EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 44
Capítulo 44
JungKook POV:
02/ 07/ 1995
—¡Una, dos y tres! –Gritamos todos a la
vez mientras sujetamos con nuestras manos unos chupitos de soju que chorrean en
la mesa. Algunos están al borde, pero otros han desbordado la bebida no por
poca prudencia. Probablemente todos estemos ya levemente ebrios. A mi ya se me
han colorado las mejillas y a Yoongi le baila una sonrisa que me resulta
tremendamente curiosa. Jimin ha borrado esa asquerosa mirada de prepotencia
pero Taehyung sigue en su estado de leve silencio inadvertido. El local en el
que nos encontramos ya solo está ocupado por los comensales cansados y otros
borrachos, como nosotros. No hay un alboroto generalizado y las mesas están bien
separadas entre ellas por lo que aunque todo el mundo a nuestro alrededor esté
hablando, no importa, tenemos una atmósfera lo suficientemente grande como para
camuflarnos en ella. La cena debe estar ya pasándose a nuestro intestino, de mi
boca se ha borrado el picante del kimchi. Solo queda el soju colándose por mi
gaznate y los platos sucios sobre la mesa. No me molestan, pero estorbarán en
un rato cuando las botellas de soju se empiecen a acumular. Ya hay cinco.
Pronto caeremos de boca.
—¡Otra ronda! –Grita Jimin cuando todos
bajamos nuestros vasos de chupitos una vez hemos bebido de ellos. El grito
viene seguido de su mano llevándola a la botella y sirviéndonos a todos de
nuevo. Yoongi ríe con esa expresión infantil y Taehyung se recuesta en la silla,
seguramente que levemente mareado. Yoongi, con esa mirada infantil, me mira con
ojos dubitativos y yo chasqueo la lengua mientras saco el paquete de tabaco de
mis vaqueros. Sé que se le ha olvidado en casa y me lo ha recordado cada vez
que durante esta larga cena ha querido tener algo que sujetar entre sus dedos.
Yo le extiendo uno de los cigarrillos y se lo enciende con cuidado junto con su
mechero. Eso no se le ha olvidado. Seguro que lo llevaba metido en sus
vaqueros. Yo me he cambiado a unos vaqueros rotos y una camisa negra que me
hace sentir algo más serio de lo que mis imprudentes actos demuestran. Debajo
de la sudadera de Yoongi se han dejado ver unos tirantes blancos que destacan
sobre sus tatuajes. Su sudadera cuelga del respaldo de su silla marcando aún
más el contraste.
—¡Una, dos, y tres! –Decimos todos de
nuevo y con estos chupitos marcamos el final de otra botella. Sonreímos ante la
idea y Yoongi tiene que contenerse porque aún no había tragado el líquido. Yo
comienzo a sentir como mis músculos se destensan después de tanto tiempo en una
tensión constante. Pensándolo mejor, no recuerdo la última vez que me sentí tan
desinhibido. Por el estado del resto de mis compañeros, yo no parezco ser la
excepción y eso me hace sentir aún mejor con el entorno.
—¿Pedimos otra? –Pregunto esperando por
que sea una respuesta positiva y Jimin me mira sonriendo. Pide una más y se
levanta excusándose para ir al baño. Mientras, yo saco un cigarrillo también y
me lo llevo a los labios. El camarero viene con una segunda botella y Yoongi se
la paga mientras que enciendo el cigarrillo con una expresión divertida y
tranquila. Me dejo caer en la silla y Yoongi cruza sus piernas. Me mira, me
sonríe, me guiña un ojo y yo sonrío de forma bobalicona. Taehyung, al otro extremo
de la mesa me mira pensativo y esboza media sonrisa, lo que me hace perder la
mía. Cuando Jimin regresa se sienta donde estaba, a mi derecha, y se deja caer
en el asiento de forma en que casi parece que pierde el equilibrio. Suelta un
suspiro y abre la botella, decidido a hincarle el diente de la forma más animal
posible. Yo le admiro en este mismo instante. Qué forma tan gutural de
desinhibirse. De ser siempre un cascarrabias, a ser como un fino lazo cayendo
en ondas sobre el viento de primavera. No contengo mi pensamiento.
