EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 50
Capítulo 50
Yoongi POV:
04/07/1995
Bajamos las escaleras a una velocidad más
lenta que de costumbre, pero mientras lo hacemos, o al menos a mí me da esa
impresión, no parece que nos vayamos a dirigir a un destino irremediable. Aún
me parece que Jungkook nos espera abajo del todo con un par de cajas de libros,
o que Namjoon aparecerá con una moto preciosa dispuesto a dejarnos circular con
ella durante horas. Solo es una mentira cruel, porque Jeon está detrás de mí
siguiéndome en mis pasos y Namjoon sé que no está aquí, sé que se encuentra muy
lejos de este bloque de pisos. De cualquier forma, el sonido de nuestros pasos
reverberando a través de las escaleras y sonando a través del portal, me hace sentir que no soy yo mismo el
que conduce mis pasos. Me sorprendo incluso cuando al llegar abajo, la noche
nos asusta con una inmensidad espeluznante. No es solo la noche. La noche no es
más que la ausencia de la presencia del sol. Es que no hay un solo alma por la
calle. Ni a un lado, ni a otro. Nada. A lo lejos se oye el sonido proveniente
de algún bar cercano y si me apuras, tal vez alguna risa lejana o unos pasos
atravesando la calle más transitada. Nada más. La noche, las farolas, el
silencio, y nosotros.
Nos miramos los unos a los otros mientras
nos conducimos calle a la derecha. Conocemos la parada de taxis en donde
tenemos que ir en busca de uno y apenas doblamos la esquina, lo vemos ahí, a lo
lejos, con tres coches esperándonos y con ese espectro de un destino
inquebrantable. Se me hace difícil no pensar en las palabras de Jeon en cuanto
a que no cree en el destino, ni en que las cosas y los hechos estén escritos.
Yo por el contrario me veo caminando a través de las líneas de un pentagrama
bien trazado. Son cinco líneas, indiscutible. Las notas son siempre las mismas.
Inmejorable. La diferenciación está, sin embargo, en la forma en la que el
compositor quiera interpretar esas notas y en cuanto decidida alargar la
duración de un silencio, tan solo haciendo emocionar al público aunque con ello
tengo que mantenerse al margen de sus propias normas. Cuánto echo en falta
escuchar algo de Bach en este mismo instante. Pero la cabeza va a estallarme de
un momento a otro y creo que eso podría rematarlo. No, estoy seguro de ello.
Cuando nos acercamos a la parada de taxis
comienzo a recordar que nos prometimos disimular al menos, pareciendo un grupo
de chicos que regresan de fiesta, pero veo que ninguno está de ánimo para
interpretar un papel que no nos corresponde y yo tampoco tengo ánimos para
entablar amistad indigna con nadie aunque en realidad, exista en alguna parte.
Nos apeamos al primer taxi que encontramos y mientras que Taehyung se pone en
el asiento delantero junto al conductor y le sonríe con una amigable sonrisa,
Jimin, Jungkook y yo nos sentamos en los tres asientos traseros dejándonos
acurrucar por el pequeño espacio en el que estamos comprimidos. Jimin a mi
derecha y Jeon a mi izquierda me hacen sentir de alguna manera levemente
empequeñecido y al mismo tiempo, responsable de ambos. Con toda seguridad que soy
el responsable de todos los que nos hemos apeado al taxi pero es un peso tan
gigantesco que prefiero obviarlo, antes que enfrentarme a ello.
Taehyung le da la dirección al conductor y
en menos que canta un gallo, nos ponernos en marcha rumbo a una urbanización a
doscientos metros de los almacenes en donde debemos estar en media hora. Yo
suspiro largamente mientras cavilo en respecto a muchas cosas. Cosas
indecibles, otras, demasiado crueles, demasiado frías. Demasiado confusas.
