EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 52
Capítulo 52
Yoongi POV:
04/07/1995
Mi mano se cierne con fuerza sobre el
pequeño sujeta—manos sobre la ventanilla a mi derecha. Miro a todas partes, mi
corazón va a salirse de mi pecho de un momento a otro. Siento que puedo
regurgitarlo y sujetarlo con mi mano intentando ralentizar su ritmo de alguna
manera. Se me hace muy difícil no sentirme mareado e intento de todas la
maneras posibles convencerme de que esto pasará rápido, de que nada malo va a
pasarnos, pero las luces de la policía siguiéndonos no ayudan a mi estado de
nervios tanto como me gustaría. Me veo arrastrado por una espiral de
adrenalina, terror y pánico animal que me hace querer salir del camión, saltar
de él en marcha con la única intención de deshacerme de ese espacio tan angosto
en el que me veo envuelto. El cristal frente a nosotros se cubre de una fina
capa de llovizna que nos sorprende. Se ha puesto a llover y no me extraña,
estamos empezando la estación de lluvias. Por otra parte parece que la lluvia
está calando dentro a través del cristal porque tanto la frente de Taehyung
como la mía se han cubierto de una fina capa de rocío que pareciera ser agua,
pero es sudor, del pánico que nos acongoja.
El camión intenta ir a la mayor velocidad
a la que alcanza, pero dado que está lleno de peso y la carretera no es recta,
nos vemos en la obligación de ir a una velocidad que nos arrastra
inevitablemente al fracaso. Ya es algo palpable aunque yo intente convencerme
de lo contrario. Es algo real. La policía no tendría que estar siguiéndonos, ni
siquiera tendrían que haberse enterado del robo, aun. Alguien ha llamado a la
policía, alguien ha activado la alarma. Hoseok. No tengo un solo resquicio de
duda, y la realidad me azota con un latigazo que me pone los pelos de punta. De
nuevo esa misma decepción por parte de Namjoon, de nuevo desaparece ante la
intemperie de un plan mal diseñado. Nosotros no éramos más que meros peones en
este tablero de ajedrez, y los cuadros que portamos no iban a ir a ninguna
parte. Comienzo a traslucir la realidad a través de este fino velo que envuelve
mis ojos con una sensación de ahogo. Ahora se afana a mi cuello y se afana en
ahogarme con la mayor brutalidad. No me encuentro en mi mismo, me pierdo poco a
poco mientras golpeo con mi mano libro el salpicadero de este camión, gritando.
—¡Dale más velocidad! –Digo aunque soy
plenamente consciente de que ni él puede ni el camión va a dejarnos ir más
rápido. Nuestra misión no era escaparnos, eso está claro. No somos más que dos
motas de polvo dentro de este gran sistema, siempre lo hemos sido, siempre he
sido eso, una mera mota de polvo volando a través del aire, moviéndome en
silencio entre las respiraciones de las personas a mi alrededor. No soy un
Houdini de manos de oro, solo soy una rata colándose en museos mientras devoro
el veneno que me han dejado esta noche como banquete. Lo devoro sin miedo, nada
malo va a sucederme después de todo. Pero ahora comienzo a pensar que tal vez
no sea a la cárcel a donde me conduzca después de todo esto, sino a un bonito
sarcófago de madera de roble con una inscripción convencional. No me extrañaría
y la idea se hace más válida cuando oigo un disparo que revienta el retrovisor
a mi lado. Los policías que nos persiguen en sus coches han comenzado a
dispararnos tan solo con la intención de que nos detengamos, con la mera idea
de que nos acobardan las balas. A mí no me dan miedo, pero el camión no es
irrompible y nosotros no somos inmortales.
—¡Nos están disparando! –Dice Taehyung
remarcando lo evidente y yo suspiro, cerrando los ojos mientras me suelto del
sujetémonos y señalo delante de mí.
