EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 44

 Capítulo 44

 

JungKook POV:

02/ 07/ 1995

 

—¡Una, dos y tres! –Gritamos todos a la vez mientras sujetamos con nuestras manos unos chupitos de soju que chorrean en la mesa. Algunos están al borde, pero otros han desbordado la bebida no por poca prudencia. Probablemente todos estemos ya levemente ebrios. A mi ya se me han colorado las mejillas y a Yoongi le baila una sonrisa que me resulta tremendamente curiosa. Jimin ha borrado esa asquerosa mirada de prepotencia pero Taehyung sigue en su estado de leve silencio inadvertido. El local en el que nos encontramos ya solo está ocupado por los comensales cansados y otros borrachos, como nosotros. No hay un alboroto generalizado y las mesas están bien separadas entre ellas por lo que aunque todo el mundo a nuestro alrededor esté hablando, no importa, tenemos una atmósfera lo suficientemente grande como para camuflarnos en ella. La cena debe estar ya pasándose a nuestro intestino, de mi boca se ha borrado el picante del kimchi. Solo queda el soju colándose por mi gaznate y los platos sucios sobre la mesa. No me molestan, pero estorbarán en un rato cuando las botellas de soju se empiecen a acumular. Ya hay cinco. Pronto caeremos de boca.

—¡Otra ronda! –Grita Jimin cuando todos bajamos nuestros vasos de chupitos una vez hemos bebido de ellos. El grito viene seguido de su mano llevándola a la botella y sirviéndonos a todos de nuevo. Yoongi ríe con esa expresión infantil y Taehyung se recuesta en la silla, seguramente que levemente mareado. Yoongi, con esa mirada infantil, me mira con ojos dubitativos y yo chasqueo la lengua mientras saco el paquete de tabaco de mis vaqueros. Sé que se le ha olvidado en casa y me lo ha recordado cada vez que durante esta larga cena ha querido tener algo que sujetar entre sus dedos. Yo le extiendo uno de los cigarrillos y se lo enciende con cuidado junto con su mechero. Eso no se le ha olvidado. Seguro que lo llevaba metido en sus vaqueros. Yo me he cambiado a unos vaqueros rotos y una camisa negra que me hace sentir algo más serio de lo que mis imprudentes actos demuestran. Debajo de la sudadera de Yoongi se han dejado ver unos tirantes blancos que destacan sobre sus tatuajes. Su sudadera cuelga del respaldo de su silla marcando aún más el contraste.

—¡Una, dos, y tres! –Decimos todos de nuevo y con estos chupitos marcamos el final de otra botella. Sonreímos ante la idea y Yoongi tiene que contenerse porque aún no había tragado el líquido. Yo comienzo a sentir como mis músculos se destensan después de tanto tiempo en una tensión constante. Pensándolo mejor, no recuerdo la última vez que me sentí tan desinhibido. Por el estado del resto de mis compañeros, yo no parezco ser la excepción y eso me hace sentir aún mejor con el entorno.

—¿Pedimos otra? –Pregunto esperando por que sea una respuesta positiva y Jimin me mira sonriendo. Pide una más y se levanta excusándose para ir al baño. Mientras, yo saco un cigarrillo también y me lo llevo a los labios. El camarero viene con una segunda botella y Yoongi se la paga mientras que enciendo el cigarrillo con una expresión divertida y tranquila. Me dejo caer en la silla y Yoongi cruza sus piernas. Me mira, me sonríe, me guiña un ojo y yo sonrío de forma bobalicona. Taehyung, al otro extremo de la mesa me mira pensativo y esboza media sonrisa, lo que me hace perder la mía. Cuando Jimin regresa se sienta donde estaba, a mi derecha, y se deja caer en el asiento de forma en que casi parece que pierde el equilibrio. Suelta un suspiro y abre la botella, decidido a hincarle el diente de la forma más animal posible. Yo le admiro en este mismo instante. Qué forma tan gutural de desinhibirse. De ser siempre un cascarrabias, a ser como un fino lazo cayendo en ondas sobre el viento de primavera. No contengo mi pensamiento.