Jimin es el primero en reaccionar de forma que me saca de mi ensoñación posando
su mano en mi rodilla y yo le miro, para recibir de él una amable sonrisa que
más bien denota un cierto temor del que todos somos víctimas. Yo no lo era,
hasta anoche.
—Te has puesto una de mis camisas. –Me
dice mientras me mira con una sonrisa tímida y yo sonrío, encogiéndome de
hombros.
—Sí. Me gusta mucho, de veras.
—¿Crees que era el mejor momento para
ponértela? –Me dice, divertido, mientras Jeon interviene en la conversación.
—Yo creo que es un buen momento para
cualquier cosa, la verdad. –Dice, pensativo y yo me quedo mirando a través de
su ventana, a donde él mira con el rostro hierático.
—¿Cualquier cosa? –Le pregunto.
—Sí. En este momento cualquier cosa es
posible. ¿No lo crees así? Me siento como si estuviéramos al borde de un
precipicio y abajo del todo estuviera la realidad. Podemos saltar, y hasta que
no llegásemos al final, todo sería posible.
—Déjate de filosofía. –Le espeta Jimin,
levemente aturdido y me vuelve a mirar a mí—. Cuando termine todo esto, quiero
que nos vayamos juntos.
—¿Cómo? –Le pregunto levemente aturdido.
Mucho más de lo que me habría esperado todas las veces que he pensado en esta
situación como una posibilidad.
—Tú, y yo, juntos. –Sentencia, simplifica
en dulces palabras con una sonrisa acaramelada de complemento a su sentencia—.
Con tu dinero y él mío, ¿qué opinas?
—No sé qué decir. –Le contesto, mirando su
mano en mi rodilla pero en realidad, vagando mucho más lejos de lo que puedo
llegar a alcanzar.
—No hace falta que me digas nada ahora.
Solo piénsalo. Lejos, muy lejos de aquí, de este país. Nos podríamos ir a
Hawái. ¿Has estado alguna vez allí? Y estuve hace mucho tiempo, y es genial. ¿A
Canadá, tal vez? Donde tú me digas, yo iré contigo.
—No es el momento, Jimin. –Le dice
Taehyung con voz seria, mientras gira su rostro en nuestra dirección.
Seguramente ha visto mi rostro empalidecido y mi mueca desencajada. Jeon nos
mira de reojo y aunque Jimin se haya esforzado por susurrar, estamos en un
maldito taxi encerrados, no era de esperar que no le oyesen. Incluso el
conductor debe habernos tomado por estúpidos borrachos, pero estamos más
sobrios que nunca. Yo al menos.
—Hablaremos de esto más tarde. –Le digo a
Jimin en un susurro el cual asiente con una media sonrisa animada y regresa con
su mirada hacia su ventana, sin dejar de sujetarme la rodilla. Ojalá pudiera
entender el peso de sus palabras, y el daño que me han hecho cayendo sobre mis
hombros. Yo sonrío levemente entumecido y tan repentinamente como me han dolido
sus palabras, ahora me queman, arden en algún punto dentro de mí al que no
alcanzo a vislumbrar pero sé que se han quedado ahí, quietas en un rincón
agazapadas mientras se deshacen en pequeños retazos de papel quemado. Eso es lo
que son, papel quemado.
Pasamos el resto del camino en silencio.
En un silencio sepulcral que me hace pensar en que tal vez el conductor pueda
estar divagando libremente sobre nosotros, pero la escena que acaba de
presenciar puede darle a entender demasiadas cosas, todas ellas demasiado
descabelladas. Prefiero no pensar en nada en este mismo instante. Canto para
mis adentros “Lacrimosa” mientras me deshago en suspiros nerviosos y en repasar
una vez tras otra el plan, pensando en posibles cabos sueltos o en la mera idea
de que alguien, por alguna razón, pueda equivocarse en su trabajo, lo cual, me
parece del todo improcedente. Por mi parte no cometeré ningún error, pero me
preocupa que Jimin no esté lo suficientemente comprometido, o que Jeon se
duerma, o incluso que Taehyung se arrepienta en el último momento y nos despida
con un gesto de su mano. Esa idea me aterra, me hace sentir barro en el suelo.
