un acto que normalmente lo hubiéramos tenido como escapatoria, ni siquiera estoy seguro de saber nadar en condiciones, pero lo único en lo que pienso es en que una de esas balas que están impactando contra la barandilla de metal no me atraviese la sien o no impacte sobre el pecho de Jimin. Es lo único en lo que pienso y concedo a ello toda responsabilidad de mis actos. Jimin se encarama a la barandilla y yo le sigo mientras los coches se acercan. Están a trescientos metros. Ciento cincuenta, setenta. Una de las balas roza mi brazo derecho arañándome como el filo de un cuchillo. No me lo pienso más, no me quedo atrás. Jimin y yo saltamos al vacío de la noche, esperando llegar al nivel del agua antes de lo esperado. Me siento volar, realmente estamos volando pero solo me queda la adrenalina en el cuerpo, por lo que me limito a no disfrutar ni apreciar este instante. No puedo. Seguro que si sobrevivo, lo apreciaré más adelante, pero en este instante solo rezo por que ninguna bala impacte contra mí o contra Jimin. El agua llega antes de darme cuenta y mis pies impactan haciendo que entre de golpe. Oigo el chapuzón y a mi izquierda, el cuerpo de Jimin impactando igual que yo. El agua está limpia, transparente y la luz de la luna junto con la de las sirenas de los policías me hace poder verle a través del agua. Su pelo empapado, bailando sin sentido ni ritmo a través del agua. Sus mejillas hinchadas de aire, sus ojos entrecerrados por la presión del agua. Su mano sujetando su brazo derecho. No puede moverlo y siento que no podrá nadar sin él, por lo que me acerco hasta él y le ayudo a subir ambos a la superficie. La escena se me hace demasiado irreal, las pequeñas burbujas subiendo a través de su rostro hasta la superficie, nuestra ropa oscura haciéndose paso a través del agua. Su cuerpo dolorido, el mío sangrando, pero apenas me doy cuneta. Me veo como a través de mí, en un sueño. Soy yo mismo pero nada duele, solo siento adrenalina que opaca el resto de mis sentidos.

Cuando sacamos nuestras cabezas a la superficie del agua respiramos profundamente y nuestro primer impulso es mirar hacia arriba, hacia el puente. Lo que veo son las luces moviéndose de los coches de policía. Frenan, en seco, pero sigue moviéndose de forma circular. Oigo el sonido de los motores, el alboroto de los agentes. Creerán que nos hemos matado o cualquier cosa. No espero siquiera que se asomen a buscarnos, pero lo hacen. Miro a través de mis hebras de pelo mojadas sobre mi frente para ver como un montón de cabecitas salen por la línea del puente y nosotros estamos bajo focos de luz producto de las luces de los coches. Me quedo fijamente mirándolas mientras intento mantenerme a flote junto con Jimin a mi lado. Él solo tiene ojos para el agua a su alrededor pero yo veo como los policías nos apuntan. Siento un choque brutal de adrenalina que me somete a un grito gutural.

—¡Abajo! –Grito y cojo aire. Jimin coge también y nos hundimos todo lo que mi cuerpo me permite en el agua. Puedo ver, ambos podemos, como las balas impactan sobre la superficie del agua y su velocidad se reduce como si la línea de la superficie dominase el tiempo, ralentizándolas. Se oyen los impactos y después, su progresión un metro a velocidad lenta y se limitan a quedarse estáticas en el agua hasta que la gravedad y el peso de su complexión las aboca al fondo del río. Yo me desplazo bajo el agua agarrando a Jimin que se deja hacer tranquilo, sujetándose el brazo. Nos conduzco debajo del puente tan rápido como mis piernas me dan. Ninguna bala consigue impactar contra nosotros pero me siento terriblemente aturdido y nos es hasta que nos oculta la sombra del puente que no me permito subir y coger aire. Jimin lo ha aguantado mejor que yo pero aun así coge aire necesitado y me mira con esos ojos perdidos y desazonados—. Vamos, nademos hasta la orilla. –Señalo con la mirada la orilla cubierta de hierba salvaje—. Allí no nos verán. –Digo, confiando en que sea verdad y él asiente mientras se agarra con fuerza a mí y ambos nos desplazamos lentamente hasta ese lugar arenoso y de apariencia silvestre. Nos desplazamos hasta que pisamos arena y Jimin sale a duras penas del agua, con esa expresión dolorida que le he visto al quitarle el casco.

