EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 45

 Capítulo 45

 

Yoongi POV:

03/ 07/ 1995

2:00 am

 

El sonido de nuestras llaves tintineando debe ser lo único que se oiga en todo el piso. Nosotros, al otro lado de la puerta, nos reímos intentando mantener la compostura, pues Namjoon debe haber llegado hace unas horas y estará dormido en su habitación. Por mi parte me cuesta mantener la risa, igual que Jeon, mientras que Jimin parece más preocupado que divertido y Taehyung mira a todas partes algo aturdido. Diría que es el más borracho de todos nosotros, pero es el que menos ha bebido. Jeon intenta meter la llave en la cerradura pero tropieza varias veces con la punta de la llave en el metal y se desvía. Eso nos hace reír más y me hace sentir como un chiquillo que llega a casa borracho. Cuanto remordimiento perdido.

—¡Shhh! –Chisto entre risas que ni yo mismo contengo. Jeon me mira con los ojos entrecerrados por la risa y acaba introduciendo la llave en la cerradura. Todos parecemos esperanzados de no tener que dormir en el descansillo y nos internamos en el interior de la casa. La oscuridad nos recibe con una mueca desaprobatoria y nosotros le respondemos con pasos nerviosos adentrándonos con cuidado de no hacer demasiado ruido a la par que nuestro intento no hace sino entorpecernos y causar un alboroto aún mayor del que haríamos de estar normal. Jimin intenta por todos los medios quitarse los zapatos mientras mantiene el equilibrio y yo me encamino con ellos a través del pasillo, sin importarme siquiera. Taehyung se ha quitado la americana que portaba y la cuelga en el perchero al lado de la puerta, cerca de Jimin.

—Que no decaiga la fiesta. –Dice Jeon, divertido. Aun con energía en su cuerpo—. Yo quiero otra copa… —Dice y se encamina como un kamikaze a la cocina, pero cuando llega al salón y se queda mirando el espacio de la cocina en silencio, se cruza de brazos y a los segundos se golpea la frente con la palma de la mano, como un gesto de iluminación—. ¡Es verdad! Ya no queda alcohol… —Dice, más pensativo que decepcionado, seguramente cerciorándose gracias al endeble recuerdo de su mente que es así.

—Ya no hay una sola gota. –Confirmo con una mueca triste pero Jimin aparece por la puerta del salón con palabras serias, aguándonos la fiesta.

—Yo no quiero beber más. Suficiente por hoy. –Sentencia y resopla, con las mejillas tremendamente encendidas. Taehyung pasa por su lado para dirigirse a la cocina y beber agua—. Yo me voy a mi cuarto—. Nos señala—. No habléis muy alto –Se despide de nosotros con una mueca cansada y yo me encojo de hombros frente a Jeon que me mira con una mueca sonriente que no soy capaz de comprender. Sus ojos se iluminan con una expresión graciosa y me sujeta por el brazo susurrándome en el oído.

—Ve con él. Esta noche puedo dormir en tu habitación si quieres… —Murmura pero no sé si con unas intenciones amigables o por simple interés personal. Yo entrecierro los ojos y me empuja suavemente, haciéndome sentir tremendamente frágil—. Ve, no seas idiota. –Me dice y yo acabo sonriendo con una expresión infantil que de seguro se ve horrible en mi cara y me encamino a la habitación, sintiendo unas tremendas ganas repentinas de pasar una larga noche entre las sábanas de Jimin.

Entro en el dormitorio casi sin pensar y no es hasta que no estoy dentro que no me siento tremendamente vertiginoso. Como asomarme al borde de una pendiente vertical. Tengo que bajar por ella, no hay otra salida, pero me mataré en el intento. Cuando me paro frente a Jimin  que mira directo a su armario, ambos dos nos encontramos en una sutil mirada fraternal, en un íntimo momento de desnudarnos el uno al lado del otro de cara a su armario. No ve extraño que me esté desnudando a su lado dado que la ropa que porto es de él. Le dejo la sudadera en el interior del armario, doblada con algo de dificultad, y estoy a punto de quitarme los pantalones cuando me lo pienso mejor y me detengo mientras le miro de reojo, jugueteando con el cinturón que recorre mi cadera. Él se mira los botones de la camisa que va desabotonando uno a uno como si cada uno fuese una larga y ardua travesía contra la que lidiar. Yo chasqueo la lengua como forma de romper el silencio y me giro a él para posar mis manos sobre los botones con los que está peleando. El que sujeto está justo en la línea de su corazón, y la sensación de sus manos apartándose de las mías es muy confusa. Él suspira reconfortado por la idea de que alguien haga su trabajo pero yo sonrío, divertido, dado que es un momento tan confuso que ni yo contigo darle un calificativo que no sea ese “confuso” al que todo se asemeja.

