EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 23

 Capítulo 23

 

JungKook POV:

12/06/1995

 

La música suena de fondo. La verdad es que no reconozco la canción ni tampoco al cantante pero me sorprendo bailándola con las caderas mientras corto algo de la verdura que caerá dentro de poco en el wok sobre el fuego con el resto de alimentos. Miro el reloj colgado de la pared mientras muestro una dulce sonrisa porque Taehyung debe estar a punto de llegar y me siento obligado a hacerle algo de comer que sacie su hambre y apacigüe su mal humor que de seguro trae. Anoche apenas cruzamos dos palabras cuando se metió precipitadamente en la cama dado su estado de cansancio y he de reconocer que no me veo en una situación similar.

Cuando estoy a punto de verter las verduras cortadas sobre el wok escucho de lejos el sonido del timbre sobresaltándome. No estoy seguro de cómo reaccionar y lo primero que hago casi de forma inconsciente es retirar el wok del fuego y apagar el gas por miedo a que pueda suceder algo. Me asomo al pasillo y no veo más que una oscuridad rota a trozos por la luz entrante de las habitaciones. Suspiro largamente y me encamino en silencio con la música de fondo que debería haber bajado su volumen dado que puede irse de seguro desde el exterior. De nuevo el sonido del timbre me pone los pelos de punta y mientras cojo aire recorro el resto del pasillo y me asomo a la mirilla encontrándome con la nada más absoluta.

Sin más dilación y con una curiosidad que supera a mi instinto de supervivencia me atrevo a abrir la puerta para encontrarme a un Taehyung arrodillado en el suelo frente a su maletín abierto y revolviendo en el interior en busca de algo que no parece encontrar. Yo frunzo el ceño y miro a mi alrededor, encontrando en la mesilla cerca de la entrada unas llaves junto con un llavero del logotipo de la comisaría. Frunzo el ceño de nuevo esta vez con una sonrisa exasperada y las cojo mientras le veo seguir revolviendo. Las zarandeo y el sonido le pone en alerta levantando la vista en mi dirección con unos ojos curiosos y atentos.

—¿Buscabas algo? –Le pregunto a lo que él suspira con exasperación y acaba levantándose mientras recoge todo el barullo de los papeles. Yo le ayudo y él me devuelve una mirada sonriente y algo avergonzada. Entramos al fin conmigo delante mientras él no deja pasar el olor que desprende la casa.

—¿Estás cocinando?

—Sí. Te estaba haciendo algo de comer. Bueno, y para mí también. –Le digo mientras entramos en su habitación y le dejo los papeles encima del maletín que él ha puesto sobre la cama. Ambos nos encaminamos fuera y yo sigo el pasillo adelante y él viene detrás de mí. Al pasar por enfrente de mi habitación resopla, algo sorprendido.

—Tienes la cama hecha un desastre. –Me dice por la cantidad de libros que hay encima, abiertos y desperdigados.

—He estado leyendo.

—¿Cuántos libros lees a la vez? –Me pregunta sorprendió pero yo niego con la cabeza.

—Es solo que ha aparecido algo en un libro y me he puesto a investigar en otros tantos. No le des importancia. –Le digo pero es imposible que no se la dé cuando llega a la cocina junto conmigo y encuentra que la mesa de la cocina no está mucho mejor que la superficie de la cama de mi cuarto. Me mira sonriendo y yo me encojo de hombros—. No me mires así, no son tantos libros. Apenas seis. –Digo señalándolos y en realidad son siete, pero no me atrevo a corregir mi error—. No sabía qué hacer, estaba algo aburrido. –Digo y él asiente simplemente limitándose a dejarlo estar mientras se acerca a la cocina y yo regreso a encender el gas y posteriormente el fuego y pongo de nuevo la sartén sobre este, de forma que la verdura se siga haciendo.

—¿Qué me estás cocinando? –Pregunta mientras mete la cabeza de por medio, curioso.

—Verduras con pollo picante y arroz. –Le miro en forma de buscar una aprobación de su parte y asiente, sonriendo ampliamente.

—La cena la haré yo. –Me dice mientras yo asiento encogiéndome de hombros, conforme.

—Tendrás que cocinar para más personas. –Digo y él parece ser consciente por primera vez que Yoongi y Jimin no están en la casa. Se gira un par de veces sobre sí mismo buscándolos con la mirada e incluso mira hacia el pasillo, pero después busca respuesta en mi mirada divertida de sus gestos.

—Se han ido a comer fuera. –Le digo sin más y él asiente, conforme.

—¿Y eso?

—No lo sé. Jimin quería dar una vuelta y Yoongi también necesitaba salir para que le diera el aire. Creo que su culo estaba empezando a coger la forma del sofá. –Digo y Taehyung sonríe mientras se pone a mi lado y comienza a remover las verduras que acabo de echar por fin en la sartén.

—¿Por qué no has ido con ellos? –Pregunta y yo le miro ofendido.

—Alguien tenía que abrirte la puerta, ¿no te parece? ¿O pretendías comer en el descansillo?

—Idiota. –Susurra con una sonrisa que yo acabo por agradecer y suspiro largamente mientras me decido a rebuscar en los cajones las salsas que he visto antes y él me mira con una mueca curiosa.

—¿Quieres que vaya haciendo algo? ¿Pongo la mesa? –Me pregunta yo asiento pero me percato de la presencia de los libros, a lo que él se me adelanta—. ¿Te los llevo al cuarto? –Pregunta y yo asiento con una sonrisa mientras me encargo de seleccionar las salsas y echarlas en la sartén repleta de verdura y carne ya hecha. Lo hago y al segundo desprende un ácido olor picante que me hace sonreír satisfecho. Lo remuevo todo mientras veo a Taehyung hacer dos viajes a mi cuarto cargando con los libros. Cuando regresa la segunda vez se acerca a mí y rebusca en los cajones los cuencos que vayamos a usar.

