EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 16
Capítulo 16
Yoongi POV:
11/06/1995
Alrededor se oye el sonido de una música
ambiental que sale de la propia televisión. No sé muy bien si es un extraño
programa musical o simplemente un programa de concursantes. Ni siquiera estamos
prestándole atención a pesar de que yo de vez en cuando desvíe la mirada hacia
la pantalla como forma de despegarla de él y aclarar mis pensamientos. Él,
Jimin, sentado frente a mí en el sofá sujeta con una mano un plato y con la
otra el pequeño sándwich que se ha hecho. Me mira atentamente mientras le va dando
pequeños mordiscos y de vez en cuando asiente o murmura algo dándome a entender
que está atento a mis palabras. Sus ojos ilusionados me sonríen con una
expresión infantil y curiosa que no le había visto antes y mientras come en
silencio me recorre con la mirada. Me hace sentir a veces intimidado.
Las dos y media del medio día. El sol pega
fuerte a través de las ventanas de la cocina y afuera hace algo de calor, como
ha estado haciendo estos días. Pasadas varias horas desde el desayuno nos hemos
visto en la obligación de entablar algo de conversación y él ha sucumbido a
llevarse algo a la boca dado que no ha desayunado nada. Yo aun puedo aguantar y
la verdad es que me gustaría esperar a que Jeon regresase para hacer algo de
comida para ambos, pero como no conozco bien su horario me aguantaré hasta que
el hambre sea insostenible. Mientras tanto, sigo hablando con Jimin.
—Y claro… ¿Qué iba a hacer? —Hago
aspavientos para escenificar la historia—. Estábamos en el almacén de la
joyería llenando todas las bolsas de collares y anillos cuando alguien entra preguntando
por la persona que debiera atenderle. Amordazaba como estaba a nuestro lado
este nos miró con cara de susto y con ojos de desesperación. Nosotros, los que
estábamos ahí saqueando nos miramos entre nosotros con cara de pasmo sin saber
qué diablos hacer. El hombre podía ponerse nervioso y entrar en el almacén o
bien marcharse. No íbamos a arriesgarnos y yo me quité la gorra, el
pasamontañas y me guardé la pistola que habíamos usado para amenazar al
dependiente tras mi espalda.
—¿Saliste? –Pregunta Jimin mientras
mastica un poco del bocadillo. Yo asiento, encogiéndonos de hombros.
—Habíamos desactivado las cámaras de
seguridad y si actuaba bien, el hombre no tendría que sospechar nada. Bueno,
pues eso, salí a la recepción y el hombre me miró con cara impacientada pero yo
le mostré un rostro ocupado y me disculpé con palabras amables. “No sabes el
lío que tengo ahí dentro. Me están cambiado los armarios de exposición y tengo
todo el material por ordenar…” Dije y mis palabras parecieron convencerle. Después
de una breve conversación convencional él me comenzó a señalar los anillos de
oro de la vitrina. “He venido a comprar un anillo de compromiso” Dijo con aire
de cansancio. “a ver si mi novia se decide a casarse conmigo…” –Me dijo y yo me
encogí de hombros señalando la vitrina con mi mano, abarcándola toda con un
movimiento de mano. “¿Tiene algo en mente?” “Tiene que ser sencillo pero
elegante. Nada ostentoso” Yo estaba cagado de miedo porque entrase más gente o
porque alguno de mis compañeros tuviera la gran idea de salir del almacén
armado y con el pasamontañas. A mí se me estaba yendo de las manos la
interpretación pero aguanté el rato. Saqué de debajo de la vitrina la pequeña
bandeja de anillos más sencillos y a la vez más baratos y se los puse sobre el
mostrador para que los viera más de cerca. Tras unos diez minutos que me
parecieron horas, se llevó uno de los anillos con una sonrisa y yo me embolsé
10.000 wons, como quien no quiere la cosa…
—¿Te quedaste con el dinero? –Pregunta
Jimin a punto de meterse el último trozo del bocadillo entre los labios. Yo
asiento encogiéndome de hombros.
