EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 38

 Capítulo 38

 

Taehyung POV:

21/06/1995

 

Llegamos a casa y nos hacemos presentes con el sonido de las llaves en el interior de la cerradura y con la voz de Jeon presentándonos con una educación excelente, que de momento no he visto en ninguno de los otros dos residentes de este piso.

—Somos Jeon y Taehyung, hemos llegado. –Dice con voz amable y tranquila. Después del sonido de su voz viene el de las llaves estampándose en un pequeño platito que han puesto en la entrada y entramos los dos con dificultad, portando los cuadros. Jeon me señala el salón con la mirada y allí nos conducimos, yo aun sin soltar el maletín y él cargando todavía con la mochila sobre sus hombros. Cuando atravesamos la puerta miro alrededor situando a las personas dentro de la estancia. Jimin sentado en el sofá y Yoongi en la mesa de la cocina, comiendo algo de un plato. Al parecer, un bocadillo de algo que contiene lechuga, saliendo por los bordes. Jungkook camina delante de mí por lo que yo sigo sus pasos bajo la sombra de su altura.

—¿No nos has esperado para cenar? –Pregunta Jeon enfadado con Yoongi mientras este se encoge de hombros y bebe un poco de algo que parece Coca—Cola en un vaso con hielos. Jeon pone sobre la misma mesa en la que está comiendo el cuadro sobre su brazo, no sé si porque ya está cansado o porque este es el lugar que va a ocupar en su demostración.

—¡Eh! –Exclama Yoongi nervioso—. Estoy comiendo, ¿qué haces?

—Comienza la clase de desmonte de cuadros. –Dice Jeon mientras se desembaraza de la mochila sobre su espalda y veo a Jimin a mi espalda levantarse del sofá mientras apaga la televisión y suelta un quejido, acercándose a la mesa. Yoongi sigue comiendo y yo dejo el cuadro que yo porto al lado del de Jeon. Ambos dos, uno al lado del otro, parecen completamente diferentes a lo que me había parecido pero tan solo es por la diferencia escultórica de los marcos de madera. Mientras que uno tiene figuras florales y frutales, el otro es algo más simple, con decoraciones nimias. Sin embargo el color de la madera es la misma, las dimensiones son las mismas. Hay el mismo vacío en el lienzo que me hace mirarlos hasta buscar al menos algo que me haga interpretar lo que estoy viendo. Las palabras de Jimin me sacan de mi ensoñación.

—Muy bien, profesor Jeon. –Dice, sentándose al lado de Yoongi y yo me siento frente a este—. Muéstrenos su arte…

—Nada de tonterías, eh. No quiero tener que repetir las cosas. –Dice este.

—¡Vaya! –Se sorprende Yoongi—. Suena como un profesor y todo. –Dice y Jimin y él ríen. A los segundos, Jimin le quita un muerdo del bocadillo y ambos se miran enfadados por el gesto de Jimin. Yo me les quedo mirando atónito por la poca madurez de ambos. Y pensar que el más adulto de es Jeon. Es un sentimiento que me deprime.

Jeon, con paciencia rescatada de alguna parte de su inconsciente, comienza a explicarnos cómo se monta un cuadro. Es lo primero que hace antes que nada. Saca el lienzo del marco y lo pone lentamente, enseñándonos cómo a partir de un sistema de pestañas, que ya pueden ser de metal, tela o plástico, encaja a la perfección de forma que no se desprenda. Nos explica el porqué del sistema, las ventajas y desventajas, pero pasados unos quince minutos Jimin comienza a perder atención en las palabras de Jeon. Yoongi y yo miramos atentos las explicaciones pero Jimin comienza a mirar a otra parte, buscando de forma inconsciente, un estímulo más potente que las palabras de Jeon. De seguro que nunca ha sido un buen alumno y de seguro que no se acordaría de lo que acaba de oír aunque se lo preguntásemos ahora mismo. Yo intento centrarme en las palabras de Jeon hasta que Jimin comienza a toquetear uno de los marcos de madera justo en frente de él. Pasa los dedos por encima del barniz que torna de más color a la madera y después se huele los dedos. Preocupado de que estén húmedos se roza los dedos entre sí comprobando que no hay humedad, pero se vuelve a oler los dedos, nervioso.

—¿Qué diablos tiene esta mierda? –Comenta, repentinamente cortando a Jeon en medio de una frase. Jeon le mira, confuso y desconcentrado.

—¿Qué?

—Esto. –Dice, señalando la madera—. El barniz. Huele muy fuerte.

—Es necesario que tenga el barniz. –Le dice Jeon, frunciendo levemente las cejas.

—Huele mucho. –Dice, sentenciando, Jimin—. ¿No pretenderás meterlo en nuestro cuarto toda la noche? Me apestarás la ropa.

—¿Te preocupa la ropa y no que obstruya tus vías respiratorias? –Pregunta Jeon, sonriente.

—¿Es malo para la salud? –Pregunta Jimin y Jeon se encoge de hombros.

—No es bueno. –Sentencia Jeon—. Una exposición larga a este olor, y más aún cuando apenas lleva dos días seco, no es muy recomendable. –A las palabras de Jeon y como un resorte, Jimin se levanta de la silla en la que estaba sentado y se aleja dos pasos, apoyándose en la pared, mientras se cruza de brazos. Jeon pretende continuar con la clase pero Yoongi le interrumpe, curioso.