—Vete sirviendo el arroz en dos cuencos. –Asiente y lo hace sumisamente y de forma tranquila y eficaz. Cuando lo tiene todo se vuelve a girar a mí para que vuelva a darle indicaciones, como un niño pequeño, como un secretario necesitado de un sueldo indispensable—. Coge cubiertos, están en el lavavajillas, limpios.

—Voy. –Contesta y cuando él ha terminado sirvo la carne y la verdura en una fuente que después llevo a la mesa y mientras que él se sienta a un lado, yo me siento justo en frente viendo como coge los cubiertos y me mira, esperando a que yo comience a comer.

—Pruébalo, a ver qué tal está. –Asiente mientras se lleva el cuenco del arroz cerca de él, coge un poco de verdura con una pequeña porción de carne y se lo lleva a los labios junto con un poco de arroz. Después de tragarlo se saborea el paladar y me mira con una sonrisa amable que me hace sonreír a mí también. Asiente conforme y se lleva los labios a un vaso de agua—. ¿Me he pasado con el picante?

—No. Está bien. Además, a mi me encanta. –Dice sin más y sigue comiendo en silencio hasta que yo intento entablar algo de conversación.

—Hoy pareces de mejor humor que ayer. –Digo mirándole curioso pero él lo hace avergonzado.

—Lo siento. Por lo de ayer. No tuve un buen día y solo quería descansar. Estoy acostumbrado a llegar a una casa en silencio, y esto es un poco raro para mí. –Dice y yo asiento, sincero.

—Lo entiendo, a mi me pasa igual. Pero hay que adaptarse. –Asiente.

—Lo siento, de veras. Ayer fui un poco borde.

—No conmigo. Creo que no es a mí a quien tienes que pedir disculpas.

—Lo sé Cuando regresen hablaré con ellos. –Dice y me devuelve una mirada sonriente a lo que yo asiento y no digo más, porque no se me ocurre de qué hablar. Apenas sé nada de su trabajo y él apenas sabe nada de mí y eso me resulta extraño pero tengo la extraña sensación de que puedo llorar en su hombro si lo necesito, será un lugar agradable y reconfortante—. Pensé que estudiabas restauración o algo así de obras de arte. –Dice mirándome serio y yo frunzo el ceño.

—Y así es. ¿Por qué?

—Algunos de los libros que he recogido eran de psicología, y otros de anatomía. –Dice y levantando una ceja y yo asiento, encogiéndome de hombros.

—¿Y? No solo sé de cuadros y esculturas.

—¿Para qué necesitas saber de anatomía?

—No es una necesidad, es un placer. –Digo y él me devuelve una mirada en donde me muestra que no acaba de comprenderme y yo ruedo los ojos mientras él regresa a comer y yo le imito—. ¿Qué tal el trabajo hoy?

—Bien, los sábados suelen ser un día tranquilo. La verdad es que solo la mitad van a trabajar y mañana solo se quedan los que hacen horas extra y los jefes.

—Ya veo. –Nos volvemos a mantener en un extraño silencio del que no sé cómo salir hasta que él no vuelve a hablar.

—¿Por qué eres tan amable conmigo? –Pregunta de repente y me quedo pensativo, rememorando sus palabras en mi mente, sin comprender el motivo de su pregunta. Frunzo el ceño y le miro. Sus palabras no han sonado bordes, pero sí un tanto tensas. No ha sido una pregunta retrónica ni de cortesía. Quiere una respuesta y la quiere ahora.

—Yo suelo ser amable con todo el mundo. –Digo pero él levanta una ceja, escéptico.

—No es cierto. A Jimin lo tienes enfilado y con YoonGi tienes un rollo raro de competencia moral e intelectual. –Dice de repente y yo me sobresalto agarrando los palillos de cien formas diferentes sin sentirme a gusto con ninguna.

—¿A qué viene esto?

—No me malinterpretes. –Niega con las manos, queriendo suavizar la situación—. No estoy diciendo que no me guste que me des un trato amable. Digo que no me fío de las personas que son amables conmigo, así, sin más, cuando se puede ver que su comportamiento es variable dependiendo de la persona.

—¿Y tú no lees libros de psicoanálisis? Te gustarían…

—No me cambies de tema. –Dice serio y yo le miro, sorprendido por su seriedad tan extraña—. Las personas que me sonríen amables solo quieren más azúcar en el café o que me dé prisa con mi trabajo. Esa sonrisa se degrada a un ceño fruncido y a una mueca de enfado a medida que pasan los segundos si no acato sus órdenes.

—No estás en el trabajo. –Le digo y al sonido de mis palabras soy consciente de la presión que debe tener sobre sus hombros en el trabajo para que le pese tanto en su vida diaria.

—Lo sé, pero las personas son las mismas. –Dice y baja la mirada para seguir comiendo.

—Creo que necesitas desconectar. –Le digo a lo que él me devuelve una mirada.

—¿Tú crees? –Pregunta borde y yo levanto una de mis cejas.

—Vuelves a hacerlo. Vuelves a ser borde. –Le digo y él suspira, largamente y acaba soltando los palillos sobre el plato, se retira la silla y se disculpa mientras se limpia los labios con la servilleta.

—Lo siento. La comida está deliciosa. Perdona. –Dice sin más y se encamina al dormitorio dejándome ahí tirado en la mesa con los palillos sujetando un pedazo de carne y con una mueca descompuesta en el rostro. No sé qué hacer, ni qué decir. Prefiero hacer como si nada, negar con el rostro y seguir comiendo antes de que se enfríe y se eche a perder.

 

 

 

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