—Claro que sí, es el precio de una buena
actuación y un trato impecable al cliente. –Jimin ríe con mis palabras
tapándose los labios con una de las manos y yo niego con el rostro—. La verdad
es que me meaba del miedo, de verdad. No sabes lo que es tener la adrenalina
dominando tu cuerpo y tener que aparentar estar presentable para un cliente.
—No me hables de adrenalina. –Me dice
alzando una ceja y yo acabo asintiendo dándole la razón.
—Sí, claro, no había pensado en eso… —Mis
palabras se cortan por el sonido del timbre sobresaltándonos a ambos. Lo
primero que hacemos es mirarnos el uno al otro por la extraña llamada a unas
horas poco probables para que sea un cartero. Yo me levanto el primero y Jimin
deja el plato sobre la mesa levantándose después.
—Ha sido abajo. –Dice Jimin mientras él se
queda en la puerta del salón y yo avanzo a través del pasillo para llegar al
telefonillo y llevármelo a la oreja. No es hasta que ya lo he hecho que me
pregunto si he obrado bien o tal vez no debamos hacer acto de nuestra presencia
en esta casa. Tal vez nadie debería saber que estamos aquí o algo parecido.
Miro a Jimin mientras que con el auricular, pregunto.
—¿Sí?
—Soy Jungkook. –Se oye al otro lado y yo
destenso mi cuerpo mirando a Jimin en la puerta del salón que me mira con esa
mueca de curiosidad.
—Es Jungkook. –Le digo a lo que él realiza
el mismo gesto que yo tranquilizándose—. ¿Qué ocurre? – Le pregunto a Jeon.
—¿Podéis bajar? Tengo que subir unas cajas
y yo solo no puedo. –Me dice con voz apenada a lo que yo suspiro largamente
solo de la idea de tener que cargar con algo hasta este piso.
—¿No puedes subirlo de varias veces?
—¡Ni de broma dejo yo las cosas aquí!
–Dice ofendido—. ¡Como alguien me las robe creo que hago arder la ciudad! –Yo
me separo el audífono de la oreja mirándolo, sorprendido por su radicalidad y
ruedo los ojos. Jimin me mira agarrado del umbral de la puerta del comedor,
preocupado.
—¿Pasa algo? –Me pregunta.
—Vístete. –Le digo señalándole con una
mueca del rostro—. Tenemos que bajar a ayudarle a subir unas cosas. –Le digo y
este asiente suspirando con la misma cansada expresión que he debido poner yo
antes. Me dirijo a Jeon—. Bajamos en seguida. Danos unos segundos.
—Gracias hyung. –Me dice y cuelgo con un
sonido seco. Jimin ya se ha internado en su cuarto y yo me conduzco al mío
abrochándome la camisa sobre mi torso. Cuando estoy en el interior del cuarto
rescato unos vaqueros cualquiera de los dos pares que tengo y me los pongo
abrochándomelos sobre la camisa. Me calzo las converse y cojo las llaves de la
casa saliendo por la puerta del cuarto hasta el pasillo y en dirección a la
puerta pero cuando miro a mi espalda no encuentro a Jimin, no está por ninguna
parte y cuando me asomo a su cuarto le descubro mirando dos sudaderas sobre su
cama con el ceño fruncido, con un semblante pensativo.
—¿Qué haces? –Le pregunto a lo que él las
señala.
—No sé cual ponerme. –Dice y yo levanto
una ceja. Le veo ya con los vaqueros sobre sus piernas y con unas zapatillas
cualquiera. Porta sobre su torso una camisa interior de tirantes blanca que le
remarca los músculos de sus brazos y los tatuajes en ellos. Yo frunzo el ceño y
me adentro en su habitación sujetando uno de sus brazos y tirando de él fuera,
exasperado.
—Déjate de tonterías, Jungkook espera
abajo.
—Pero no puedo salir así. –Dice llevándose
las manos sobre los pectorales y yo levanto una ceja.
—Estás bien. Y no es que vayas a ir a los
Oscars. Vamos. –Acaba accediendo a la fuerza de mis tirones y bajamos las
escaleras del portal con el sonido de nuestras pisadas precediéndonos como
signo de que nos acercamos. Cuando llegamos abajo nos encontramos con un Jeon
cruzado de brazos mirando en nuestra dirección hasta que aparecemos. Se apoya
sobre los buzones y a sus pies hay tres cajas de un metro cúbico cada una. Yo
suspiro largamente y cuando llegamos, Jimin mira las cajas, receloso.