—Eres como un lazo que cae haciendo ondas
en el aire. –Le suelto y Jimin se detiene mientras se sirve y me mira con una
expresión confusa, de creer que no ha oído bien, pero yo rompo a reír y él me
sigue, divertido simplemente por mi expresión. Él nunca podría entenderlo,
igual que no entiende porqué diablos necesita tan desesperadamente el alcohol
para rebajar su perpetuo enfado. Después de servirnos a todos bebemos de una a
la vez y se sienta con una mueca de cansancio. Parece como si ese último
chupito hubiera sobrepasado un límite que no somos capaces de ver. Deja caer
sus manos sobre su regazo, una de ellas húmedas por un par de gotas de soju. Su
rostro es animado pero sus ojos no miran a ninguna parte en concreto. Se queda
petrificado mirando a la nada, a los platos sucios sobre la mesa. Se ha quedado
de piedra.
Al mirar a mi alrededor me encuentro con
la misma escena por doquier. Yoongi con una mano sobre la mesa, la que porta el
cigarrillo, y la otra sobre su pierna cruzada. El cigarrillo parece ser lo
único que tenga vida dentro de él, como una pequeña prolongación de su ser
desde donde se escapa su halo de vida en la curvatura del humo ascendiendo. Su
rostro no es tan hierático, sin embargo. Sus ojos miran el humo, miran su mano,
después el chupito vacío y por último, se pierde en el silencio de una
expresión callada en una atmósfera silenciosa. Con miedo miro a Taehyung,
culpable de este silencio más que nadie, culpable de la congoja de mi corazón,
el primero que ha caído presa de esta trampa mortal. Nos hemos vencido ante el
alcohol y cuando aun estoy oyendo en mi mente el eco de mi risa, acabo
suspirando y sentenciándonos en este complicado sistema de sentimientos que nos
corroe.
—No sé si beber será buena idea después de
lo que estamos pasando… —Suelta repentinamente Taehyung, haciendo uno el
sentimiento en el que todos estábamos seguramente pensado. A mí me puede la
fuerza de la responsabilidad y me encojo de hombros como única respuesta.
—Yo no creo que sea ni mala ni buena idea.
–Dice Jimin, desinteresado—. Simplemente estamos bebiendo, punto. No creo que
sigamos borrachos dentro de veinticuatro horas, ni que afecte de ninguna manera
en nuestras capacidades motoras que pasemos una noche divertida. –Dice, y por
una vez, parece serio frente a algo.
—Estoy de acuerdo con Jimin. –Digo,
levemente admirado—. Divirtámonos esta noche, y que sea lo que Dios quiera.
–Digo sirviéndome otro chupito pero nadie más lo hace y me encojo de hombros
mientras bebo de él. Después le doy una larga calada al cigarrillo y miro como
el humo sale de entre mis labios. Después miro el cigarrillo de Yoongi y como
su mano lo conduce al cenicero. Estrella la punta como si el morro de un avión
condenase a todos sus pasajeros y lo apaga. Apenas le había dado dos caladas.
Me siento preocupado cuando este se cruza de brazos y se nos queda mirando con
ojos tristes, aunque levemente condescendientes. Como un padre que está a punto
de contarle a su hijo que Dogie, el perrito, acaba de morir, o como el profesor
que le dice a su mejor alumno que repetirá una asignatura. Me entran
escalofríos con esa mirada, nunca trae nada bueno.
—Bueno, aquí estamos. –Suspira, con
mejillas enrojecidas y mirada cansada. Está ebrio, pero no lo suficiente como
para que el alcohol haya modificado su voz—. Yo antes solía hacer esto,
¿sabéis? –Todos le prestamos atención en esta mesa redonda—. Un día o dos antes
del día del “trabajo” solía irme a un bar, beber hasta sentirme a gusto conmigo
mismo y pensar en mis demonios.
—¿Qué quiere decir eso? –Pregunta
Taehyung.
—Me ponía a pensar en mi vida, en la
trayectoria que había llevado, en mis logros personales… —Suspira—. En si
estaba a buenas con Dios y mi karma estaba equilibrado… Cosas de esas…
—¿Para qué pensar en esas cosas? –Pregunta
Jimin.
—Por si me pasaba algo. Si moría, quería
saber que moría en paz conmigo mismo. Normalmente las cosas no se complicaban
hasta ese extremo, pero nunca se sabe, ¿entiendes? –Le habla directo a Jimin—.