—Eres como un lazo que cae haciendo ondas en el aire. –Le suelto y Jimin se detiene mientras se sirve y me mira con una expresión confusa, de creer que no ha oído bien, pero yo rompo a reír y él me sigue, divertido simplemente por mi expresión. Él nunca podría entenderlo, igual que no entiende porqué diablos necesita tan desesperadamente el alcohol para rebajar su perpetuo enfado. Después de servirnos a todos bebemos de una a la vez y se sienta con una mueca de cansancio. Parece como si ese último chupito hubiera sobrepasado un límite que no somos capaces de ver. Deja caer sus manos sobre su regazo, una de ellas húmedas por un par de gotas de soju. Su rostro es animado pero sus ojos no miran a ninguna parte en concreto. Se queda petrificado mirando a la nada, a los platos sucios sobre la mesa. Se ha quedado de piedra.

Al mirar a mi alrededor me encuentro con la misma escena por doquier. Yoongi con una mano sobre la mesa, la que porta el cigarrillo, y la otra sobre su pierna cruzada. El cigarrillo parece ser lo único que tenga vida dentro de él, como una pequeña prolongación de su ser desde donde se escapa su halo de vida en la curvatura del humo ascendiendo. Su rostro no es tan hierático, sin embargo. Sus ojos miran el humo, miran su mano, después el chupito vacío y por último, se pierde en el silencio de una expresión callada en una atmósfera silenciosa. Con miedo miro a Taehyung, culpable de este silencio más que nadie, culpable de la congoja de mi corazón, el primero que ha caído presa de esta trampa mortal. Nos hemos vencido ante el alcohol y cuando aun estoy oyendo en mi mente el eco de mi risa, acabo suspirando y sentenciándonos en este complicado sistema de sentimientos que nos corroe.

—No sé si beber será buena idea después de lo que estamos pasando… —Suelta repentinamente Taehyung, haciendo uno el sentimiento en el que todos estábamos seguramente pensado. A mí me puede la fuerza de la responsabilidad y me encojo de hombros como única respuesta.

—Yo no creo que sea ni mala ni buena idea. –Dice Jimin, desinteresado—. Simplemente estamos bebiendo, punto. No creo que sigamos borrachos dentro de veinticuatro horas, ni que afecte de ninguna manera en nuestras capacidades motoras que pasemos una noche divertida. –Dice, y por una vez, parece serio frente a algo.

—Estoy de acuerdo con Jimin. –Digo, levemente admirado—. Divirtámonos esta noche, y que sea lo que Dios quiera. –Digo sirviéndome otro chupito pero nadie más lo hace y me encojo de hombros mientras bebo de él. Después le doy una larga calada al cigarrillo y miro como el humo sale de entre mis labios. Después miro el cigarrillo de Yoongi y como su mano lo conduce al cenicero. Estrella la punta como si el morro de un avión condenase a todos sus pasajeros y lo apaga. Apenas le había dado dos caladas. Me siento preocupado cuando este se cruza de brazos y se nos queda mirando con ojos tristes, aunque levemente condescendientes. Como un padre que está a punto de contarle a su hijo que Dogie, el perrito, acaba de morir, o como el profesor que le dice a su mejor alumno que repetirá una asignatura. Me entran escalofríos con esa mirada, nunca trae nada bueno.

—Bueno, aquí estamos. –Suspira, con mejillas enrojecidas y mirada cansada. Está ebrio, pero no lo suficiente como para que el alcohol haya modificado su voz—. Yo antes solía hacer esto, ¿sabéis? –Todos le prestamos atención en esta mesa redonda—. Un día o dos antes del día del “trabajo” solía irme a un bar, beber hasta sentirme a gusto conmigo mismo y pensar en mis demonios.

—¿Qué quiere decir eso? –Pregunta Taehyung.

—Me ponía a pensar en mi vida, en la trayectoria que había llevado, en mis logros personales… —Suspira—. En si estaba a buenas con Dios y mi karma estaba equilibrado… Cosas de esas…

—¿Para qué pensar en esas cosas? –Pregunta Jimin.