Pisoteado por todo el mundo.
El taxista frena y se pega a la acera,
girándose a Taehyung que le extiende un par de billetes que el conductor acepta
con una sonrisa. No es hasta que Jimin abre la puerta de su lado que no me doy
cuenta de lo evidente: Hemos llegado. La idea me hace sentir levemente aturdido
y cuando salgo me quedo mirando el panorama alrededor. El taxi desaparece por
el fondo de la calle yo sigo los pasos de Taehyung que se alejan poco a poco de
los edificios alrededor. Sus pasos junto con los nuestros suenan terriblemente
atronadores, y junto con el olor a rocío de la madrugada prematura y el miedo
que me invade por todo el cuerpo me tientan a ser yo el primero que deserte de
esta maldita patraña. Quiero arrojarme a la carretera. Lo haría, pero no pasa
un solo coche que quiera llevarme por delante, lo cual me pondría en una
situación tremendamente embarazosa.
Sin más preámbulos llegamos a los
almacenes y en completo silencio, en un lúgubre silencio, nos adentramos dentro
de nuestro almacén y nos cambiamos de ropa lentamente. El cuerpo de Jeon es
fuerte, es alto, es intimidatorio. Quiero pensar que con él a nuestro lado nada
va a pasarnos. Pero después recuerdo que es el más débil de todos nosotros, el
que más defectos acumula a su espalda y el que, posiblemente, pierda antes los
estribos, y se me quita toda gana de refugiarme en su abrazo. Con un largo
suspiro me pongo el mono azul oscuro que se abrocha con una maldita cremallera
hasta el cuello y me lo subo hasta ese lugar. Se ve debajo de mi cuello la
camisa de Jimin y este, una vez vestido todo de negro, con esos pantalones
ajustados y ese pasamontañas recogido sobre la cabeza como un gorro, me hace
sentir tan pequeño. Jeon termina de vestirse mientras se ajusta el pasamontañas
sobre su cabeza como Jimin y Taehyung me pasa una de las mascarillas negras,
que escondo en uno de los bolsillos del mono. Después unos guantes, los mismos
para todos que impidan que dejemos huellas, y por último, una mirada
sentenciadora entre todos. Después suenan nuestros corazones al unísono, nos
palmeamos los hombros y nos sonreímos dándonos unos ánimos que ninguno tiene.
Nos quedamos en el vacío suspendidos y al segundo, nos recomponemos, ocupando
cada uno el lugar que nos corresponde.
Mientras que yo me siento en el lugar del
copiloto, Taehyung se incorpora al volante y Jimin y Jeon se encuentran ocultos
en la parte trasera del camión. Hay comunicación entre ambas partes del camión,
de forma que si quiero, salgo de mi asiento y puedo pasarme de un salto a la
parte trasera. La voz de Jeon es del todo motivadora, nótese el sarcasmo.
—Si pegas un frenazo, Jimin y yo saldremos
disparados junto con la moto, rompiendo la luna. –Le dice de forma divertida a
Taehyung, pero este ha cambiado el chip y le mira de forma seria a través del
retrovisor. Yo me ajusto el cinturón y con un largo suspiro me dejo acunar por
la oscuridad de mis párpados. Taehyung sale con el camión, se baja para cerrar
el almacén y vuelve a ponerse al volante para salir de la calle de almacenes.