—¡Ve por la avenida principal, no des
rodeos! Tal vez el tráfico de primera hora de la mañana les retrase… —Digo
esperanzado de que la vaga idea que me surca la mente se convierta en una
realidad palpable pero cuando salimos a la avenida principal me la encuentro
completamente desierta. Tanto de personas como de coches, lo cual me hace
sentir tremendamente estúpido pero a la par, receloso. Son casi las seis de la
mañana y las personas deberían estar yendo a sus trabajos, regresando a sus
casas después de una larga noche de fiesta y los transeúntes con perros,
sacándonoslas a pasear. Extraño ver ancianos leyendo el periódico y a jóvenes
dando paseos matutinos. Deportistas corriendo. Nada. Es una larga calle
desierta, como si hubiésemos atravesado la puerta de otra dimensión y nos
estuviéramos conduciendo por una calle fantasmal, desierta de vida humana. Me
siento aturdido, pero todo se resuelve cuando a lo lejos, casi al final de la
calle, veo más luces de policía. Al principio pienso que pueden ser los propios
policías que nos persiguen, en el reflejo de la luna delante de mí, pero la
carretera se va aclarando a medida que nos acercamos, y mis sospechas se
confirman. Han cortado la carretera y han formado una barrera al final de la
calle. Saben que si apreciamos las obras de arte no nos arriesgaremos a
dañarlas estampándonos contra la fila de coches allí puestos, pero saben que no
tememos por nuestras vidas y la suma de dinero requerida debe ser monumental.
Yo no voy a cobrar ningún dinero, ni tampoco tenía intención de hacerlo. Ese no
era mi trato y tampoco el de verme recompensado con la ansiada libertad, por lo
que comienzo a temer por mi vida por primera vez en lo que yo recuerdo.
—Para. –Le digo a Taehyung, casi de forma
inconsciente—. ¡Para o nos mataremos! –Digo y él me mira pensando en que tengo
razón, pero no le veo frenar. Me mira con miedo, con una gota de sudor
recorriendo su sien hasta su mandíbula y yo me le quedo mirando con ojos
desazonados. Él sigue sujetando el volante con una fuerza temerosa—. ¡Para o
desvíate de la calle, pero no sigas hacia delante! –Mis palabras parecen
hacerle reaccionar muy lentamente y mira a todos lados buscando una salida de
la calle principal y acaba encontrándola unos doscientos metros más adelante.
Se dirige casi de forma kamikaze hacia ella pero cuando estamos a unos
cincuenta metros vemos salir de ella unos cuantos coches de policía más y
rápido da un volantazo que me saca el corazón por la garganta. Me agarro con
fuerza a cualquier lugar que encuentro, sintiendo como la adrenalina viaja
hasta la punta de mis dedos haciéndome cosquillas que me aterrorizan. Dejo de
respirar, se me corta el aliento y cierro los ojos con una sensación de que nos
mataremos. Suenan de nuevo disparos. Esta vez golpeando en la parte trasera del
camión. Suena el sonido del viento rompiéndose por la velocidad de las balas
pasando a través de la ventana de mi lado. Esta estalla en pedazos haciéndome
cubrirme con el brazo y los cristales caen a mi lado con una sensación de que
me han podido disparar, pero no siento dolor. Solo han roto el cristal.
Taehyung me mira temeroso de que me hayan
podido hacer daño pero ve que estoy en perfecto estado y vuelvo a agarrarme a
ninguna parte en concreto y suspiro largamente mientras veo como nos acercamos
cada vez más a la fila de coches ahí parados. Estamos a quinientos metros, lo
sé. Puedo contarlos mentalmente y tengo la extraña sensación de que en
cualquier momento echaremos a volar y los sobrepasaremos, pero no es una
sensación real. Es solo el deseo de convencerme de ello a pesar de que la
realidad me esté golpeando bofetones. Me está tirando al suelo, me asfixia y no
consigo comprender en qué momento me he dejado caer tan bajo, cuando me creía
capaz de afrontar la realidad a puñetazos. Me siento defraudado, decepcionado
con todos y conmigo mismo, sobre todo. Me embarga la sensación de que no vamos
a salir bien parados y aunque otras veces me haya deshecho de la policía en
situaciones parecidas, las circunstancias no son las mejores y nada ayuda a que
podamos pensar que esto tiene una escapatoria. Y si la tiene, mi mente
obnubilada por el miedo no me deja verla con claridad. Podríamos desaparecer,
sin más. Pero no es real. Podríamos volar, pero tampoco es real. Podríamos
entregarnos, pero a mí eso no me supone una diferencia, esa era mi parte del
plan. Sin embargo, para Taehyung yo tenía diseñado una escapatoria algo más
digna y adinerada. Me temo que las expectativas del plan se deshacen como el
papel quemado, se vuelve cenizas que se dispersan y pasan a formar parte del
polvo que respiramos. Papel quemado.
