EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 48

Capítulo 48

 

JungKook POV:

04/ 07/ 1997

00: 45 am

 

Me reclino un poco más en el sofá. La televisión está puesta  a un volumen bajo, lo suficiente como para que yo la oiga pero para no molestar a Taehyung que lleva ya dos horas en la cama. A través de la ventana abierta del salón puedo ver la oscura noche que nos ha rodeado de repente y como la luz de las farolas ilumina las aceras con una tenue seguridad anaranjada. No se oye demasiado ruido desde el exterior pero sí se puede percibir el alboroto de las personas a pie de calle. Estamos demasiado altos para estar presentes en las conversaciones peor no pasan desapercibidas. Todo, junto con mi respiración y la de Yoongi en la cocina, hace un todo muy agradable. El sofá en el que estoy sentado ya tiene el olor de Yoongi por todas partes y eso en cierto modo me hace sentir más tranquilo a pesar de todo. Pongo los pies en calcetines negros sobre la mesilla central y miro a Yoongi en la cocina.

Este está sentado en la mesa de la cocina, en silencio, frente a un cenicero de cristal transparente en donde de vez en cuando deja caer la ceniza sobrante de su cigarrillo. Fuma en silencio sin mirar a ninguna parte, pensativo. Extraño su presencia en el sofá, pero entiendo que necesite la soledad de un momento, aunque sea solo un minuto, sin la televisión cegándole. La cena ha sido un momento incómodo para todos, más de lo que yo esperaba. Nadie ha dicho una sola palabra extraoficial y todo lo que hemos hablado no han sido más que banales conversación inducidas por el momento. He de ser sincero cuando digo que he sentido un gran alivio cuando he visto a Jimin regresar con la cena de la mano, porque una parte de mí pensaba que no regresaría. Lo he pensado justamente porque esa pequeña parte de mí desea también marcharse de esta situación. Me digo que es el pánico escénico antes de salir al escenario, pero cada vez veo más viable el hecho de desaparecer de repente. Aún me retiene la seguridad de que no tengo a donde ir, pero de tener un lugar, o una posibilidad, no me lo pensaría demasiado.

Jimin aparece por el pasillo ya con el pijama puesto y con una mueca sonriente, aunque tremendamente triste. Él creo que no lo sabe, pero yo puedo verlo tras su mirada suplicante. Seguro que yo tengo la misma mirada, la misma con la que Yoongi le devuelve una sonrisa cálida.

—Me voy a la cama ya. –Nos anuncia y yo asiento, suspirando en silencio—. Me he puesto el despertador para las cuatro de la mañana. –Me mira a mí—. Cuando vayas a dormir, no hagas mucho ruido, por favor. –Me dice, suplicante pero yo niego con el rostro.

—Creo que no dormiré. –Le informo a lo que él levanta las cejas, levemente sorprendido pero no tanto como esperaba—. Sé que no voy a dormir aunque lo intente y prefiero no hacer el esfuerzo, porque sé que al final me levantaré peor que si no hubiera dormido. –Mi explicación le satisface y asiente, encogiéndose de hombros.

—Como quieras. –Dice, tranquilo—. ¿Y tú?

—Yo tampoco dormiré. –Dice Yoongi, mirándome con una sonrisa endeble—. ¿Te importa si te hago compañía?

—No hay problema. –Le digo y él me sonríe desde la lejanía de la cocina. Yo regreso con mi mirada a la televisión y Jimin suspira, como quitándose un peso de encima y nos sonríe, con tristeza.

—Buenas noches, entonces. No hagáis mucho ruido. –Se despide con un gesto de su mano y nos vuelve a dejar en este silencio extraño. Se oye el entrecierre de la puerta de nuestro cuarto. Unos pasos, el sonido de la cama, algunos muelles, la ventana cerrándose y el silencio. Un silencio abrumador.

—¿Vienes aquí? –Le digo a Yoongi palmeando el sofá a mi lado. Yoongi me sonríe con una mueca divertida y se levanta pero yo le detengo con un gesto de mi mano—. Tráeme algún refresco.— Le pido señalando la nevera con la mano y él me devuelve una mirada recelosa.

—¿Para eso quieres que me siente a tu lado?

