EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 19
Capítulo 19
JungKook POV:
12/06/1995
La noche ha caído al fin. Una oscura noche
de principios de verano que amenaza con ser una fría noche desoladora. Todo el
mundo se ha ido a dormir y reina el silencio en la casa excepto por mí y por
Yoongi sentados ambos en el extremo de la mesa junto a las ventanas desde donde
podemos ver el exterior. Sentado frente a mí sostiene un cigarrillo que de vez
en cuando y sin un ritmo en concreto, se lleva a los labios para tirar de él
una buena calada y la suelta como si quisiera retenerla un poco más. Algo
apenado. Se mira el cigarrillo en las manos, lo observa con delicadeza y tras
unos segundos de reflexión decide posarlo sobre el cenicero de forma que caiga
la ceniza sobrante. Yo imito sus gestos a mi estilo y puedo sentir como él me
observa tan detenidamente como hago yo con él. Sobre la mesa a nuestro alrededor
hay varios libros distribuidos. Dos biografías, una de Allan Poe y otra sobre
Julio Cesar*, y una recopilación de pinturas del barroco italiano.
—¿Entonces no tienes amigos en la
facultad? –Pregunta mirándome con una mueca seria, no desconsolada como me
suelen poner otros, ni sorprendida. Simplemente comunicativa y algo curiosa por
mi respuesta. Mira su cigarrillo de nuevo y lo lleva al cenicero.
—No. Son solo compañeros de clase. –Digo a
lo que él se encoge de hombros.
—Tienes amigos fuera… —Dice pensativo pero
en forma de afirmación no como pregunta. Aun así espera que yo le dé una
respuesta.
—Tenía. Antes. Cuando estudiaba en Busán
los tenía.
—¿La distancia os ha…? —No le dejo
terminar.
—En parte.
—¿En parte? –Pregunta mientras se inclina
un poco más en la mesa hacia mí, pensativo.
—Sí. Yo tampoco he colaborado por hacer
que la amistad no se perdiese. ¿Entiendes? –Asiente con una sonrisa pícara.
—¿Por qué?
—¿Nunca has tenido la sensación en un
determinado momento de tu vida en el que te sientes obligado a dejar cosas
atrás? ¿En qué quieres dejarlas atrás? Eso me ha sucedido. –Asiente mientras me
mira con una mueca comprensiva.
—Eres muy joven para hablar de esa manera.
–Me dice sonriente y yo no sé qué decir más que mostrarme un encogimiento de
hombros.
—He salido de fiesta, me he saltado
clases, me he metido en peleas, he bebido hasta perder la memoria… Creo que
puedo hablar como quiera.
—¿No eras un genio? ¿A qué viene beber
hasta perder la memoria o meterte en peleas?
—Es de genios hacer experimentos. Solo
eran experimentos sociales.
—Ahora se llama así… —Dice levantando una
ceja a lo que yo me encojo de hombros.
—También se llama adolescencia y todos en
esa época hacemos tonterías.
—Muchos, incluso a tu edad, te llamarían
loco por considerar salir de fiesta con tus amigos un “experimento” o “una
tontería”.
—Me lo llaman, no te quepa duda.
—¿Y qué haces ante ello? –Me pregunta y
llevo mi cigarrillo a los labios.
—Encogerme de hombros con la misma
facilidad con la que me ves. –Me encojo de hombros para demostrárselo y él abre
los ojos, sorprendido pero comprendiendo mis palabras.
—¿No has tenido buenas experiencias en tus
“salidas de fiesta”?
—No te creas. He cumplido los requisitos
apropiados para llamarlo “salir de fiesta”. Me he emborrachado, me he pegado
con alguien, he bailado, he tenido sexo… ¿Qué más se puede pedir?
—¿Pasarlo bien, tal vez?
—Exacto. Luego de llegar a casa no me
sentía con esa gratitud del tiempo invertido ni la sensación de querer repetir
la situación.
—¿Pero volvías? –Me pregunta pícaro a lo
que yo niego con el rostro.
—Corté por lo sano. Sin más.
—No debió ser fácil.
—No lo fue.
—Basándome en que las relaciones sociales
a tu edad o más jóvenes se sustentan en la idea de beber e ir de fiesta, debió
ser complicado seguir manteniendo la relación con tus amigos.
—Fue más difícil para ellos que para mí,
todo hay que reconocerlo.
