DESDE EL ORFANATO [PARTE II] (Jimin x V) - Capítulo 4

Capítulo 4

 

Jimin POV:



Todo esto está muy bien, recuerdos de verano, anécdotas, divertidas historias. Otras no tanto. Pero ¿por qué? De nada sirve que me ponga a recordar sin un motivo, una meta. Todo esto para explicarte a ti, que me estás escuchando que lo que hoy siento por mi hermano no fue algo que surgiera de repente. No podría especificarte un momento exacto del que poder decir, aquí supe que me había enamorado. Algo que me dijera, algo que hiciera para mí. No fue nuestro primer beso. Yo por aquel entonces ni siquiera sabía que lo que estaba haciendo podría ser adorable pero una aberración a los ojos de mis padres.

No, nada de eso. Fueron el día a día sumado con su perfecta personalidad, totalmente contraria a la mía, por cierto. Pero eso me encantaba, poder ver a través de él toda una realidad completamente diferente. Una de las cosas que aprendí fue a cogerle gusto a la música, y también a la historia. Todo él era eso. Yo sin embargo me he decantado por las matemáticas para, un día al fin ser el ayudante de mi padre en su empresa. Pero no se lo digas a TaeTae, él se enfada cada vez que sale el tema.

Pero aún no hemos llegado a eso. ¿Por dónde estábamos? Ah, sí. La playa.

Como todo en esta maravillosa vida, las cosas que nos hacen felices se acaban y regresamos a nuestra insulsa casa ahora demasiado desmejorada en comparación con las maravillosas vistas que teníamos de la playa en Busán. Debimos sentirnos realmente afortunados del maravilloso techo que nos resguardaba pero éramos niños. No veíamos más lejos de nuestros pañales.

¿Recuerdas bien nuestra casa? Pues tienes que saber que donde ahora aparcamos los coches un día teníamos un pequeño jardín, en la parte trasera de la casa. Era pequeño pero maravilloso. Con varios columpios y algunos árboles.

Nuestra madre se recreaba plantando pequeños rosales que desgraciadamente, ya sea por nuestra torpeza o por deseo de la naturaleza, acababan mustias y secas. Me acuerdo de sus infantiles enfados cuando era su mano la que destrozaba todo ser vivo que tocaba. Igual que hizo con nosotros, con el tiempo.

Recuerdo bien, aunque ha pasado muchísimo tiempo, cómo era este parquecito personal.  Las vallas una vez fueron blancas pero con el tiempo se decoloraron a un marrón que no resultaba desagradable. Había un tobogán de color azul unido con hierros a unos columpios. Dos individuales y uno para que se sentasen dos personas, una en frente del otro.

La casa la compraron así y cuando éramos pequeños jamás nos dejaron acercarnos a ellos o al menos, solos. Siempre en presencia de algún adulto como si temiesen que viviéramos o tuviésemos una infancia digna. Pero lo entiendo. Taehyung se cayó siempre de los columpios. Es un puñetero torpe. Incluso hoy día su puchero le acompaña a donde quiera que vaya. Siempre ha sido tan inocente y falto de protección que me vi obligado a salir en su ayuda siempre. Incluso cuando tenía cinco años y se cayó del columpio mientras yo le empujaba.

Maldito torpe. Me llevé una gran reprimenda a pesar de estar empujándole con la mayor sutileza posible. Cayó de boca al suelo por soltarse las manos. Idiota. –Niego con la cabeza recordando toda la sangre salir de su pequeña boca—. Se asustó mucho cuando en su mano encontró uno de sus dientes de leche.

Si hubiera sabido que esos dientes darían la preciosa sonrisa de la que hoy estoy tan enamorado le habría empujado más fuerte. –Rio—. Desde ese día no se quiso acercar al columpio. Sin embargo el llanto que le acongojaba por la sangre en su boca desapareció a los minutos porque estaba muy emocionado por el Hada de los Dientes.

La noche antes de acostarnos yo aun estaba haciendo deberes de matemáticas que no pude hacer antes y él llamó a mi puerta para darme las buenas noches. Vino corriendo a mi escritorio donde yo hacía mis tareas y besó mi mejilla como cada noche deseándome unos felices sueños. Y como no, en su mano traía el diente que no soltaba ni a tiros.

—Mira hyung. –Me enseñó su mano abierta para que vierta por vigésima tercera vez su maldito diente. Esta era su primera vez pero ya me había visto sufrir esto a mí otras veces.

—Ya me lo has enseñado mil veces.

—¿Qué crees que me traerá el hada? –Me susurra.

—¿Por qué susurras? –Habló en su mismo tono de voz.

—Ella nos escucha, hyung. –Ríe tapándose su boca ahora mellada. Preciosa sin embargo porque el hueco que adorna su dentadura no es más que la falta de un incisivo que pronto otro nuevo ocupará su lugar. Ahora sí que parece inocente.

Sale corriendo de mi cuarto dando saltitos como una niña canturreando. Como las princesas de los cuentos que mamá nos contaba. Mi pequeña princesa, pienso mientras cierra la puerta detrás de él.

Ese año fue un año de cambios y nuevas experiencias. También fue su primer año de colegio y maldita diferencia de edad porque me hubiera gustado poder estar juntos en clase. No para divertirnos juntos ni ayudarle en sus tareas. Sino para protegerle de todos aquellos que quisieran dañarle.

Porque los niños pueden llegar a ser muy crueles, Jungkook. Tú lo sabes mejor que nadie.

Pero eso es en otro momento. Él todavía no viene con moratones a casa ni llora por las esquinas del patio.

 

 

 

 

 

 

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