Crees que estas robando en un centro comercial y de repente la policía entra
con ametralladoras disparando. Ves los botes de tomate reventados a tu lado,
simulando sangre espesa y ácida…
—¡Que exagerado! –Exclamo y Yoongi saca
media sonrisa amarga, lo que me hace pensar que habla más en serio de lo que me
quiere hacer ver. Él suspira, se mira el regazo y vuelve a suspirar. Nos mira a
todos, como esperando a que captemos el significado de sus palabras pero todos
estamos lo suficientemente ebrios como para no encontrarnos nosotros mismos.
—En fin… —Exhala—. Veo que ninguno de los
que estamos aquí tenemos la vida que desearíamos, pero personalmente pienso
que, a pesar de todo, tenemos la única vida que sabemos manejar aunque sea
haciendo malabares.
—No estoy de acuerdo. –Dice Taehyung—. Estoy
capacitado para mucho más, pero no se me da oportunidad… —Suspira y yo le miro,
curioso.
—Yo estoy con Taehyung. –Digo—. Creo que
podría estar en un trabajo acorde con mis capacidades.
—Y yo presidiendo el gobierno. –Dice
Yoongi, burlón—. Pero todos sabemos que no puedo afrontarlo. No se me dan bien
las responsabilidades. –Dice, divertido pero tras mirar de nuevo su vaso de
soju vacío, reflexionado unos segundos, se deja ir por sus pensamientos—. Este
es el momento. Enfrentémonos a nuestros demonios. Nadie sabe lo que va a pasar en veinticuatro horas, ni quiero
saberlo, pero si ocurre algo, es bueno que ocurra estando nosotros en paz…
—Yo no tengo nada a lo que enfrentarme.
–Dice Jimin, recobrando de la nada su altivez y Yoongi le fulmina con una mirada
seria, a lo que Jimin baja la mirada.
—Me da igual. –Dice Yoongi—. Yo sí tengo
que hacerlo. –Suspira y se retuerce las manos, levemente nervioso. Este es su
único signo de nerviosismo, el resto de su cuerpo está tranquilo y sosegado
gracias a la graduación del alcohol—. Yo no cometo errores. –Dice de la nada y
sin sentido ninguno y todos esperamos por más pero no parece querer continuar.
Eso es todo.
—¿Qué quieres decir? –Le interroga Jimin
con ojos entrecerrados y Yoongi suspira.
—Cuando os dije que todo el mundo comete
errores y por eso me pillaron y me encerraron. –Nos sitúa—. Yo no cometo
errores. Nunca. –Dice, firme. Yo comienzo a tensarme en la silla, pero al resto
le cuesta un par de segundos más comprender la grandiosidad de sus palabras.
—¿Qué significa eso? ¿Cómo acabaste en la
cárcel sino?
—Te entregaste. –Suspiro dejando a Jimin
pálido y a Taehyung un tanto confuso. Yoongi se encoge de hombros como única
respuesta. Yo me quedo estático en mi sitio y el sonido de mis palabras
comienza a reverberar por mi mente. Miro alrededor, nadie parece ser consciente
de nada y yo sin embargo me siento como frente a un abismo, a punto de saltar.
A punto de que me empujen.
—Sí. –Dice, al fin, tras unos segundos de
incertidumbre—. Era la única forma de acabar con la vida que estaba llevando a
cabo. Comenzó a ser un círculo vicioso de robos, drogas, mentiras y muerte. La
muerte lo sentenció todo. Cuando trabajaba para Namjoon él podía mentirnos de
las formas más crueles que puedas imaginar pero siempre nos garantizaba que no
habría muertos. Una cosa es robar y otra arrebatarle la vida a alguien.
—¿Y? –Pregunta Taehyung, nervioso.
—Ocurrió en un hotel. Dos de mis
compañeros se empezaron a poner nerviosos porque las cosas no estaban saliendo
tal como estaban previstas. Yo intenté mantener la calma pero aquello estaba
descontrolado. Los pasos que Namjoon nos había indicado no estaban claros,
algunos de los rehenes eran de alto riesgo, muchos niños, ancianos, alguna
embarazada. Aquello no podía acabar bien y si no nos pillaban, nos acabarían
matando. Uno de mis compañeros perdió los estribos al darse cuenta de que
Namjoon nos había abandonado al darse cuenta de que la situación era más
peliaguda de lo que pensábamos y dejó de dar señales de vida. Murieron tres rehenes,
dos ancianos y un hombre adulto. Después de aquello y antes de que ocurrieran
más desgracias, otro de mis compañeros mató al primero con un tiro limpio en la
cabeza. Me sentí tremendamente traicionado. Había una única norma clara en
nuestra relación con Namjoon: no habría muertos.