El sonido de la furgoneta es del todo reconfortante a la par que extraño. Es la
primera vez que me monto en ella, y la primera vez que me siento tan
terriblemente acongojado. Con curiosidad giro el rostro y me encuentro con un
Jeon sentado con las piernas cruzadas detrás del asiento de Taehyung, en el
espacio de la carga de la furgoneta, y Jimin sentado de la misma forma detrás
de mi asiento. La moto entre ambos atada a los laterales con unas correas
elásticas. Entre ellos se cruzan unas miradas infantiles y levemente aturdidas
mientras que yo los miro a ambos y de vez en cuando miro al frente, a la
carretera desierta de coches a estas horas de la mañana. Miro el reloj, las
cinco y cuarto de la mañana. En quince minutos estaremos en el Museo Nacional.
Las piernas comienzan a temblarme y el silencio alrededor no hace sino empeorar
las cosas. Me decido a hablar.
—Bueno… —Suspiro—. Ha llegado el momento,
¿vale? No entréis en pánico, esto es pan comido. Entramos, cogemos los cuadros
y salimos. Así de simple, ¿entendido? Nos moveremos como gatos pardos a través
de la noche. –Taehyung me mira desagradado por la comparación, yo me encojo de
hombros—. Enserio, chicos. Pase lo que pase, no os preocupéis por nada. Solo
somos unos ladrones entrando en un museo, no estamos secuestrando a nadie ni
ninguna vida corre riesgo. ¿Vale? No quiero que penséis que esto es lo más
peligroso y temerario que haréis en vuestra vida. Esto solo es un trámite como
otro cualquiera. Habrá cosas peores, chicos.
—¿Cosas peores? –Pregunta Jungkook
curioso.
—Sí. Un día os enamorareis y eso si que
será una eterna batalla. Un día tendréis hijos y os harán preguntas confusas
que no sabréis contestar. Un día alguien cercano a vosotros morirá. La vida es
así, es confusa, es dura, es difícil, pero esto no es más que un paso más. Un
trabajo, sin más. Pensad en todo aquello que os anime, en la persona que améis,
en vuestro futuro soñado, en lo bien que saldrá todo incluso si queréis, pensad
en vuestra familia y en lo orgullosos que estarán cuando sepan que tenéis una
vida resuelta y tranquila. Para eso estáis aquí los tres, ¿no? Porque queréis
una vida tranquila y segura. Pues a por ello. –Suspiro después de mis palabras.
Tanto tiempo en silencio me ha supuesto un esfuerzo inesperado—. ¿Alguna
pregunta? –Digo pero nadie parece dispuesto a preguntar nada. No sé si es la
falta de atrevimiento o que realmente nadie tiene una sola pregunta qué hacer.
Yo suspiro reclinándome en mi asiento, tranquilo y cansado a la par pero a lo
lejos se oye la voz de Jimin. Oigo como su voz se hace paso a través del eco
del espacio en el camión.
—¿Por qué Medusa convertía a la gente en
piedra? –Pregunta y yo me giro a él, Taehyung le mira por el retrovisor y Jeon
alza la mirada, levemente aturdido por la pregunta. Yo me cuestiono porqué
diablos quiere saber eso ahora pero si supiera la respuesta, se la daría de
inmediato. No quiero que se quede con esa duda para siempre. Alguien se me
adelanta.
—Había una vez una mujer llamada Medusa. —Comienza
a hablar Jeon, casi más para sí que para el resto—. Medusa vivía en la ciudad de Atenas en
Grecia y ella se creía la mujer más
hermosa de todo el mundo. Siempre presumía de ello con cualquiera, en cualquier
momento. Un día fue al Partenón*, templo dedicado a la Diosa Atenea*, y mirando
la escultura que habían construido allí para la diosa, Medusa comenzó a
alardear de su belleza, y dijo: “Este sí que es un templo muy hermoso. Qué lástima que lo desperdiciaron en Atenea
porque yo soy mucho más hermosa que ella, tal vez algún día se construirá un
templo más grandioso en honor a mi belleza.”
