EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 18

 Capítulo 18

 

Jimin POV:

11/06/1995

 

Cuando me canso de mirar a la nada sentado en la mesa, escuchando como JungKook friega los pocos cacharros que hemos ensuciado, me levanto dispuesto a tomarme una de las cervezas de la nevera pero camino seguido por los ojos de Jeon que me observan curioso, asegurándose de que no empiezo ninguna de las botellas de licor. Cuando le señalo las cervezas con la mirada asiente de forma responsable y yo cojo dos de ellas acercándome a Jeon con una mueca de suficiencia. Le susurro cuando paso por su lado.

—Seguro que no aguantarás dos copas. –Digo cerca de él y su única respuesta es reír por la nariz mientras niega con el rostro mirando hacia sus manos bajo el agua.

Cuando paso por su lado me encamino al sofá y la mirada de Yoongi se levanta de la televisión y me mira con ojos curiosos que pasan a ser alegres cuando ve la cerveza en mi mano. Las doce menos cuarto en un viernes por la tarde. Me siento aturdido pensando que apenas llevamos dos días aquí y han sido como años. Es demasiada información en tan poco tiempo, es demasiado tiempo encerrado aquí.

—¿Una cerveza? –Le pregunto extendiéndole una de las dos latas a lo que él asiente, se acomoda mejor en la esquina izquierda del sofá y recoge la lata con una mueca de satisfacción. Yo me siento en la otra mitad del sofá. Puedo ver a mi lado sus pies descalzos en vaqueros claros que le hacen unos pies de porcelana preciosa. Sus pies, recogidos y encogidos en una bola se quedan quietos a mi lado y desearía, en un deseo incompresible e irracional, que volviera a poner sus piernas sobre mi regazo pero me deshago de esa idea al momento en que él me devuelve una mirada extrañada y me pilla mirando sus pies. Yo le miro atento, como si antes solo estuviera pensando en nada en concreto. Se ha abotonado la camisa, posiblemente porque es tarde y comienza a notarse un poco el frío, a pesar de estar a comienzos del verano.

—No le hagas caso… —Señala pasillo adentro, seguramente hablándome de Taehyung y su idea de que le preste ropa. Yo alzo una ceja y él me aclara sus palabras—. No hace falta que me prestes ropa. No dice más que tonterías.

—Está bien. –Digo mientras abro la lata y algunas gotas de la condensación saltan por doquier—. Tampoco te la iba a dejar. –Bufo a lo que capto toda su completa atención en mis gestos. Me mira serio.

—¿Y eso porqué? ¿Tienes miedo de que un ex convicto te sobe la ropa?

—Sí. –Digo serio y a lo que le miro con una mueca impasible—. Una de mis camisas vale más que todos los tatuajes que tienes por el cuerpo… —Le digo a lo que él levanta las cejas.

—Mira que tengo muchos tatuajes… —Me dice entre sorprendido y ofendido pero yo me encojo de hombros.

—Lo sé. –Digo sentenciando la conversación devolviendo mi vista a la televisión a lo que él ríe por la nariz divertido, al parecer, y se queda mirando la cerveza en sus manos.

—No entiendo estas cosas que tiene la sociedad. ¿Sabes? –Yo frunzo el ceño sin mirarle—. Los asquerosos señoritos vestidos con sus camisas de etiqueta, regodeándose en la finura de la tela y mostrando la marca a todo el que se quiera acercar a oler su asqueroso trasero. –Niega con el rostro y yo le miro con ojos sorprendidos—. ¿Para qué gastar tanto dinero en una camisa que tiene la misma utilidad que un trapo con un agujero para la cabeza? –Se señala su camisa—. Esta camisa no es menos cómoda que cualquiera de las que tú tengas en el armario. ¿Qué hace a las tuyas tan especiales?

—Son de marca. –Digo altivo pero él me revuelve una mirada divertida. Jeon nos escucha desde la cocina.

—¿Tienen un animal bordado en el pecho? ¿Están hechas en otro lugar?

—Son de un material mejor. –Digo y él ríe, divertido.

—Que te lo has creído. Es el mismo asqueroso petróleo del que está hecho todo. No te engañes, las mismas manos de niños africanos que cose ese cocodrilo en tu polo, cose la etiqueta de esta asquerosa camisa. Ellos se mueren de hambre igual si pagas 2 o 200 dólares. La diferencia se la lleva el diseñador o incluso los intermediarios.

—No me des lecciones de moral. –Le digo mientras me llevo la cerveza a los labios.