—¿Cómo las has traído hasta aquí?
–Pregunta.
—He venido en taxi. –Dice acordándose de
ello y sacando un papelito de su bolsillo en el vaquero que me extiende con una
mueca de soberbia—. Dile a Namjoon que me dé el dinero del coste.
—¿Yo?
—Tú pareces poder conseguirlo todo. –Me
dice altivo y me extiende la primera caja acercándomela con el pie—. Le he
llamado pidiéndole que mande a alguien a ayudarme a traerlas pero me ha
colgado, el muy hijo de su madre…
—¿Cómo se te ocurre llamarle para pedirle
algo así? ¿Es que eres tonto?
—¿Cómo? Lo mínimo es que me ayude a
trasladar mis cosas.
—¿Qué cosas son esas tan importantes?
–Pregunta Jimin llevando una de sus manos a la tapadera de una de las cajas, la
más cercana a él, a lo que Jungkook palmea su mano, receloso.
—No toques mis cosas. Y vamos, que no
tengo todo el día. Tengo que estar en clase a las cinco. –Dice agachándose a
coger una de las tres cajas y cuando lo hace, el peso que parecen portar me
supera con creces. Jungkook es alto y fuerte y yo miro la caja que se me ha
asignado y rezo para que pese menos que yo mismo, o me veré en la obligación de
subirla escalón por escalón arrastrándola a través de las escaleras.
No me equivocaba al pensar que podía ser
pesada, y vaya que lo es. Jungkook sube el primero y Jimin el segundo. Yo les
sigo a duras penas y cuando los tres llegamos al segundo piso las dejamos en el
suelo con una sensación de que la muerte nos hace cosquillas con su asquerosa
guadaña. Yo me apoyo en la barandilla de la escalera y Jimin mira su caja con
un odio irascible. Jungkook nos sonríe con el aliento entrecortado.
—Tengo que dejar de fumar. –Dice sonriendo
y lo dice mirándome, lo cual me quiere decir que yo también debería dejar de
hacerlo. Mi orgullo es más fuerte que eso y cojo mi caja con una mueca ofendida
y sigo subiendo con ella. Llego al quinto piso pero me veo en la obligación de
soltar la caja nada más llegar y esta cae al suelo con un ruido sordo que
alarma a Jungkook, siguiéndome a través de la escalera—. Ten cuidado con mis
cosas, joder. –Dice y yo levanto una ceja.
—Me he dejado los riñones y las rodillas.
Ya puedes tener oro aquí dentro que compense mi esfuerzo, niño genio. –Le digo
y él me devuelve una mirada despectiva por mis palabras. Se limita a ignorarme
y mientras llega arriba yo abro el piso y camino directo y sin pensarlo hasta
el sofá y me dejo caer a lo largo. Me estorban las zapatillas y me las quito,
escuchando como Jimin entra también por la puerta y como Jeon traslada sus
cajas hasta su habitación oigo a Jimin a lo lejos mientras yo me deshago de mis
pantalones y me desabrocho la camisa para estar tal y como me encontraba antes,
esperando así buscar el mismo estado de bienestar con el que me regodeaba
minutos antes.
—¿Vas a meter todas esas cosas en nuestro
cuarto? –Pregunta, enfadado.
—¿Y donde quieres que las meta? Son mis
cosas.
—Ocuparán mucho espacio.
—No sacaré lo que hay en las cajas. Déjalo
estar Jimin. –Se queja Jeon, un tanto exasperado y Jimin bufa y camina en
dirección al salón, donde estoy yo. Camina arrastrando los pies y se pretendía
sentar en el sofá pero se me queda mirando, ocupando todo el espacio. Yo me
encojo de hombros y se termina sentando en la parte que ocupan mis piernas,
retirándolas y poniéndolas encima. Mis piernas en su regazo es una imagen
extraña, pero se siente cómodo. Cierro los ojos respirando con tranquilidad. A
los minutos, Jeon aparece por el salón con paso alegre caminando de un lado a
otro. De vez en cuando mira hacia el reloj en la pared y calcula algo en su
mente. Parece que le preocupe llegar tarde—. ¿Habéis comido? –Pregunta
internándose en la cocina y yo niego con el rostro mientras Jimin asiente con
un “Sí”. Ahora toda la atención de Kook es para mí que me sonríe amable—.
