EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 28
Capítulo 28
Jungkook POV:
13/06/1995
Sujeto el brazo de Taehyung ante su
repentina necesidad de huir hacia algún lado y mi primera opción es que se vaya
a meter en su cuarto, pero surge en mi mente la idea de que pueda desaparecer
por la puerta de la calle, y ante esa idea, prefiero internarlo dentro de mi
cuarto mientras cierro detrás de nosotros con un portazo y ante el desconcierto
de su rostro frente a mis acciones. Ahora el alcohol desaparece junto con su
efecto de mi sangre y solo puedo pensar en la idea de que tengo que pagar
cuentas con él. Su rostro serio me mira pero cuando se torna avergonzado me
retira la mirada, y es ahora cuando quiero golpearle. Este soy yo frente al
alcohol, un manojo de mal carácter frente a la realidad. Y él es lo más parecido
a un saco de boxeo que encuentro en esta habitación. Pago con él las cuentas
que me tengo conmigo mismo mientras intento susurrar en un tono enfadado,
procurando que no se nos oigo desde afuera.
—¿Se puede saber qué diablos te pasa para
salir huyendo así, de esta forma?
—¿Quién eres tú para pedirme explicaciones
de mis actos? –Me dice con toda la razón del mundo pero ni yo mismo puedo
entender hasta qué punto el alcohol comienza a hacer mella en mi capacidad de
raciocinio.
—Me importa una mierda que tengas una
placa en el uniforme. No puedes largarte así, sin más.
—Hago lo que me da la gana.
—No, no en esta casa. –Digo y mi voz suena
demasiado adulta. Más de lo que realmente soy.
—¿De qué hablas?
—Pides respeto pero el primero que tiene
que tenerlo eres tú. Me paso la mañana esperándote en casa, te preparo la
comida a sabiendas de que vienes cansado de trabajar y lo único que recibo es
que te levantes sin más y te largues. Así, sin venir a cuento. Ni siquiera les
has pedido perdón al resto por tu comportamiento de ayer, como me dijiste que
harías. –Le recuerdo señalando la puerta a mi espalda. Él no me contesta y
frunce el ceño arrugando su nariz—. Y ahora otra vez. Puf. Te esfumas sin más.
—No tengo que darle explicaciones a nadie
de lo que hago. Ni a ti, ni a nadie. –Se intenta hacer paso a través de mí para
salir de la habitación e ir afuera o a su cuarto. Yo me interpongo en medio.
—¿A dónde te crees que vas? –Le pregunto y
él me empuja levemente pero yo tengo más fuerza y le hago retroceder de un
empujón. A lo lejos se oye el sonido de una puerta cerrándose que por la
dirección deduzco que es la de Namjoon.
—Déjame pasar. –Me dice con voz seria y
autoritaria. Seguro que a algunas personas en la oficina eso les intimida pero
yo no tengo miedo e hincho mi pecho negando con el rostro.
—Hum Hum. –Digo negando con el rostro y
parece que acaba cediendo, mientras se aleja un paso, se cruza de brazos y me
mira de arriba abajo.
—Soy policía, podría detenerte si
quisiera.
—No lo harás. ¿Quieres buscarte problemas
y que se descubra en qué estamos metidos? –Le digo serio—. No te tomarían en
serio, no eres más que un secretario que solo sabes llevar el papeleo de un
lado a otro. –Le digo y él me mira despectivo, con ojos irascibles.
—Tú también has bebido. ¿Acaso te
arrepientes de sacar nueves y no dieces? ¿Te cansas de ser siempre perfecto?
–Dice, con voz asqueada. Yo no me siento ofendido.
—Mis notas son el mejor de los resultados
de mi esfuerzo. –Digo, orgulloso—. Si he bebido es cosa mía. Yo no te estoy
reteniendo aquí porque me des explicaciones de tu puñetera vida.
—¿Quieres saber porque me he levantado y
me he marchado sin más? Por eso mismo, porque no quiero dar explicaciones de mi
jodida vida. A nadie. ¿Quieres escuchar la mierda que tengo que decir? No me
importa a mí, no tiene porque importarte a ti ni a nadie. Es mejor levantarse y
marcharse, sin más.
—Eso es de mala educación.
—Perdona si no me han dado la mejor
educación del mundo, como a ti, pero yo tengo mi forma de ser y si decido
levantarme e irme, es cosa mía. ¿Qué jodido problema tienes?
—Tu comportamiento es mi problema. Vienes,
nos das tres órdenes y te marchas a tu cuarto, al día siguiente te hago la
comida y desapareces sin más…
—Ya veo. –Dice, con una sonrisa sarcástica—.
El problema es tuyo no mío. No veo que nadie se haya quejado por mi
comportamiento.
—Porque al resto le importas una mierda.
–Digo y no me doy cuenta de lo que digo hasta que no reverbera alrededor. Él se
me adelanta antes de dar una explicación de mis palabras.