—¿De dónde los has sacado? ¿No te reprenderán porque los tengas aquí?

—Qué va. Si son míos. –Dice Jeon, encogiéndose de hombros pero a Yoongi, como a todos, nos cuesta asimilar un poco las palabras.

—¿Y de dónde los has sacado? –Pregunta Yoongi, pasando dos de sus dedos por uno de los dos marcos.

—Los he hecho yo. –Dice Jeon, al principio algo tímido pero luego su altivez le hace sonreír, cínico. Sabe que ha hecho un buen trabajo en la forma en la que Jimin frunce el ceño, Yoongi abre los ojos y yo me quedo mirando la complejidad de la escultura.

—¿De veras? –Pregunta Yoongi sonriendo y Jeon asiente, impaciente por seguir con su clase, pero el resto no tenemos ánimo para atender y menos después de saber que estamos frente a trabajos de Jeon que hasta hace un momento creíamos obra de un profesional.

—¿Por qué diablos no te han contratado ya para trabajar en un museo? –Digo yo de repente, haciendo que Jeon me mire con una sonrisa triste y obvie mi pregunta sin aclararme nada. Parece más bien que la olvida, o que hace oídos sordos y sigue con la clase, tranquilo, algo más calmado que cuando empezó.

Quince minutos después nos propone montar y desmontar a nosotros los lienzos y al principio nos vemos algo dubitativos y confusos. No sabemos muy bien cómo manejarlos, cómo coger las cosas, dónde o cómo poner nuestros dedos sobre los objetos, pero con Jeon a nuestro lado nos sentimos algo más calmados. Yoongi es el primero que lo consigue de forma en que se gana la aceptación de Jeon, un objetivo tan complicado de alcanzar. Jimin se frustra con rapidez pero es el siguiente en cogerle el tranquillo a montar y desmontar el cuadro. Ante sus logros, exclama:

—Me recuerda a cuando montaba y desmontaba mi bicicleta cuando era pequeño. –Dice, con una sonrisa orgullosa y Yoongi ríe mientras que Jeon rueda los ojos con exasperación.

—No es exactamente lo mismo. Tened en cuenta que estamos hablando de obras de arte de precios incalculables. El mínimo desperfecto en el lienzo podría costar mucho dinero, un pequeño roce es el desastre. Tendremos que practicar diariamente, para hacerlo de tal forma que parezca que el lienzo flota y el marco se deshace de él por arte de magia.

—Que exagerado. –Le dice Yoongi, con una ceja fruncida. Yo acabo por cogerle soltura diez minutos más tarde que el resto y cuando lo consigo me dejo caer en la silla, mirando al lienzo en blanco encajado perfectamente sobre el marco. Jeon sigue hablando.

—He estado pensando en la estrategia que seguiremos. –Dice—. Seremos cuatro, ¿no? Pues bien, dos tienen que bajar los cuadros, mientras que los otros dos sacan del almacén las cajas de embalaje. Cuando todo esté dispuesto en la misma sala, dos se encargarán de desmontar los cuadros y los otros dos de transportar los lienzos hasta sus respectivas cajas de almacenamiento. ¿Bien? –Pregunta y todos, como un acto reflejo, miramos a Yoongi quien piensa en silencio. Acaba asintiendo.

—Consultaré con Namjoon tu idea, pero me parece adecuada. –Dice, sin más, y sus palabras me hacen sentir que estamos flotando en el aire. En una idea vagamente existente de un proyecto mucho mayor de lo que nos corresponde. Me quedo mirando, en silencio, el vacío existencial que representa el lienzo en blanco delante de mí. La noche es ya cerrada, mi estómago ruge y la conversación entre las personas aquí se han vuelto descendida. Yoongi bromea con algo mientras gesticula y Jeon sonríe, mientras que Jimin pone esa mala cara habitual sin la que ya no le reconozco. Sus voces suenan demasiado lejanas, el blanco del lienzo me está ahogando. Falta la imagen de una mujer, girándose a nosotros los espectadores, o la lejanía de un paisaje holandés en donde el sol no es más que un mero concepto abstracto. Me ahoga la falta de una sonrisa aniñada, o la violencia de un gesto barroco. Falta oscuridad, falta luz, falta vida en esta tela amarillenta.

—¿A alguno más le parece que falta algo? –Pregunto en alto mientras me quedo mirando el lienzo y el primero en prestarme atención es Jeon, a mi lado. Después Yoongi y Jimin el último, pero el primero que habla.

—¿Qué? –Pregunta, incrédulo por mi pregunta.

—¿No falta algo? –Pregunto y Jeon ríe, no conmigo.

—Claro que falta algo, que alguien pinte sobre él… —Dice, y todos ríen pero no es lo que pretendía decir. Todos siguen conversando de la forma en que lo estaban haciendo pero yo me quedo mirando el lienzo delante de mí. Se siente tan frío, tan lejano, que no soy capaz de ver con claridad lo que intenta decirme. Sé que solo es un lienzo en blanco, pero así, tan bien enmarcado, se diría que está terminado. Este es el cuadro. Una metáfora de la vida. El final sin el comienzo.

 

 

 

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