EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 32

 Capítulo 32

 

Jungkook POV:

19/06/1995

 

Vuelvo a tirar agua a mi cara. El frío se estampa contra mi epidermis de forma que me siento la columna golpeada por una corriente de electricidad que tanto he buscado. Suspiro largamente mientras dejo que el agua se desplace rostro abajo hasta el lavabo y levanto lentamente la cara para mirar mi reflejo en el espejo delante de mí. Me paso las manos a través del rostro y de la piel sobre éste, de forma que estire mis rasgos y me deforme, hasta no reconocerme en la imagen que se muestra en el espejo. Suspiro largamente y me seco la cara con la toalla a mi lado. Creo que ha pasado el tiempo suficiente como para que alguien se preocupe por mi espantada, pero estoy mareado y no consigo aclarar bien mi percepción del tiempo ni consigo hacer que desaparezca este incesante pitido en mis oídos. Me duele el cuello, el punto en que la columna cesa y se vuelve cerebro. Ese preciso centímetro donde todo se vuelve inteligencia y deja paso al desorden de una mente abyecta. Me abstraigo en mis recuerdos cercanos pero no consigo encontrar nada antes de haberme metido en este baño, nada antes de mi rostro desfigurado. Nada antes del sonido del agua cayendo. Sigue cayendo, y la detengo cerrando el grifo y mirándome de nuevo en el reflejo. Me encuentro, ahora con el rostro de nuevo en su lugar, pero sigo sin ser yo. ¿Quién soy yo? Ya no lo recuerdo.

Salgo del baño con una mueca de confianza infundada por el silencio del interior del baño, y tal como se ha ido el silencio, se va mi seguridad. Cuando salgo al salón, el primero que me presta atención es Yoongi con una mueca preocupada que me deja en un estado de ansiedad peor del que me encontraba antes de entrar en el baño. Me mira con ojos brillantes y oscuros que me obligan a no mentirle, pero tengo que mentir.

—¿Cómo te encuentras?

—Mejor. –Digo mientras me siento en el sofá a su lado. Jimin sigue en el mismo sitio en el sofá donde antes, con los pies sobre el suelo y la espalda apoyada en el respaldo. Mirando a ninguna parte en concreto, solo pensativo. Taehyung está en la cocina trasteando de un lado a otro, buscando algo dulce de comer. Hoseok y Namjoon hablan el uno con el otro sentados en la mesa de la cocina. Yo me dejo caer en el sofá con una mueca disgustada y dado que he regresado siento los ojos de todos prestarme levemente atención. La suficiente como para cerciorarse de que no me ocurre nada malo.

—Tienes mala cara. –Me dice Yoongi encontrando en mis facciones la realidad que no he querido mostrarle.

—Han sido los porros… —Le digo como excusa pero él se siente ofendido.

—No les eches la culpa a ellos. –Me dice, serio—. La semana pasada te los fumabas como el aire. ¿Qué ocurre? ¿Te encuentras mal o ha sido el disgusto?

—No ha sido el disgusto. –Digo, serio—. No me mires como si fuera un niño. Me molesta mucho. –Le digo y él asiente, retrocediendo un poco en el sofá y mostrándose levemente más formal y adulto.

—Si puedo ayudarte en algo… solo dímelo. ¿Sí? –Asiento, pero al mismo tiempo acabo negando.

—No necesito tu ayuda. Estoy acostumbrado a esto. –Digo y mis palabras quedan en el aire hasta que Jimin las recoge con una mueca pensativa.

—¿Acostumbrado a qué? ¿A los ataques de ansiedad?

—No ha sido un ataque de ansiedad. –Niego con el rostro a lo que él me mira, con ojos entrecerrados.

—Claro que lo ha sido. Yo también he pasado por ellos. –Me dice—. Sudores fríos, mareo, hiperventilación… —Comienza a enumerar los síntomas que desgraciadamente he sentido y exteriorizado—. Agobio, calor, impotencia, desbordamiento e ira.

—¿Ahora eres terapeuta? –Le pregunto con una mueca cansada pero Yoongi me palmea el brazo a mi lado. Sigue mostrando esas piernas delgadas y pálidas que me hacen sentir nervioso.

—No te preocupes, pequeño. Todo saldrá bien.