—Gracias. –Murmura en un suspiro apenas inaudible. Yo me encojo levemente de hombros, con la misma sutileza con la que él me ha agradecido mi trabajo. Siento como late su corazón, o tal vez sea el mío propio a través de mis manos. Siento su respiración compleja, la forma en que su pecho sube y baja, como sus ojos me miran, como sus labios entreabiertos respiran tranquilos. Los cierra, los aplasta uno contra otro, pasa la lengua sobre ellos y vuelve a abrirlos mostrándome sin querer la punta de su dulce y rosada lengua. Estoy desvariando.

—Siento haberte presionado esta noche con lo de que eras un perdedor… —Murmuro y él niega con el rostro. Yo ya desabotono los últimos dos botones.

—No hay problema. –Dice—. La verdad es que tienes razón, soy un perdedor. –Asume.

—No lo creo. –Digo y él no responde a mis palabras. Se limita a mirarme sonriente pero como si yo no tuviera el mínimo conocimiento sobre su situación. Me limito a desabotonar los últimos dos botones y cuando termino paso mis manos a través de su pecho, de sus pectorales, de sus hombros cálidos y suaves. Me hace sentir tan poderoso, pero a la vez tan humilde y pequeño, tan apegado al suelo que él es para mí tan inalcanzable, incluso si es un perdedor. Yo nunca gané nada en absoluto.

Estoy a punto de decirle algo más pero ya no lo creo necesario. Mis manos toman el control de todos mis gestos y se dirigen a su nuca para atraerle a mí con tranquilidad. El beso se produce de una forma inesperada para ambos pero eso no le quita ese regusto dulce que me deja su lengua en el interior de mi boca. Después de besar sus labios beso su mejilla y la perfecta línea de su mandíbula. Se deja hacer con tranquilidad mientras sus manos bajan a través de mi espalda desnuda y a través de mis tatuajes con cautela. Le noto nervioso, pero de seguro que yo no estoy mucho mejor. Su aliento cae sobre mi hombro desnudo y joder que escalofrío me recorre. Le termino de quitar la camisa sobre los hombros y también paso mis manos por su espalda. Puedo sentir cómo sus músculos se contraen en este precioso espacio y él comienza a besarme el hombro. Sus labios se estampan en un suave sello que me pone la piel de gallina. No ha sido el beso, sino sus ojos al mirarme tras besarme. Pidiéndome permiso, pidiéndome disculpas, suplicando mi aceptación. ¡Cómo negársela!

Cuando nuestros labios juntos vuelven a ser los protagonistas yo ya he perdido el control de todo lo que me rodea hasta el punto de que siento como me embriaga el olor de su pelo al yo enterrar las yemas de mis dedos bajo la superficie de su cuero cabelludo. Me agarro al cabello de su nuca, me agarro con fuerza a sus hombros, él a mi cintura, el mundo se sustenta en el sonido de nuestros besos y todo mi universo en la suavidad de sus labios. Él corta el beso para mirarme con ojos divertidos.

—¿Esto forma parte de tu ritual antes de un atraco? –Me pregunta, caminando conmigo hacia su cama. Yo niego con el rostro.

—No siempre… —Suspiro, sonriente.

—¿A veces sí?

—A veces… —Digo, divertido y él me mira, con ojos fulminantes.

—A veces… —repite, pensativo—. ¿Y suele ser solo sexo, o algo más?

—Nunca ha sido nada más… —Reconozco y él posa una mueca pensativa.

—Bien, bien. –Me sienta en la cama y se arrodilla delante de mí mientras me ayuda a deshacerme de los pantalones, tranquilo.

—¿Vas a chupármela? –Pregunto más curioso que avergonzado y él se encoge de hombros.

—Ayúdame, que yo no he hecho esto antes. –Me pide y yo asiento, nervioso. Mis mejillas seguro que están tanto o más rojas que las suyas, y eso que las de él podrían pasar por dos tomates. Yo suspiro, no, más bien exhalo mi último aliento de cordura, y me apoyo con mis manos sobre el colchón detrás de mí. Me agarro a las sábanas y cuánto desearía que ahora entrase alguno de los chicos y nos pillase en esta comprometida situación: Las manos de Jimin internándose poco a poco en mi pantalón y mi rostro avergonzado. Sí, soy un exhibicionista…

—¿Estás seguro de esto? –Pregunto.

—Sí.

—Tampoco quiero que necesites alcohol para acostarte conmigo…

—Cállate. –Me dice con voz cortante y yo me encojo de hombros, dejándole hacer a él. Me quita los pantalones descubriendo mis calzoncillos negros y el resto de mis tatuajes por todo el cuerpo. Se me queda mirando las piernas que tras el fondo de la tinta son blancas y tremendamente frágiles. Coge una entre sus brazos y comienza a besarme la cara interna del muslo. Asciende, el condenado, provocándome con una mirada del demonio y con la imagen de esos labios abultados aplastándose contra mi piel. Es todo un delirio.

