EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 27

 Capítulo 27

 

Yoongi POV:

13/06/1995

 

Con la copa de la mano a punto de beber otra vez de ella por el solo placer de hacerlo, y con el porro en la mano izquierda, recién rescatado de las manos de Jeon, me quedo mirando en dirección al pasillo como Jeon sujeta del brazo a Taehyung mientras le susurra un par de palabras y lo introduce en la habitación de él y Jimin mientras aún sigue reverberando el “Taehyung, espera” que acaba de gritar segundos antes. Puedo aún sentirlo recorriéndome por cada capilar de mi torrente sanguíneo. Me quedo paralizado, como los tres que aún permanecemos en el salón. Namjoon mira a su copa, levemente decepcionado con su participación en el juego, Jimin me mira a mí y yo miro hacia el pasillo hasta que comprendo que no van a salir del cuarto y no pretenden hacerlo. Suspiro largamente intentando escuchar algo a través de las estancias pero no me llegan más que susurros incompresibles con lo que acabo cediendo a la realidad que se me presenta y le devuelvo la mirada a Jimin que se encoge de hombros un tanto impactado como yo y después miro a Namjoon, llevando el porro a mis labios.

—Te has cargado el juego. –Digo y él me devuelve una mirada entre decepcionada y altiva.

—¿Yo? Sois unos sensibles de mierda. –Me contesta duro y no parece ser consciente de que Jimin sigue delante.

—Además de que ha sido una pregunta completamente fuera de lugar. Eres el único aquí que debería estar arrepentido de su estilo de vida. El resto al menos tenemos integridad moral. –Digo mientras Jimin nos mira a los dos, alternativamente.

—¿Tú? ¿Integridad moral? No me hagas reír.

—Yo no he matado a nadie. –Digo orgulloso de ello y con mis palabras se ve obligado a levantarse y dejar la mesa.

—Me voy a dormir. No hagáis mucho ruido. Que os aproveche la noche. –Sentencia y pasa a través de la espalda de Jimin posando su mano sobre uno de sus hombros y sale del salón para adentrarse en el pasillo, ir a su cuarto, y cerrar detrás de él. El silencio vuelve a hacerse mientras Jimin bebe un poco de su copa y yo me llevo el filtro del cigarrillo a los labios, aspiro profundamente y suelto el humo que nos rodea poco a poco. Después su mano lo reclama y se lo paso mientras me devuelve una mirada algo triste pero sobre todo, aturdida.

—Aunque me enfade, —le digo—, me ha hecho gracia el momento. –Reconozco, a lo que él me mira curioso.

—A mí no me ha hecho ni pizca de gracia.

—Pero has bebido… —Digo—. Podrías simplemente haber pasado.

—Tú sabes la verdad, Jeon la sabe, todo el mundo sabe que he dejado mi carrera porque no estaba bien con ella… Lo que no entiendo es lo del resto. –Señala en torno a él, y después, me señala a mí.

—Tú, por ejemplo, entiendo que no has tenido otra opción en la vida y que las cosas surgieron así, entiendo que has  podido estar metido en muchos líos y que no puedes tener una vida tranquila, pero ¿Jeon? Lo tiene todo. Dinero, buenas notas, un buen futuro por delante… Y Taehyung es policía, por el amor de Dios. Aunque sufra siendo un mero secretario tiene toda la vida por delante para intentan lograr algo más.

—Cada uno tiene sus problemas, Jimin, no puedes pretender conocer a alguien con dos noches y tres días juntos. ¿Entiendes? –Asiente, pero sé que no está de acuerdo conmigo, igual que yo no puedo entender, al igual que él, lo acontecido hace unos segundos. Deja escapar humo de sus pulmones y después me pasa el cigarrillo. Suspiro largamente y con una mueca de desinterés y negando con rostro mientras suelto un chasquido de mi lengua me incorporo y rescato la botella de ron para servirme otra copa—. Qué más da. ¿No? Vivamos la vida como mejor se nos presente y disfrutemos del alcohol gratis. –Digo y vierto ron en la misma copa que estaba usando. Aún quedan hielos en el interior así que no me preocupo de abastecerla de más. Aún queda regusto de manzana y con ello me conformo.

—¿Vas a seguir bebiendo? –Me dice con una mueca divertida y yo me encojo de hombros, regresando la espalda al respaldo.

—¿Por qué no? ¿Hum? La noche es joven, solo son las doce y media. ¡Vivamos! –Digo y él se anima a servirse una copa más—. Pero ven, siéntate a mi lado. –Le dijo señalando el sitio de Jeon y este me mira, con las cejas en alto—. De todas formas no creo que vayan a volver y si lo hacen, que se sienten en el suelo. –Digo y él me sonríe mientras se levanta, copa en mano, y rodea la mesa. Su sonrisa es evidentemente ebria pero creo que aun tiene la cordura suficiente como para juzgar si mi comportamiento es del todo normal. Claro que no lo es, yo también me siento achispado.

—¿Aquí? –Pregunta sentándose, o mejor dicho, dejándose caer sobre el asiento a mi lado y yo tuerzo el labio, poso una de mis piernas sobre una de las suyas de manera que caiga entre sus dos piernas y entonces asiento.

—Ahora perfecto. –Se ríe a mis palabras y por mi gesto, y su mano va de forma inconsciente a rodear mi muslo con ella. Entre que su mano es pequeña y mi muslo es delgado, me siento intimidado. Su contacto es agradable y me gustaría estar así de por vida, con nuestros hombros rozándose y con su mano sobre mi cuerpo, sobre la tela de su propio pantalón. Soy consciente de ello en este mismo instante, y él también.

—Aún no te has quitado mi ropa. –Dice, divertido—. Parece que te ha gustado ¿hum? –Asiento.

