EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 49
Capítulo 49
Jungkook POV
04/07/1995
03:59
La televisión retransmite un programa
absurdo de momentos divertidos en series famosas de televisión. Ni yo mismo soy
consciente de qué diablos estoy viendo pero ahí está, implacable ante mi
adormecimiento. He de reconocer que un par de veces he cabeceado pero a las dos
y media de la mañana me he recompuesto al ser, así de forma repentina,
consciente de la que se nos avecinaba. Apenas me ha dado tiempo a reaccionar,
ha sido un golpe en el pecho que me ha quitado el aire de forma algo
momentánea. Me he sentido levemente aturdido, cansado, agotado, como si llevase
caminados cientos de kilómetros a ninguna parte en concreto. Tal vez haya sido
un latigazo en mi corazón, o tal vez, la cabeza de Yoongi cayendo sobre mi
hombro con los cascos puestos. Se ha quedado dormido escuchando La Campenella
de Paganini, S.161 No.3. Yo la oía sonar de lejos y de repente, cayó dormido
sobre mis hombros.
El sol está tremendamente oculto en algún
lugar de la tierra. No consigo saber en qué punto se encuentra ni quiero verlo
en mucho tiempo, pero en cierto modo, quiero que regrese cuanto antes y me
devuelva a la realidad a la que pertenezco, porque desde que ha oscurecido
tengo la sensación de que el mundo se degrada a una comedia barata, o a una
película de fantasía. Una especie de Alicia en el país de las maravillas o una
fábrica de chocolate en la que de un momento a otro alguien comenzará a cantar
una canción pegadiza y alguien desaparecerá tras una sonrisa felina. He perdido
la cuenta de las veces que me hundido la nariz en el cabello de Yoongi sobre mi
hombro. Su olor dulce es tan reconfortante que levemente me tira hacia la
realidad con un leve empujón sutil. Casi imperceptible, pero es una droga
necesaria.
El reloj de la televisión cambia, de forma
casi imperceptible pero a mis ojos parece que se ha cometido el mayor asesinato
frente a mis ojos. Con la mayor crueldad, con el mayor cinismo. Sin el más
mínimo esfuerzo me cuesta el mayor sacrificio. Despertar a Yoongi y hacerme a
la idea de que tenemos que ponernos en funcionamiento. El despertador suena en
las habitaciones de al lado. Ya no hay vuelta atrás. Con una caricia sobre su
pelo le quito los cascos de los oídos y se los retiro, apagando el walkman y
haciendo que él se remueva en mi hombro. No se despierta aun y cuanto me
gustaría no tener que despertarle, pero me veo en la obligación, zarandeando
levemente su hombros hasta que se decide a despertar. Lo hace más lentamente de
lo que esperaba y sus ojos muestran una confusión desconcertante. Al mirarme,
yo tampoco sé porqué lo he despertado ni con qué motivo me siento tan
angustiado, pero él me reconoce y al fin cae en la causa de nuestra situación.
—Hola. –Me dice, con una voz mucho más
tenue de la que le he oído en todo lo que le conozco. Levemente se deshace de
mi hombro y mira a su alrededor, paladeando su boca—. ¿Cuándo me he quedado
dormido? –Me pregunta entre decepcionado y avergonzado y yo niego con el
rostro, quitándole importancia.
—Te dormiste entre los ágiles acordes de
Paganini… —Digo de forma melodiosa y él sonríe, más triste de lo que me
merezco. Me decepciona su gesto y se frota los ojos con dos puños cerrados.
Suspira largamente y está a punto de ponerse en pie cuando Jimin aparece por la
puerta del salón con la misma expresión con la que Yoongi ha despertado, una
solemnidad pasmosa. Le vemos caminar hasta la mesa de la cocina, con ojos
entrecerrados aun por el sueño, y se sienta en una de las sillas, con el rostro
hundido en las manos. Suspira y bosteza. Yo sonrío triste y me levanto seguido
de Yoongi que sigue mis pasos hasta la cocina. Después de nosotros, suena la
puerta del cuarto de baño y después, silencio. Un silencio estremecedor. Yoongi
se sienta en la silla y realiza los mismos gestos que Jimin ha hecho unos
segundos antes. Por lo que veo soy el único sobrio, el único con algo aun de
conciencia y por lo que veo, me temo que tengo que ser yo quien prepare el
desayuno a todos. No me molesta, al contrario, me siento en la obligación de
hacerlo por el simple hecho de que puedo al menos liberar mi mente unos
segundos.