—Joder. –Suspiro y él sonríe apoyado en mi pierna. Se deja de preliminares tradicionales y me baja levemente el elástico del calzoncillo, dejando salir la punta de mi pene semidormido. Se lo lleva a los labios sin pensarlo demasiado y yo me cubro la boca con una de mis manos, ahogando un gemido inesperado. Él se interna más en el elástico y acaba por deshacerse de mi ropa interior dejándola por ahí tirada. Se cuela entre mis piernas, me sujeta las caderas, me acaricia el trasero y me hace tumbar en la cama con cuidado mientras él se desenvuelve con mi pene metido entre sus labios. Y qué deliciosos labios, y qué dulce y cálida cavidad bucal. Es tan ardiente que tengo que retenerme por no ahogarle. En un momento en que se saca mi pene de la boca y comienza a lamerlo, me pregunta con ojos curiosos:

—¿Lo hago bien? –Mi única respuesta es un suspiro acompañado de una palabrota y él sonríe tímido mientras sigue con lo que hace. Mis manos en su cabello no se sentían antes tan bien como ahora que está entre mis piernas. Ahora que puedo dominar el movimiento de su cabeza, que puedo domar sus gestos. Comienzo a gemir todo lo más bajo que puedo a medida que mi miembro se endurece con una rapidez máxima. Suspiro largamente y me muerdo el labio inferior intentando por todos los medios no despertar a Namjoon. Pasados cinco minutos le detengo con la sensación de que puedo perderme en el interior de su boca. Le reconduzco a mis labios y me besa mientras retrocedo en la cama, él acomodándose encima de mí. Cuando estamos tumbados sobre el colchón él se deshace del resto de su ropa sobre su cuerpo mostrándome tímidamente una roja erección escondida en sus pantalones—. Date la vuelta. –Me dice tranquilo y le obedezco mientras hundo el rostro en el almohadón y él me levanta ligeramente las caderas para acariciar con un dedo mi entrada. La busca, la encuentra y se hunde en el interior con la fricción que supone no estar lubricado.

Saca de mí su dedo a lo que yo suspiro disgustado y lo siguiente que siento es la humedad de su lengua rodeándome la entrada. Doy un respingo y miro hacia mi espalda, encontrándole con ojos cerrados y las manos sobre mis caderas. Su lengua delinea mi entrada y después se hunde ligeramente provocándome un escalofrío reconfortante. Sus gestos son algo temblorosos, culpables de la situación tan novedosa para él, pero se nota el cuidado que pone y en comparación con la otra vez, esta es mucho más tranquila. Cuánto me gustaría poder decirle cuanto me gusta así, pero cuánto odio no poder dejar escapar palabras tan amables de mis labios. Mi completa sumisión debe servirle de respuesta a tales gestos de amabilidad. Levanto las caderas, abro un poco las piernas, me agarro con fuerza al almohadón bajo mi rostro, lo muerdo para ahogar un gemido y cuando sale de mí vuelve a introducir dos de sus dedos. Lo hace con cuidado, explorando el interior con paciencia y dedicación. Le lanzo una mirada impaciente y él me devuelve una sonrisa amable con la que se conduce sobre mi cuerpo y me penetra con cuidado. Todo su peso cae sobre mi espalda y una de sus manos sobre la mía en el almohadón. Me estrecha los dedos y comienza con las embestidas.

—No grites mucho. –Me murmura al oído y yo le miro con recelo.

—No lo hago. –Digo defendiéndome pero él me mira pícaro—. Tú procura no morderme. –Le digo pero en realidad me gustaría que lo hiciera. Él se encoge de hombros y hunde su rostro en la línea de mis cervicales. Comienza con las embestidas y la punta de su nariz me recorre el cuello con suaves caricias. Su caliente aliento golpeándome en la nuca, sus labios estampándose en mis hombros. Me agarro con fuerza a su mano y comienzo a gemir ahogado por el almohadón. Él gime a mi espalda con los labios hinchados. No puedo verlos, pero seguro que están tan hinchados y rojos como dos pequeñas fresas jugosas. Suspiro largamente y me muerdo el labio inferior. Lo suelto. No sé qué diablos hacer para domar esta sensación tan cálida que me está embriagando. Su olor por todas partes, esa extraña atmósfera de dulce jugosidad. Una de mis manos se dirige a su cadera, sintiendo los movimientos de embestidas. Su calor, la forma de la línea de su figura. Él aumenta los movimientos y ambos nos venimos a los minutos detrás del sonido del cabecero golpeando y de sus gemidos guturales. Los míos ahogados.

Cuando sale de mí yo me doy la vuelta sintiendo el líquido seminal corriéndome a través de los muslos y él vuelve a tumbarse sobre mí, abrazándose a mi cuello y devorándome a besos. Un beso intenso, placentero. Nuestros miembros palpitando de placer juntos mientras el tacto de sus piernas se cuela entre las mías. Sus brazo alrededor de mi cabeza, su olor para siempre en mi piel. Cuánto me gustaría que fuese real, pero ese olor se irá en cuando amanezca el día y nos veamos obligados a despertar. Él apaga la luz. Sabe que nadie va a molestarnos. Vuelve a estrecharme entre sus brazos y vuelve a penetrarme. Será una dulce velada.

    

 


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