—Ag… joder… —Murmura y yo le chisto, para que no hable demasiado alto dado que nos deben estar buscando.

—Shh… Vamos, ven siéntate. –Le digo sacándole por completo del agua y ayudándole a sentarse en medio de la hierba alta. Hay arboleda, unos cuantos matorrales, hierba alta, estamos bien ocultos pero eso no nos garantiza la libertad, y menos si Jimin sigue quejándose con esa expresión dolorida. Cae sentado con los ojos cerrados y una mano cerniéndose sobre su brazo derecho y se me queda mirando con ojos llorosos. Yo me paso las manos a través del rostro para retirar todo resquicio de agua y llevarme el pelo atrás, mirando a Jimin mordiéndome el labio inferior—. ¿Qué te duele? –Le pregunto y mi pregunta suena demasiado absurda.

—El brazo. –Dice sin pensarlo demasiado y mi primera opción es que se lo ha roto pero cuando veo la línea de su hombro, caído, niego con el rostro, suspirando—. Creo que me lo he dislocado. –Dice con voz sentenciadora, como terminando una gran novela de terror. Este es el final, Jeon, me he dislocado el brazo.

—¿Seguro? –Pregunto, y me siento al lado de su brazo mientras que llevo mis manos con cuidado a la línea de su cuello y a su muñeca.

—Sí. –Dice, asintiendo con la cabeza—. Ya me ha pasado otras dos veces. –Me dice y yo asiento, suspirando—. Tenemos que ir al hospital. –Me dice temeroso de sus propias palabras y de mi reacción. Hace bien.

—Ni en broma vamos a ir al hospital ¿Qué quieres? ¿Eh? Que nos pillen, ¿no?

—¡No voy a perder el brazo, Jeon! –Me grita frunciendo el ceño y yo niego con el rostro mientras rebusco por el suelo alrededor algo con mis manos hasta que mis dedos dan con un palo mojado por la lluvia. Lo restriego por mi jersey para quitarle el barro y se lo llevo a los labios que me responden con una mueca enfadada. Lo meto en su boca y él me mira con ojos temerosos.

—No grites. –Le advierto, más nervioso de que nos oigan que de hacerle daño. Con una mano sujeto su hombro y con la otra su brazo, no me lo pienso demasiado, no recaigo en que probablemente no confíe en mí dado que no tengo experiencia médica y pueda revolverse. No pienso en que le dolerá, ni en que yo puedo hacerlo mal. Simplemente lo hago. Cojo su brazo, lo muevo hacia arriba y aprieto con fuerza encajando su hueso. Él suelta un alarido silencioso apretando con los dientes el palo. Creo haber entendido mi nombre entre su grito mudo y probablemente intentase detenerme con mi nombre pero he sido más rápido y él tiembla unos segundos y se deja caer en la hierba respirando con dificultad. Se sujeta el brazo y lo mueve despacio. Que pueda moverlo me es suficiente y yo también me desplomo en la hierba a su lado. Él se quita el palo de la boca, me mira y me sonríe triste, endeble, dolorido.

—¿Estás bien? –Me susurra con voz cansada y yo asiento, pero es ahora, en este mismo instante en que la adrenalina comienza a desaparecer, cuando el dolor hace acto de presencia pellizcándome en el brazo y la pierna. Jimin parece ser más consciente que yo de ello y mira mi jersey roto en mi brazo. Yo también lo miro y de súbito recuerdo el disparo. Suspiro largamente pero no es nada de lo que preocuparse.

—Vámonos a casa. –Suspiro.   

 

 

 


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