—No suelo vestir de niño pijo a menudo, pero es ropa cómoda. –Digo sin más y me llevo el cigarrillo a los labios. Él me mira atento mientras me llevo el filtro a los labios, cuando aspiro aire él pasa su brazo a través del respaldo de mi silla, y cuando suelta el humo, él no despega sus ojos de él. No sé si está lo suficientemente borracho como para desinhibirse con una mirada intimidatoria hacia mí o simplemente no sabe qué diablos está haciendo, pero yo me le quedo mirando y sonrío mientras él me devuelve la sonrisa y me roba el cigarrillo.

—Compraste esta mierda para que pasáramos un buen rato todos juntos… —Dice mirando el porro entre sus dedos. Entre el índice y el corazón. Sus dedos se ven extrañamente adorables con un cigarrillo ya casi terminado entre ellos. Sus uñas están perfectamente recortadas y estoy seguro de que sus yemas están levemente ácidas por haber tocado la lima—. …Pero creo que solo ha causado más problemas…

—Yo no lo llamaría problemas…

—¿Cómo lo llamarías? –Pregunta volviendo a fumar. Sus orbes están más oscuros de lo que recordaba, tal vez sea que están entrecerrados  más de lo que suelen estar.

—Consecuencias de no saber beber… —Digo simple—. Hay gente que se deprime, otros que se enfadan y otros que se divierten… —Niego con el rostro junto con un chasquido de mi lengua—. Los jóvenes de hoy en día no saben divertirse con el alcohol. Se desmadran, se desmayan y adiós.

—No te creas tan mayor, que apenas eres un chiquillo. –Me dice y me pasa el cigarrillo. A esta distancia puedo oler su colonia. Está demasiado cerca. Lo suficiente como para poder morder su cuello sin consecuencias.

—¿Entonces tú eres un bebé? –Le pregunto y él se encoge de hombros mientas se apoya mejor en el respaldo de mi silla.

—¿Parezco un bebe? –Pregunta mientras me mira altivo y desafiante. Su mirada está lo suficientemente cerca como para hacerme sentir intimidado pero le aguanto la mirada con una expresión desinteresada.

—Sí lo eres, y por ende, no puedes tomar de esta mierda. –Le digo dándole la última calada al porro y apagándolo en el cenicero de en medio de la mesa. Él me mira con ojos algo cansados pero con una mirada desafiante. La cercanía de su cuerpo con el mío me hace sentir tremendamente incómodo pero a la vez, soy yo quien ha buscado esta cercanía. Sus mejillas acaloradas le hacen perder toda paciencia y se despega de mí para quitarse la camiseta de manga corta y quedarse en una camisa interior de tirantes y blanca, que remarca perfectamente las sombras de su cuerpo tallado en mármol. La deja encima de la mesa en un pequeño hueco seguramente mojado de algunos círculos de agua pero no parece importarse. Cuando vuelve a ponerse sobre el respaldo centra sus dos manos en mi pierna sobre él. Me aprieta con sus dedos, me recorre el vaquero con ellos y después me mira, sonriendo.

—En cierto sentido me alegro de haber jugado a esta tontería. –Dice, soltando mi pierna con una mano y llevándola a buscar su copa, le pega un trago largo y la deja en su sitio.

—¿De verdad?

—Sí, a lo tonto, acabas conociendo a las personas con las que compartes piso. –Dice mirándome—. Se conocen secretos interesantes.

—Yo no tengo nada que esconder. –Digo serio—. Solo tendrías que haber preguntado para que contestase. No creo que nadie de los que hemos jugado tuviéramos nada que esconder y que hayamos soltado por obligación. Es tan sencillo como aparentar una mueca seria y no beber. ¿No crees?

—Supongo. –Dice—. Pero se simplifican mucho las cosas. En vez de una larga y tediosa conversación llena de convencionalidades, es pregunta y respuesta.

—Sigamos jugando, pues. –Le digo y rescato mi copa de la mesa. Le miro en busca de su aprobación y él me devuelve una sonrisa infantil.

—Solo somos dos, no será divertido.

—Probemos. –Digo desinteresado mientras pienso—. Yo nunca he… —Él me corta.

—No valen trivialidades. No quiero dormirme… —Dice aburrido y yo levanto las cejas.

—Muy bien. –Suspiro—. Yo nunca he hecho un trío. –Le digo y él no piensa mucho para beber. Yo levanto las cejas y él se encoge de hombros.

—Con dos chicas. –Aclara mis dudas y yo asiento, conforme—. Yo nunca he chupado una polla. –dice despectivo y yo bebo un trago largo. Después me paso el dorso de la mano por los labios y le miro con una ceja en alto.

—¿Algún problema con ello? –Le pregunto y él se encoge de hombros.

—Ninguno. –Yo asiento, conforme.

—Yo nunca lo he hecho en un coche. –Digo, pensando que es una mala opción pero él bebe y me hace sonreír su respuesta. Me mira sonriendo y yo asiento, conforme.

—Yo nunca me he comprado porno. –Dice y yo le miro, despectivo.

—Yo tampoco. –Digo pero de repente doy un respingo en la silla y su mano se mueve con el movimiento de mi pierna. Me acerco a él, sonriendo, y él me gira el rostro para darme de cara su oreja. Me acerco con cuidado—. Yo no, pero sé quien sí. –Él gira su rostro con una curiosidad pasmosa y sonrío de forma diabólica—. Vamos a mi cuarto, tengo algo que enseñarte. –Le digo y él no tarda demasiado en bajar mi pierna de él y ponerse en pie. Yo llevo el cenicero junto con el segundo porro que ha hecho Jeon y un mechero. Él se agencia de una de las botellas y salimos corriendo en dirección a mi habitación.

 

  


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