—Por si me pasaba algo. Si moría, quería saber que moría en paz conmigo mismo. Normalmente las cosas no se complicaban hasta ese extremo, pero nunca se sabe, ¿entiendes? –Le habla directo a Jimin—. Crees que estas robando en un centro comercial y de repente la policía entra con ametralladoras disparando. Ves los botes de tomate reventados a tu lado, simulando sangre espesa y ácida…

—¡Que exagerado! –Exclamo y Yoongi saca media sonrisa amarga, lo que me hace pensar que habla más en serio de lo que me quiere hacer ver. Él suspira, se mira el regazo y vuelve a suspirar. Nos mira a todos, como esperando a que captemos el significado de sus palabras pero todos estamos lo suficientemente ebrios como para no encontrarnos nosotros mismos.

—En fin… —Exhala—. Veo que ninguno de los que estamos aquí tenemos la vida que desearíamos, pero personalmente pienso que, a pesar de todo, tenemos la única vida que sabemos manejar aunque sea haciendo malabares.

—No estoy de acuerdo. –Dice Taehyung—. Estoy capacitado para mucho más, pero no se me da oportunidad… —Suspira y yo le miro, curioso.

—Yo estoy con Taehyung. –Digo—. Creo que podría estar en un trabajo acorde con mis capacidades.

—Y yo presidiendo el gobierno. –Dice Yoongi, burlón—. Pero todos sabemos que no puedo afrontarlo. No se me dan bien las responsabilidades. –Dice, divertido pero tras mirar de nuevo su vaso de soju vacío, reflexionado unos segundos, se deja ir por sus pensamientos—. Este es el momento. Enfrentémonos a nuestros demonios. Nadie sabe lo que va  a pasar en veinticuatro horas, ni quiero saberlo, pero si ocurre algo, es bueno que ocurra estando nosotros en paz…

—Yo no tengo nada a lo que enfrentarme. –Dice Jimin, recobrando de la nada su altivez y Yoongi le fulmina con una mirada seria, a lo que Jimin baja la mirada.

—Me da igual. –Dice Yoongi—. Yo sí tengo que hacerlo. –Suspira y se retuerce las manos, levemente nervioso. Este es su único signo de nerviosismo, el resto de su cuerpo está tranquilo y sosegado gracias a la graduación del alcohol—. Yo no cometo errores. –Dice de la nada y sin sentido ninguno y todos esperamos por más pero no parece querer continuar. Eso es todo.

—¿Qué quieres decir? –Le interroga Jimin con ojos entrecerrados y Yoongi suspira.

—Cuando os dije que todo el mundo comete errores y por eso me pillaron y me encerraron. –Nos sitúa—. Yo no cometo errores. Nunca. –Dice, firme. Yo comienzo a tensarme en la silla, pero al resto le cuesta un par de segundos más comprender la grandiosidad de sus palabras.

—¿Qué significa eso? ¿Cómo acabaste en la cárcel sino?

—Te entregaste. –Suspiro dejando a Jimin pálido y a Taehyung un tanto confuso. Yoongi se encoge de hombros como única respuesta. Yo me quedo estático en mi sitio y el sonido de mis palabras comienza a reverberar por mi mente. Miro alrededor, nadie parece ser consciente de nada y yo sin embargo me siento como frente a un abismo, a punto de saltar. A punto de que me empujen.

—Sí. –Dice, al fin, tras unos segundos de incertidumbre—. Era la única forma de acabar con la vida que estaba llevando a cabo. Comenzó a ser un círculo vicioso de robos, drogas, mentiras y muerte. La muerte lo sentenció todo. Cuando trabajaba para Namjoon él podía mentirnos de las formas más crueles que puedas imaginar pero siempre nos garantizaba que no habría muertos. Una cosa es robar y otra arrebatarle la vida a alguien.

—¿Y? –Pregunta Taehyung, nervioso.

—Ocurrió en un hotel. Dos de mis compañeros se empezaron a poner nerviosos porque las cosas no estaban saliendo tal como estaban previstas. Yo intenté mantener la calma pero aquello estaba descontrolado. Los pasos que Namjoon nos había indicado no estaban claros, algunos de los rehenes eran de alto riesgo, muchos niños, ancianos, alguna embarazada. Aquello no podía acabar bien y si no nos pillaban, nos acabarían matando. Uno de mis compañeros perdió los estribos al darse cuenta de que Namjoon nos había abandonado al darse cuenta de que la situación era más peliaguda de lo que pensábamos y dejó de dar señales de vida. Murieron tres rehenes, dos ancianos y un hombre adulto. Después de aquello y antes de que ocurrieran más desgracias, otro de mis compañeros mató al primero con un tiro limpio en la cabeza. Me sentí tremendamente traicionado. Había una única norma clara en nuestra relación con Namjoon: no habría muertos.

