EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 41
Capítulo 41
Yoongi POV:
22/06/1995
El sonido del despertador a mi lado me
hace sobresaltarme. Lo apago de un manotazo y cuando lo miro me recuerda, con
una cruel sonrisa, que tengo que ir al gimnasio. Las nueve de la mañana y una
estúpida y dolorida expresión se desdibuja en mi rostro ante la idea de tener
que levantarme para estar a las diez y media en el gimnasio. Suspiro, me
revuelvo bajo la sábana y me tapo la cabeza con la almohada, gimiendo como
escapatoria a la sensación de amargor que me recorre. Me quedo así el tiempo
suficiente como para comenzar a cuestionarme si no me habré quedado dormido y
la sensación de estar consciente es solo una ilusión de mi inconsciente, pero
el sonido de otro despertador en la habitación de al lado me hace darme cuenta
de que sigo despierto y que de un momento a otro, Jimin se levantará y se me
adelantará para ir al baño. Me muerdo el labio inferior, suspiro largamente y
en el momento justo en que me incorporo suena la puerta del baño cerrándose.
—Joder. –Murmuro mientras me paso las
manos por la cara, después por el pelo y finalmente las dejo recluidas en mi
nuca, intentando convencerme de que tengo que poner un pie en el suelo. Nunca
me había costado tanto ni siquiera ayer. Al ser una nueva experiencia no me
sentía del todo pasivo, pero ahora que siento las agujetas machacarme el
cuerpo, prefiero dejarme caer de nuevo sobre la cama—. Vamos Yoongi… —Me
murmuro a mi mismo para no dejarme arrastrar de nuevo a la perdición de la
comodidad de las sábanas y acabo posando los pies en el suelo, como signo
irremediable de que me tengo que despertar del todo. Salgo del cuarto
escuchando de fondo lo que parece ser el sonido del televisor pero apenas
perceptible. Ni creo que sea real. Lo concibo como una llamada de la televisión
a que me siente delante de ella a dejar libre mi mente, como el dulce canto de
una sirena que aguarda por mi perdición.
Escucho como Jimin tira de la cadena al
pasar por el baño, pero en vez de quedarme aguardando su salida prefiero al
menos beber algo de agua antes de hacer mi higiene matinal. Me encamino fuera
del pasillo hacia el salón y me choco de frente con la televisión encendida y
con un observador mirándola. No debería haber nadie en casa a esta hora y me
sobresalto abriendo mis ojos aun dormidos en su dirección. Me paso la mano por
uno de ellos, que necesita ser frotado, pero el otro divisa perfectamente el
cuerpo de Jeon sentado en el sofá con la mano en el mando a distancia y los
pies sobre la pequeña mesita entre los sofás. Está vestido y con la mochila a
un lado del sofá, con lo que yo pienso que tal vez yo me he levantado muy
pronto, lo cual no tiene sentido porque Jimin se ha levantado a la misma hora,
o él no tenía primera clase, o… no lo sé. Frunzo el ceño y carraspeo, en forma
de saludo.
—Hola, buenos días. –Me dice con media
sonrisa mientras cambia aburrido de canal hasta que encuentra algo agradable.
Yo, en pijama y descalzo me encamino a la cocina sin perderle de vista y saco
de la nevera una botellita de agua de la que bebo un par de sorbos. Jimin
aparece de repente por el salón y yo soy su primero punto de vista, al parecer,
nada de lo que alegrarse porque me saluda con un mero movimiento de cabeza,
pero cuando pasa por el sofá, se queda mirando de la misma forma en que yo lo
he hecho el cuerpo ahí sentado de Jeon con esa expresión despreocupada. Jimin
hace menos aun que yo y se limita a pasar simplemente de largo con esa mueca
confusa en su rostro. Yo me quedo en la cocina, apoyando la botella en la mesa
y mirando de lejos a Jeon, con ojos curiosos.
—¿Qué hace este aquí? –Me pregunta Jimin
en un susurro en cuanto pasa por mi lado y se dirige a la nevera, de dónde saca
un tetrabrik de leche.
—No lo sé. –Le digo, en un susurro, y
después me dirijo a Jeon—. ¿No tienes clase hoy? –Le pregunto, pues parece
listo para salir por la puerta. Él se encoge de hombros con el más digno
desinterés.
—Hoy no me apetece ir. –Sentencia con
palabras aburridas pero que suenan tan pesadas viniendo de sus labios. Yo me
quedo mirándole de la misma forma en que si estuviera intentando beber Coca—Cola
por la nariz y Jimin se detiene a mitad de camino de coger un tazón. Ambos le
miramos, nos miramos entre nosotros y volvemos a mirarle a él.