—¿Te entregaste?
—Sí. Salí de allí con las manos en alto
mientras mis compañeros aún permanecieron en el interior. Uno de ellos se
suicidó minutos después y al último, siendo nosotros cuatro, le capturó la
policía una semana después, pues había intentado huir al extranjero. Yo me
limité a salir de allí, declararme culpable de aquél robo y le conté de paso
que otros trapicheos había hecho. Cuantos más años me cayesen mejor, deseaba
por todos los medios salir de esa vida asquerosa y repugnante. Quería paz, una
rutina, despertarme y no pensar en que tendría que armarme de nuevo para salir
en busca de un par de joyas que mangar.
—¿Y se puede saber qué diablos te ha hecho
estar así de nuevo? –Pregunto, más enfadado que curioso.
—Te lo he dicho, esta vida es la que nos
merecemos, pues no sabemos manejar otra cosa.
—No tiene sentido.
—Claro que sí. Cinco años son muchos años,
Jeon, y te da tiempo a pensar en muchas cosas. Sí, tienes comida, tienes una
cama, tienes lectura y tienes agua corriente, pero la adrenalina Jeon. Es la
droga más adictiva. Está bien estar encerrado, pero créeme, que no hay nada
mejor que esa sensación de ahogo cuando estás a punto de saltar… —Jimin le
corta.
—Estás loco.
—Lo sé. –Afirma, triste.
—¿Y qué harás después de esto? –Pregunta
Jimin, enfadado—. ¿Seguirás yendo por ahí, de museo en museo?
—El futuro ya está escrito. –Dice Yoongi,
serio—. Pero tú aún tienes que leerte esta página antes de pasar a la
siguiente. –Dice y Jimin se deja caer en la silla, exhausto—. Un día dijiste
que sería Jeon el que cargase con el peso de este trabajo. –Le dice, mirándonos
a ambos—. Pero me parece que estás aun muy ciego para entender lo que es cargar
con el peso de algo. Yo no soy el mejor en la responsabilidad, pero por una
vez, voy a ser quien soporte el peso de algo. –Dice y yo entrecierro los ojos
mientras Jimin rueda los suyos y se sirve otro chupito que bebe en la soledad
de su enfado.
—Yo también quiero decir algo. –Suelta
Taehyung, de repente, mirándonos a todos con una expresión nerviosa—. Yo estoy
feliz con lo que vamos a hacer. –Reconoce—. Y la verdad es que no me importa
seguir esta vida de mierda, como tú dices. Porque no soy capaz de soportar esta
asquerosa permanencia en un trabajo del que sé, no voy a salir por mucho que
quiera. No tiene sentido, y cuanto más lo pienso, más absurdo me parece. No
puedo ascender en mi trabajo. Es así de simple. –Frunzo el ceño—. Llevo
demasiado tiempo siendo el encargado de felársela a mi jefe y de rodearle la
polla con donuts de mermelada de fresa. Y estoy harto. Sé que sirvo para mucho
más, para todo lo que abarquen mis brazos, pero si no puedo conseguirlo por las
buenas, por las malas ha de ser.
—No seas tan negativo. –Le digo, pensativo—.
En realidad a lo mejor solo es cuestión de tiempo que valoren tu esfuerzo.
—¿Valoran el esfuerzo de una prostituta?
¿Alguna vez has ido a un puticlub y has visto al jefe diciéndole a una fulana
“Este mes has felado más miembros que el resto de tus compañeras, serás la puta
del mes”?
—No. –Digo, avergonzado.
—Pues esto es lo mismo. No dejes que el
brillo de las placas de policía te opaque la vista. Es exactamente el mismo
sistema. Entras de becario y ahí estarás el resto de tu asquerosa existencia
porque el esfuerzo se demuestra en la cantidad de medallitas que tienes sobre
el pecho, no en la rapidez de llevar café a tu jefe.
—Joder… —Suspiro. Yoongi y Jimin nos miran
alternativamente.
