EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 42

 Capítulo 42

 

Jungkook POV:

Jueves. 01/ 07/ 1995

Primer día de Junio. A dos días del atraco al museo

 

Caminamos a paso ligero con el sonido de nuestros pies reverberando tras nosotros. Es una sensación tremendamente confusa. Nos dirigimos a un punto en concreto que no sé exactamente dónde se sitúa ni sé si sabría regresar. No soy el mejor en la orientación, y caminar con Namjoon, Hoseok y Taehyung a ninguna parte se me hace una experiencia extraña. Mis nervios han aumentado a medida que han ido pasando los días y el hecho de no regresar a clase más que a recoger mis cosas y despedirme con una amarga sonrisa de mis profesores, se me ha hecho más duro de lo que pensaba. Ya recuerdo porque estaba yendo a clase sin motivo, porque necesito tener la mente ocupada. Maldita sea mi desgracia.

Caminamos a través de las calles, lejos de las personas, son las ocho y media de la tarde y cada vez que lo pienso, se me hace más extraño, estamos a dos días del atraco al museo y estamos, en este mismo instante, yendo a conocer la furgoneta en la que viajaremos, los aposentos en los que guardaremos las obras de arte y el instante en que nos despertaremos de madrugada para cometer el robo. Ya me lo estoy imaginando, caminar por esta misma calle hacia nuestra perdición. El rostro confuso de Jimin, la mirada sonriente de Yoongi con esa mueca despreocupada. Mis nervios a flor de piel y ese extraño nudo en el estómago propio de una empresa desconocida, aun por realizar. Mientras camino sobre la acera, mirando alrededor, me saltan las palabras de mi tutor dentro de mi mente en el momento de la despedida.

—Has sido mi mejor alumno en mucho tiempo, Lo sabes, ¿verdad?

—Sí, Gracias. –Le contesté con voz modesta, aunque algunos me acusarían de cínico pues sabía perfectamente que era verdad.

—¿Y qué vas a hacer ahora? No me han llegado noticias de que te hayas inscrito en un máster ni… —Le corte, rebuscando en mi mente una excusa a mi comportamiento.

—La verdad es que volveré a casa con mis padres una temporada. –Dije, encogiéndome de hombros y recibiendo de él un asentimiento de cabeza, conforme con mi respuesta—. Trabajaré un poco con mi padre en su tienda, tal vez eso me sirva para madurar y en un tiempo, ya pensaré que hacer…

—Me parece una buena idea. Te noto cambiado desde principios de verano…

—Supongo que me he dado cuenta de que hay muchas cosas que me quedan por aprender. –Suspiré, con una falsa sonrisa.

—Me gusta tu actitud. –Unas palmaditas en el hombro y un abrazo de despedida. Fue lo que recibí de mi tutor de cuatro años cuando me despedí de él con una mueca cansada y a la vez, desfallecida. Quería salir cuanto antes de esa institución y solo pensaba en regresar a casa y tirarme en el sofá. Meterme de lleno en una nueva novela, dejarme embriagar por el olor de una cerveza. Deseaba cualquier cosa menos estar entre ese olor a resina y cola de pegar. Deseaba llegar, cerrar los ojos y suspirar largamente. No esperé a llegar a casa. Nada más salir de la institución solté un largo suspiro como si hubiera estado aguantándome el aire o como si no hubiera podido respirar bien hasta entonces. Sonreí a la nada, a un ser inerte que se avergonzaba de mi comportamiento, y caminé de regreso a casa. Días después aquí nos encontramos, yendo a visitar los almacenes en donde está el camión y donde guardaremos las obras de arte.