—¿Te entregaste?

—Sí. Salí de allí con las manos en alto mientras mis compañeros aún permanecieron en el interior. Uno de ellos se suicidó minutos después y al último, siendo nosotros cuatro, le capturó la policía una semana después, pues había intentado huir al extranjero. Yo me limité a salir de allí, declararme culpable de aquél robo y le conté de paso que otros trapicheos había hecho. Cuantos más años me cayesen mejor, deseaba por todos los medios salir de esa vida asquerosa y repugnante. Quería paz, una rutina, despertarme y no pensar en que tendría que armarme de nuevo para salir en busca de un par de joyas que mangar.

—¿Y se puede saber qué diablos te ha hecho estar así de nuevo? –Pregunto, más enfadado que curioso.

—Te lo he dicho, esta vida es la que nos merecemos, pues no sabemos manejar otra cosa.

—No tiene sentido.

—Claro que sí. Cinco años son muchos años, Jeon, y te da tiempo a pensar en muchas cosas. Sí, tienes comida, tienes una cama, tienes lectura y tienes agua corriente, pero la adrenalina Jeon. Es la droga más adictiva. Está bien estar encerrado, pero créeme, que no hay nada mejor que esa sensación de ahogo cuando estás a punto de saltar… —Jimin le corta.

—Estás loco.

—Lo sé. –Afirma, triste.

—¿Y qué harás después de esto? –Pregunta Jimin, enfadado—. ¿Seguirás yendo por ahí, de museo en museo?

—El futuro ya está escrito. –Dice Yoongi, serio—. Pero tú aún tienes que leerte esta página antes de pasar a la siguiente. –Dice y Jimin se deja caer en la silla, exhausto—. Un día dijiste que sería Jeon el que cargase con el peso de este trabajo. –Le dice, mirándonos a ambos—. Pero me parece que estás aun muy ciego para entender lo que es cargar con el peso de algo. Yo no soy el mejor en la responsabilidad, pero por una vez, voy a ser quien soporte el peso de algo. –Dice y yo entrecierro los ojos mientras Jimin rueda los suyos y se sirve otro chupito que bebe en la soledad de su enfado.

—Yo también quiero decir algo. –Suelta Taehyung, de repente, mirándonos a todos con una expresión nerviosa—. Yo estoy feliz con lo que vamos a hacer. –Reconoce—. Y la verdad es que no me importa seguir esta vida de mierda, como tú dices. Porque no soy capaz de soportar esta asquerosa permanencia en un trabajo del que sé, no voy a salir por mucho que quiera. No tiene sentido, y cuanto más lo pienso, más absurdo me parece. No puedo ascender en mi trabajo. Es así de simple. –Frunzo el ceño—. Llevo demasiado tiempo siendo el encargado de felársela a mi jefe y de rodearle la polla con donuts de mermelada de fresa. Y estoy harto. Sé que sirvo para mucho más, para todo lo que abarquen mis brazos, pero si no puedo conseguirlo por las buenas, por las malas ha de ser.

—No seas tan negativo. –Le digo, pensativo—. En realidad a lo mejor solo es cuestión de tiempo que valoren tu esfuerzo.

—¿Valoran el esfuerzo de una prostituta? ¿Alguna vez has ido a un puticlub y has visto al jefe diciéndole a una fulana “Este mes has felado más miembros que el resto de tus compañeras, serás la puta del mes”?

—No. –Digo, avergonzado.

—Pues esto es lo mismo. No dejes que el brillo de las placas de policía te opaque la vista. Es exactamente el mismo sistema. Entras de becario y ahí estarás el resto de tu asquerosa existencia porque el esfuerzo se demuestra en la cantidad de medallitas que tienes sobre el pecho, no en la rapidez de llevar café a tu jefe.

—Joder… —Suspiro. Yoongi y Jimin nos miran alternativamente.

