EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 40

 Capítulo 40

 

Jungkook POV:

22/06/1995

 

Calor. Me rodea un calor sofocante que me hace romper a sudar. No lo siento como tal. No es algo consciente, es simplemente un agobio subiendo a través de las venas de mi cuerpo hasta agárrame el cráneo con fuerza inmensurable. Respiro con dificultad y me cuesta mantenerme quieto. Me paso las manos por la cara, queriendo alejar ese ardor de mi cuerpo, me siento sofocado y lo peor de todo, es que me creo consciente, pero estoy durmiendo. El sueño me provoca este estado de nervios y tensión. Adrenalina junto con un calor febril. Deliro hasta el punto en que el sueño se vuelve realidad. Está ahí, delante de mí. El sonido de los neumáticos a través de la carretera. A veces estoy dentro del camión blindado. Negro. Ni si quiera lo he visto, pero es negro. Lo sé. A veces estoy corriendo por una carretera desierta. Corro con el sonido de las sirenas policiales siguiéndome. Puedo ver el rojo y el azul reflejarse en cada punto del suelo a mi alrededor, en el cielo cubierto, en mi piel que intenta desprenderse de mi ser. Es un sonido chirriante, intenso, me hace sentir tan excitado que podría echar a volar si pudiera, pero en realidad, no puedo.

Despierto sobresaltado por el sonido de mi despertador a mi lado y doy un respingo en la cama, apagándolo. Aun sigo escuchando el sonido de las sirenas una vez lo he apagado y juraría que han sido las sirenas, lo que sonaba en el despertador, pero ya no importa. Me dejo caer en la cama con una mano sobre mi frente, palpando el sudor que ha salido de mí con una frialdad tan gutural. Me recorre aun la espina dorsal la adrenalina que ha provocado el frío sudor en mi piel. Lo noto en mi frente, en mi cuello, en mis axilas y en mi ingle. Ese frío desgarrador que aun no consigo domar. Miro a mi lado y a través de las pequeñas líneas de luz que entran desde fuera, pequeñas líneas azules aun levemente oscurecidas junto con las anaranjadas de las farolas de la calle, puedo ver el perfil volteado de Jimin, respirando con tranquilidad. Estoy por apostar que no se ha despertado, pero tampoco podría prometerlo. No le oí meterse en la cama anoche, y tampoco creo que se levante temprano, a pesar de que tiene que ir al gimnasio.

Al final de un largo periodo de habituación a esta realidad me levanto y poso los pies descalzos sobre el frío suelo. ¿Cómo puede estar tan frío si hace tanto calor? Camino hasta el armario, en completo silencio aunque aún con la respiración acelerada, y cojo una muda limpia y algo de ropa. Cualquier cosa, no me lo pienso lo suficiente como suelo hacer. Camisa blanca y vaqueros grises. No tiene pérdida. Salgo de la habitación muy despacio, tal como me he levantado. Al pasar por el pasillo veo luz entrando desde la cocina y es una luz natural, amarillenta y azul que me hace sentir algo más tranquilo. La noche de mi pesadilla se ha desvanecido junto al sonido de las sirenas de la policía, se ha desvanecido como el humo de un cigarrillo.

Cuando me meto en el baño me quedo mirando mi reflejo grisáceo gracias a los fluorescentes sobre el espejo. Tengo que mirarme varias veces para reconocerme en la decrepitud de mi expresión, tengo que vislumbrar entre las gotas de sudor que recorren mi piel como el rocío sobre el campo. Suspiro largamente y comienzo a desvestirme aun sintiendo los resquicios de ese calor febril y con la garganta seca. Carraspeo, suspiro, me muero el labio inferior y antes de darme cuenta me encuentro desnudo frente al espejo. No era mi intención ducharme ahora pero me obligo a ello, deseando que esta amarga sensación se vaya por el desagüe y me abandone con fluidez. Me dejo embriagar por el agua fría, me sumerjo en un suspiro nervioso y me lavo la cabeza con insistencia. Después jabón con olor a coco. Cuando salgo de la ducha me veo algo mejor, pero no me encuentro de la forma en que me esperaba al pensar que el agua me ayudaría a solucionar el problema. Me seco con insistencia, me pongo la ropa y me miro de nuevo al espejo, sin sentirme satisfecho con el resultado. Paso una de mis manos por mi pelo húmedo. Me miro las hebras que han decidido juntarse por la humedad y carraspeo de nuevo. Necesito un vaso de zumo.