—¿Estás bien? –Pregunto, preocupado.
—Sí. –Dice, serio, sin apartar la mirada
de la televisión—. ¿Por qué a todo el mundo le extraña que no me apetezca ir a
clase? Ya no estoy obligado a ir, además,
estoy pensando en que ya no iré en el resto de semana. Tengo que pasarme
a recoger mis cosas, pero eso puedo hacerlo en un momento. –Dice y vuelvo a
mirar a Jimin que me devuelve una mirada un tanto preocupada.
—Creo que tanto libro le ha frito el
cerebro. –Susurra y estoy a punto de darle la razón, pero miro a Jeon ahí
sentado y creo que puedo ver como jamás había estado tan cuerda.
—Dejémoslo. Si no quiere ir a clase,
nosotros no somos sus padres. –Le digo a Jimin mientras me encamino al baño y
este asiente y se sienta en la mesa. Cuando llego al baño hago mis necesidades
y me lavo las manos mirándome en el espejo. Me revuelvo el pelo intentando
adecentarlo y suspiro largamente. El agua corriendo por mis manos se me hace
una rutina demasiado banal como para no pensar en el rostro aburrido de Jeon
mirando la televisión. Una pregunta me pasa por delante como una revelación
indescifrable. ¿Qué le ha pasado para no querer ir a clase? ¿Ha sido mi culpa?
¿Algo que yo le dije anoche? Repaso mentalmente la conversación que tuvimos
pero, aparte de que no consigo recordar toda la conversación, no creo haber
dicho nada que le haya podido molestar. Suspiro de nuevo.
Cuando salgo del baño y regreso al salón
me encuentro el sofá vacío y un Jeon despreocupado rebuscando algo en la
nevera. Jimin lo observa como haría con un espécimen de animal extinto que
acaba de reaparecer en un recóndito lugar de la fauna asiática. No le quita esos
ojos impactados de encima, aunque levemente adormilados, y se agarra a su tazón
de leche como si estuviese a punto de hundirse en medio del mar.
—Hay que decirle a Namjoon que tiene que
comprar más cerveza. –Murmura Jeon cogiendo una de las latas de la nevera y
encaminándose de nuevo al sofá. Se deja caer ahí y yo frunzo el ceño mientras
rescato zumo de la nevera y algunas galletas de alguna parte. Jimin le
reprende.
—¿No es muy temprano para beber? –Le
pregunta, a lo que Jungkook rebate.
—Seguro que tú has bebido más pronto que
esto…
—Jimin tiene razón. –Le secundo—. Lo cual
no te estoy diciendo que no lo hagas… solo que… —Jungkook me interrumpe.
—Pues entonces déjame ver la tele.
–Sentencia y Jimin me mira asustando mientras se hunde en su taza de leche y yo
lo hago en mi zumo de naranja. Me muerdo el labio inferior, suspiro, Jimin me
mira, culpabilizándome.
—¿Qué le has dicho? –Me murmura.
—¿Yo? Nada… —Le digo, ofendido. Jimin mira
incrédulo su taza de leche y yo miro a Jeon que abre la lata de cerveza y se
toma un trago. Después de eso viene un eructo que a Jimin le hace dar un
respingo en el asiento y yo me hundo más en mi zumo, levemente confuso. Por el
rostro de Jimin sé que está a punto de decir algo, una reprimenda más, pero yo
le detengo dándole una patada por debajo de la mesa, a lo que él vuelve a dar
un segundo respingo.
—Auch. –Murmura y yo le miro,
recriminándole—. ¿Por qué me has pegado?
—Ibas a decirle algo…
—¿Y cómo no hacerlo…?
—Déjalo. –Le digo, serio, a lo que él
rueda los ojos y bebe un poco de la leche, pero Jungkook nos hace sentir de
nuevo intimidados.
—Os estoy oyendo, estáis solo a cinco
pasos. –Dice, mirando la televisión.
—Tienes fiebre. –Afirma Jimin, convencido
de ello, a lo que Jeon gira el rostro hacia nosotros. Jimin palidece y yo
aparto la vista, no queriendo enfrentar esa mirada oscura de inteligencia y
poder.
—No he faltado nunca a clase, Park. –Le
dice, yo miro las hondas que se forman en mi vaso de zumo—. En los cuatro años
de carrera solo he faltado dos veces por consultas médicas, una por ir al
dentista, y otra por tener 40º de fiebre. Todas con justificante médico. Me he
exprimido hasta el último día, ¿y para qué? –Pregunta, y no de forma retórica—.