—Pero eso sí, sirvo el café como nadie y soy el más eficaz con los documentos. –Suelta, divertido—. Si hubiera categorías, yo sería la puta del año. –Dice y yo sonrío triste mientras que Yoongi muestra una amplia sonrisa y Jimin nos mira alternativamente de nuevo. Se traga las palabras y se sirve un poco más de soju.

—¿Y tú no tienes nada de lo que hablar? –Le pregunta Yoongi, mientras Jimin niega con el rostro, tragando con una mueca el soju. Y de repente, las miradas de todos caen sobre mí, haciéndome sentir una tremenda presión. Me sirvo soju, bebo rápido y con el ardor aún arañándome la garganta, lo suelto.

—En mi escuela me han mentido. –Digo, y al decirlo, no me siento como que haya soltado un gran peso, en realidad, lo he soltado y me ha caído en pie.

—¿Qué quieres decir? –Pregunta Yoongi.

—Se supone que en el departamento nos ayudan a buscar un trabajo, nos colocan en instituciones o en museos. Hoy en día no hay muchos restauradores dado que la carrera es algo muy nueva que muchos museos demandan pero en realidad, a mí no me han ayudado. –Digo con palabras rápidas y esta vez sí me siento algo más liberado.

—¿Por qué no lo han hecho?

—Porque, a pesar de que tengo las mejores calificaciones y el mejor trabajo manual, yo… —suspiro—. No se me da bien trabajar en equipo. –Suelto.

—¿Solo eso? –Pregunta Jimin, a lo que yo alzo la voz, ofendido.

—Dado que tengo que trabajar con otros restauradores es un requisito imprescindible y ya sé que es una tontería, para mí también lo es, pero por culpa de mi comportamiento con el resto de alumnos en clase a la hora de trabajos en equipo, mis tutores no quieren recomendarme en ninguna institución. Me han mentido durante un año, diciéndome que el resto tampoco han encontrado trabajo, que la crisis no demanda restauradores, y que están haciendo todo lo posible por ayudarme. Yo sé que no es cierto.

—¿Cómo lo sabes?

—Los he oído hablar varias veces. Les he oído decir que una institución en Busán ha mirado mi expediente y quieren que trabaje en el museo estatal pero les han denegado mi traslado porque no me recomiendan como trabajador. A cambio, les han ofrecido los expedientes de otros alumnos de mi mismo curso.

—Eso es una putada. –Dice Yoongi, pensativo.

—¿Por qué no montas un taller tú solo? Autónomo. –Sugiere Jimin, pensativo pero yo niego con el rostro.

—¿Con qué dinero? ¿Hum? Mis padres no tienen un won más para darme. Se lo han gastado todo para pagarme la carrera, lo cual en sí es una redundancia, porque por culpa de la carrera no tengo puesto de trabajo en donde colocarme.

—¡Por eso estás aquí! –Exclama Taehyung.

—Por eso necesito el dinero. Quiero devolverles a mis padres el dinero que les debo y que queden desahogado de su vida…

—¿Y para ti? ¿Qué vas a hacer?

—Aún no lo sé. Aun no me veo con el dinero en las manos, así que no quiero pensarlo aun. –Digo, tranquilo y suspiro largamente mientras siento como algo que flotaba en un agua podrida se va hundiendo poco a poco, desapareciendo de mi vista. Me sirvo otro chupito, el último, y lo trago esta vez con el cuerpo algo más relajado.

—Así que no somos más que una panda de perdedores. –Dice Taehyung con una risa algo infantil pero Jimin frunce el ceño junto con los labios y se gira a él, con palabras frías.

—Yo no soy un maldito perdedor. ¿Vale? Tú, puede, pero yo no…

—¡Oh! –Exclama Yoongi—. ¡Vamos! A nosotros no nos vas a mentir, capullo. Yo te he visto perder durante años. ¿Te crees que no lo tenemos asumido ya?

—Yo no perdía. –Dice, con los dientes apretados—. Ellos no me dejaban ganar… —Dice a lo que provoca nuestras risas—. ¡Eh! ¡Es cierto! Yo tenía de los mejores coches, joder, y no tenía miedo de acelerar…

—¿Entonces? –Pregunta Yoongi, algo más serio mientras yo me sigo riendo.