—Buenos días. –Le digo a Jimin mientras él
me levanta la mirada y yo puedo ver la forma de sus ojeras desdibujando sus
facciones. Me sonríe endeble y cuando la puerta del cuarto de baño se abre se
levanta como levemente alarmado y se encamina al baño. Choca con Taehyung, el
cual se queda levemente pasmado, se oye el sonido de la puerta del baño
cerrarse de golpe y después una arcada, seguida de un vómito que me pone los
pelos de punta. Me quedo estático con una taza sujeta en mi mano y me encamino
en dirección al baño pero Yoongi me agarra del brazo, deteniéndome. Le miro
confuso y él se encoge de hombros.
—Déjale, cada uno lo llevamos de una
manera diferente. –Asiento a sus palabras, levemente en desacuerdo, pero me
limito a dejarlo estar y me encamino a la nevera para sacar zumo de naranja,
café frío, leche, cualquier cosa que pueda caer con decencia en nuestros
estómagos vacíos, en los de algunos, levemente revueltos. Me gustaría pensar
que este será un desayuno como otro cualquiera, pero es cruel y en realidad, es
la primera vez que desayunamos todos juntos, a excepción de alguna extraña vez
en la que siempre alguno dejaba la mesa el primero con claras intenciones
confusas. Cuando me siento a la mesa, Jimin aparece pasándose el dorso de la
mano por la barbilla goteante de agua y
Yoongi es el primero que le dirige una mirada, y después, yo. Ninguno decimos
nada en respecto a su situación y nadie se atrevería, por mucho que quisiéramos
proclamar que estamos tan nerviosos como él, pero Yoongi le lanza una mirada
curiosa y Jimin asiente en respuesta afirmativa a que su estado se encuentra
bien, dentro de lo que cabe.
Cuando se sienta a la mesa mira alrededor
y se sirve un poco de leche con café y yo me le quedo mirando levemente
apenado. Niego con el rostro borrándome esa expresión de la cara y rápido me
sirvo yo una taza de café, negro, bien cargado intentando creerme fuerte para
afrontar no solo el sueño, sino también el miedo y le pánico que poco a poco se
está haciendo paso en mi cuerpo. Se siente tan real el miedo, tan palpable,
tanto como la mantequilla frente a mí en la mesa. Creo que podría cortarlo con
la misma facilidad. Casi hecho trizas. Sería tan sencillo…
—Repasemos el plan. –Dice Yoongi, casi más
para él mismo que para los demás, pero bien me haría poder volver a oír que
estamos a punto de robar unas de las obras de arte más preciadas—. En media
hora cogeremos un taxi hasta los almacenes al norte de la ciudad. Desde allí,
nos cambiaremos y cogeremos el camión que nos llevará hasta el museo nacional.
¿Te sabes el camino? –Le pregunta a Taehyung y este asiente, levemente aturdido
aún—. Bien, allí ya sabéis lo que tenéis que hacer. Bajamos los cuadros, los
desmontamos, y metemos los lienzos en sus cajas correspondientes. Después
salimos, Jimin y Kook, os dirigiréis lejos, hacia el oeste.
—He pensado mejor dirigirme por la
carretera que sigue el río por el este, y en la primera intersección, cruzar el
río, yendo hacia el sur.
—Me parece bien. –Dice Yoongi sin más,
encogiéndose de hombros. Yo suspiro largamente mientras me termino mi taza de
café mientras algunos aún no se han ni siquiera servido en sus vasos, pero eso
me trae sin cuidado. Yo aún necesito mi tiempo para asimilar lo que está
sucediendo. Me levanto de mi asiento, palmeando el hombro de Yoongi, y me
encamino a mi cuarto, para comenzar a vestirme. Al menos esa es la excusa que
le podría a cualquiera que quisiera interrogarme. La verdad, la cruda verdad,
es que aun no me he hecho a la idea de lo que está sucediendo. Es demasiado
cruel pensar que todo es una mentira, pero más cruel es asimilar que esto es
una fría daga que me está apuñalando, una fría cuchilla que me está atravesando.
Duele demasiado. El miedo, la realidad, la desazón de un futuro incierto.