—¿Y has creído que a mí me importáis una
mierda? –Yo frunzo el ceño—. No os conozco de nada, y además, lo poco que sé de
vosotros me da asco. Uno es un delincuente buscado durante años por la policía
que ahora, de repente y gracias a mis chanchullos, está en libertad de nuevo
cuando debería estar cumpliendo condena, el otro es un mujeriego con una
tolerancia a la frustración mínima, y tú, un bebé que ha leído dos libros y se
cree el cerebro más inteligente del piso. Déjame decirte que solo eres un niño
precoz, nada más.
—¿Y tú? ¿Qué pasa contigo?
—Mis problemas son solo míos, y tú no
tienes porqué interferir. –Vuelve a hacer un amago de salir, dado que da por
finalizada la discusión. Yo vuelvo a impedirle el paso al exterior—. Déjame
pasar, joder. Me estás tocando las pelotas. –Murmura mientras intenta apartar
mis brazos con sus manos. Tira de mi camiseta, yo sujeto sus hombros y le hago
retroceder hasta que sus piernas rozan con la línea del colchón de mi cama.
Cuando se da cuenta me da un empujón que me hace retroceder y me mira, con ojos
serios—. Vete a la mierda, Jeon.
—Que te jodan. –Le dijo empujándolo a la
cama. Él cae e intenta golpearme con una pierna pero yo me subo encima y le
sujeto las manos que intentan hacerse paso para golpearme. Lo consigo
quedándome sobre él y él no es capaz de mirarme fijo. Lo hace de vez en cuando
con las mejillas claramente acaloradas y con una expresión cansada. Sus ojos
están levemente enrojecidos seguro que por el humo. O eso pienso hasta que veo
una lágrima cayendo por su sien y cierra sus ojos, impidiéndome que le vea por
mucho más tiempo. Chasqueo la lengua pues la imagen ha conseguido conmoverme y
me quedo mirando la forma de sus mechones esparcidos por el almohadón, la forma
de sus manos con las mías agarrando sus muñecas, sus labios, enrojecidos, la
punta de su nariz ruborizada. Me quito de encima de él y me tumbo a su lado
apoyado en el codo sobre el almohadón—. ¿Por qué lloras ahora? –Le digo en un
susurro, pues no hace falta más. Está a unos centímetros de mi rostro y él se
gira de espaldas a mí, lo que me hace sentir enfadado de nuevo. Rodeo su cuerpo
pasando por encima de él mientras me río por la nariz al ver cómo sus ojos me
siguen en el recorrido. Me tumbo de su otro lado y chasqueo de nuevo la lengua
mientras esta vez le sujeto por el hombro, para que no se gire y me retire la
mirada.
—Déjame en paz. –Me dice, en un susurro
como el mío y yo no consigo entender nada. El alcohol me nubla el pensamiento y
la situación me supera con creces. La habitación se encuentra en un silencio
confuso y avasallador. Se escucha el sonido de la puerta de otro cuarto y oigo
pasos dentro de este. No se oye nada más por el momento, solo voces muy lejanas
y el sonido de la respiración de Taehyung a mi lado.
—¿Por qué lloras? –Le pregunto y él niega
con el rostro, confuso y cansado, como yo—. Perdóname. –Le digo, comenzando a
sentir una punzada de culpabilidad al pensar que llora por mi culpa y él niega
de nuevo con los ojos cerrados.
—Lo siento. –Me dice y yo acaricio su
pelo.
—¿Vas a contarme porque lloras? ¿A qué
vienen estos cambios de humor?
—Es el alcohol. –Se excusa pero yo sé que
no es cierto.
—Si hay algo que tengas que contar, solo
dímero. ¿Hum? Si necesitas a alguien con quien hablar, puedes hablar conmigo.
—No necesito un amigo. –Me dice y yo me
muerdo el labio inferior.
—Pero yo sí. –Digo, y la verdad es que no
me lo esperaba ni yo mismo cuando lo suelto con tanta naturalidad—. Nunca he
tenido verdaderos amigos, estaría bien por una vez confiar en alguien—.
Taehyung no dice nada. Se me queda mirando con una expresión neutra mientras
más lágrimas caen de sus ojos y cuando me mira yo le sonrío con una expresión
amable e infantil. Vuelvo a chasquear la lengua por tercera vez y me tumbo a su
lado mientras suspiro y poso un beso sobre su frente. El gesto nos deja
desconcertado a ambos, pero una vez está hecho, ya no hay vuelta atrás. Él
rodea mi cintura con sus brazos y este sí que es un gesto del todo sincero y
premeditado. Oculta su rostro en la línea de mi cuello y yo cierro los ojos
mientras me estiro para apagar la luz. El silencio nos envuelve igual que el
sonido de nuestras respiraciones alrededor de la estancia. Suspiro largamente y
mientras su olor me invade la sensación de sus manos rodeándome me hace sentir
que puedo, por primera vez en mi vida, disfrutar de alguna clase de contacto
humano. Me acurruco mejor en su abrazo y me dejo acunar por él.
Comentarios
Publicar un comentario