—No me digas pequeño. –Le digo—. Ni me mires con esa cara de condescendencia. –Le digo y me levanto del sofá mientras me miran pensando que me marcho de forma definitiva pero regreso con un libro en las manos y me siento con él en el sofá. El libro es la colección de obras pictóricas de Goya y rápido me voy a la sección de la serie de pinturas negras. Comienzo a hablar, tal como si estuviera haciendo una presentación en clase, pero esta vez mis espectadores son algo más duros y están levemente atontados. Son como piedras—. Pinturas negras (1819—1823) es el nombre que recibe una serie de catorce obras murales de Francisco de Goya, pintadas con la técnica de óleo al secco (sobre paredes recubiertas de yeso). Las creó como decoración de los muros de su casa, llamada la Quinta del Sordo, ​ que había adquirido en febrero de 1819. Estos murales fueron trasladados a lienzo a partir de 1874, y actualmente se conservan en el Museo del Prado de Madrid. Desde 1820 Goya es cada vez más apreciado por sus contemporáneos cuando aborda el estilo de lo Sublime Terrible en que se enmarcan estas obras. El concepto fue desarrollado por Edmund Burke… —Jimin no me deja seguir.

—¡Ag! No quiero una clase de historia ahora mismo. –Dice quejándose, dejándose caer en el sofá.

—Lo que quiero decir es que son uno de los conjuntos pictóricos más importantes de toda la historia occidental en cuanto a pintura española y tienen…

—¡Cállate! –Me dice con una mueca nerviosa, tapándose las orejas.

—A lo que voy es… —Esta vez es Namjoon el que me interrumpe mientras siento las manos de Yoongi rescatar el libro de mi regazo.

—¿No estás seguro de haber aceptado nuestra oferta? –Pregunta Namjoon con voz seria y todos me miran, expectantes a mi respuesta. Yo me muerdo el labio inferior y suspiro largamente, pensando en las palabras adecuadas. La cabeza me da vueltas y siento nauseas, pero intento contenerlas y anteponer la formalidad y la responsabilidad.

—Sigo en esto, como todos nosotros. Solo intento explicaros que no vamos a robar dos tazas de porcelana de la dinastía Min, ni tampoco los restos de una terra sigilatta romana. Son cuadros realmente representativos de un país y un estilo. –Digo serio, a lo que él me asiente, con mueca condescendiente. Cuanto me molesta.

—Claro que sí. Lo sé. Por eso va a ser un golpe. El mejor que se haya visto. –Dice, serio. Yo frunzo el ceño, pensativo.

—El mejor que se haya visto. –Repito. Me muerdo el labio inferior pero a pesar de que mis conexiones neuronales no funcionan al cien por ciento, algo me raya en sus palabras. Es como un disco de vinilo en donde la aguja está partida y muestra una extraña sinfonía inconexa. Una cinta rayada en donde suena una satánica expresión de lo que era una dulce balada. Porque puedo ver algo más que sinceridad en sus palabras y me atemoriza la idea que acaba de saltar en mi mente—. ¿El mejor? –Pregunto mientras le miro con ojos confusos.

—Sí…

—¿Y cómo siendo el mejor contratas a un ex—convicto pasivo de toda actitud comprometida? –Señalo a Yoongi a mi lado que me mira con una expresión entre ofendida y confusa—. ¿O a un corredor de carreras con un nivel mínimo de tolerancia a la frustración? –Señalo a Jimin—. Un estresado secretario que no ha sabido construir su vida aparte de las ramificaciones de sus obligaciones laborales. Un estudiante prepotente y narcisista con carencias de todas clases. –Me señalo por fin a mí y Namjoon me mira a mí, después mira a Hoseok y por último mira a Yoongi.

—Jeon… —Me dice pero yo insisto.

—No creo que la mejor forma de cometer un robo de estas características sea juntar cuatro patas rotas y sentarse en el banco que las sustentan. Te vas a dar de bruces. –Le digo, pero no parece muy atento a lo que digo, no más que el resto—. No sé yo… —Digo—. Creo que hay empresas de robos, o al menos, ladrones mejor preparados. Esto es una chapuza, esto es… —La mano de Yoongi cae sobre mi hombro mientras me sobresalto y le miro con ojos atentos. Me recibe una sonrisa de su parte que me sorprende y al mismo tiempo me conmueve al punto de que me quedo en silencio. Suspira.

—No piensas con claridad. Vamos, ponte algo de ropa. –Me dice, incorporándose por primera vez mostrando una iniciativa impropia de él. O yo me he excedido con mis palabras o él se ha atemorizado por ellas—. Vamos a dar una vuelta, que te dé el aire. –Me dice mientras tira de mi brazo con cariño y me pongo en pie siguiendo sus pasos lentamente hasta salir del salón. Detrás de mí dejo un silencio pensativo que evoca a los que me han escuchado a hacer como si nada. Yo suspiro largamente y me muerdo el labio inferior, levemente aturdido.

 

 



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