Es un lugar más apartado del centro de lo que habría esperado. Mientras que, situándonos en el mapa, el Museo Nacional se encuentra en el centro de la ciudad, en el distrito Yosang—gu, justo seiscientos metros al norte del río Han, los almacenes están al noreste de la capital. Lejos del río, en el distrito Gangbuk—gu. Los cuatro que estamos de camino hemos viajado en taxi pero no le hemos dicho la dirección concreta, simplemente le hemos pedido que nos llevase al centro del distrito y desde ahí nos hemos trasladado andando a las afueras. Según Namjoon simplemente por temas de seguridad pero a mí me parece que me quieren hacer caminar para nada y cuando comienzo a sentirme levemente cansado Namjoon nos avisa de que estamos llegando. Nos adentramos en un polígono de almacenes privados en donde veo como los almacenes forman una serie de sectores y calles en donde es fácil perderse, pero Namjoon parece muy seguro de adonde nos lleva y yo estoy haciendo el máximo esfuerzo por recordar mis pasos, por si es necesario.

Pasados tres minutos nos detenemos delante de una gran puerta gris lacada en color mate. Es una de las primeras de una serie de almacenes colocados en fila en medio de este mundo metálico de color gris, y a veces, con matices de color azul oscuro. Puedo distinguir bien la puerta en caso de necesitarlo por el número de placa que tiene: “40 A” y porque en la puerta tiene varios rozones de algo o alguien que no ha tenido demasiado cuidado. Al igual que yo caigo en ello, Namjoon también recae en ese pequeño problema y se queda mirando ese par de líneas horizontales, pasando su dedo por encima y chasqueando la lengua, disgustado. Taehyung me mira con una expresión divertida y yo me encojo de hombros, sin darle importancia. Hoseok ríe de la expresión de Namjoon y cuando parece que el problema no tiene más solución, este se cruza de brazos, mirando a ambos lados de la calle que forman los almacenes. Está anocheciendo poco a poco, el sol ha perdido fuera, y yo también.

—¿A qué estamos esperando? –Le pregunto a Namjoon que se apoya en la puerta metálica, a la espera de algo, en silencio.

—A Jimin y Yoongi. Tienen las llaves del almacén. –Dice y chasquea la lengua de la misma forma que cuando ha visto el rallón.

—Cogieron la moto a las seis de la tarde. –Dice Taehyung, en mi dirección pero para la curiosidad de cualquiera que quiera saberlo—. Hemos quedado aquí a las ocho y media.

—Son menos veinte y no han venido. –Se queja Namjoon mirando su reloj, levemente enfadado—. Como seáis así de puntuales, me temo que esto no va a salir bien. –Su forma de decirlo me recuerda a la forma en que un profesor me reprendería, o igual que un padre lo haría. “Si no estudias, esto vas a aprobarlo…”

Pasados dos minutos más en silencio se oye a lo lejos el sonido de una moto. No sé cómo es posible, pero todos lo sabemos: son ellos. No sabría decir si es por el ronroneo tan característico de la moto, por la forma en que el sonido se limita a acercarse poco a poco, o por el lejano ruido de la risa de Yoongi reverberando a lo largo de una onda que se esparce hacia nosotros, de forma inevitable. Se oye la moto acercarse pero en forma de zic zac, primero se oye desde la izquierda y luego me parece oírla por la derecha. Namjoon se cruza de brazos, serio, mientras que el resto nos miramos entre nosotros y miramos después a nuestro alrededor buscándolos con la mirada. Acaban apareciendo por mi derecha a lo lejos del fin la de la lista de almacenes.