—¡Para el maldito camión ahora mismo!
–Digo a doscientos metros de estrellarnos y él me obedece, presa del pánico de
traslucir a la muerte a través de las luces de los coches patrulla. Frena
haciendo que el camión derrape a través del asfalto, acercándonos aún más de
forma imprudente a los policías que nos apuntan con pistolas detrás de sus
coches plantados como una barrera. Me gustaría pensar que serán benevolentes
con nosotros, pero cuando el camión se está deteniendo, Taehyung abre la puerta
de su lado y yo le imito, con la única intención de escapar a pié y alcanzar la
única posibilidad que nos queda de quedar impunes de un delito que no nos
concierne. Cuando Taehyung abre su puerta y baja de un salto, se queda de cara
a los policías que nos han perseguido durante quince minutos con la puerta
abierta a su espalda. Apenas he abierto yo mi puerta cuando oigo un disparo
certero y me giro a ver a Taehyung que se ha visto empujado hacia la puerta
tras su espalda, con un gran impacto sobre su pectoral derecho, cerca de la
clavícula. Puedo ver la sangre a través de la puerta a su espalda, resbalando
por todo el metal y el acolchado del interior y como de su pecho salen finos
chorros de sangre manando a través de su mono azul oscuro. Puedo ver la mancha
negra cayendo a través de su tórax, por su vientre y antes de que llegue a sus
piernas, se desploma en el suelo, cayendo a plomo.
Y de repente, dejo de escuchar el sonido
de las sirenas de los coches de policía, el de estos mismos coches a través de
la carretera. Algunas personas han saltado los coches que hacían de barrera y
se dirigen hacia el camión apuntándonos con sus pistolas. No oigo más que un
pitido y el sonido de la reverberación del disparo que ha alcanzado a Taehyung
de lleno. ¿Por qué me siento tan aturdido y abandonado? Me siento terriblemente
solo y desamparado como nunca antes, es un sentimiento tan nuevo y extraño que
me devuelve a aquel atraco tan desastroso en el que me entregué. Mi misión era
la misma que entonces, entregarme, pero ahora ni siquiera puedo dejarme hacer
con la misma facilidad. Me quedo quieto, paralizado mientras sujeto con fuerza
la puerta a mi derecha. Podría pensar que en cualquier momento voy a salir
corriendo, pero no puedo moverme por mucho que lo ansíe. Quiero salir
corriendo, volando o simplemente desaparecer. Ahora me ves, ahora no me ves.
Así de simple, pero mientras una mano hace la magia la otra te engaña con una
crueldad magistral, y ahora mismo, no tengo un solo resquicio de maldad ni
siquiera magia que mostrar. Esto no es un truco de magia ni tampoco es magia
real. Es pura realidad atravesandonos el pecho como una bala. Oigo a lo lejos
la voz de Jeon hablándome con esa prepotencia, con ese tono superficial y
ensayado. Esa voz calculada. Esas palabras dolorosas: Es como la vida misma. La realidad en capas. Te pasas la vida
visualizando lo que crees que es una verdad irrefutable, pero resulta que no
era más que una mentira que se desprende a cachos mientras que la verdadera
imagen del lienzo aparece bajo todo el daño del propio peso de la mentira.
—¡Baje del camión! –Me grita uno de los policías desde fuera con una pistola apuntándome. Me amenaza con ella, me hace gestos con su cabeza para que baje por las buenas y su arma es la parte amenazante de la propuesta. Yo sigo paralizado, su voz me llega desde un túnel amortiguado. Me siento levemente mareado y con náuseas que me dominarán de un momento a otro. La puerta se abre a mi lado, y progresivamente, regreso a este estado de realidad y adrenalina del que me he escabullido por unos instantes. La mano de uno de los policías se cierne sobre mi brazo y me tira fuera del asiento en donde tan cómodamente he visto pasar mi vida por delante, como en la butaca de un cine. Lacrimosa suena a lo lejos en algún resquicio de mi memoria y suspiro largamente mientras me hacen caminar a algún punto lejos de la puerta de la cabina y me ponen de cara al metálico cuerpo del camión. Me esposan las manos y yo solo puedo pensar que al otro lado del camión, Taehyung yace muerto en el asfalto, mientras llena el suelo de su sangre derramada. El sonido de las sirenas regresa, pero solo oigo mi aliento entrecortado. De vuelta a la cárcel, me digo, de donde no debí salir.
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