Cuando salgo al pasillo me dirijo junto con el pijama y la ropa interior hacia la cocina y allí sentado en la mesa me encuentro a Taehyung como cada mañana en un día rutinario, sentado frente a un vaso de café y un par de galletas en un plato. Me saluda con una mirada y yo se la devuelvo con una sonrisa amable que me ha enseñado el tiempo a saber fingir bien. Tiro el pijama junto con la ropa interior al cubo de la lavadora donde se acumula el resto de ropa sucia y me quedo mirando a través de la ventana, convenciéndome de que lavar el pijama es la mejor y última forma de quitarme la sensación de amargor de mi cuerpo.

—Buenos días. –Me dice en un susurro que más bien parecía que se lo decía a sí mismo mientras mira su taza de café. Yo asiento, como respuesta y me hundo en el interior de la nevera, buscando un zumo que llevarme a los labios. Encuentro un pack de seis zumos de uva y me cojo uno, pincho con la pajita la abertura de aluminio y me llevo el extremo de la pajita sobresaliente a los labios. El sabor es decepcionante. No me satisface ni me hace sentir mejor. Cuando me siento frente a Taehyung como cada día se me queda mirando las manos con una mueca curiosa.

—¿Hoy toca zumo? ¿Dónde han quedado los cereales? –Me pregunta y yo me encojo de hombros.

—No me he levantado con mucha hambre, la verdad. –Le digo y miro mi zumo con la misma expresión que él portaba antes.

—Anoche fue genial oírte dando el discurso… —Me dice con una sonrisa bobalicona y yo ruedo los ojos con una sonrisa amarga.

—No me hace gracia.

—No era broma. Me gustó oírte. –Dice, con insistencia—. La verdad es que está bien evadirse un rato, aunque sea en una clase de desmonte de obras de arte…

—Para mí no fue una evasión, al contrario. –Él asiente, comprendiendo.

—Ya veo… —Dice, y mira los cuadros que están apoyados en la pared de la cocina, bajo la ventana. Los mira como si mirase algo desde lejos y después regresa su mirada a mí—. ¿Vas a devolverlos a clase?

—No. Son míos y ya era hora de que me los llevara.

—Ah. –Dice, sin más. Se sobreviene un silencio, lo presiento. Es un silencio extraño que nos mantendrá entre miradas incómodas y sonrisas extrañas. Suspiro largamente y miro hacia el salón vacío. Hay un cenicero sobre la mesa con varias colillas en su interior, una lata de cerveza seguramente vacía y puedo distinguir la forma del culo de Jimin en el acolchado del sofá. Aun no me acostumbro, como cada mañana, a ver ese sofá vacío de personas. Siempre tiene que haber alguien frente a la televisión, siempre tiene que flotar en el aire el olor a tabaco, a alcohol, a una cerveza ya caliente. Suspiro largamente y aparto el zumo de mí, cruzándome de brazos sobre la mesa, mirando hacia el reloj y mordiéndome el labio. Aún me quedan cinco minutos para levantarme e irme. Cinco eternos minutos que ahora se me presentan tan pesados y otras veces, han sido tan ligeros…

—Hoy entras antes. –Dice Taehyung delante de mí, no sé si recordándomelo o accediendo a comenzar una conversación convencional.

—Sí. –Digo—. Martes y jueves entro antes…

—Ya. Que rutina tan rara…

—Ya… —Suspiro y miro los lienzos vacíos de pintura apoyados en la pared de la cocina. Pienso, cavilo, me muerdo el labio inferior y después murmuro—. Entendí lo que dijiste anoche. Y tienes razón, yo también lo veo. –Digo mirando hacia el color amarillento del lienzo ahí tensado.

