EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 29
Capítulo 29
Yoongi POV:
13/07/1995
Ambos entramos en el interior de la
habitación con el sonido de nuestros pasos revoloteando a lo largo del pasillo.
El sonido de la puerta a nuestra espalda nos deja en una oscuridad solo rota
por la endeble luz que entra desde el exterior a través del balcón abierto de
par en par en la habitación. Rápido me dirijo a dejar sobre mi propia cama el
cenicero, el mechero y el porro y me abalanzo con una sonrisa divertida a los
ventanales para cerrarlos y correr las cortinas, proporcionándonos la intimidad
que necesitamos. Para solventar la oscuridad alrededor Jimin enciende las dos
lamparitas que se encuentran a cada lado de las camas rodeándonos de un aura
anaranjada que es cálida, acogedora y algo, tal vez, un poco tenebrosa.
Prefiero imaginar que es solo el claroscuro de la habitación.
Cuando yo regreso a la cama Jimin deja la
botella de alcohol en una de las mesillas al lado de la cama y yo me arrodillo
en el suelo levantando levemente el colchón por la parte en que recuerdo haber
escondido mi pequeño secreto. De debajo de este aparecen tres revistas que yo
sustraigo con cierto cuidado dado que no son mi propiedad y me yergo de nuevo
mostrándole las revistas a Jimin. Este abre sus ojos como platos y las mira de
arriba abajo, pero no sé muy bien si está mirando la revista o a la mujer
desnuda que se contonea en la portada. Con un gesto de dramatismo infantil cae
en la cama posando su espalda en el cabecero y el sonido reverbera a lo ancho
de la habitación. Yo sonrío en mi máxima capacidad y se las extiendo, las
cuales coge y se las pone sobre el regazo aún sin pasar una sola página, pero
pensándoselo dos veces prefiere retirarlas de él.
—¿No estarán…? –Pregunta a lo que yo niego
con el rostro.
—No. Él me dijo que era cuidadoso con
ellas, y que yo lo fuese. –Le digo a lo que acaba fiándose y las vuelve a
rescatar mientras yo me siento delante de él en la cama, con una pierna cruzada
y la otra colgando del borde de la cama—. Hala, por cortesía de Jeon… —Le digo
señalando las revistas y Jimin niega con el rostro, un poco incrédulo.
—¡Este niño genio! Es un baúl de secretos.
–Asiento y él suspira largo mientras comienza a pasar las primeras páginas.
Cada vez que ve un desnudo nuevo acomete la misma expresión: cejas en alto,
ojos como platos y labios apretados a la par que sus mejillas se enrojecen de
forma inevitable. Yo, mientras él disfruta de las vistas, me entretengo
acercándome el cenicero sobre el colchón y enciendo el segundo pitillo mientras
él me mira de reojo. No dice nada y sigue mirando la revista. El humo comienza
a embriagarnos y no es hasta la tercera calada que no doy cuenta de que este es
también el cuarto de Taehyung y podría meterle en problemas por fumar cerca de
su ropa. Pero es lo que tiene la marihuana, cuanto más lo pienso menos me
importa y con más facilidad se me olvida hasta el punto en que solo oigo las
expresiones alternadas de Jimin. Son siempre las mismas, con el mismo tono y en
la misma sucesión: “Wow, hummm… esta me gusta. Wow, hummm… esta me gusta”. Yo
comienzo a reír por el sonido de sus palabras y con el sonido de mi risa, él me
imita y me acaba por quitar el porro para deshacerse de una de las revistas y
pasármela, mientras se fuma él el resto del porro, dejándome a mí con la triste
figura de una mujer sin rostro en una portada de color pobre. Chasqueo la
lengua y al segundo siento que me lanza una segunda revista, lo cual o yo estoy
demasiado afectado o no le ha dado tiempo real para leerla. Cuando miro la
portada lo entiendo—. Este se me ha colado. Para ti. –Me dice y en la portada
aparece el torso denudo de un chico con una correa negra rodeándole, y de esta,
colgando una pistola.
—Lo entiendo. –Digo—. A mí tampoco me van
los disfraces. Están demasiado banidos. ¿Por qué seas un policía eres
atractivo?
—Eso no. –Me dice, riendo—. Es gay, no me
gustan los chicos. –Dice serio y yo chasqueo con la lengua mientras rescato la
botella de licor de su lado para abrir el tapón ante su atenta mirada, a lo que
él acaba subiendo las cejas—. He traído eso para mí.
—Ya bueno, y yo eso para mí. –Le señalo el
porro en las manos.
—Touché. –Dice encogiéndose de hombros y
yo vuelvo a caer en que tengo la revista sobre mi regazo.
—Al menos échale un vistazo. ¿Quién te
dice que no hay algo que te guste? –Digo devolviéndole la revista y cuando la
tiene en las manos yo abro la botella y pego un trago largo ante su mirada
escéptica.
