DESDE EL ORFANATO [PARTE II] (Jimin x V) - Capítulo 3

 Capítulo 3

 

Jimin POV:



El sonido de las voces de nuestros padres hablando animadamente nos despierta a ambos a la vez. Yo me desperezo mientras él se acurruca en mí de nuevo como anoche. No puedo evitar hacerle cosquillas hasta que explota en carcajadas inevitables. Es demasiado lindo así.

—No hagas esto hyung…

—¿Has dormido bien? –Asiente sonrojado recordando que se internó entre mis sábanas para no sentir miedo—. De ahora en adelante, siempre que quieras podrás dormir conmigo, ¿de acuerdo? –De nuevo asiente pero esta vez sonriéndome—. Vamos. Quiero desayunar.

 

Ambos estamos sentados a la mesa mientras nuestra madre nos sirve en los platos todo lo que cree que debemos ingerir para tener las suficientes fuerzas.

—Mamá… —dice Tae con voz torpe—, ¿hoy hay playa?

A pesar de su poco vocabulario y el hecho de que no es alguien muy hablador siempre consigue que entendamos exactamente lo que quiere. Ambos tenemos el pelo casi igual de largo pero no sé por qué motivo siempre se levanta con este revuelto pareciendo un pequeño león encantador. Es mi pequeño león.

—Claro, siempre y cuando desayunéis bien y… —nuestra madre no puede terminar sus palabras porque el idiota de mi hermano mete en su boca todo lo que está a su alcance demostrándonos que está dispuesto a cualquier cosa por un premio tan suculento como es ir a la playa al fin.

Le veo con los carrillos llenos y masticando con dificultad. Yo saco mi lengua solo para hacerle reír pero más me río yo cuando intenta imitarme y apenas puede sacarla por toda la cantidad de comida que allí tiene. No puede tragarla y se ve obligado a saltar de la silla y escupirla en el fregadero cerca de él. Nuestra  madre le reprende y él se sienta de nuevo avergonzado por su infantil comportamiento.

Ahora sí, con su boca libre y cuando nuestra madre no está mirando, saca su pequeña lengua para mí y termina el pequeño juego que yo he empezado.

 

 

Ambos nos desnudamos uno en frente del otro sin pudor y nos ponemos los bañadores en nuestras respectivas camas colocados y bien doblados. El día en que nuestra madre nos los compró no tuvo en cuenta nuestras preferencias y escogió exactamente los colores en las tallas equivocadas. El horrible verde puesto en mi cuerpo y el precioso rojo ante mí en un cuerpo algo más pequeño. Es injusto. Él adora el verde.

Cuando estamos listos nuestra madre se encarga de llevar nuestros juguetes que hemos comprado especialmente para esta ocasión mientras que nuestro padre lleva una bolsa enorme llena de toallas, crema, algo de comida…

Mi hermano y yo estábamos excitados, inquietos e incluso hiperactivos. Expectantes por conocer la maravillosa sensación que nos produciría estar en la playa y disfrutar de todas la experiencias que adquiriéramos allí.

Antes de darme cuenta ya estábamos rodeados de tierra candente bajo nuestros pies. Me encantaría haber obedecido a nuestros padres y haberme quedado a su lado pero me vi obligado —por mi adrenalina infantil— a salir corriendo hacia el agua que oleaba metros más abajo. Sentí volar porque mis pies apenas tocaban el suelo bajo ellos por la velocidad a la que iba.

Cuando el agua helada tocó mis pies no tuve más remedio que detenerme y retroceder asustado y a la vez divertido por la sorpresa. Aún sintiendo la adrenalina en mi cuerpo. El cosquilleo en mis piernas. El aire puro entrando en mis pulmones y siendo expulsado tan ágilmente que apenas lo siento en mí.

Aun observando el mar oigo los gritos desesperados de mi hermano intentando liberarse de la mano de mi madre que lo tiene prisionero en su intento por imitar mi gesto y lanzarse a la aventura. Ella consideró que aún no era lo suficientemente grande o ágil como para adentrarse de esa manera en la playa por lo que no le dejó a solas ni un momento.

Cada segundo que pasaba su llanto aumentaba y mis remordimientos me obligaron a recoger en mis manos un poco de agua para llevarla a su encuentro y hacerle sentir parte de esto también. Quise que él también pudiera catar la fría agua que inundaba toda nuestra vista pero cuando quise llegara a él apenas mis manos conservaban una gota de ella. Toda había caído en mi camino de regreso.

—¡Yo quiero ir con hyung! –Gritaba llamando la atención de las pocas personas cercanas a nosotros. Mi madre, en su mejor acto de caridad nos acompañó a ambos de nuevo al agua sacrificando de nuevo su descanso por las exigencias de su hijo pequeño. Mientras, nuestro padre colocaba la sombrilla y las toallas de manera que creara un lugar ameno donde poder descansar cuando nuestras fuerzas se agotaran. Él vino con nosotros más tarde.