—Supongo que es difícil compaginar la vida
de genio con una de un chico normal. –Yo frunzo el ceño al oírle llamarme así.
—No soy un genio, y no me llames así. No
he nacido siendo un genio. No era un genio cuando me pasaba días sin ir a clase
y cuando bebía hasta no saber donde me encontraba. ¿Eso es algo que hagan los
genios? –Me detiene con un gesto de la mano pidiéndome que baje el volumen de
mi voz y mira al pasillo. Yo me encojo en mi asiento y me llevo el cigarrillo a
los labios. No hay mejor forma de silenciarme.
—¿No siempre has sacado buenas notas,
muchacho? –Me pregunta y yo niego mirando mi cigarrillo.
—No. Cuando tenía 14 o 15 años comencé a
faltar a menudo a clase e incluso repetí un curso. –Digo a lo que él abre los
ojos asombro. Hace cuentas en su mente y siendo consciente de la edad que tengo
se da cuenta de que las cuentas encajan. Tengo un año más de lo que se espera
de alguien que está en su último curso.
—¿Eres entonces de los más mayores en tu
clase?
—Ni de broma, al contrario, soy el menor.
La mayoría son mayores o incluso mucho más de 30 años.
—Ya veo, te deben ver al fin y al cabo,
como un niño prodigio.
—Sí. Pero aun así, no he nacido de esta
forma. Nadie nace sabiendo sumar ni sabiendo latín.
—Te has reformado, supongo. –Dice
divertido.
—Sí, pero ha sido gracias a un esfuerzo
titánico. Por eso no me gusta que me llamen genio. No es algo que haga así sin
más. Me paso horas estudiando, horas trabajando en el taller, en el
laboratorio. No es cuestión de suerte ni de pena que me hayan dado matrículas.
—Lo siento. –Dice disculpándose y apaga el
cigarrillo en el cenicero. Como buen fumador que tiene el hábito de tener algo
entre sus manos para distraerse coge uno de los dos libros y lo recorre con sus
dedos sin prestarle realmente atención—. Cambiemos de tema, ¿te parece? –Me
pregunta y yo asiento a lo que él no piensa demasiado en lo que quiere hablar—.
¿Dejaste alguna novia en Busán? –Pregunta a lo que yo niego con el rostro y él
asiente, comprendiendo.
—Nunca he tenido una relación estable más
que un par de meses de rollos esporádicos.
—¿Te cansabas de ellas? –Me pregunta
sonriendo.
—No, más bien eran ellas las que se
aburrían y se iban con otro con quien aparte de follar, pudieran tener una
conversación más adecuada a su mediocre intelecto. –Yoongi sonríe y pasa los
dedos a través del lomo, despacio. Yo apago mi cigarrillo tras darle la última
calada y es ahora cuando no tengo la columna de humo en mi mano borrándome la
visión que veo la capa de humo que hemos formado en lo alto de la cocina. Me
acerco a una de las ventanas a nuestro lado y la abro un poco, dejando que el
humo se vaya.
—¿Dices que se aburrían de tu
conversación?
—De la inexistente que teníamos. ¿De qué
quieres que hable con alguien que se pasa el día mirando su reflejo en un
espejito para ver si se le ha corrido el pintalabios después de besarme o de
quien me pregunta si se le ha estropeado el pelo con la humedad cincuenta veces
a la hora?
—De algo hablarías con esas chicas.
—Bueno… —Digo pensativo—. Con una que
estuve solía contarme como le iba en clase. Decía que quería estudiar
psicología y a pesar de que ambos sabíamos que no valía para ello, ella estaba
empeñada. Me contaba como en su familia tampoco aceptaban la decisión y blah
blah…
—¿Y qué esperas de una conversación si no
es que alguien te cuente sus inquietudes?
—No me interesan las inquietudes de la
gente. Yo no le cuento las mías al resto, ¿por qué el resto de personas tiene
esa necesidad de desahogarse con cualquiera? Les pasas la mano por el hombro
con una mueca de tristeza y ellos te sueltan sus problemas junto con el vómito
y la bilis.
—Qué desagradable… —Dice haciendo una
mueca a lo que yo río.
—Pero es cierto. Es así como pienso aunque
la gente se extrañe al decirlo. No me gusta que tenga que haber un forzoso
cambio de sentimientos inútiles cuando bastante que tengo que lidiar con mis
propios problemas. El desahogo solo genera una dependencia psicológica y de
intereses.