—Idiota. –Murmuro mientras sonrío y él se sienta a mi lado sin traerme ningún refresco a lo que yo me levanto y me encamino a la nevera chasqueando la lengua. Rescato un refresco de naranja y una pieza de sushi que ha sobrado de la cena. La como en silencio mientras regreso al sofá y Yoongi sigue fumando con una mueca desinteresada mientras mira hacia el televisor. No parece agradarle lo que ve, o tal vez ni siquiera le interese, pero no parece estar muy centrado en el programa. He de reconocer que yo tampoco lo estaba y si me apuro, creo que nada puede hacerme dejar de pensar en lo de mañana. En estos casos sé que acabaré con un fuerte dolor de cabeza, o peor, con el estómago revuelto y vomitando por las esquinas. La idea me resulta repulsiva y niego rápido con el rostro mientras intento deshacerme de esa idea. Del incipiente dolor de cabeza, de las náuseas.

—Yo… —Decimos Yoongi y yo a la vez mientras nos miramos y nos sonreímos de forma amigable. Niego con el rostro dándole permiso a él para hablar pero él hace el mismo gesto. Suspiro y miro hacia la televisión, intentando pensar qué iba a decir, pero no lo recuerdo.

—No importa. –Digo, pensativo—. Creo que ya ni sé que te iba a decir. Seguro que una tontería—. Yoongi asiente, apagando el cigarrillo en el cenicero y cruzándose de piernas. Porta un pantalón de deporte corto de color rojo con una línea negra lateral y una camiseta de manga corta negra, grande para ser suya, dado que puedo verle una de las clavículas. Seguro que sí es suya, y de no serlo, le queda muy bien. Puedo ver su tatuaje de la calavera con las rosas, el resto de sus tatuajes en todo lo que tengo de visión. En sus piernas, en sus brazos… se ve hermoso.

—Yo… —dice, prosiguiendo—. Estoy confuso. –Reconoce.

—¿A qué viene eso?

—Jimin, hace un rato, me ha regalado parte de su ropa. –Dice, del tirón, casi sin pensarlo. Como si fuera una frase que ha estado memorizando durante un tiempo. No me mira mientras lo dice, lo hace mirando a la televisión como medio para escapar de mi mirada confusa.

—¿Qué? –Pregunto, levemente atónito.

—Esa es la cara que se me ha quedado a mí. –Me dice, débilmente divertido—. Al principio pensé que me estaba gastando una broma y le he insultado un poco… —Dice, avergonzado.

—¿Un poco? –Río.

—Sí. Pero iba enserio y cuando me he dado cuenta he rehusado de quedarme su ropa…

—¿Y?

—Ha insistido hasta que no he tenido más remedio que acceder. Realmente parecía que iba a regalarme toda su ropa si yo se lo pedía…

—¿Qué te ha regalado?

—Tres vaqueros, un par de sudaderas, cinco camisas, un conjunto de deporte, el que he estado usando para ir al gimnasio, un abrigo… —Piensa, haciendo un leve esfuerzo—, una chaqueta de deporte, dos jersey e incluso uno de sus smokings. –Suelta, de la nada y yo le devuelvo una mirada curiosa.

—¿Me estás tomando el pelo?

—Para nada. –Dice—. Al principio yo tampoco estaba seguro de que me las estuviera dando pero lo he visto dejando la ropa encima de mi cama y no he podido pensar que me estaba gastando una broma o algo así… pensé que diría algo como “no tengo espacio en el cuarto, te dejo esto aquí”. Se ha limitado a decir, “Toma, para ti”.

—Este chico es más raro… —Suspiro mientras niego con el rostro y bebo un poco del refresco.

—Por una parte pienso que me ha dado esta ropa porque cuando terminemos con esto él tendrá más dinero para comprarse ropa nueva y solo se deshace de peso en su maleta, pero por otra… —Niega con el rostro—. No sé. Me ha parecido que estaba algo aturdido.

—¿Aturdido?

—Sí, como si no fuera él. Le he preguntado por el motivo de su gesto, pero se ha limitado a decir que él no la necesitaba, y que a mí me quedaría mejor que a él.

