EL PRECIO DEL ARTE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 14

 Capítulo 14

 

Taehyung POV:

11/06/1995


Me sobresalto con la alarma de mi despertador. Ese sonido metálico del pequeño resorte de metal chocando con ambas dos campanas. Llevo mi mano a él con un tremendo subidón de adrenalina y lo pulso, apagándolo de forma que deje de sonar. Después del ruido, el silencio es algo demoledor y confuso. No me reconozco en la cama en la que estoy durmiendo, ni en el olor alrededor ni tampoco en mi compañero de cuarto. Le miro girando el rostro hacia él para comprobar que no se ha despertado, pero aunque no puedo jurarlo porque está de espaldas a mí, creo que no se ha sobresaltado. Respira con tranquilidad y lo primero que hago es llevarme las manos al rostro para suspirar largamente y desperezarme despacio y con cuidado. A pesar de que mi corazón siga yendo al límite, mi cuerpo se siente agotado y mi mente un tanto embotada. Aún no he asimilado todo el cambio, no he terminado por comprender los motivos que me han traído aquí, pero me levanto con ilusión sabiendo que puedo al menos desayunar algo más que una rodaja de pan.

Cuando pongo los pies en el suelo lo primero que siento es un leve mareo del que me tengo que recomponer suspirando y me levanto caminando a tientas por la habitación hasta la puerta. Una vez en el pasillo miro a todas partes encontrándome la habitación de Namjoon abierta y con una leve iluminación natural entrando desde el interior. Puedo ver que no está su abrigo colgado en la entrada ni sus zapatos. Se ha marchado temprano y en cierto modo eso me hace sentir aliviado. Despertar sin querer a Kook o a Yoongi no me preocupa pero no quisiera molestar a Namjoon. Camino hasta el cuarto de baño y me meto dentro cerrando detrás de mí. La puerta del cuarto de JungKook y Jimin estaba entornada pero se puede oír los ronquidos de ambos desde el exterior. Cuando me quedo a solas en el baño doy la luz y me miro en el espejo. Con la vista aun un poco borrosa y las manos sin sensibilidad me llevo los dedos a mis pómulos y estiro de ellos viendo como abro mis ojos por el movimiento de mi piel. Después me paso los dedos a través del cuero cabelludo y me paso la lengua a través de los labios, humedeciéndolos. Me miro por última vez y orino, sin pensar demasiado en que no quiero ir a trabajar.

Cuando salgo del baño me conduzco al salón y posteriormente me sumerjo en la cocina que tiene luz natural por una de las dos ventanas con persiana subida. Subo la otra y me dejo arrullar por un azul claro precioso, signo de que se acerca el verano y por lo tanto, la luz constante y diaria de un largo periodo de luz solar. Rebusco por los muebles algo que llevarme al estómago e ilusionado con la idea de tener un buen desayuno, me preparo un tazón de leche con cereales y me siento en la mesa junto con ellos. Es en el momento en que introduzco la cuchara en ellos cuando oigo a lo lejos el sonido de una musiquilla sonar en alguna parte de la casa. De inmediato miro alrededor pensando que puede ser mi teléfono móvil pero después el sonido se apaga y oigo el gemido matutino de alguien por ahí. Sonrío divertido y me llevo al fin una cucharada de leche con cereales, estos tiene una forma redondeada y de colores diversos. Más bien parecen pequeñas rosquillas de azúcar y calorías.

A los segundos veo como se abre la puerta de la habitación de JungKook y Jimin, y este primero sale por ella despacio y con sigilo. Cuando recae en mi presencia le puedo ver con un ojo aun entrecerrado y con el pelo alborotado. Algunos de sus mechones desafían a la gravedad, manteniéndose verticales, y otras partes, se notan aplastadas contra el cráneo. Me saluda con un movimiento de cabeza que yo imito y desaparece por el interior del baño. Quiero imaginar que está haciendo el mismo proceso que yo. Mirarse al espejo durante varios minutos, dedicarse a orinar lo necesario y salir con el estómago hambriento. Él apenas tarda treinta segundos en salir por lo que entiendo que se ha limitado a orinar. Cuando sale se conduce como yo hasta la cocina y rebusca en los muebles algo que le agrade. Saca unas pequeñas magdalenas y las deja sobre la mesa. Tres en concreto, sin plato y sin nada. Después camina hasta la nevera, saca un cartón de leche y se sirve un poco en una taza que lleva directa al microondas.

—¿Hay café? –Pregunta mirando a todas partes a lo que yo hago una mueca pensativa.

—Creo haber visto café instantáneo por alguna parte. –Le señalo un par de cajones a lo que él asiente llevando la mano a uno de ellos y mira a todas partes, buscándolo. Lo encuentra tras unos segundos y después mira el resto de la cocina.

—Tenemos que pedirle una cafetera a Namjoon. –Dice con una sonrisa amable y cuando cree suficiente el tiempo que su taza ha estado en el microondas, la saca y se sirve dos cucharadas de café sobre esta. Después lo guarda en su sitio y se sienta justo en frente de mí en la mesa, a lo que yo le saludo con una sonrisa y él me la devuelve, amable.

—¿Qué tal has dormido? –Le pregunto a lo que asiente, encogiéndose de hombros a la vez. Algo un tanto contradictorio.

