EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 43
Capítulo 43
JungKook POV:
02/ 07/ 1995
Suspiro largamente mientras veo como
Yoongi se levanta de mi lado para ir en dirección a la cocina, seguramente con
la intención de recoger una segunda cerveza de la nevera. Yo apenas llevo la
mitad de la mía en esta tarde que se está haciendo terriblemente larga. El
silencio nos ha consumido desde primera hora de la mañana. Taehyung apenas
acaba de regresar siendo las nueve de la tarde, ya el sol pretende esconderse y
yo me he pasado el día postrado en este magnífico sofá que me ha recogido con
los brazos abiertos. Jimin ha salido de la ducha hace media hora, la televisión
no retransmite más que un programa policial que nos pone los pelos de punta.
Este es el panorama que se nos presenta. Seamos más minuciosos.
El sol se ha vuelto ligeramente
anaranjado, atravesando con cautela las cortinas de la ventana en el salón y
las luces del hogar están encendidas, pero la tele habría sido suficiente
luminiscencia para ayudarnos a superar la oscuridad. No hace frío a pesar de
que una de las ventanas de la cocina está abierta, tan necesariamente, pues se
ha empezado a formar una ligera capa de humo bajo el techo del salón. Me gusta
verla, esa dulce neblina que me hace sentir protegido y amortiguado por la
inconsciencia. En el salón estamos los cuatro reunidos en torno a la mesita
central. La tele encendida a donde todos nuestros ojos se dirigen. Jimin y
Taehyung sentados y levemente reclinados en el sofá lateral mientras que yo
estoy en el frontal a la televisión mientras Yoongi se ha levantado a la
cocina, a lo que yo aprovecho para dejarme caer en el sofá, tumbado, y ocupando
todo el espacio en el sofá. Alguien podría pensar que no es más que un gesto
infantil para enfadar a Yoongi, y no se equivocaría.
Jimin, reclinado como si fuese una kliné
griega en el sofá, me mira con una expresión divertida por mi gesto. Sus
mechones caen levemente húmedos por su frente y se los aparata a veces, de
forma mecánica, con dos de sus deditos pequeños para poder ver a través de
ellos. Porta una camisa amplia blanca que ni siquiera parece suya, a pesar de
que le queda extraordinariamente bien. Con esos vaqueros negros ajustados y si
portase un chaleco negro, solo le faltaría el florete y desabrocharse los
primeros botones de la camisa para parecer un espadachín del siglo XVII, o bien
un participante de un cuadro barroco en medio de una taberna plagada de poetas y
artistas vagabundos. Estoy tentado de pedirle que se desabroche los malditos
botones pues uno no me parece suficiente pero me contengo a lo que podría ser
una declaración demasiado violenta.
A su lado, más cerca de la televisión, se
encuentra sentado Taehyung con las piernas cruzas y una expresión pensativa
mientras mira hacia la pantalla. Por una parte dudo que realmente esté viendo
algo de la televisión, pero creo que en realidad, nadie le presta atención más
que yo para saber qué diablos estamos viendo. Taehyung aún no se ha quitado la
ropa de oficina y ni siquiera ha probado bocado al llegar. Nadie lo ha hecho,
ninguno de los que estamos aquí hemos pensado siquiera en la remota posibilidad
de hacer algo a parte de sentarnos en torno a la mesa central como si fuera una
pequeña hoguera reconfortante y rezar a dios porque estos días pasen rápidos y
sepamos afrontarlos con cabeza alta y ojos bien cerrados.
Este silencio me está destrozando, más de
una vez he intentado avasallarlo con algún comentario o algo que nos haga salir
de esta estúpida maquinaria de declive emocional. La única solución ha sido
cambiar de canal en un momento determinado y centrarnos nuevamente sin atención
en un programa cualquiera en un momento en que no nos importa lo más mínimo lo
que se reproduzca en la televisión. Yo porto unos pantalones holgados de color
gris con una camiseta negra que he usado durante todo el día para estar en casa
y mis pies se ven envueltos por unos calcetines blancos. Me los miro en alto a
la otra punta del sofá hasta que Yoongi reaparece junto con el sonido de sus
pasos y se me queda mirando desde la altura de su posición con una cerveza de
la mano, con esa expresión de superioridad que le concierne la edad. Esa
expresión que tanto odio en los demás, menos en él.