¿Quieres que te prepare algo o has pensado tú en algo?
—No he pensado en nada. ¿Qué te vas a
hacer? –Pregunto mientras le veo desenvolverse.
—No tengo tiempo de cocinar y limpiar
después.
—Lo limpiaré yo si quieres… —Le digo a lo
que él asiente, conforme.
—¿Quieres que haga bolitas de arroz
rellenas? –Pregunta y no sé si son las palabras o la forma de decirlo que se me
hace la boca agua solo de pensarlo. Yo le miro ilusionado.
—¿Sabes hacerlas?
—Claro. –Se acerca a la nevera y mete la
cabeza en su interior buscando de qué rellenarlas—. ¿De qué quieres el relleno?
¿Jamón y queso? ¿Espinacas cocidas? ¿Gambas?
—Lo que quieras. –Digo y desvío mi
atención a la televisión a lo que él se encoge de hombros y saca de todo para
hacerlas de cualquier cosa. Le miro atareado en la cocina con una mueca
pensativa mientras se dedica a sacar arroz y verterlo en la olla para cocerlo.
Lo lava y lo mete calculando el tiempo de exposición. Después comienza a cortar
el relleno. Pasados cinco minutos le veo lavarse las manos y se acerca habiendo
comprobado que todo está preparado para que el arroz termine. Cuando lo hace se
sienta en la butaca al lado de mi cabeza y le miro con ojos curiosos. Me
devuelve una mirada divertida.
—Gracias a los dos por ayudarme a subir
las cajas. –Me dice y yo sonrío, amable, devolviendo la mirada a la televisión.
—De nada, genio. –Le digo y él me tira
levemente de un mechón haciéndome fruncir el ceño.
—No me llames así. –Se sobresalta—. Ah,
toma. Como forma de pago por el esfuerzo. –Me dice y le veo de reojo sacarse
dos cigarrillos del bolsillo de la camisa. Yo me sobresalto también y me
incorporo emocionado por la presencia de estos dos cigarrillos, del cual, me
extiende uno y el otro se lo lleva a los labios.
—No tenías que comprarlos, no hacía falta.
Esta noche Namjoon nos traerá un cartón. –Le digo pero Jeon niega con el
rostro.
—No los he comprado. Se los he pedido a un
compañero de clase que me los debía. –Se encoge de hombros desinteresado y del
mismo bolsillo se saca un mechero con el cual nos encendemos los pitillos.
Jimin se queja a mi espalda.
—¿Y para mí no hay nada? –Pregunta con un
puchero que más bien parece una mueca deforme de una expresión enfadada.
Jungkook se encoge de hombros.
—No te maté anoche por lo de la ducha,
date por recompensado. –Dice con una mueca altiva y Jimin desvía la atención
hacia la televisión, evidentemente molesto.
Cuando el humo entra dentro de mis
pulmones se siente un cálido abrazo fraternal que me saca una sonrisa
inconsciente. Jungkook se levanta y camina hasta encontrar un cenicero en la
cocina y lo pone en el reposabrazos que nos separa. Le sonrío y este me
devuelve una sonrisa amigable. Pasados varios minutos en los que nos hemos
terminado el cigarrillo, él regresa a la cocina y termina de hacer la comida.
El olor de las deliciosas bolas llega hasta nosotros en el sofá y ya no puedo
apartar los ojos de Jungkook desenvolviéndose entre los fogones. Se le nota
habilidoso pero no como un cocinero experto. Deben ser los años viviendo solo
los que le han hecho saber cocinar y lo agradezco.
Cuando la comida está lista Jeon pone
todas las bolitas de arroz sobre un plato en la mesa de la cocina pero yo le
digo que se venga hasta nosotros, a lo que acaba asintiendo, sentándose de
nuevo en la butaca de antes con el plato sobre el respaldo. Yo me levanto a
coger una botella de agua que compartimos y cojo una de las bolas para mirarle
intrigado.