Yo salí de nuevo corriendo tan rápido como pude y cuando llegué a la orilla me di media vuelta para ver a mi hermanito correr tal y como yo lo había hecho. Por el mismo camino y dando la misma cantidad de pasos pero su torpeza le obligó a caer de bruces contra el suelo de arena. Nuestra madre al principio se asusta pero sabe que no se ha hecho nada en absoluto porque su pequeño cuerpo se levanta como si nada, olvidando el pequeño puchero que nunca abandona su rostro, y continúa corriendo hacia mí.

Cuando me alcanza y está a menos de un metro de mí se detiene mirando como el agua retrocede y a los segundos avanza hacia él asustándole. Retrocede inocente temiendo ese movimiento que él considera innatural. Repite esto un par de veces hasta que yo le incito con mi voz.

—Entra, no pasa nada. –Extiendo mi mano a él, gustoso se aferra a ella y valientemente se atreve a chapotear al fin sobre la fría agua. Aun sigue temeroso pero ¿cómo no estarlo?

Nuestra madre nos observa desde la distancia y yo miro el pequeño cuerpo de mi hermano a mi lado dándome cuenta de que sus mejillas y sus rodillas están llenas de arena. Por no hablar de  sus manos.

Sin soltarle, me agacho y hago que el agua limpie sus rodillas tan solo para asegurarme de que no tiene ningún rasguño y posteriormente sobre sus mejillas. Al sentir como el agua moja su rostro intenta lamerla pero se da cuenta de que su sabor es repugnante y la escupe asqueado. Su rostro se descompone de nuevo en un puchero extraño que no acaba de romper a llorar.

—Caca. –Le digo después de que intentase, de nuevo, chupar su rostro salado.

—Caca… —Repite divertido con una expresión adorable.

 

 

Nos cansamos rápido de chapotear en el agua y sorprendentemente no me ha soltado en todo este tiempo. Mi padre nos sugirió la maravillosa idea de hacer castillos de arena y nos obligó a transportar agua con cubos hasta una zona donde la arena estuviera seca y hacer con ella una masa resistente que soportase una construcción.

Mi padre esperándonos en las toallas y mi madre en la orilla nos controlaron en nuestras idas y venidas con un cubo cargado de agua cada uno. Yo los llevaba con agilidad y rapidez mientras que, mirando a mi espalda, Taehyung no era capaz de dar dos pasos sin derramarlo todo. Me compadezco de él hasta el momento en el que mi madre se ve obligada a ayudarle en su tarea. Es entonces cuando la envidia y la decepción recorren mi cuerpo. Envidia de no ser ayudado de la misma manera y decepcionado con mí madre porque es ciega para ver mis logros mientras que solo tiene ojos para los errores de Taehyung.

Por eso me esfuerzo todo lo que puedo y aún más haciendo que ella se sienta orgullosa de mi comportamiento pero lo único que consigo es caer rendido al pie del agua cansado y fatigado por la dura tarea.

Cuando la arena es lo suficientemente húmeda a nuestro alrededor comenzamos a llenar nuestros respectivos cubos de ella, y posteriormente volcarlos en una base llana para que los primeros torreones se vean altos y hermosos.

De nuevo TaeHyung no es capaz ni de volcar el cubo lleno de tierra por lo que nuestra madre de nuevo acude a su ayuda y sus torres se ven hermosas al final mientras que las mías caen en pedazos tan solo con la brisa del leve viento que sopla a nuestro alrededor. Ellos ríen y se divierten pero yo me enfurezco, me pongo en pié y derribo a patadas el castillo de mi hermano.

Mi madre se enfada como es lógico pero no solo por mi inmaduro acto sino que con él he conseguido meter arena en los ojos de TaeHyung. Con el rostro ya roto en dolor se lleva las manos a sus pequeños ojos y se frota allí probablemente dañándose aún más las retinas. Nuestra madre intenta evitarlo pero, ¿cómo hacerlo si su cuerpo clama por calmar el dolor allí?

Ella sale corriendo a por una botella de agua que ha traído consigo y la echa poco a poco en los ojos de mi hermano. Mi padre me está reprimiendo por mi comportamiento pero yo solo tengo ojos para las manos apretadas en puños de Taehyung y oído para sus gritos desesperados. Respiro al fin cuando deja de llorar y sus ojos están libres de cualquier escombro que haya podido tirar en él.

Cuando todo parece haberse calmado mi madre me obliga, como “castigo”, a construir juntos cualquier cosa que nos entretenga. Yo sin decir una palabra en contra me siento al lado de mi hermano, que tanto ha costado separarlo de mi madre y de sus estúpidos lloros, y ambos llenamos un mismo cubo con tierra húmeda.

Los remordimientos me rompen por dentro. Siento como si no pudiera respirar cada vez que miro sus ojos enrojecidos y ellos me devuelven la mirada llorosos. Tira de su nariz haciendo retroceder a los mocos y suspira aun con sus labios temblando por el mal rato que ha pasado por mi culpa. 

—¿Estás mejor? –Le pregunto calmando mi conciencia. Él asiente sin mirarme—. Lo siento, ¿me perdonas? –Una vez más asiente y me veo en la obligación de besar sus mejillas enrojecidas. Es entonces cuando me mira sin remedio y tras el beso apoya su cabeza en mi cuello de forma que debo interpretarlo como que acepta mis disculpas.

¿Por qué este chico es tan difícil?

 

 

 

 


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