—¿De veras?

—Sí. Es como mirar hacia el cielo, pero no ves en realidad nada porque te ciega la luz del sol. Sabes que hay nubes, pájaros sobrevolándote e incluso puede que un avión con cientos de personas, pero no ves nada porque la luz te ciega. Es así de simple. ¿Verdad?

—Sí. –Suspira, emocionado.

—Pero no le des vueltas. –Le digo, desanimado—. No es más que tela tensa y prensada. No es más que un poco de madera pintarrajeada y encolada. No hay más. –La sonrisa animada de Taehyung desaparece y yo me levanto, viendo que el tiempo se ha agotado y me conduzco a la habitación en donde me espera mi mochila preparada y cerrada. Me acerco a ella, la cojo y la cargo en mi espalda. El peso es poco considerable, apenas un par de cosas que no puedo dejar allí. Me encamino el pasillo y me acerco a la puerta. Recojo mis llaves y abro la puerta encontrándome con el descansillo vacío. Podría decir que ha sido una noche de pesadillas, el estómago cerrado o incluso la visión de un lienzo vacío, pero en realidad ha sido el sonido de la puerta el detonante que ha detenido mis pasos. Me quedo mirando hacia el exterior y, como si me viese desde fuera, me veo ridículo. Oigo mi propia risa riéndose de mí con la mayor crueldad posible. Me tiro al suelo, me agarro la tripa. Soy un descabellado y cierro delante de mí con ojos fijos en las betas de la madera de la puerta.

No ha sido una decisión pensada, no ha sido nada cavilado. Ha sido mi propia mirada juzgándome tan duramente la que me ha hecho retroceder. Frunzo el ceño, suspiro resignado y caigo frente a un abismo que he conocido esta misma noche. Me dejo abrazar por los brazos de la nada recogiéndome en el aire. Camino de nuevo a la cocina con paso algo inseguro pero cuando llego a los ojos de Taehyung encuentro la fuerza para desprenderme del temor de mi decisión y el sonido de mi risa en mi mente se transforma en un par de palmaditas en la espalda.

—¿No te ibas? –Me pregunta mirándome confuso, esperando que le dé una respuesta tal como “me he olvidado el teléfono móvil” o “Me he olvidado de despedirme” pero lo único que encuentra es un encogimiento de hombros de mi parte y una expresión despreocupada. Suspiro largamente algo cansado y dejo caer la mochila a los pies del sofá. Él comienza a preocuparse pero yo le quito importancia  la situación.

—Creo que hoy no iré a clase. –Digo si más y oírme decir eso suena tan liberador que me dejo caer en el sofá ocupando el espacio en donde anoche estaba seguro Jimin. Dejo escapar un largo suspiro y me quedo mirando a la televisión apagada, escuchando el eco de mi voz en mi mente. Taehyung habla.

—¿Te encuentras mal?

—No. –Digo, encogiéndome de hombros—. Simplemente he tomado la decisión de que no quiero ir hoy. –Murmuro y enciendo el televisor a un volumen bajo. Alguien tenía que ocupar el sofá.

—¿Así de simple? –Dice Taehyung, algo extrañado.

—Así de simple. Le mandaré un mensaje a mi tutor, diciéndole que no voy a ir. –La televisión se enciende mostrándome un canal de noticias. Cuánto hace que no veo las noticias…

—Está bien… —Suspira Taehyung como forma de resignación aunque de su rostro no se borra esa mueca confusa y desconfiada. A los minutos se levanta, se despide de mí con una mueca sonriente, aunque falsa y preocupada, y se marcha dando un ligero portazo. Cuando me quedo a solas me dejo abrazar por el sofá y me muerdo el labio con exasperación, con un éxtasis desconocido. Me siento flotar en medio de la nada, cayendo al abismo, encontrando al fin el descanso merecido.

 

 


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