—Puf… —Resoplo—. ¿Qué le has hecho para que te regale su preciada ropa? –Le pregunto—. ¿Dónde le has chupado? –Yoongi palmea mi pierna ofendido mientras que ríe avergonzado y yo me río de su vergüenza.

—Hablo enserio, no entiendo porqué lo ha hecho, pero en cierto modo, se lo agradezco.

—¿Por qué? Vaya tontería… Cuando terminemos con esta mierda tendrás dinero para comprarte la ropa que quieras. –Le digo pero él se encoge de hombros.

—Supongo. –Sentencia. Nos quedamos unos minutos en silencio mirando la televisión mientras yo sigo pensativo y seguro, que él también. ¿Cómo no estarlo? En menos de cuatro horas saldremos camino de cometer un robo.

—He pensado mucho en algo estas últimas horas. –Reconozco mientras le miro, y él me mira, asustado por mi directa mirada—. Ayer en la cena dijiste algo que me ha dejado pensativo. Eso de que todo está escrito. ¿Realmente piensas que existe algo así como un destino o una fuerza…? –No me deja terminar.

—No dije exactamente eso. Al menos no quise decirlo de esa manera. Pero no tiene importancia.

—La tiene para mí. ¿Realmente piensas así?

—No, no creo que nada esté escrito, solo insinuaba que… —Suspira sin encontrar las palabras—. Que hay cosas inevitables que sucederán sí o sí. Punto.

—¿Qué quisiste decir con eso? Me dejaste desconcertado…

—¿Cómo es posible que te des cuenta de ese tipo de detalles? –Pregunta girándose a mí, levemente sorprendido—. ¿Ves colores alrededor de las personas, algo así como un aura, o son simplemente voces en tu cabeza diciendo algo como “está ocultando algo” “te está mintiendo”?

—¿Me has mentido?

—Solo digo que puedes ver a través de las palabras, y eso da mucho miedo. No lo hagas.

—No me cambies de tema. ¿Qué sabes que no sepamos el resto?

—Sé muchas cosas, soy mayor que tú y tengo más experiencia en estas cosas. –Se pone a la defensiva, a lo que yo sonrío para bajar la tensión.

—No juegues la baza de tu edad con esto, Yoongi. Solo digo que no me da mucha seguridad que en una situación como esta, me ocultes cosas…

—Todo el mundo ocultamos cosas. ¿Confías en mí? Con eso es suficiente.

—¿Jimin lo sabe?

—¿El qué?

—Eso que no estás ocultando. ¿Por eso está tan raro? ¿Por eso te ha dado ropa?

—No sé de qué me estás hablando, Jimin no sabe más que tú o que Taehyung…

—Eso significa que hay algo. –Digo, nervioso y él me mira serio, suspira y se deja caer el sofá. El silencio queda en el recuerdo de mi voz emocionada y él mira mi mano sobre mi pierna. La aferra con la suya y se queda mirando ambas manos unidas. La suya en mi mano se siente muy pálida, muy distante pero a la vez, tan cercana que quema. Arde sobre mi piel. En su mano porta un corazón tatuado en el dorso de esta. Me lo quedo mirando. Juraría que está a punto de latir.

—Tranquilo, Jungkookie…

—No me siento tranquilo. Estoy muy nervioso, ¿vale? Eso era lo que quería decirte. Llevo una semana pensándolo, y cada vez es peor. Me siento muy nervioso…

—¿Por lo de mañana?

—No solo por lo de mañana. ¿Qué pasa si sale mal? Casi, a veces, solo quiero que salga mal y me pillen, me metan en la cárcel o me maten. –Yoongi me mira, triste y levemente alarmado—. No sé qué haré después de esto. Qué será de mí. No puedo llegar a mis padres y decirles, “¡eh! Tomad dinero, me sobra dinero para ayudaros, he atracado un museo y me he llevado catorce obras de arte que he estudiado este mismo año en clase”.

—Cálmate. —Me dice, apretando el contacto de su mano con la mía.

—Tengo tanto miedo… —Suelto de repente mientras siento cómo se me forma un nudo en la garganta.