»Cuando todo el mundo se hubo ido y solo
quedó Medusa en el templo, se le apareció la diosa Atenea y le dijo: “Muchacha
presumida y tonta. ¡Crees que eres más hermosa que yo! Dudo que sea verdad,
pero si lo fuera, la vida no es solo belleza. Mientras otros trabajan y juegan
y aprenden, tú haces muy poco aparte de presumir y admirarte”. Medusa trató de
señalar que su belleza era una inspiración para quienes la rodeaban y que ella
mejoraba sus vidas con solo lucir tan hermosa, pero Atenea la calló con una
seña de frustración. “Tonterías. La belleza se marchita rápidamente en todos
los mortales. No consuela al enfermo, no
enseña a quien no sabe ni alimenta al hambriento. Y por mis poderes, perderás completamente tu
encantó. Tu destino servirá para
recordar a otros que deben controlar su orgullo”. Y con esas palabras el rostro
de Medusa cambió y se convirtió en el de un horrendo monstruo. Su cabello se
torció y engrosó en forma de horribles serpientes que silbaban y peleaban entre
sí encima de su cabeza. “Medusa, esto ha pasado gracias a tu orgullo. Tu rostro
ahora es tan terrible de observar que el solo verlo convertirá a un hombre en
piedra”, proclamó la diosa, “y hasta tú, Medusa, si miras tu reflejo te
convertirás en piedra en el mismo instante en que veas tu rostro”. Y así Atenea
envió a Medusa con su cabello de serpientes a vivir con los monstruos ciegos –
las hermanas gorgonas* – en los confines de la tierra, para que nadie se
convirtiera en piedra al mirarla accidentalmente.
Cuando Jeon termina, nos quedamos en un
perpetuo silencio con el sonido de su voz aun reverberando a través del camión.
Es una dolorosa lección para nuestra moral. No todo en esta vida es belleza. No
todo en esta vida es dinero. Ya me veo con cabellos de serpiente. Sin duda es
una fantasía muy cómica, pero es cierto que mi cabeza acabará cortada como un
mártir decapitado.
———.———
*El Partenón (literalmente «la residencia de las jóvenes», es
decir, aquí «la residencia de Atenea Partenos») es uno de los principales
templos dóricos que se conservan, construido entre los años 447 a. C. y 432 a.
C. en la Acrópolis de Atenas. Sus dimensiones aproximadas son: 69,5 metros de
largo, por 30,9 de ancho; las columnas tienen 10,4 metros de altura. Está
dedicado a la diosa griega Atenea, a la que los atenienses consideraban su
protectora.
*En la mitología griega, Atenea (del griego ático Ἀθήνα,
transl. Athēnē, o Ἀθηναίη, Athēnaiē), también conocida como Palas Atenea (Παλλὰς
Aθήνα) es la diosa de la paz, la civilización, sabiduría, estrategia, de las
ciencias, de la justicia y de la habilidad. Fue una de las principales
divinidades del panteón griego y una de los doce dioses olímpicos. Atenea
recibió culto en toda la Grecia Antigua y en toda su área de influencia, desde
las colonias griegas de Asia Menor hasta las de la península ibérica y el norte
de África. Su presencia está atestiguada hasta en las proximidades de la India.
Por ello su culto tomó muchas formas e incluso tuvo una extensión considerable
hasta el punto de que su figura fue sincretizada con otras divinidades en las
regiones aledañas al Mediterráneo. En la mitología romana se la adoraba con el
nombre de Minerva.
*En la mitología griega, una gorgona (en griego antiguo γοργώ gorgō
o γοργών gorgōn, "terrible") era un despiadado monstruo femenino a la
vez que una deidad protectora procedente de los conceptos religiosos más
antiguos. Su poder era tan grande que cualquiera que intentase mirarla quedaba
petrificado, por lo que su imagen se ubicaba en todo tipo de lugares, desde
templos a cráteras de vino, para propiciar su protección. La gorgona llevaba un
cinturón de serpientes, entrelazadas como una hebilla y confrontadas entre sí.
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