—Bien… —Dice, no muy convencido—. ¿Tú?

—Bien, aunque a veces me han molestado los dientes castañeando de Yoongi.

—¿Y eso? –Pregunta con un deje preocupado.

—Creo que ha dormido sin pijama. Creo que no tiene ninguno.

—Pero no hacía tanto frío. –Dice pero se queda pensativo mientras sentencia negando con el rostro.

—Igualmente se ve delgado… —Digo yo también—. De todas formas he dormido bien, las camas son cómodas.

—Sí, lo son. –Dice asintiendo mientras coge una de las magdalenas y la introduce en el café para humedecerla y llevársela a los labios. Cuando se le escapa una gota de café por la comisura del labio se lleva una servilleta de papel a esta y se limpia, mirándome avergonzado pero yo le retiro la mirada, volviendo mi atención a los cereales.

—¿Tienes clase? –Pregunto como forma de mantener una conversación. Es obvio que tiene clase ahora.

—Sí. Hasta la hora de comer, pero luego regreso.

—¿Regresas? –Pregunto extrañado.

—Sí. Normalmente por las tardes hacen talleres para personas mayores de cerámica y cosas así, y a mí me dejan ir al laboratorio a seguir trabajando en mis cosas… —Dice, mirando su taza.

—¿Tienes algún proyecto por terminar?

—Nah, un par de retoques. Pero me gusta estar allí. Es como un pequeño lugar en el mundo en que te sientes bien, y a gusto. Es como si fuera mi habitad… —Dice y yo asiento, sonriendo.

—Vaya, menos mal que me lo has aclarado. Más bien pareciera que es el único lugar al que ir para no estar solo… —Digo con sarcasmo a lo que él se encoge de hombros.

—Suelo estar solo allí, de todas formas. Solo yo voy por las tardes…

—¿En serio?

—Sí.

—No me extraña que tengas buenas notas. –Digo y suspiro mientras miro mi tazón de leche—. Me gustaría decirte que si algún día no quisieras ir por algún motivo, me tienes a mí para ir a dar una vuelta o ir a jugar al futbolín o lo que quieras, pero no puedo. –Me encojo de hombros y parece que está a punto de preguntar el motivo, pero acaba sintiendo con un rostro triste de comprensión.

—¿Mucho trabajo?

—Sí. Eso me temo.

—¿A qué hora vendrás?

—A las diez u once. Depende. ¿A qué hora sales tú del taller?

—A las nueve, cuando suele cerrar. –Dice—. Aunque algunos días antes, porque he terminado o porque ya me aburro de estar allí.

—Ya veo. –Digo, triste—. De igual forma si un día salgo más pronto, ¿podría llamarte para ir a buscarte?

—Claro. –Dice con una mueca más que feliz, sorprendido por mis palabras. Después de la sorpresa viene una cálida sonrisa acogedora y yo sonrío con ella—. Me encantaría.

—¿Qué es lo que estás haciendo en clase por las tardes? –Pregunto, interesado.

—Estoy restaurando un marco para un cuadro. Le he tenido que retirar toda la pintura vieja y oxidada que tenía, lo he lijado y ahora tengo que comenzar a pintarlo de nuevo.

—Parece entretenido. –Se encoge de hombros y mira su taza.

—No está mal.

—No pareces muy contento con ello.

—Supongo que no valoro el trabajo que estoy haciendo. No importa. ¿Tú qué haces en la oficina? –Pregunta a lo que tengo que pensar unos segundos para especificarle mi trabajo.

—Soy el chico multifunciones de la oficina. –Digo—. Sirvo tanto para llevar café de un lado a otro como para redactar informes y permisos.

—¿No hacéis esas cosas con plantillas?

—A veces, pero cuando son cosas demasiado específicas, tenemos que rehacer el documento. –Contesto—. ¿Cómo sabes eso?

—Porque yo sé de todo. –Dice orgulloso y me sonríe divertido cuando termina su mueca orgullosa—. ¿A qué hora tienes que estar en la oficina?

—A las ocho menos cuarto. Pero estamos aquí al lado.

—Yo tengo que coger el bus, pero para las ocho llego de sobra. –Me dice y acabo los cereales. Me levanto para dejar el tazón en el fregadero cuando me doy cuenta de algo y me giro para mirarle.

—Estamos a últimos de Junio. ¿No has terminado las clases aún?

—Sí. Lo hice hace dos semanas.

—¿Y sigues yendo? –A mi pregunta se encoge de hombros pero no me contesta. Se limita a remover la cuchara dentro del café y bebe un trago. Yo miro hacia la calle, eligiendo según el día que haga algo que ponerme y acabo suspirando, pasando por su espalda y palmeando su hombro—. Yo me voy a vestir. Nos vemos a la noche.

—Adiós. –Dice y desaparezco de la cocina pero antes de cruzar la puerta al pasillo me encuentro mirándole de reojo tras mi espalda. Le veo suspirar por el movimiento de sus hombros y remover la cuchara en el interior del café, pensativo. Lo hace tranquilo, mirando a ninguna parte. Negando con el rostro me encamino a mi cuarto para comenzar a vestirme.

  

 


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