EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 21

 Capítulo 21

 

Yoongi POV:

12/06/1995

 

Las mamparas de la ducha se han empañado y de vez en cuando unas cuantas gotas se unen a otras y caen al plato de ducha en forma de río imparable a través de la verticalidad del cristal opaco. El sonido de la ducha acapara todos mis sentidos y el agua cayendo a través de mi rostro me ciega momentáneamente. Hacía mucho tiempo que no valoraba lo que era una ducha de agua caliente y el olor de un gel con una fragancia dulce y acaramelada. Me hace sentir perdido por un momento y suspirando largamente me regreso al útero materno o al abrazo de un viejo amigo inexistente de todo punto. El sonido de alguien golpeando la puerta del baño desde el exterior me sobresalta y apago la ducha para oír correctamente lo que sea que sucede.

—¿Sí? —Pregunto y veo a través del cristal traslúcido como la puerta se abre, o eso parece por el color de esta y su movimiento deslizándose, y entra Jimin o la mano de este con un conjunto de ropa que me deja sobre la tapa bajada del retrete. Sé que solo puede ver en mí una sombra de color carne, pero aun así me llevo las manos a la entrepierna, levemente avergonzado y su voz me hace sentir sonrojado.

—Te dejo la ropa aquí, ¿hum? No tardes.

—Va—vale. –Le digo sintiendo las gotas de agua deslizándose a través de mi rostro hasta recorrer mi pecho y deslizarse hasta perderse en la ducha. Cuando Jimin ha salido vuelvo a encender la ducha y me dejo acunar de nuevo por la sensación del agua recorriéndome. Apenas han sido varios segundos pero extrañaba el agua golpeando sobre mis hombros. Con paciencia me termino de aclarar el pelo y el resto de cuerpo por todas partes. Cuando cierro el grifo de la ducha me doy cuenta de que el gel me ha dejado un olor corporal inmejorable y mi piel se siente mucho más agradable al tacto. Con una mueca de desconcierto y curiosidad por ver la ropa que Jimin me ha traído salgo al exterior y me cubro la cintura con una de las toallas que colgaba de la ducha. Me rodeo con ella emitiendo gemidos de sensación de frío recorriéndome. Lo hace a través de las gotas aún adheridas a mi piel y me froto con una segunda toalla los hombros, los brazos y posteriormente el pelo mientras me acerco al retrete para ver la ropa que ha dejado al lado de la que yo he traído: Calzoncillos y calcetines.

Me ha traído, perfectamente doblado y sin una sola arruga, unos vaqueros negros junto con un cinturón de hebilla plateada y una camisa negra que al tacto de la tela con mi mano la veo de un material transpirable y muy cómodo. Miro a través de la pequeña ventana del baño y me descubre un sol radiante pero posiblemente no con la misma fuerza calórica como me imagino. A pesar de todo parece una muy buena elección y sin querer recriminarme el haber pensado que iba a vestirme como un payaso, me seco el pelo con un secador por ahí perdido y me peino con cuidado. Después de verme seco me pongo la ropa y me ajusto el cinturón, ocultándolo después por la camisa. La voz de Jimin de vuelta me sorprende haciéndome dar un respingo.

—¿Has terminado? –Pregunta y yo ruedo los ojos, pensando en quedarme de brazos cruzados aquí dentro solo con la intención de molestarle un poco más, pero al verme envuelto en su propia ropa me decido a salir con una mueca de molestia por su infantil impaciencia. Cuando lo hago borro mi cara al ver la suya mirarme de arriba abajo, analizando cómo me queda su ropa y como podría mejorarlo—. Te queda mejor de lo que pensaba. –Dice y pareciera incluso decepcionado, a lo que yo alzo una ceja y él me mira altivo—. No pongas esa cara, es la ropa la que te hace ver bien, no tú—. Ruedo los ojos ante su respuesta y él suspira mientras pone sus brazos en forma de jarra. Niega con el rostro y lleva sus manos a mi cintura para meter la camisa por dentro del pantalón.

—No hagas eso, me veo raro. –Le digo intentando deshacerme de sus manos metiéndose dentro de mi cinturón pero yo le retiro la mirada e intento frenarle, de forma inútil.