—Trucaban los coches de los que no debían ganar. –Sentencia con ojos entrecerrados y mi risa se amortigua.

—¿Qué?

—Como lo oyes. Más de un par de veces vi a los revisores de la propia F1 revisar individualmente cada coche antes de las carreras. Justo después de que mi equipo los pusiese a punto. Solía ver como echaban algo en el motor. Una vez les sorprendí.

—Esas acusaciones son muy graves. –Dice Taehyung, dibujando en su rostro la cara de un oficial de policía.

—Lo sé, pero es cierto. Les sorprendí metiendo algo en mi motor, y asustado, les dije que parasen lo que estuviesen haciendo y me dijesen qué diablos era eso que estaban echando en mi coche. Se suponía que yo tendría que estar en la sesión de fotografías antes de la carrera pero salí antes porque tenían problemas técnicos con las cámaras. Los sorprendí y aquella vez no tuve más remedio que encararme a ellos. Los de seguridad me sacaron de allí con la excusa de que era por mi seguridad, pero comentándolo con otros conductores, coincidimos en que todos habíamos presenciado la misma escena varias veces…

—¿Qué estaban echándote en el motor?

—Algún retardante para que la gasolina no tuviera fuerza. Por más que pisaba el acelerador, a veces, no conseguía nada. Era como conducir un SEAT 600* cuesta arriba.

—¿No lo denunciaste?

—Amenacé con ello un par de veces, y a la siguiente carrera, mi motor estalló en plena carrera. Las ruedas delanteras explotaron y el coche dio varias vueltas de campana estrellándome con el borde acolchado del circuito. Me sacaron vivo de milagro. Yo pensé que me había muerto. –Miro la cara seria de Jimin con esa expresión de madurez desconocida en su rostro. El ceño fruncido de Taehyung, la palidez de Yoongi. Seguro que yo porto todos esos mismos gestos en mi cara desencajada.

—¿Te quisieron matar?

—No sé si matarme, pero sí darme un toque de atención…

—¿Por qué a ti? –Pregunto.

—Porque nadie quiere ver a Corea del Sur ganar en un campeonato mundial. ¿Quién diablos es Corea en comparación con Alemania, Estados Unidos, Italia…?

—Eso es injusto. –Suelta Yoongi.

—Bienvenido a mi vida, hyung. –Le dice y todos le miramos por la forma en que se ha dirigido a Yoongi. Por un segundo pensamos que es una especie de lapsus, pero en realidad, tan solo es una forma de cercanía en recompensa por su compresión—. La vida no es justa, y por mucho que nos esforcemos, a veces, no conseguimos nuestros objetivos porque hay alguien que nos echa retardante en la gasolina.

—Tenías que haberlo denunciado de todas maneras. –Dice Yoongi—. Y retirarte, simplemente dejarlo atrás.

—¿Y dedicarme a qué? Si tuviera un título de arquitecto debajo del brazo, no me importaría, pero me he pasado la vida siendo Park Jimin el corredor de carreras, el conductor de F1. No me queda nada si no soy ese.

—Ya no lo eres y eres alguien, al fin y al cabo.

—No lo creo. –Dice, mirándose las manos sobre el regazo y de repente, todos hemos soltado nuestros demonios y ahora vagan a nuestro alrededor en la mesa. Nos consumen en un doloroso silencio, en una terrible agonía de remordimientos. Yoongi suspira, me quita un cigarrillo y se lo lleva a los labios para encenderlo. Cuando suelta la primera calada se bebe un chupito y sonríe, después de hacerlo.

—Ya nos hemos desahogado, ahora bebamos para llenarnos de nuevo.

 

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*El SEAT 600 (también conocido popularmente como Seiscientos, Pelotilla, Seílla o Seíta) es un automóvil de turismo del segmento A producido por el fabricante español SEAT entre los años 1957 y 1973. Se construyó bajo licencia de la Fiat sobre el original Fiat 600 diseñado por el italiano Dante Giacosa. El Fiat 600 original se presentó en el Salón del Automóvil de Ginebra de 1955. Probablemente fue uno de los coches más emblemáticos y queridos de toda la producción de SEAT, ya que fue su primer coche para la mayoría de españoles.    

 

 

 

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