Me siento en la cama, aun somnoliento y me
paso las manos por el rostro, por los ojos, me los aprieto y suspiro largamente
rezándole a un dios en que no creo que nos salve de este trazo tan agridulce de
una vida tan insignificante. Cuando me recompongo termino de hacer las maletas
con lo poco que aún no había empacado y me pongo la ropa que creo adecuada para
un transporte cualquiera. Será un transporte mínimo, en donde luego tendré que
cambiarme de ropa, así que tampoco importa si no voy vestido apropiadamente. No
me importa demasiado lo que escojo y se nota en mi elección. Unos vaqueros
oscuros y una sudadera negra con el logotipo de una banda de heavy. Ni que yo
la conociera, dado que es obra de un regalo familiar. Y esto es la familia,
supongo, grandes desconocidos con una gran hipocresía.
Cuando termino salgo al salón para
rescatar mi walkman que lo he dejado abandonado en el sofá y me sorprende una
conversación demasiado triste.
—¿Namjoon sigue durmiendo? –Me pregunta
Jimin sabiendo que yo me he quedado toda la noche despierto y yo niego con el
rostro, pensativo.
—En realidad no ha venido a dormir. –Digo
y parezco ser el único consciente de ello. Al parecer, el resto estaban tan
ensimismados que ni se habían dado cuenta de ese insignificante detalle. Y algo
me dice que, al igual que yo, Namjoon también ha pasado la noche en vela pero
no por la preocupación de su propia integridad, al contario que nosotros.
—Pensé que estaría en su cuarto. No nos
acompañará, ¿verdad? –Le pregunta Jimin a Yoongi y este niega en silencio, sin
mirarle, dirigiendo su mirada únicamente al vaso de leche entre sus manos—.
¿Dónde estará? –Pregunta, algo a la defensiva.
—En un lugar desde donde pueda controlar
nuestros movimientos y asegurarse de que todo salga bien.
—Eso espero.—Dice, Jimin—. No me estoy
jugando el culo por un impresentable…
—No te preocupes por nada… —Le susurra
Yoongi a Jimin en forma que todos podamos oírle, pero que sea un tono
tranquilizador y apacible. A mí desde luego me hace sentir más tranquilo, pero
no funciona con todos nosotros. Con una sensación de confusión en mi cuerpo,
recojo el walkman del sofá y regreso a mi habitación, terminando de empacar mis
últimas pertenencias. No es hasta que no escucho a Jimin entrar para vestirse
que no soy consciente de que el resto del mundo sigue avanzando fuera de esta
habitación, justo cuando pensé que había encontrado un lugar en donde
refugiarme de todas las adversidades exteriores. Mientras él comienza a
desnudarse, yo me quedo en mi cama sentado, observándole, no viendo en él más
que un cuerpo en movimiento, representado la más crueldad de las verdades. Que
tenemos que marcharnos. A él tampoco parece molestarle mi presencia, pero he de
reconocer que me siento levemente confuso al ver que de vez en cuando me mira
de reojo, sin comprender sus intenciones. Cuando termina de vestirse guarda,
como yo, sus últimas pertenencias y sin poder retenerlo por más tiempo, hablo.
—Yoongi me contó anoche que le regalaste
ropa. –Le digo—. Tanto jaleo el primero día para que al final le hayas regalado
tu ropa. –Suspiro y él me devuelve una mirada al principio confusa y recelosa
de la información, pero al final, me mira sin expresión.
—Ya, bueno. La verdad es que quería
regalarle algo de ropa, apenas tiene…
—A partir de hoy tendrá toda la que quiera
comprase.
—Igualmente me gusta la idea de que sea mi
ropa, la que se ponga. –Me dice, con media sonrisa.
—¿Es una idea posesiva? ¿O solo marcas tu
territorio? –Me mira suspicaz.
—Idiota. –Me contesta.
—¿A mí no vas a regalarme nada? –Pregunto,
tímido y él ríe por la nariz, divertido. Acabo levantándome y mientras palmeo
su hombro dejo mi móvil en la mesilla de la habitación, me palmeo los costados,
consciente de que no llevo más que mi propia persona, suficiente. Con un largo
suspiro salgo del cuarto, viendo a Yoongi en medio del pasillo cruzado de
brazos. Me mira, nos miramos. Taehyung aparece, los tres lo sabemos. Jimin es
el último en aparecer con esa sonrisa miedosa. Al fin estamos todos.
—Al fin, estamos todos. –Dice Yoongi,
repitiendo de alguna forma que no soy capaz de entender lo que acabo de pensar—.
¿Estamos listos? –Ninguno contesta—. Eso es que sí, vámonos.
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