—Estoy muy borracho. –Me dice y oírle
asumirlo me hace sentir menos culpable por sentirme yo también ebrio—. Ahora
mismo me podría masturbar con un radiador. Cualquier cosa caliente donde
meterla. –Me dice y sus palabras son burdas y duras, me gustan aunque me hagan
sentir idiota.
—Solo míralo, no pierdes nada. Idiota. –Le
digo y él pasa una página como si nada, sin apartar la mirada de mí como si eso
funcionase. Yo le desvío la mirada y bebo un trago de licor que me hace sentir
las mejillas ardiendo. Frunzo el ceño, trago, y el ardor póstumo es dulce y
amargo a la vez. ¿Cómo es posible? Vuelvo a dar otro trago y siento una
necesidad casi incontrolable de comer algo dulce, pero la voz de Jimin me hace
prestarle atención a él.
—¿Esta es de verdad? –Pregunta con los
labios apretados y un puchero. Mira una fotografía de un hombre desnudo,
tumbado, evidentemente endurecido y yo sonrío y acabo carcajeándome de su
pequeño dedo señalando el protuberante miembro de ese señor. Caigo de espaldas
a la cama y evito que la bebida se caiga. Sonrío y me río. Sus palabras me
hacen más gracia aún—. No es de verdad. Es de plástico o plastilina. –Dice
negando con el rostro—. Nadie la tiene así. Parece que está enfermo…
—Se llama envidia. –Le digo riéndome a
carcajadas y él me incorpora tirándome del brazo, mirándome serio.
—No es envidia. –Me dice, frunciendo el
ceño—. Esto es mentira. –Dice y yo le ofrezco la botella.
—¿Necesitas esto? –Le digo y él deja el
porro en el cenicero y atrapa el cuello de la botella quitándomelo de mala gana
y cuando termina de beber se aparta la revista, enfadado, ofendido.
—Ya no quiero ver más de eso. –Dice y coge
la tercera revista, una segunda heterosexual—. ¿Ves? Esto es mejor…
—¿Y te crees que esto es de verdad? –Le
digo posando mi índice sobre los senos de una de las chicas en la revista. Él
aparata la revista de mi alcance.
—Claro, y si no, ¿qué importa?
—Lo que tú digas. –Le contesto
desinteresado y le robo las últimas caladas del cigarrillo y dejo el cenicero
sobre la mesilla, al lado de un cerco de humedad por el culo de la botella. Me
siento mejor en la cama frente a él y cojo la revista homosexual para mirar en
el interior, algo que no haya visto ya, por desgracia no encuentro nada. Me
dirijo sin pensarlo demasiado a una de las imágenes que más me llamó la
atención y que me ha regalado dos deliciosa pajas. Cuando la encuentro me
deleito en la imagen, un hombre sentado de cara al espectador sobre una silla
mientras unas cuantas correas le tienen atados de manos y pies. Basta decir que
está desnudo y que la imagen en vez parecer algo más visceral, es simple y
agradable. Las correas no fuerzan, son meramente decorado. El rostro del chico
imberbe mira la cámara con una mirada lujuriosa que es lo más excitante de toda
la imagen y siento como mi pene da una punzada. Me siento aturdido por todo
alrededor y puedo ver el líquido de la botella moverse frente a mí, Jimin le ha
dado otro trago. ¿Qué intenta? ¿Excitarse incluso metiéndola en el congelador?
Niego con el rostro chasqueando la lengua y sigo observando la revista.
Pasados al menos dos minutos en silencio
observado las imágenes me tengo que sentar de nuevo en otra postura de forma
que la tirantez de mis vaqueros no me moleste mientras mi pene se empalma.
Cuando me doy cuenta de que me estoy sintiendo terriblemente excitado ya es
demasiado tarde para detenerlo. En una situación normal, incluso con un par de
copas, habría podido solventarlo sin nada más que respirar hondo, pero ahora
mismo he perdido la noción del tiempo y si estuviera ciego, la del espacio
también. Ni siquiera recuerdo haber entrado en esta habitación ni cómo diablos
ha surgido la maldita idea de venir hasta aquí. Solo visualizaba las revistas y
mis ansias en forma física de ver la expresión de Jimin al verlas. Pero hay
algo más importante que intentar rescatar de la nada mis pensamientos y la idea
de venir aquí, es necesario calmar esta sensación de ardor que me está
recorriendo poco a poco y como esta termina por tomar el control de la
situación. Sin mi permiso, sin acatar la orden que da una pequeña parte de mi
cerebro responsable del autocontrol, se limita a imaginar escenas del todo
ambiguas que no me dan una realidad pero que son sin embargo un aliciente para
seguir endureciéndome: Jimin desnudo, Jimin en esta cama, en mi cama, en una
silla, desnudo, sentado, de manos y pies atado.