 La imagen que se nos muestra es la del cuerpo de Jimin enfundado en un casco con una chaqueta deportiva, la misma con la que le vi el primer día, y unos vaqueros negros conduciendo a gran velocidad hacia nosotros. A través de su hombro puedo ver el inexpresivo rostro de un segundo casco mirando a través de la figura de Jimin, y reconozco que es Yoongi por las manos blanquecinas y tatuadas que se sujetan con fuerza a la chaqueta de Jimin, sobre su cintura. La imagen es tan mítica, tan impresionante, recortada por la luz del sol poniente que parece el final de una película romántica, si no fuera, claro está, porque esto no es más que el preludio del desenlace de esta historia. Sus cuerpos se dirigen hacia nosotros a gran velocidad y puedo ver que, a pesar de la cercanía hacia nosotros, no aminora la velocidad. Al contrario, se pavonea haciendo un caballito y mientras que yo y Taehyung damos un paso atrás, temerosos, la moto ruge violenta como un gran animal a punto de darnos un último zarpazo mortal. Justo antes de chocar contra nosotros aminora la velocidad y frena haciendo que la moto se incline de forma frontal, apoyándose únicamente en la rueda delantera. Se mantienen un segundo así, animados por el polvo que han levantado, y después, se dejan caer sobre la rueda trasera, regresando a una realidad decepcionante.

—¡Estáis locos! –Les grita Taehyung levemente asustado y yo aun tengo los puños en tensión. Lo siguiente al grito de Taehyung es la risa de Yoongi bajándose de la moto mientras Jimin se levanta la visera del casco, mostrando esa mirada desafiante que la adrenalina de la velocidad le ha proporcionado.

—Exagerado. –Le espeta este mientras se baja de la moto también y camina con ella de la mano hasta Namjoon y le extiende las llaves. La mirada de Namjoon es de un reproche constante y este se limita a coger la llaves con una mueca descarada y Jimin se le queda mirando con ojos altivos que podrían bien constarle unas malas palabras si fuera yo al que ha mirado de esa forma.

—Llegáis tarde. –Les reprende Hoseok pero Yoongi le contesta, mientras se quita el casco y se revuelve el pelo blanquecino.

—No seas así, Hoseok. Hemos tenido que parar para echarle gasofa para el sábado. –Dice Yoongi con voz agria y expresión amarga en dirección a Hoseok y este se limita a apartar la mirada con un gesto altivo. Yo ruedo los ojos y miro como Namjoon abre la puerta metálica y la asciende hasta que choca con la parte superior del almacén. El sonido reverbera a través de las calles de almacenes y me hace pensar que estamos cometiendo una impudencia mostrándoos tan abiertamente ante cualquiera que pueda pasar, pero al final, tan solo se puede ver en el interior un camión negro lacado en un negro brillante que me da miedo. Es negro. Sabía que era negro. ¿De qué color iba a ser si no?

Todos entramos en el interior del almacén y Namjoon cierra la trapa detrás de nosotros, dejándonos en un silencio y una oscuridad que se rompe por el sonido de unos fluorescentes encendiéndose en el techo. Son pocos, y de un color azulado que me causa náuseas, pero ahí están, creando luces y sombras a lo largo de todo este espacio mientras que Jimin deja la moto a un lado y Yoongi le devuelve su correspondiente casco. Es hora de que Namjoon hable, para eso hemos venido, para recibir órdenes, no solo presentarnos los instrumentos de la acción.

—Muy bien, aquí estamos. Este será el camión en donde llegareis, donde meteréis las obras de arte y en donde dos de vosotros regresaréis aquí. ¿Hum? –Todos asentimos. Jimin abre la parte trasera del camión y despliega la rampa que porta el interior del camión. Ahí, con cuidado, sube la moto tirando de ella desde el volante. El interior es grande, mucho más de lo que me habría esperado, justo para las obras de arte, muy justo—. Ya os he explicado el plan, pero lo represaremos una vez más. La última, ¿entendido?

—Sí. –Contestamos todos a la vez cuando Jimin deja en el interior aparcada la moto y salta del camión, plegando de nuevo la rampa y cerrando las puertas de este. Sus pasos alrededor destacan contra el silencio que se ha producido de nuestros cuerpos estáticos.

—El sábado por la noche, o el domingo de madrugada, según queráis entenderlo, a las cinco menos cuarto de la mañana estaréis aquí todos, saliendo ya en este camión de camino al museo Nacional. Dos de vosotros iréis delante del camión, quienes estarán en él de regreso, y los otros dos en la parte trasera, quienes, una vez halláis llegado y cargado las obras, desapareceréis con la moto en una dirección opuesta a la localización de esta nave. No quiero que se os relacione.