—Solo te digo que he vivido a lo grande, y también en la miseria. Y esta camisa, ha sido de las pocas pertenencias que he tenido. Suficiente si quiero cubrirme, suficiente si tengo que arrancarme un trozo para vendarme. –La conversación se termina en el momento en que se oye el sonido de una cuchara chocando contra el interior de una taza. JungKook, de mangas arremangada remueve el interior de una taza de té y camina en nuestra dirección, con mirada divertida seguramente por nuestra conversación. Se acerca a Yoongi sujetando el asa de la taza con una mano mientras que con la otra se dirige al cuello de Yoongi y se interna a través de la camisa, para ver la etiqueta. Se ríe, sorprendido.

—¿Gucci? ¡Eres un maldito hipócrita! –Exclama y ríe, mientras se encamina al sofá vacío a mi derecha. Yo me sobresalto mirándole y este le lanza una mirada asesina a JungKook.

 —Mis palabras son libres de mis actos.

—Eso es exactamente la hipocresía.

—Pero serlo no le quita valor a mis palabras. –Le rebate a lo que yo ruedo los ojos. JungKook hace el mismo gesto y yo bebo cerveza, angustiado por las palabras de Yoongi que me han cortado el cuerpo—. Tú eres un chico listo, sabes que lo que digo es cierto.

—La inteligencia no te dota de una moral igual que el resto de personas inteligentes. Cada uno tiene su forma de ver la realidad. –Le dice Jeon con sorna pero yo puedo ver en ambos el mismo tipo de inteligencia humana y moral.

—Lo sé, pero creo que ambos pensamos igual. –Dice Yoongi y después, acto seguido, me mira a mí con una mueca de secretismo. Yo niego levemente con el rostro, haciendo una mueca de preocupación.

—¿Qué es esa mirada? –Pregunta JungKook con deje desconfiado y receloso—. No me gusta esa mirada.

—Dijimos que no se lo diríamos. –Le murmuro a Yoongi que me mira un tanto dubitativo.

—¿Qué importa? No tiene importancia…

—Yo tendré que dormir con él. –Digo y JungKook deja la taza sobre la mesa y se sienta en el reposabrazos de mi derecha a lo que yo me yergo y me acerco a Yoongi, levemente intimidado y sonriendo como un estúpido ante la mirada asesina de un JungKook que parece más alto de lo que recordaba.

—¿Qué es eso que me ocultáis, hyungs?

—Nada. –Me apresuro a decir pero Yoongi se entromete.

—Me da que Jimin no es el único que va a compartir sus cosas conmigo. –Insinúa y yo los miro a ambos alternativamente. Me muerdo el labio inferior y Jungkook frunce el ceño.

—¿Qué quiere decir eso?

—Hemos hurgado en tus cajas. –Suelto yo y me arrepiento casi al instante de ver en sus ojos ese recelo por sus cosas. Nos mira a ambos alternativamente y Yoongi me da con el codo.

—Tú no sabes guardar un secreto… ¿eh? –Yo miro a Yoongi apenado y JungKook posa una mano sobre mi hombro, sobresaltándome.

—¿Habéis toqueteado mis cosas?

—Jimin empezó. –Dice Yoongi señalándome y yo le miro, enfadado.

—No es a mí a quien le interesan sus estúpidos libros. –Le digo a él pero este se encoge de hombros. La mano de Jeon sobre mi hombro se siente incómodo.

—¿Habéis toqueteado mis cosas? –Repite y yo comienzo a asustarme. Yoongi sentencia la comedia de este momento.

—Dejémonos de tonterías. Haz el favor de sentarte dónde estabas, me estáis aplastando. –Comienza a hacer aspavientos y JungKook le obedece tranquilo y cuando se ha sentado en su sito, nos mira a ambos alternativamente—. Sí, hemos cotilleado en tus cajas. ¿Has leído Rojo y negro? –Pregunta y Kook pierde casi al instante el enfado para mostrar una sonrisa infantil y curiosa.

—Me lo he leído hace unas semanas. ¿Tú lo has leído?

—No he podido terminarlo. –Dice Yoongi y yo me quedo en medio de ambos, confuso—. Me preguntaba si podrías dejármelo leer. –Le pregunta con una mueca tranquila.

—No sé yo… habéis hurgado en mis cajas sin permiso…

—No le des tanta importancia, apenas hemos visto un par de libros… —JungKook piensa y acaba señalándome.

—Te dejo los libros si Jimin te presta ropa de cama. –Yo me señalo a mí mismo, sorprendido.

—¿Qué tengo yo que ver en esto? A mi dejadme en paz.

—Ya no quiero leerlo… —Dice Yoongi a lo que Jungkook le mira entrecerrando los ojos.

—¿Sí? Estoy seguro de que deseas tanto como yo tener a alguien con quien comentar lo absurdo de las novelas de Allan Poe, o la narración de Stendhal…

—Niño caprichoso. –Dice Yoongi a lo que yo sentencio la disputa.