—Es normal, Jungkook. No te angusties por eso. Estoy seguro de que todos tenemos miedo, pero cada uno lo asume como puede. Es normal tener miedo. ¿Sabes? La primera vez que atraqué una joyería me temblaban las manos que parecían dos flanes. Me dieron un arma y tenía miedo de disparar sin querer. Estaba seguro de que me pegaría un tiro en el pie. –Dice y me saca una risa atontada que me hace romper a llorar también—. Oh, pero no llores, joder… —Murmura levemente avergonzado cuando el que debería sentir vergüenza soy yo. Tiro de mi nariz negando con el rostro. No sé porque niego, pero lo hago sin más y él se acerca más a mí en el sofá y pasa su brazo por mis hombros, de forma cariñosa, reconfortante. Mis hombros quedan altos para él por lo que se limita a dejar la mano sobre mi espalda y yo apoyo mi rostro en la línea de su hombro.

—Tengo miedo… ¿Por qué tiene que ser tan difícil saber sobrellevar las cosas…? –Pregunto a la nada, pero Yoongi me responde.

—La vida es difícil, cada uno con un nivel de dificultad diferente, pero difícil, al fin y al cabo.

—Yoongi, no sé trabajar en equipo. –Digo, como recordatorio—. ¿Y si mañana no puedo colaborar con vosotros? ¿Y si no consigo hacerlo bien? ¿Y si…? –Yoongi me corta.

—Saldrá bien, te lo prometo. –Me dice, pausado, acariciándome la espalda.

—¿Y si sale mal?

—Pues salió mal. Punto. No hay más. ¿Qué si nos detienen? –Pregunta de forma divertida—. Pues a compartir celda… —Me susurra—. Solo espero no compartir celda con Namjoon. Por el amor de dios. –Suspira divertido y yo río, secándome las lágrimas con el dorso de las manos. Yoongi me ayuda con un par de sus dedos y me le quedo mirando, con las mejillas ardiendo.

—Lo siento por llorar. –Le digo recomponiéndome pero él niega, chasqueando con la cabeza.

—No te preocupes. Es normal llorar, es una reacción fisiológica a un sentimiento emocional. –Me dice, encogiéndose de hombros—. Has llorado ahora, llorarás cuando todo haya terminado y puede incluso que llores de la tensión en pleno robo. No pasa nada.

—Joder, espero no llorar mientras estoy cargando los cuadros… —Digo, alarmado y Yoongi sonríe—. Esta va a ser la noche más larga de mi vida. –Yoongi asiente a mis palabras y yo suspiro—. Más aún que cuando estudiaba Gestión de Patrimonio. –Sonrío y ambos reímos, divertidos. Con esta risa me abandonan las últimas lágrimas y acabo recostándome en el sofá mientras Yoongi me da un codazo, con una sonrisa triste.

—Mañana de camino al museo no podemos llevar el reproductor de casetes –Me mira pícaro—. ¿Me dejarías escuchar Lacrimosa ahora? –Me pide con una mueca triste y yo asiento levantándome de mi asiento. Me encamino en silencio hasta la habitación y rescato el walkman sobre la mesilla sin hacer ruido para no molestar a un Jimin que es evidente que no está dormido. Salgo con el mismo sigilo y cuando regreso al salón Yoongi me espera con una mirada impaciente. Le paso el walkman y le indico en qué momento de la cinta está la canción. Cuando esta empieza, puedo oírla de lejos. Yoongi entrecierra los ojos pensando en algo mucho más lejano que la pantalla de televisión y yo me quedo mirando la pacífica expresión de su rostro. Puedo ver, como en su brazo derecho se dibuja la partitura a través de toda su piel y como sus labios verbalizan muy despacio la palabra “Lacrimosa” mientras los primeros acordes comienzan a sonar, apacibles. Esta canción siempre me ha hecho sentir desde un principio una nostalgia inexplicable, una dulce melancolía que aparece con la primera nota y se va acentuando a medida que se va reproduciendo. Cuando la oigo, puedo palpar el miedo que me infunde el fondo oscuro de la música, el tenebrismo de su acogida, pero también esa pequeña luz como el reflejo de un vano superior de una catedral, esa esperanza que me hace creer que, al final de la canción, ese terror habrá desaparecido. Pero es mentira. Nunca desaparece.  

    

 

 


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