—Cállate. –Me dice y yo suspiro largamente subordinado a sus órdenes y dejándole hacer mientras me muevo por sus movimientos bruscos. Cuando ha terminado asiente para sí, desabrocha los primeros botones de la camisa mostrando sin pudor el tatuaje de mi cuello y después me arremanga las mangas de la camisa, mostrando de igual forma los tatuajes de mis brazos. Yo le miro como me maneja igual que a un muñeco que va a exponer o a un modelo, al que va a tirar sobre la pasarela de un momento a otro. Mientras lo hace le miro yo a él. Porta unos vaqueros claros con dos hebillas grandes en cada lado de su cadera de forma frontal y una cinta de tela blanca y negra rodeándole el muslo derecho, en mi opinión, haciéndole ver sus piernas mucho más llamativas y agradables. Sobre su parte superior una camisa de manga larga con el símbolo de play boy sobre su pecho y a lo largo de sus mangas. Es una visión curiosa pero he de reconocer que parece del todo normal, y más aún en comparación conmigo que es muy probable que llame la atención. ¿Tal vez sea eso lo que busca? Pasar inadvertido.

—¿Ya has terminado de sobarme? –Le digo cuando sus manos sobre mí comienzan a resultar embarazosas y él se deshace de mí asintiendo y encaminándome dentro de su dormitorio para recoger la cartera, las llaves del piso y dos pares de gafas, dos gorras y una mascarilla negra para el rostro. Mientras salimos me da una de las gafas y una de las dos gorras.

—¿Para qué las gafas? –Le pregunto pero él se encoge de hombros.

—Hace sol. –Me dice y yo levanto una ceja, curioso.

—¿Y la gorra?

—¿No querrás tener luego dolor de cabeza o insolación?

—No nos vamos al desierto del Gobi*, solo vamos a dar una vuelta. –Él no dice nada mientras se pone la mascarilla sobre el rostro de forma rápida y simple y sobre esta las gafas de sol y la gorra. Sé porque lo hace pero que no me lo diga me hace pensar que tal vez sea demasiado modesto o que no quiera hacerme pasar por el mal trago de que le reconozcan. Suspiro largamente poniéndome las gafas y sobre estas, la gorra en mi cabeza. En el interior de la habitación no me hacía falta portarlas y reduzco a lo tonto mi campo de visión dado que no hay demasiada luz, pero cuando salimos al pasillo ya comienzo a hacerme a ellas. Jimin se desplaza hasta el salón donde está Jeon sentado en el sofá y golpea débilmente el marco de la puerta para hacerse notar. Yo me mantengo oculto en el pasillo mientras Jimin le anuncia que nos vamos.

—Volveremos después de la hora de comer. ¿Estarás bien?

—Claro. ¿Qué tonterías dices?

—¿Quieres que te traigamos algo? –Pregunta Jimin y juraría que son impresiones mías pero se le nota de mejor humor de lo que me habría figurado.

—No. Gracias. –Le contesta pero antes de que Jimin se dé la vuelta, JungKook le detiene—.  A ver cómo está Yoongi. –Dice este y le oigo levantarse del sofá para caminar alrededor de este y salir a la puerta del pasillo. Cuando me ve me mira de arriba abajo y me asiente, confirmando que me ha vestido apropiadamente. Yo frunzo el ceño y comienzo a ponerme nervioso siendo el centro de atención mi mal humor comienza a aflorar y a hacerse evidente. Cojo el brazo de Jimin y tiro de él pasillo adelante en dirección a la salida.

—Nos vamos. –Digo, serio—. Hasta luego.

Jimin y Jungkook se despiden con una mueca sonriente y cuando salimos al exterior Jimin cierra detrás de él con un leve portazo y yo me encamino primero escaleras abajo seguido por el sonido de sus pasos detrás. A medida que bajamos el sonido hace todo el trabajo de ahogar el espacio alrededor y no es necesario hablar. Al menos hasta que llegamos abajo en las escaleras y nos vemos frente a la calle, sin sentido y sin razón. Miramos a ambos lados y después yo le miro a él, esperando que se decida a hacer algo dado que ha sido su iniciativa salir de casa.

—¿Y bien? ¿A dónde vamos? –Pregunto mientras él me devuelve una mirada oscura de unas gafas de sol que no consiguen sino darle el anonimato que tanto estaba buscando. Sin más me coge del brazo con cuidado y pasa su manos hasta mi hombro para girarme calle abajo en dirección al centro de la ciudad.

—No tenemos porque ir a un sitio concreto, solo quiero dar una vuelta.

—¿No decías de ir a Cheonggyecheon? –Pregunto a lo que él asiente, señalando la dirección en la que estamos yendo.

—Ahí vamos, pero solo quería que me diese el aire.