Creo que podría romper a sudar en
cualquier momento o tal vez lo haya hecho ya, no importa tampoco, yo no me veo
y Jimin tiene los ojos metidos en el desplegable de una de las revistas. No ha
dicho una sola palabra y eso me preocupa, pero yo tampoco y eso tal vez le
traiga a él sin cuidado. Está en mi cama, acabo de caer en ello. Está en mi
cama tirado, solo le falta estar desnudo y esa idea comienza a comerme por
dentro. No le falta tampoco mucho, los vaqueros, la camiseta de tirantes.
Seguro que no lleva ropa interior, o al menos, quiero imaginarme que no es así.
¿Le dolerá? ¿Él también se habrá excitado? Si yo lo he conseguido él ha caído
presa de ello. Quiero verlo, quiero saber de qué tiene envidia. Quiero que me
diga “me gustan las mujeres” para yo negar con el rostro mientras chasqueo la
lengua. La imagen es tan real, es tan palpable. ¿Por qué diablos ahora mismo mi
imaginación supera en calidad de imagen a la realidad que se presenta ante mis
ojos?
Me paso la mano por encima del vaquero en
la zona de la entrepierna y me vuelvo a sentar de forma diferente. Él se
percata de esto y levanta la mirada para mirarme al principio sin curiosidad
pero al reconocer el gesto de mi mano presionando con la muñeca mi glande
despierto bajo sus pantalones me mira con ojos pícaro y una ceja en alto.
¿Antes sus labios eran tan carnosos? Parecen dos nubes de caramelo rosas.
—¿Te pasa algo? –Me pregunta sabiendo de
sobra la respuesta. La pregunta solo me hace sentir aún más incómodo.
—¿Tú qué crees? –Le pregunto despectivo y
él deja la botella cerrada encima de la mesilla a su lado sin apartarme esa
mirada que me hace sentir tan inquieto.
—Pues detenlo. No quiero que manches mi
ropa. –Dice mirándome—. Dios, qué asco, quítate eso. –Me dice señalando los
vaqueros que porto en este intento. Yo le miro con la misma pícara expresión
que me ha regalado él.
—¿De veras quieres eso? –Le pregunto y
asiente, enfadado.
—Joder, he dicho que te lo quites. –Dice
quitándose la revista de en medio y abalanzándose sobre mí para llevar ambas
dos manos a la hebilla del cinturón, después deshaciéndose de los botones del
pantalón y bajándolo mientras yo le miro desde la distancia ayudándome con mis
manos para deshacerme de la tela sobre mi piel. Lo quiero tan desesperadamente
como él y cuando lo hemos logrado tira el pantalón lejos y se coloca entre mis
piernas abiertas mientras se deshace de su camiseta de tirantes arremangándosela
hacia la cabeza y después me ayuda a mí a deshacerme yo de mi camisa. Tira la
ropa no sé a dónde, no importa. Tanto da si caen sobre la cama, al lado o a un
abismo sin fondo, solo tengo su cuerpo delante del mío y no necesito más en este instante.
Segundos después me toma de la cintura, y
yo me dejo hacer mientras siento como se abalanza a mi cuello para morderme y
chumar la piel alrededor. Yo ya no sé qué hacer, me pierdo en mis propias manos
llevándolas a su cabeza, desplazándolas a través de su espalda o bajando la
línea de sus vaqueros. Lo hago con su ayuda y me coloca frente a su
entrepierna. No va a ser una penetración dulce pero tampoco me gustan de otra
forma. Antes de darme cuenta se está reconduciendo con una húmeda y gruesa
polla que me hace curvar la espalda. Entra de golpe, entra con un gemido y un
fruncimiento de ceño, y una vez dentro, comenzamos a gemir al unísono. La cama
suena, es imposible que no se nos oiga desde fuera pero me olvido de que hay
gente en exterior, no impronta los vecinos ni si quiera que mañana no pueda
andar, se siente terriblemente bien al verme satisfecho por su volumen en mi
interior. Cuanto lo ansiaba, aunque sea solo uso segundo.
Yo comienzo a masturbarme y él se esconde
en la línea de mis hombros mientras gime y entre gemido y gemido me muerde. Yo
me agarro a él con fuerza y me dejo ir, al fin, liberándome de la presión de la
responsabilidad y la decencia. Cuanto echaba en falta el contacto de alguien,
el aliento de alguien sobre mi piel, el murmullo de un gemido, el sonido de
pieles chocando. El calor, el ardor, el líquido en mi interior que estalla con
el sonido de Jimin gimiendo mi nombre. Acabo a los pocos segundos de que se
corra en mi interior y tan rápido como el calor ha venido, nos envuelve una ola
de frío que solventamos cubriéndonos con las mantas. Y joder, la sensación de
mareo acaba por cegarme, me dejo inundar por el desconcierto, por la música de
sus gemidos aun reverberando por la habitación. El sonido de su piel, su tacto,
su olor, su sabor. Se ha ido, se ha marchado y se cierne la oscuridad de mis
párpados. Todo desaparece, solo queda el sonido de nuestras respiraciones. Nada
más.
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