¿Hum?
—Yo… —Murmura Jimin, a lo que Jeon le
corta.
—Para que me digas que soy un maleducado
¿verdad?… ¿Hum?
—Yo no quería… —Murmura de nuevo Jimin,
pero sabe que es mentira toda rectificación que quiera hacer.
—Da igual… —Suspira Jeon—. Simplemente
déjame ver la tele, ¿quieres? –Jimin asiente, se termina la leche a prisa y se
levanta, marchándose seguido del sonido de sus pies descalzos por el suelo. Se
marcha velozmente escabulléndose de todo rastro de peligro. Yo me termino
también el desayuno y paso por el lado de Jeon para salir, pero este me detiene
con una mirada, suplicante, una mirada ingeniosa y a la vez, brillante—. ¿Sabes
qué? –Me dice, y me detengo en seco—. Esta mañana he tenido una revelación. –Me
dice, con una mirada luminosa—. Me he dado cuenta de que tenías razón, soy un
niño aun. Soy un joven que tiene toda la vida por delante…
—¿No has ido a clase por mi culpa?
—No lo veas así. –Me dice—. Es algo que me
he ocultado desde hace mucho tiempo. –Asiente, convencido de sus palabras—. ¿Y
sabes qué? Tan solo tengo veinticinco años, aun puedo hacer muchas cosas en la
vida, y no voy a malgastar mi tiempo en esa escuela de mierda…
—¿Y cuál es tu plan? ¿Quedarte ahí sentado
mirando la televisión?
—No, claro que no. –Dice, divertido—. A
veces estaré tumbado y otras me levantaré para ir al baño a orinar. –Me dice, y
por la expresión de su rostro acabo por descubrir que es verdad. Yo asiento, no
queriendo seguir con la conversación y me desvanezco con una falsa sonrisa de
aceptación sobre mis labios. Me adentro en el pasillo y me escabullo al
interior de la habitación de Jimin, en donde encuentro a este frente a su
armario, ya con luz natural alrededor, y rebuscando entre calzoncillos algo que
ponerse. Al principio creo que va a decirme algo por colarme en el dormitorio
de la nada, pero después me mira temeroso por lo que acaba de suceder. Seguro
que yo no tengo una expresión diferente.
—¿Le has oído? –Le pregunto en un susurro
en que casi ni yo me he oído. Él asiente, con ojos chispeantes de la excitación—.
Ha enloquecido, definitivamente. –Sentencio y rebusco dentro del armario algo
de ropa.
—¿Qué haces? –Me pregunta.
—Necesito ropa. –Me excuso y él me deja
hacer en el interior del armario, mientras aún ambos dos intentamos procesar lo
que ha sucedido. Jimin coge unos vaqueros negros y se los mete mientras yo me
desnudo y rescato una camiseta de tirantes a rayas y me la pongo.
—Mañana irá de nuevo a la escuela, ya
verás. –Me asegura, con palabras más firmes de las que me habría esperado—.
Esto es solo una tontería. Mañana se le pasará.
—¿Cómo estás tan seguro? –Le pregunto,
dándome cuenta de que ambos estamos hablando en susurros inaudibles.
—Hoy no ha dormido bien. –Me dice,
mirándome con preocupación—. Se ha pasado la noche dando vueltas y a veces se
ponía a murmurar cosas inconexas. –Sentencia mientras se abrocha los botones de
una camisa blanca con un estampado horroroso en negro y yo me pongo unos
pantalones cortos vaqueros.
—¿Y eso?
—¡Yo qué sé! –Dice, más alto de lo que nos
habríamos esperado y nos encogemos en nosotros mismo unos segundos.
—Shhh…
—Ya… —Murmura, poniéndose unos calcetines—.
Hablaste ayer con él, ¿qué le dijiste?
—Nada que no hubiéramos hablado antes… —Digo,
como excusa, porque no recuerdo muy bien qué le dije.
—No vuelvas a hablar con él. –Me dice y yo
ruedo los ojos.
—Será mejor… La próxima tal vez nos lo
encontremos arrinconado en la ducha murmurando cosas satánicas.
—Exagerado. –Me dice Jimin, a lo que yo
resoplo.
—Vamos, tenemos que irnos. –Le digo
tirando de su brazo fuera y ambos nos escabullimos al pasillo, nos despedimos
con un murmullo y nos ponemos los zapatos recogiendo la ropa del gimnasio y
marchándoos. Nunca antes había deseado tanto salir de esa casa.
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