—Pero eso sí, sirvo el café como nadie y
soy el más eficaz con los documentos. –Suelta, divertido—. Si hubiera
categorías, yo sería la puta del año. –Dice y yo sonrío triste mientras que
Yoongi muestra una amplia sonrisa y Jimin nos mira alternativamente de nuevo.
Se traga las palabras y se sirve un poco más de soju.
—¿Y tú no tienes nada de lo que hablar?
–Le pregunta Yoongi, mientras Jimin niega con el rostro, tragando con una mueca
el soju. Y de repente, las miradas de todos caen sobre mí, haciéndome sentir
una tremenda presión. Me sirvo soju, bebo rápido y con el ardor aún arañándome
la garganta, lo suelto.
—En mi escuela me han mentido. –Digo, y al
decirlo, no me siento como que haya soltado un gran peso, en realidad, lo he
soltado y me ha caído en pie.
—¿Qué quieres decir? –Pregunta Yoongi.
—Se supone que en el departamento nos
ayudan a buscar un trabajo, nos colocan en instituciones o en museos. Hoy en
día no hay muchos restauradores dado que la carrera es algo muy nueva que
muchos museos demandan pero en realidad, a mí no me han ayudado. –Digo con
palabras rápidas y esta vez sí me siento algo más liberado.
—¿Por qué no lo han hecho?
—Porque, a pesar de que tengo las mejores
calificaciones y el mejor trabajo manual, yo… —suspiro—. No se me da bien trabajar
en equipo. –Suelto.
—¿Solo eso? –Pregunta Jimin, a lo que yo
alzo la voz, ofendido.
—Dado que tengo que trabajar con otros
restauradores es un requisito imprescindible y ya sé que es una tontería, para
mí también lo es, pero por culpa de mi comportamiento con el resto de alumnos
en clase a la hora de trabajos en equipo, mis tutores no quieren recomendarme
en ninguna institución. Me han mentido durante un año, diciéndome que el resto
tampoco han encontrado trabajo, que la crisis no demanda restauradores, y que
están haciendo todo lo posible por ayudarme. Yo sé que no es cierto.
—¿Cómo lo sabes?
—Los he oído hablar varias veces. Les he
oído decir que una institución en Busán ha mirado mi expediente y quieren que
trabaje en el museo estatal pero les han denegado mi traslado porque no me
recomiendan como trabajador. A cambio, les han ofrecido los expedientes de
otros alumnos de mi mismo curso.
—Eso es una putada. –Dice Yoongi,
pensativo.
—¿Por qué no montas un taller tú solo?
Autónomo. –Sugiere Jimin, pensativo pero yo niego con el rostro.
—¿Con qué dinero? ¿Hum? Mis padres no
tienen un won más para darme. Se lo han gastado todo para pagarme la carrera,
lo cual en sí es una redundancia, porque por culpa de la carrera no tengo
puesto de trabajo en donde colocarme.
—¡Por eso estás aquí! –Exclama Taehyung.
—Por eso necesito el dinero. Quiero
devolverles a mis padres el dinero que les debo y que queden desahogado de su
vida…
—¿Y para ti? ¿Qué vas a hacer?
—Aún no lo sé. Aun no me veo con el dinero
en las manos, así que no quiero pensarlo aun. –Digo, tranquilo y suspiro
largamente mientras siento como algo que flotaba en un agua podrida se va
hundiendo poco a poco, desapareciendo de mi vista. Me sirvo otro chupito, el
último, y lo trago esta vez con el cuerpo algo más relajado.
—Así que no somos más que una panda de
perdedores. –Dice Taehyung con una risa algo infantil pero Jimin frunce el ceño
junto con los labios y se gira a él, con palabras frías.
—Yo no soy un maldito perdedor. ¿Vale? Tú,
puede, pero yo no…
—¡Oh! –Exclama Yoongi—. ¡Vamos! A nosotros
no nos vas a mentir, capullo. Yo te he visto perder durante años. ¿Te crees que
no lo tenemos asumido ya?
—Yo no perdía. –Dice, con los dientes
apretados—. Ellos no me dejaban ganar… —Dice a lo que provoca nuestras risas—.
¡Eh! ¡Es cierto! Yo tenía de los mejores coches, joder, y no tenía miedo de
acelerar…
—¿Entonces? –Pregunta Yoongi, algo más
serio mientras yo me sigo riendo.