—¿De intereses?
—Claro. Si yo ahora me pongo a contarte
mis temores más ocultos, más tarde temeré que tú puedas haber ido contándoselo
a otras personas, por lo que tú te verás en la obligación moral de corresponder
el gesto contándome tú algo de igual o mayor valor para que yo confíe en que no
vas a traicionarme. –Yoongi se queda en silencio el tiempo suficiente como para
comprender lo que he dicho y cuando consigue asimilarlo, me mira serio.
—¿Por qué analizas tanto las cosas?
—Y no es solo eso. –Continúo—. En el caso
muy probable de que tú le hayas contado a una tercera persona mis problemas,
esa tercera persona tendrá que complacerte a ti contándote algo de una cuarta,
para la misma convención social de contribuir a esa delicada relación de
confianza que se ha generado. Y el resultado es que la relación entre nosotros
cuatro se habrá emponzoñado hasta tal punto en que… —Yoongi me detiene.
—Basta, vale, lo he comprendido. –Niega
con las manos, con ojos cerrados.
—¿Entiendes porqué no me gustan las
relaciones de amigos o parejas?
—Lo entiendo, pero no deberías negarte a
ellas solo porque vaya a suceder algo así. Las cosas suceden y punto. Pero
tienes que vivir en la vida real…
—La vida real es un asco. Me limito a
pasar de puntillas a su lado mientras contengo el aliento para no despertarla.
–Digo levantándome y rodeando la mesa para conducirme a los armarios en busca
de algo dulce que llevarme a la boca.
—Sí, si tienes razón, pero privarse del
sexo por esto… —Dice pero yo doy un respingo rescatando unas galletas de
chocolate.
—Eh, ¿quién ha dicho nada de privarse de
sexo? –Pregunto regresando a la mesa mientras extiendo las galletas entre ambos
y él aparta los libros por miedo a que se manchen y coge una de las galletas.
Me mira intrigado.
—¿Entonces?
—Sexo sin relaciones de confianza.
—Pero algo de convención social tendrás
que sobrellevar hasta que te llevas a la chica a la cama. –Dice Yoongi mientras
se encoge de hombros, frunciendo el ceño pensativo. Yo asiento.
—Claro, pero debe ser el suficiente como
para que la sesión de sexo merezca la pena. ¿No? –Yoongi me mira mientras
piensa pero su respuesta es reír de forma condescendiente negando con el rostro—.
No pongas esa cara. Odio esa cara. –Le digo serio, bajando la mirada y él me la
devuelve, intrigado.
—¿Odias la condescendencia?
—Sí. Cuando sé recitar más de cien
pintores con sus obras emblemáticas y situaros en una cronología
espaciotemporal, nadie debería mirarme con esa cara de condescendencia que
tanto odio ver en la gente. Al menos merezco el beneficio de la duda. ¿No
crees?
—Cuento con argumentos suficientes como
para poner la cara de condescendencia.
—¿Si? ¿Y mi edad está entre ellos?
—Apenas te llevo cuatro años. No son nada.
No es la edad.
—Es mi forma de tratar a la gente. –Digo y
él asiente, a mi confirmación—. Nadie debería echarse al hombro los
sentimientos de otras personas. Todos cargamos con nuestros demonios y eso es
condena suficiente. Que cada cual se haga cargo de sus miedos y su conciencia.
—Eso está muy bien en la teoría, pero en
la práctica, nuestro afecto por los demás acaba por decidir por nosotros. –Yo
ruedo los ojos exasperado y llevo la mano al paquete de cigarrillos, a lo que
Yoongi me lo arrebata de la mano, con una mueca de seriedad—. No seas
caprichoso, muchacho. Ni te enfurruñes…
—Hyung… —Digo pidiéndole el paquete con la
mano extendida y me lo devuelve con una mueca de comprensión. Cuando me llevo
otro cigarrillo a los labios cambio de tema, avasallando esta vez su persona—.
¿Y tú? ¿Dejaste a alguien atrás cuando entraste en la cárcel?
—¿Te refieres a una relación amorosa?
—Sí.
—Teniendo en cuenta a lo que me dedicaba,
¿crees que podía permitirme el lujo de una relación estable de pareja?
—¿Eso es que no?