—¿Me has quitado el sitio? –Pregunta más
incrédulo que divertido y yo me encojo de hombros mientras me pongo las manos
bajo la nuca e intento aparentar una pose de total normalidad.
—Te has levantado… —Digo como excusa a mi
comportamiento pero él no parece satisfecho y me mira con ojos enfadados
mientras que yo paladeo mi boca con la lengua, miro desinteresado la televisión
y bostezo, hasta que él se pone en medio de mi perspectiva y me devuelve una
mirada peligrosa.
—Quítate si no quieres que te pateé el
culo. –Me dice, a lo que Jimin suelta una risa en el sofá de al lado, más
preocupado por mí que dudoso de las palabras de Yoongi y yo me encojo de
hombros, haciendo un pico desinteresado con mis labios. Me gusta la forma de su
mano sujetando la cerveza, blanca, tan pálida y terriblemente tatuada, parece
tan frágil. Me quedo mirándola, pero es su otra mano la que hace la magia,
yendo a pellizcar mis pezones con una crueldad que jamás había conocido. Doy un
respingo ante el dolor recorriéndome todo el pectoral hasta penetrar en la
clavícula y en mi vientre y me intento deshacer de su mano mientras suelto
leves alaridos de dolor.
—¡Auch! ¡Joder, como duele! –Me quejo
cuando me he deshecho de la presión de sus dedos sobre mi pezón derecho y me
froto con insistencia en la zona entumecida para recobrar en ella la
sensibilidad y algo de la dignidad que he perdido en un abrir y cerrar de ojos.
Yoongi sigue expectante a que me aparte pero le fulmino con una mirada ofendida
y él se muestra con un desinterés dañino. Suspiro resignado y me incorporo
quedándome sentado en mitad del sofá, dejándole espacio para que se siente, y
cuando lo hace, caigo de nuevo, dejando mi cabeza sobre su regazo. Al principio
me mira dubitativo, yo le sonrío infantil, pero tras mostrarse desinteresado
posa el culo de la lata de cerveza sobre mi frente, usándome de posa vasos—.
Idiota. –Le digo apartándome la lata de la cara pero Yoongi me sonríe, altivo.
—¿Qué esperas de dejar ahí tu cabeza? –Me
dice mientras me mira desde su altura, y yo me encojo de hombros, me giro a la
televisión quedando de lado y él suspira abriendo la cerveza y pegándole un
trago—. Si empiezas a notar algo duro, no me hago responsable. –Me dice, pero
sé que solo lo hace para que no sea una molestia en su regazo. Me encojo de
hombros a lo que Jimin me lanza una mirada de suspicacia y Taehyung se ríe
mirando en dirección a la televisión. Yo me revuelvo unos segundos más en su
regazo y cuando encuentro la postura adecuada, me dejo acomodar por la forma de
su cuerpo bajo mi peso. Lleva unos vaqueros rotos desde los cuales puedo ver su
piel en sus piernas y una sudadera de color rojo, seguramente de Jimin. No me
esperaba lo bien que puede sentarle el color rojo. Comienzo a pensar lo bien
que se vería con una camisa roja, con unos zapatos rojos. Con el color de la
sangre. Rápido borro ese pensamiento.
A los segundos, tras beber varios tragos
de la lata la deja sobre la mesa estirándose para alzarla y yo recojo su mano
fría por haber sujetado la lata y me la llevo a la cabeza. Él entiende la
indirecta y comienza a atusarme el pelo con cuidado y cariño. Sus dedos se
entrelazan entre mis mechones negros y comienza desde la sien que tiene a su
disposición y recorre hacia atrás hasta que el pelo finaliza y se ve obligado a
comenzar. La sensación de sus dedos me hace sentir tranquilo y apacible. Cuánto
hacía que nadie me acariciaba. Ya ni recordaba cuánto hacía que nadie pasaba
sus dedos por mi cabeza de una forma tan pausada y tranquila. He tenido que
buscar el contacto para obtenerlo. En cierto sentido me siento bien pero otra
parte se siente avergonzada. Desvío la mirada hacia Yoongi que me la devuelve
con una media sonrisa en respuesta a que no se siente a disgusto con lo que
está haciendo y a mí me encanta.