—Vale. –Decimos algunos.

—Taehyung, serás el que conduzca el camión, y Yoongi, le acompañarás a su lado. Vosotros dos, —nos dice a Jimin y a mí—. Seréis los que vayáis detrás y quienes regresaréis en moto.

—Pensé que iría con Yoongi. –Dice Jimin decepcionado mirando a Namjoon con una mueca de súplica pero este niega con el rostro. Yo me siento levemente ofendido.

—Lo siento, pero estas son las circunstancias. Punto. –Jimin asiente suspirando y seguimos escuchando las indicaciones de Namjoon—. A las cinco habréis llegado al museo. A la entrada hay un guardia de seguridad que os dará permiso para entrar en cuanto Taehyung enseñe su placa policial. La excusa que tenéis que darle es que tenéis que hacer un traslado de obras autorizado. Hoseok ya se habrá encargado anteriormente de avisar de ello de forma personal a ese guardia de seguridad.

—¿Tendré que llevar mi uniforme?

—No. Con la placa policial es suficiente. Yo os daré trajes. –Dice mientras se acerca a la delantera del camión de un algún lugar saca una caja de cartón en donde hay ropa en el interior—. Os vestiréis aquí. Pantalones negros, camisetas negras, sudaderas oscuras y mascarillas para que las cámaras no os reconozcan. Vosotros dos. –Señala a Taehyung y a Yoongi—. Llevareis estos dos monos de trabajo azules haciéndoos pasar por trabajadores de transporte… ¿sí? –Yoongi asiente y Taehyung mira dubitativo—. Tan solo es un paripé. Cuando lleguéis a la parte trasera Yoongi, te encargarás de forzar la puerta y Jimin y Jungkook sacareis la moto, la aparcaréis fuera y dejareis el espacio libre para los cuadros.

—¿No puede abrirnos Hoseok desde dentro? –Pregunto, confuso y Hoseok niega con el rostro.

—Yo tengo que estar en la oficina de seguridad para desconectar las cámaras y la alarma. ¿Bien? –Me dice como si hablase con un niño y yo suspiro asintiendo.

—Jungkook. –Me dice, Namjoon—. Me gustó tu distribución del trabajo a la hora de coger los cuadros, así que una vez estéis dentro, hacerle caso al muchacho. –Les dice a todos y esas palabras compensan mi orgullo herido—. Cuando estén todas las obras en el camión, os largáis. Así de simple. Yoongi y Taehyung, os dirigís de inmediato a estos almacenes y dejáis el camión tal como está, con las obras en el interior. Jimin y Kook, os dirigís lejos del museo en la dirección opuesta. Dais un par de vueltas asegúndanoslos de que no os están siguiendo y os dirigís al piso unas horas después. ¿Bien?

—Sí. –Decimos todos y yo comienzo a ver real toda esta situación que en un principio era tan abstracta. Ahora que acaba por tomar forma me da miedo. Mucho miedo, y puedo ver el mismo miedo en los ojos de Taehyung, que se ha quedado levemente silenciado por todo el discurso de Namjoon.

—Jimin. –Le dice Namjoon a este—. Ayudarme a quitarle la matricula al camión y a la moto, muchacho. Vaya a ser que se nos olvide. –Le dice y ambos comienzan a rebuscar en una caja de herramientas para obtener un par de destornilladores. Miro a Yoongi que se queda mirando la escena como todos y puedo ser consciente de cómo no ha hecho una sola pregunta ni una mínima aclaración. Cuando recae en mi mirada yo no la aparto y él me sonríe con esa expresión despreocupada. Cuánto me gustaría saber cuánto de verdad hay en esa expresión, en esa sonrisa.   

 

 

 

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