—¿De qué son, al final?
—La mitad de jamón y queso y las otras de
gambas fritas. –Yo asiento mirándolas con su color tostado perfecto y la forma
tan redondeada. Sin duda tiene manos de artista incluso para la cocina pero
este es un comentario que me guardo por miedo a parecer demasiado cursi. Cojo
una de ellas y siento que me quemo, soltándola de nuevo en el plato.
—Auch…
—Idiota. –Murmura mientras él coge una con
cuidado y la abre a la mitad, descubriendo su interior de gambas fritas. Tienen
un color tostados y rosado que me enternece y la miro con ojos golosones a lo
que él me extiende la mitad y soplo sobre ella mientras se enfría. Joder, está
delicioso cuando le pego un mordisco. Tal vez todo sepa mejor después de cinco
años en la cárcel.
Me acerco a Jimin con mi mitad y se la
extiendo, mirándole con ojos curiosos.
—¿No quieres probarlas? –Le pregunto y le
veo de brazos cruzados mirando a la tele.
—No, no quiero. –Dice y parece incluso
amable la respuesta, pero yo le veo como un niño enfurruñado.
Seguimos comiendo hasta que él se levanta
con un respingo y mira el reloj, asustado.
—Tengo que irme. –Me dice rescatando las
llaves de algún lado y su teléfono móvil de la cocina. Se lava las manos y yo
me quedo en el refugio de unas cuantas bolas de arroz. Se mueve a prisa por
toda la casa y acaba rescatando un trozo de papel de la cocina y rescata una
bola con este, llevándosela para comer de camino. Me mira con ojos fulminantes—.
Limpia la cocina, eh… —Me dice y yo asiento.
—Sí, no te preocupes… —Le digo y le veo
desaparecer por el salón con una mueca no muy convencida y cuando se oye la
puerta cerrarse yo le extiendo una de las bolas a Jimin que me mira con ojos
curiosos—. Tome, señor Park Orgulloso. –Le digo y él me mira serio, con una
ceja en alto como si me estuviera llamando idiota. Yo le frunzo el ceño y le
extiendo de nuevo la comida—. Come, idiota, está muy bueno. –Acaba aceptando la
bola de arroz, pero cuando solo lleva la mitad la deja de nuevo en el plato y
se levanta del sofá, con rostro juguetón—. ¿A dónde vas? –Le pregunto
preocupado por la expresión infantil de su rostro. Él se encoge de hombros.
—Voy a mirar lo que hay en esas cajas de mierda…
—Dice despectivo y yo dejo el plato sobre la mesa y me levanto junto con él,
preocupado.
—No hagas eso, es de mala educación mirar
las cosas de los demás. –De regaño pero no me reconozco a mi mismo siendo tan
responsable. Debe ser la gratitud de haberme cocinado y de abastecerme con un
cigarrillo.
—Tonterías. Si están en mi cuarto puedo
mirarlas.
—Ni es tu cuarto ni lo que dices tiene
sentido… —Le digo internándonos en su habitación. Él cae al pie de la primera
caja que encuentra, casi al pie de la puerta y se arrodilla mientras quita el
precinto de cinta adhesiva y abre las tapas de la caja de cartón—. No deberías…
—Murmuro más para mí que para él y cuando al fin despliega las tapaderas, vemos
una serie de lomos de libros alineados a lo largo y ancho de la caja. Jimin se
deja caer decepcionado y yo me acerco a la caja, curioso.
—¿Qué mierda es esto? –Pregunta y se lanza
a abrir otra de las cajas comprobando que el contenido es el mismo. Yo me
arrodillo al lado de la primera y paso mis dedos por los lomos de los libros.
Allan Poe, Hemingway, Wilde, Walter Scott, Tolstoi…—. ¿Qué es esto? ¿El Bosco?
–Pregunta Jimin—. ¿Restauración de retablos?
—¡Rojo y negro de Stendhal! –Grito
sobresaltando a Jimin y rescatando el libro de la caja en la que me encuentro.
Se lo enseño a Jimin pero este se encoge de hombros, confuso—. Creo que me va a
gustar estar aquí…
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