—Trucaban los coches de los que no debían
ganar. –Sentencia con ojos entrecerrados y mi risa se amortigua.
—¿Qué?
—Como lo oyes. Más de un par de veces vi a
los revisores de la propia F1 revisar individualmente cada coche antes de las
carreras. Justo después de que mi equipo los pusiese a punto. Solía ver como
echaban algo en el motor. Una vez les sorprendí.
—Esas acusaciones son muy graves. –Dice
Taehyung, dibujando en su rostro la cara de un oficial de policía.
—Lo sé, pero es cierto. Les sorprendí
metiendo algo en mi motor, y asustado, les dije que parasen lo que estuviesen
haciendo y me dijesen qué diablos era eso que estaban echando en mi coche. Se
suponía que yo tendría que estar en la sesión de fotografías antes de la
carrera pero salí antes porque tenían problemas técnicos con las cámaras. Los
sorprendí y aquella vez no tuve más remedio que encararme a ellos. Los de
seguridad me sacaron de allí con la excusa de que era por mi seguridad, pero
comentándolo con otros conductores, coincidimos en que todos habíamos
presenciado la misma escena varias veces…
—¿Qué estaban echándote en el motor?
—Algún retardante para que la gasolina no
tuviera fuerza. Por más que pisaba el acelerador, a veces, no conseguía nada.
Era como conducir un SEAT 600* cuesta arriba.
—¿No lo denunciaste?
—Amenacé con ello un par de veces, y a la
siguiente carrera, mi motor estalló en plena carrera. Las ruedas delanteras
explotaron y el coche dio varias vueltas de campana estrellándome con el borde
acolchado del circuito. Me sacaron vivo de milagro. Yo pensé que me había
muerto. –Miro la cara seria de Jimin con esa expresión de madurez desconocida
en su rostro. El ceño fruncido de Taehyung, la palidez de Yoongi. Seguro que yo
porto todos esos mismos gestos en mi cara desencajada.
—¿Te quisieron matar?
—No sé si matarme, pero sí darme un toque
de atención…
—¿Por qué a ti? –Pregunto.
—Porque nadie quiere ver a Corea del Sur
ganar en un campeonato mundial. ¿Quién diablos es Corea en comparación con
Alemania, Estados Unidos, Italia…?
—Eso es injusto. –Suelta Yoongi.
—Bienvenido a mi vida, hyung. –Le dice y
todos le miramos por la forma en que se ha dirigido a Yoongi. Por un segundo
pensamos que es una especie de lapsus, pero en realidad, tan solo es una forma
de cercanía en recompensa por su compresión—. La vida no es justa, y por mucho
que nos esforcemos, a veces, no conseguimos nuestros objetivos porque hay
alguien que nos echa retardante en la gasolina.
—Tenías que haberlo denunciado de todas
maneras. –Dice Yoongi—. Y retirarte, simplemente dejarlo atrás.
—¿Y dedicarme a qué? Si tuviera un título
de arquitecto debajo del brazo, no me importaría, pero me he pasado la vida
siendo Park Jimin el corredor de carreras, el conductor de F1. No me queda nada
si no soy ese.
—Ya no lo eres y eres alguien, al fin y al
cabo.
—No lo creo. –Dice, mirándose las manos
sobre el regazo y de repente, todos hemos soltado nuestros demonios y ahora
vagan a nuestro alrededor en la mesa. Nos consumen en un doloroso silencio, en
una terrible agonía de remordimientos. Yoongi suspira, me quita un cigarrillo y
se lo lleva a los labios para encenderlo. Cuando suelta la primera calada se
bebe un chupito y sonríe, después de hacerlo.
—Ya nos hemos desahogado, ahora bebamos
para llenarnos de nuevo.
———.———
*El SEAT 600 (también conocido popularmente como Seiscientos,
Pelotilla, Seílla o Seíta) es un automóvil de turismo del segmento A producido
por el fabricante español SEAT entre los años 1957 y 1973. Se construyó bajo
licencia de la Fiat sobre el original Fiat 600 diseñado por el italiano Dante
Giacosa. El Fiat 600 original se presentó en el Salón del Automóvil de Ginebra
de 1955. Probablemente fue uno de los coches más emblemáticos y queridos de
toda la producción de SEAT, ya que fue su primer coche para la mayoría de
españoles.
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