—No te tomaba por ser de esas personas que necesitasen estar por ahí siempre. Tú mismo me lo dijiste.

—Sí, pero tampoco es plan de estar en nueve metros cuadrados sin hacer nada. Además, me siento aturdido ahí dentro, siempre. Con ese niñato que me tiene todo el día en el punto de mira para lanzarme alguna pulla o la constante tensión que pulula por casa cuando está Taehyung ahí.

—No te tomes tan a pecho las cosas que Jeon pueda decirle. –Le digo y paso mi mano a través de sus brazos viendo el tumulto de personas que hay alrededor y no quiero perderme ni alejarme de él. No me dice nada al respecto por lo que me lo tomo que es un gesto sin importancia a pesar de que a mí me resulte un tanto incómodo—. Solo es un chiquillo…

—No lo es. Y no le defiendas. Sabes que tiene la lengua envenenada. –Me dice y si no fuera por toda la cantidad de cosas que lleva en el rostro juraría que podría haber distinguido una mueca de repulsión o un fruncimiento de ceño por alguna parte.

—Es solo un chico complicado. No se lo tomes a mal.

—¿Por qué te llevas tan bien con él? –Me dice y yo me río divertido porque ha sondado más celoso que curioso. Miro alrededor dejando que el sonido de mi risa tome la responsabilidad de responderle y me limito a mirar el entrono. Es cierto que hace un buen día y aun sin querer camuflarme habría necesitado las gafas de sol. Huele a la comida de algún bar cercano y el sonido de la gente caminando de un lado a otro en un sábado cualquiera es agradable sobre todo para la idea de pasear. A pesar del esfuerzo que supone, no me arrepiento de haber accedido a salir—. Lo digo enserio, contigo no se mete. Y con Taehyung tampoco… —Piensa—. Y a Namjoon parece que le venera.

—Te he dicho que no tiene importancia. La verdad es que tú tampoco has sido muy amable con él desde el primer día, así que no es que sea algo solo de uno.

—No se merece un buen trato. Es un egocéntrico de cuidado. –Dice y yo asiento.

—En eso tengo que darte la razón, pero aun así, sé benevolente y paciente. Solo es un niño.

—Apenas tiene dos años menos que yo, no es un niño. –Me dice serio.

—¿Quien ha dicho que tu no lo seas? –Le pregunto y está a punto de decirme algo pero yo le retiro la mirada sonriéndole y él se lo toma a broma, lo cual no debería hacer. Acabamos caminando en silencio mientras nos desplazamos entre las personas. Mi mano sobre su brazo no parece incomodarle y al contrario que eso, se asegura de vez en cuando de que yo esté bien sujeto y eso me hace sentir cálido de alguna forma. Cuando hemos andado lo suficiente dentro del silencio, él vuelve a hacerse presente.

—¿Cómo es estar en la cárcel? –Me pregunta casi en un susurro curioso y cuando le miro él me devuelve una mirada amable, tranquila. Solo es mera curiosidad.

—Pues extraño al principio. Es como que no sabes dónde diablos estás, cómo comportarte o cómo diablos convivir con la gente. Es como estar en un submundo con otras normas morales y judiciales. Si sobrevives bien y si no, pues nada. Te ha tocado a ti y punto, así de simple.

—¿De verdad?

—Sí. Pero la verdad es que no has ido a preguntarle al mejor ni al más indicado, porque los primeros años que estuve allí me recluyeron en una celda especial anti—fugas y esas cosas. Cuando el primer día me metieron en una celda corriente y me escapé a los dos días, comenzaron a plantearse llevarme junto a los presos de alto riesgo.

—¿Alto riesgo?

—Sí, psicópatas que no se habrían rehabilitado, asesinos reincidentes, y yo.

—¿Cómo es eso?

—Pues te dejan incomunicado la mayor parte del tiempo. No sales de la celda a los mismos horarios que el resto, dado que no tienes contacto con el resto de reclusos. Te sacan en constante supervisión y sin quitarte las esposas. Te llevan la comida a la celda en vez de llevarte a ti al comedor y esas cosas…

—Wow. ¿Cuánto tiempo estuviste así?

—Pues… —Hago memoria—. El primer mes estuve en una celda corriente. Luego estuve tres años y medio, casi cuatro, en la celda de reclusión especial, y el resto me trasladaron a una celda corriente por mi buen comportamiento.

—¿Se fiaron de ti?

—Más o menos.

—¿Qué significa eso?