—Eso es que no he tenido nunca… —Se encoje
de hombros—. Solo sexo esporádico.
—Bien, aquí el hipócrita dándome lecciones
de moral mientras él nunca ha tenido una relación de pareja.
—Eso no significa que no haya querido a
alguien y que no haya deseado estar con esa persona. Las circunstancias de la
vida me prohibieron seguir viéndole, pero aquí estoy, continuando adelante… —Se
detiene por el gesto de mi cara.
—“Viéndole” –Remarco y me sale una sonrisa
sin querer. Él me mira aturdido.
—Sí. No irás a decirme nada homófono ni a
martirizarme por ello, ¿verdad? Te considero más inteligente que eso…
—A mí me parece genial. –Digo levantando
las manos, inocente y me llevo el mechero al cigarrillo que estoy sujetando
entre los labios—. Pero yo no lo diría por ahí…
—¿Por qué no? Nunca lo he escondido. Me
gustan las mujeres y me gustan los hombres. –Dice y yo me encojo en mi mismo,
mirando al pasillo.
—No te ha hecho falta porque tú mismo te
escondías, literalmente, tras un pasamontañas… —Él piensa en mis palabras y
asiente, convencido de ellas—. Lo digo porque en este mundo hay demasiadas
personas y no todas ellas lo ven bien.
—¿Y tengo que esconderme por eso?
—Solo ten cuidado. –Señalo con la mirada
al pasillo—. Jimin te ha dejado a la fuerza su pijama, no sé qué tal le
sentaría saber que…. ¡Eh! ¿No tienes un poster de él en tu habitación?
–Pregunto y él me devuelve una mirada cómplice—. ¿De verdad? ¿Con el poster?
—No con el poster…
—Pero sí pensando en él. ¿Verdad? –Yo
siento un escalofrío recorriéndome y Yoongi se lleva el dedo índice para
silenciarme.
—No seas escandaloso, muchacho.
—¿Ves? Ahora como sé esto tengo que
recompensarte contándote yo otras cosas…
—No es necesario… —Dice desprendiéndose de
la responsabilidad pero yo me inclino sobre la mesa cubriéndome los labios.
—No solo tengo libros de lectura en esas
cajas… —Dejo caer y como si acabase de lanzarle una granada tiene que esperar
hasta que esta explote dentro de su mente. Me mira pícaro y se inclina como yo
sobre la mesa. Quedamos apenas a veinte centímetros su rostro del mío.
—¿Porno?
—Algunas revistas, sí…
—¿Porno gay? ¿Hetero?
—Un poco de todo. La curiosidad me mató
varias veces. –Digo y me yergo sobre mi silla cubriéndome los labios mientras
deseo morirme a carcajadas. Él me mira sonriente, pero levantado una ceja.
—Espero que no sea “porno sutil”. No me
gustan las sutilezas.
—No es tan sutil como El columpio de Fragonard*, pero no es tan explícito como El origen del mundo de Gustave Courbet*.
—No encuentro el erotismo del primero ni
la elegancia en el segundo. –Me dice, pensativo.
—Yo no encuentro el sentido de fumar y
aquí estamos, embotándonos en esta nube gris de melancolía.
———.———
*Cayo Julio
César (en latín, Gaius Iulius Caesar; Roma,
12/13 de julio de 100 a. C. ibídem, 15 de marzo de 44 a. C.) fue un líder
militar y político romano de la era tardorrepublicana.
*Jean—Honoré
Fragonard (Grasse, 5 de abril de 1732 — París, 22
de agosto de 1806) fue un pintor y grabador francés cuyo estilo rococó se
distinguió por la exuberancia y el hedonismo. Uno de los artistas más
prolíficos activos en las décadas del Antiguo Régimen, Fragonard fue autor de
más de 550 pinturas (además de dibujos y aguafuertes), de las cuales solamente
cinco están fechadas. Entre sus obras más populares están las pinturas de
género, que reflejan una atmósfera de intimidad y velado erotismo.
*Gustave
Courbet, (Ornans, Francia, 10 de junio de 1818—La
Tour—de—Peilz, Suiza, 31 de diciembre de 1877) fue un pintor francés, fundador
y máximo representante del realismo, y comprometido activista republicano,
cercano al socialismo revolucionario. Estudió en la Academia Suisse la obra de
los principales representantes de las escuelas flamenca, veneciana y holandesa
de los siglos XVI y XVII
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