—Está bien. Está bien. Se acabó. Vamos, levanta. –Le digo a Yoongi tirando de su brazo para que se levante junto conmigo y lo hace más despacio, confuso.

—¿A dónde vamos? –Pregunta.

—A mi cuarto. Vamos a ver que te dejo de pijama. –Digo y le empujo delante de mí mirando a Jeon con una mueca de burla, sacando la lengua, a lo que él me contesta sentándose en el sitio que yo estaba antes y rescatando el mando a distancia para elegir qué poner en la televisión.

Cuando entramos en mi cuarto la luz que entra desde el exterior del patio es suficiente para guiarnos hasta el armario y mientras que yo me siento al borde de mi propia cama él se queda mirando el interior del armario con una mueca de curiosidad.

—Vamos, sírvete tú mismo. Mi ropa es la de la izquierda. ¡Ah! –Me mira—. Pero no toques ninguna de las camisas de vestir, y ni si te ocurra abrir los trajes. Eso es mi ropa interior. Ni mirarla. –Le digo a lo que él me devuelve una mueca algo confusa. Me levanto de mi sitio mientras él me sigue con la mirada hasta el armario—. Es mejor que yo te de algo. A ver… —Rebusco en el interior—. Tengo dos pijamas aparte del que me voy a poner yo, pero son pijamas de dos piezas de estos de “niños ricos” así que no sé si te gustará. –Le digo pero él bufa, exasperado—. Tengo también camisetas que uso para estar en casa o para cuando no tengo otra cosa que ponerme…

—Dame cualquier cosa, joder. No seas pesado. –Me dice con voz seria y yo acabo rescatando un pijama de dos piezas blanco con líneas azules. Se lo extiendo perfectamente doblado a lo que él lo mira con un tanto de recelo. Pasa la mano por encima y lo acaricia como su estuviera tratando con un animal. Yo me siento de nuevo en mi cama y le señalo el pijama en sus manos.

—Vamos. ¿A qué esperas? Pruébatelo, quiero ver si es de tu talla.

—Seguro que sí. –Dice mirándolo sin más y yo insisto.

—Vamos, quiero verte con ropa de señorito ricachón. –Le digo a lo que él suspira largo y deja le pijama sobre una de las baldas del armario mientras me da la espalda y comienza a desvestirse. Lo hace mucho más despacio de lo que habría imaginado o tal vez sea mi perturbada mente la que lo hace todo mucho más confuso y extraño. Primero caen sus pantalones al suelo con peso, caen como una losa y quedan ahí, quietos. Sale de ellos y los retira a un lado con uno de sus pies blanquecinos. Ahora puedo detenerme mejor a observar la línea de sus piernas tan singular y sutil. Me hace sentir avergonzado de mi propia figura y desvío la mirada a otro lado, pero no puedo evitar volver a mirarle en el momento en que descubre su piel en la espalda al bajarse la camisa a través de ella y dejarla caer al suelo por igual. Dos alas negras se desdibujan desde sus omoplatos hasta su hombro y caen a través de su espalda hasta la línea de su cadera. Ambas simétricas y preciosas se quedan ahí sobre su piel, siguiéndole todo el movimiento sobre sus músculos. Al contraste con la tinta, su piel es mucho más pálida de lo que parece o tal vez sea la luz que entra a través del patio, lo que le haga parecer tan extraño a mis ojos.

Se lleva las manos al pijama que tiene sobre el armario y primero se sube los pantalones, ocultando sus calzoncillos oscuros de mi visión y lo siguiente es cubrirse el torso y la espalda con la parte superior. Se queda unos segundos abotonando los botones de la camisa pero tarda lo suficiente como para exasperarme. Me pongo en pie y me acerco y él se gira, habiéndome oído moverme. Con una sonrisa avergonzada llevo mis manos a sus botones y le ayudo, hasta que mis manos quedan al borde de su cuello. Me devuelve una mirada agradecida y yo me encojo de hombros.

—No es la primera vez que me pongo un pijama de casi 100 dólares. –Me dice casi en un susurro y yo le miro con ojos curiosos.

—¿Sabes cuánto cuesta?

—Lo he deducido por la marca. Yo tenía uno parecido.

—¿De verdad? –Pregunto y él asiente, sonriendo. Cuando le veo listo se mira a sí mismo y comprueba el largo de la manga y el de la pierna. Expande los brazos, camina un poco y parece que se sienta conforme.

—Lo tomo prestado hasta que pueda dormir sin él, ¿vale? –Me pregunta y yo me encojo de hombros.

—Hasta que quieras, te sienta bien. –Me devuelve una mirada agradecida y yo sonrío junto con él. Me siento envidioso, le queda mucho mejor que a mí.

 

 

 

Capítulo 17               Capítulo 19                   

 Índice de capítulos

 

 

Comentarios

Entradas populares