—Comprendí a lo largo de esos años que no me esperaba nada fuera y al menos allí dentro podría acabar por ser alguien decente. Yo estaba en una celda corriente y todo el mundo sabía que podría salir de allí en cualquier momento. Para mí no es nada forzar una cerradura o quitarme unas esposas. Solo tiene dos o tres tipos de mecanismos y todos al fin tiene su punto G en el mismo sitio. Presionas y Bom. Ahí lo tienes.

—¿Entonces?

—Simplemente yo no necesitaba irme a ninguna parte. Después de tres años con la única compañía de libros acabé por conseguir unos modales que no me había dado la poca escuela a la que acudí y me había hecho a mi mismo a través de las páginas de cientos de libros. Los guardias que me custodiaban acabaron por llevarse a buenas conmigo y aunque ambos sabíamos que no podrían hacer nada si yo quería marcharme, les dejé bien claro que ese era el lugar que me correspondía, que ellos hicieran su trabajo como cada día y siguieran cobrando el sueldo que se merecían. Yo me portaría bien y todos saldríamos ganando…

—Wow, que complejo. –Dice negando con el rostro—. ¿Alguna vez te han pegado una paliza en la cárcel?

—Vaya pregunta tan directa. –Le digo sonriendo y él me responde con una sonrisa similar a pesar de que no puedo verla.— Pues la verdad es que sí. Uno de los primeros días después a que me trasladaran a una celda corriente y que me cambiasen los horarios para salir junto con el resto de presos uno grupo de hombres de estos que se creían los jefes de la cárcel me arrinconaron cerca de la lavandería y me dieron una paliza “como forma de bienvenida y para saber quiénes eran los que mandaban allí”. Palabras textuales suyas. No fue nada que me matase pero si tuve los hematomas durante al menos un mes.

—¿De verdad? –Pregunta Jimin aturdido y yo asiento encogiéndome de hombros—. Seguro que te siguieron molestado después de eso.

—Supuse que eso harían, así que lo detuve antes de que fuera a más. Unos días después de aquello, el “líder” por así decirlo, amaneció con un regalito bajo el colchón que ni él mismo sabía que tenía.

—¿Qué? –Pregunta Jimin aturdido.

—Justo esa noche había desaparecido una de las armas de un policía, y como las tienen contadas, recorrieron celda por celda pensando que se la habían robado. Efectivamente apareció bajo el colchón de este tío. Él insistía en que no sabía de dónde había salido ni reconocía haberla robado así que los policías se lo llevaron y le dieron una paliza por robo a un policía, por posesión de armas dentro de la cárcel y por mala conducta. Tabique nasal roto y dos dedos partidos. –Digo encogiéndome de hombros a lo que Jimin se detiene en medio de la calle aún unido a mi brazo y me mira con las cejas en alto.

—¿Me estás tomando el pelo?

—No. –Digo, serio.

—¿Cómo apareció el arma allí? –Me pregunta a lo que yo llevo una de mis manos a su oreja y hago aparecer una moneda pequeña entre mis dedos. Jimin se sobresalta y me mira curioso y yo tiro de él, riéndome, para seguir caminando.

—Igual que he hecho aparecer esta moneda.

—Me tomas el pelo. –Asiente pero yo me encojo de hombros.

—Las rutas de los guardias a lo largo de la noche son predecibles, la cama estaba hecha de listones de madera fácilmente astillables y la cerradura de la celda era muy fácil de abrir. Solo tuve que hacerme con un par de palillos y la cerradura era toda mía. Robar un arma y meterme dentro de la celda del otro tío sin ser visto estaba chupado. La noche es muy larga y el sueño nos vence a todos.

—Me das miedo. –Susurra Jimin a lo que yo sonrío.

—Ese es el punto. Él sabía que había sido yo, pero no tenía forma de demostrarlo, ni de entenderlo.

 

———.———

 

*El desierto de Gobi (en mongol, Говь; en chino: 戈壁, pinyin: gē bì) es una gran región desértica situada entre el norte de China y el sur de Mongolia. Se puede considerar uno de los desiertos, o zonas desérticas, más grandes e importantes del mundo. Lo rodean las montañas de Altái y las estepas de Mongolia, por el norte; la meseta del Tíbet, por el suroeste; y la llanura del Norte de China, por el sureste. El Gobi está compuesto por diferentes regiones geográficas y ecológicas, basadas en sus variaciones de clima y topografía. El origen climático de este desierto se debe a una gran sombra orográfica.

 

 


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