—¿Tienes hambre? –Me pregunta Yoongi
pasados diez minutos a lo que yo me giro a él con una mueca confusa. Algo
desconfiada. Mi mirada le hace detener el movimiento de sus dedos sobre mi pelo
y me intento incorporar pero él posa una mano sobre mi hombro.
—¿Es alguna clase de pregunta con doble
sentido? –Pregunto receloso.
—¿Y si así fuera? –Pregunta orgulloso,
casi ofendido.
—Te pediría el menú para VIPs…
—Idiota. –Me susurra y chasquea la lengua,
divertido con mis palabras. No evita una sonrisa divertida, pero acaba negando
con la cabeza—. Hablo enserio. Yo sí tengo hambre. Es tarde. –Dice como si no
fuera algo obvio, pero me extraña el hecho de que lo haya dejado traslúcido de
forma tan sutil, cuando en otro momento se habría levantado y habría cogido
algo para comer. Yo me pongo boca arriba, de cara a él, y este me devuelve una
mirada expectante por mis palabras.
—¿Qué propones? –Pregunto y él posa la
mano sobre mi mejilla, acariciándome. Lo hace pensativo, más en algo dentro de
su mente que en mi propio rostro.
—Pensaba en salir a cenar. –Dice, como
soltando un peso sobre él.
—¿Y eso?
—No lo sé. Me apetece salir a cenar. ¿Qué
os parece? –Pregunta al resto y estos dos le miran con una expresión entre
desinteresada y levemente confusa—. Pensad que es algo así como una última cena
juntos antes de… bueno. Eso. –Simplifica y sus palabras son poderosas. Taehyung
es el primero en acceder encogiéndose de hombros con ese rostro enmarcado con
una sonrisa cuadrada. Jimin es algo más dubitativo.
—¿A dónde iremos? Y ¿tenéis dinero? Porque
no quiero tener que pagar la comida para todos… —dice, con una mueca ofendida.
—Vas a cobrar mañana un pastizal. –Le digo—.
Podrías ser menos agarrado. –Jimin me devuelve una mirada seria y me saca la
lengua. Y suspiro y Yoongi niega con el rostro.
—Corre a cuenta de Namjoon. –Dice Yoongi,
sonriente, sacando dinero de su bolsillo delantero del pantalón.
—¿Te ha dado dinero? –Pregunta Taehyung,
pensativo. Casi recelos.
—¿Invita Namjoon? –Pregunto, pensativo,
mirándole con una mueca medio sonriente—. Como Jimin, ¿no? –Pregunto y Yoongi
me tapa la boca con una mano, a lo que yo abro los ojos por la sorpresa y Jimin
se muestra confuso.
—¿Qué?
—No importa. –Le dice Yoongi, mientras
aprieta uno de mis pezones, haciéndome dar un respingo, Jimin no es idiota y
comprende lo que está sucediendo, mirando a Yoongi con una expresión de
reproche y yo me froto uno de mis pezones.
—¿Cuál es el plan, entonces? –Pregunto
medio enfadado.
—Una cena tranquila, en un local cualquiera.
Nada de cosas ostentosas. Unas copas, unas risas. Desinhibirnos un poco…
—¿No quieres ver a Namjoon? –Pregunto de
repente haciendo que Yoongi de un respingo debajo de mi cabeza y me mira con
esa expresión de que me he pasado con mis palabras. Yo me incorporo con una
expresión infantil y colaborativa y me palmeo las piernas mostrándome de
acuerdo con la propuesta y dispuesto a cambiarme de ropa para la ocasión—.
¿Será algo informal o tengo que ponerme mi smoking de Prada? –Insinúo
ajustándome una corbata invisible en torno a mi cuello.
—Informal. –Me dice, con media sonrisa—.
Con la lencería negra será suficiente… —Me dice con mirada malvada y yo le doy
una patada en el pie mientras me marcho a mi cuarto. El sonido de las risas en
el salón es un sonido demasiado irreal. Cuánto me gustaría que no se
desvaneciese como la espuma en el mar.
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